Ha vuelto al terreno de la opinión pública la pregunta de si los venezolanos tienen la capacidad para superar la coyuntura política y económica actual o, si por el contrario, somos apenas “peones del ajedrez mundial” y estamos completamente atados a las decisiones de Washington, Moscú, La Habana y Pekín. La pregunta ha regresado con mayor dureza, gracias a la intensificación del conflicto mundial, originado en la invasión de Rusia a Ucrania, pero no solo por el hecho de que el gobierno tomara partido por Rusia, lo que nos coloca directamente en el medio de la disputa, sino porque revela una tragedia de mayor alcance y profundidad, la del país que fue perdiendo la fortaleza y la habilidad para hacerse un camino menos dependiente del entorno mundial, siempre sujeto a presiones y tensiones y del cual, por supuesto, es imposible desatarse completamente.
Desde luego, la pregunta hecha así tiene un matiz de “blanco o negro” y en realidad debería formularse de una manera relativa, es decir: ¿En qué medida podríamos atenuar o reducir esa relación y que posibilidad real existe de hacernos más autónomos de ese entorno?, sin que por ello pretendamos ningún tipo de autarquía en una sociedad internacional cada vez más intrincada.
Venezuela: ¿Peón del ajedrez mundial?
La respuesta a esta pregunta proviene, creemos, de que seamos capaces de desarrollar unas capacidades que reduzcan, tanto como sea posible, la dependencia y los vínculos que tenemos con el exterior o, en especial con los países claves del concierto mundial. En lo que respecta al ambiente internacional, este podría desarrollarse por dos vías. O se acentúa y recrudece la convulsión actual, poniendo en peligro todo el planeta o se llega a un arreglo. Pensar en lo primero pareciera inconcebible, con lo cual apuesto por el segundo porque la experiencia nos dice que, con toda la agresividad y la violencia que hoy se vive, la humanidad ha sabido regresar al acuerdo y a la civilidad[1]. Existen razones e indicios para creer en que más temprano o más tarde Rusia, Ucrania, China, Estados Unidos y Europa lo alcanzarán, con todo y el dolor causado en pérdidas materiales y humanas. En este caso, si regresamos a un escenario menos conflictivo ¿Podremos resolver solos nuestra dramática situación o seguiremos estando totalmente sujetos al acontecer internacional? Creemos que la respuesta hay que buscarla en nuestra propia experiencia y en dos direcciones. Una, examinar hasta donde pudimos hacerlo en el pasado y, dos tratar de identificar que causas estuvieron detrás de esa conducta.
Mi hipótesis principal, la cual resulta bastante obvia, es que mientras el país viva casi totalmente del ingreso petrolero en divisas esa relación se acrecienta y fomenta y se nos convierte en una “ley de hierro” y es prácticamente inescapable. Como sabemos, en los primeros años de la explotación del crudo, Venezuela dependió casi totalmente de su producción y exportación y, por supuesto, de la situación del mercado y de los precios internacionales, con lo cual el país dependía totalmente de él, para luego reducir su peso en la economía y regresar, en los últimos tiempos, a representar cerca del 90% de los ingresos totales del país. A ello se agrega la total dependencia del fisco venezolano de los tributos y regalías que este genera.
Se puede comprender fácilmente, aunque es obvio también que, mientras esta condición se mantenga, aquel “ajedrez” se impone sobre nosotros, lo que resalta que el formato para evadirlo implica reducir la dependencia del petróleo, a sabiendas de que sigue allí en el subsuelo y continua siendo muy atractivo para los grandes consumidores y que juega un papel crucial en la geopolítica internacional, como lo comprueban los hechos, entonces: ¿De qué depende que podamos cambiar este esquema? Creemos que nuestra propia experiencia no brinda una respuesta y una lección.
Causa detrás de la causa.
