Editorial
Que Borrell, que los miembros de la mesita, que los alacranes, que los confiscadores de los partidos estén dispuestos a oxigenar al régimen por diferentes razones y que, por ahora, Capriles y Stalin aparentemente hagan mutis por el foro, no podrá borrar todo el daño que le ha hecho el régimen a Venezuela y que seguirá haciéndole mientras puedan, si hay gente dispuesta a darle oxígeno para que permanezca un poquito más en el poder.
Solo basta recordar cómo han destruído todo lo que funcionaba hace 20 años. Enumérenos caso por caso, cuánto petróleo, gas, productos petroquímicos, electricidad, hierro, bauxita, cemento producíamos en 1998, y cuánto hoy. La comparación es espeluznante, porque la producción en todos estos rubros ha disminuido en mucho más de 50% y en el caso del aluminio en un 100%.
¿Qué han hecho con los servicios? ¿cuántos embalses de agua han construido? la respuesta es fácil: cero, se distribuye la misma cantidad de agua al pueblo venezolana o esta se ha mermado en casi 50%. ¿Qué ha sucedido con la CANTV y MOVILNET? ¿acaso el buen servicio telefónico que prestaban es igual al desastroso de hoy? Y qué decir de las avenidas y autopistas, de la producción agrícola y pecuaria, y de los hospitales ¿han mejorado después de haber recibido los ingresos petroleros más elevados de toda nuestra historia? La respuesta es claro que no.
Podríamos ponernos a contar cualquier actividad económica, social, humana, cultural y, sin necesidad de ser acerbos críticos, no hay una sola que supere lo que teníamos en la mal denominada cuarta República, que en realidad fue la era democrática más importante de nuestra historia republicana, en la que Venezuela progresó como nunca antes.
Lo único en que si la superó ampliamente fue en la corrupción, en la violación de los DDHH, en la delincuencia, en la fragmentación del país, en la siembra de odios y de antivalores.
Los que prosiguen buscando fórmulas que permitan que este estado de cosas prosiga, o son ciegos o quieren serlo, porque pareciera que les importa poco el padecimiento del pueblo y lo único que vale es proteger sus intereses y seguir medrando a la sombra, no de un buen árbol sino de un cactus venenoso.