Alguien afirmaba, con mucha razón que los caminos y las rutas para que Venezuela rescate un ordenamiento democrático pleno, prosperidad económica sostenible y sanamente construida y un orden social equitativo, que extraiga de raíz los orígenes de la pobreza en nuestro país, están en un “callejón sin salida”, porque los medios con que contamos para iniciar esas grandes tareas enfrentan el escollo de la coyuntura, pues la vía electoral pareciera cerrada, el apoyo internacional complicado y disperso y el descontento social atrapado por las necesidades básicas, la represión y el clientelismo político.
Frente a ello, renovamos la pregunta si el intento de restaurar las libertades civiles y las condiciones básicas de funcionamiento de la sociedad venezolana son solo responsabilidad del mundo político, de los partidos del gobierno y de la oposición y, en qué medida es responsabilidad de todos. Como bien lo indica el Padre Ugalde en un reciente escrito:
“Hemos fracasado nosotros -las universidades, los empresarios, los sindicatos, las iglesias y la sociedad civil-, pues no hemos sabido defender la democracia y se ha impuesto la dictadura con miles de muertos, cientos de presos, y millones de exiliados y empobrecidos, sin economía productiva y sin libertad.[1]
En esa dirección hemos promovido una iniciativa que, ¡quizás! pueda contribuir a encontrar una solución consensuada que, podría salirse de las discordias y diatribas cotidianas y propias del conflicto político que, además de que ya lleva tiempo, no ha encontrado las salidas y soluciones apropiadas, a juzgar por la permanencia del gobierno en el poder y por los desastrosos resultados que exhibe nuestra querida Venezuela.
Una propuesta que nos sustraiga de esa ruta, que no la sustituya, pero que amplíe las perspectivas debería ser ensayada. Una perspectiva que persiga encontrar las coincidencias de interés de todos los venezolanos, estén en el bando que estén, podría provocar un cambio de actitudes y ¡quizás! un sendero para un auténtico dialogo nacional, no el dialogo político que se ha intentado y ha fracasado. Esta es una opción que estamos obligados a explorar y que podría contribuir a romper la inercia de los acontecimientos diarios.
La historia nos dice, como bien lo defienden Acemoglu y Robinson que:
“La libertad necesita que haya una sociedad movilizada que participe en la política, proteste cuando sea necesario y vote cuando sea posible para que el Gobierno abandone el poder”[2]
Si de eso se trata, la pregunta viene a ser ¿Cómo se puede comenzar esa tarea?, y la mínima lógica dice que los esfuerzos dispersos de la sociedad civil organizada necesitan ser articulados y focalizados hacia una tarea de largo aliento. La sociedad civil tiene la obligación de encontrarse para iniciar ese dialogo, primero dentro de si misma y luego abrirse al resto del país. También tiene la obligación de identificar los temas centrales. La democracia, la prosperidad económica, el alivio de la pobreza, la crisis humanitaria, una paz social duradera, las instituciones que nos resguardan, etc. etc., todos ellos son componentes de una solución que va más allá de lo estrictamente político y que persigue crear un país para todos.
Siguiendo las sugerencias e inquietudes de los autores citados la sociedad civil debe movilizarse, pero esta vez debe comprender que la única manera de hacerlo no es con la protesta en la calle, harto difícil para la gran mayoría desesperada por la pandemia y por su delicada situación individual o familiar y porque sabe que se va a topar y chocar con las fuerzas de seguridad. En dirección a fortalecer y fortificar las tareas que debería cumplir la sociedad civil, para evitar, como mínimo que el país caiga completamente en un despeñadero político, económico y social hemos propuesto articular la sociedad civil organizada, aquella que bien reclama el Padre Ugalde: “las universidades, los empresarios, los sindicatos, las iglesias y la sociedad civil-“ en una Plataforma Cívica[3] que integre todos esos actores y que conduzca esa difícil encomienda de enderezar y ensamblar de nuevo a Venezuela.
Esa Plataforma Cívica se diferencia de las decenas de protestas, reclamos, sugerencias de cada uno de aquellos actores en que estos, legítimamente han abogado por la defensa de sus propios intereses, pero no han elaborado un pliego por las necesidades generales de la sociedad venezolana y ese pliego no es otra cosa que la recuperación integral de nuestro país. Al momento de escribir estas notas hemos encontrado receptividad en algunos de estos actores, pero a la tarea le hace falta el llamado y la convocatoria de una o dos instituciones queridas y respetables de la sociedad venezolana. ¡Ojalá puedan tomar la iniciativa de reunirnos!
[1] Cese de la ruina y unidad para reconstruir – SJ. Luis Ugalde 4 de 0ctubre 2020. El Nacional
[2] “El pasillo estrecho” Daron Acemoglu y James A. Robinson. Ediciones, DEUSTO,2019
[3] Ver nuestro artículo “Una Plataforma Civil para la sociedad venezolana”.