La respuesta inmediata está, desde luego, en la creación de una economía mucho menos centrada en el petróleo y más centrada en las fortalezas internas del país, capaz de convertirse, realmente, en su “motor” principal y generar empleos productivos y una senda de bienestar generalizado, pero en realidad el secreto está en que pudimos construir una capacidad aglutinadora, capaz de diseñar y llevar a la practica un proyecto de país de largo aliento, con asideros económicos, políticos, institucionales y sociales.
¿Cuál fue el secreto, cual el acertijo? Los venezolanos nos pusimos de acuerdo. El “milagro” de alcanzar una tregua política que acabó con el conflicto y la exclusión que marcaron nuestros primeros años como Republica, permitió diseñar y elaborar un programa político y económico producto del consenso entre los principales partidos y con una participación importante del empresariado y el sector sindical. El Pacto de Punto Fijo cementó las bases de una visión de largo plazo y de un país sólido y menos dependiente del petróleo. Cuando ese acuerdo fue demolido por las circunstancias políticas y por la avalancha de ingresos que se produjo a mediados de los años setenta, regresamos a “vivir” del petróleo, no del Acuerdo y facilitamos la ruptura de la ruta emprendida y terminamos en el recordado y trágico “Viernes Negro”. De allí en adelante, acentuadas las diferencias políticas repetimos el esquema petrolero y, nosotros mismos, creamos las condiciones para ser “peones” del ajedrez mundial.
Este acertijo: ¿Se puede repetir?
Todo depende de que nos podamos poner de acuerdo otra vez. Primero que nada, ¿es posible repetir un Punto Fijo hoy? Creemos que no, por razones que todos conocen. Un partido único en el poder y los opuestos fragmentados en mil pedazos, de manera que sin partidos ¿Cómo lograrlo? Existen tendencias en la opinión pública que atribuyen esa responsabilidad a los ciudadanos, o a la “ciudadanía” en abstracto, mientras que otros apelan a los “vecinos”. Somos de la opinión de que repetirlo depende de cómo la sociedad civil se organiza y responde a este reto y asume esa tarea, sin que ello signifique obviar a los partidos sino, por el contrario, reforzarlos.
Creemos que esa posibilidad está abierta y pende de su propia habilidad y voluntad de unificar sus voces, de articularse y aglutinarse alrededor del propósito de hablar por Venezuela. Esa sociedad civil son los empresarios organizados, los empleados, las Universidades, los Colegios profesionales, los sindicatos, las comunidades, etc., etc., que podrían mostrar al mundo que no existe una sola voz por Venezuela. Si así fuera, quizás podríamos repetir el acertijo de un gran acuerdo que regrese nuestro a país a una ruta menos dependiente del “ajedrez” mundial pero, para ello se requiere un requisito adicional, pues esa organicidad, esa articulación no se puede levantar de la nada.
Construir Capacidad Nacional
En un escrito reciente[2] defendimos la tesis de que, solo si el país, sus ciudadanos organizados, logran construir una economía menos dependiente del petróleo, sin dejarlo de lado, pero mucho más integrado hacia el país, mas afincada en la fortalezas regionales y locales, en instituciones fuertes y en una verdadera batalla para traer a la vida entera a esos millones de venezolanos que viven en la precariedad y, aun en la miseria, que no tengan que depender de ningún gobierno o de ningún partido para sobrevivir, entonces sería posible aislarnos tanto como posible del “ajedrez” mundial. Decíamos en aquel escrito que había que construir Capacidad Institucional, Capacidad Cívica, Capacidad Productiva, Capacidades Regionales y, ahora más que nunca Capacidad Política. Si logramos construir este espectro de país podríamos empezar a resolver solos nuestros problemas y no depender de la palabra de Moscú, de La Habana, de Washington o de Pekín.
¿Seremos capaces de activar la sociedad civil organizada y ponernos de acuerdo otra vez
[1] Yuval Noah Harari “El futuro de la humanidad depende de lo que pase en Ucrania”. La Vanguardia.16 de febrero 2022
[2] Construir Capacidad Nacional, Mayo de 2021