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“Espíritu de Encontrarse”

Opinión
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Tiempo de lectura: 4 min.

Mientras los partidos democráticos, agrupados en torno al Frente Amplio evalúan −eso esperamos− las fallas y errores cometidos y se ponen de acuerdo en torno a una estrategia, en diversos foros y documentos promovidos por las organizaciones de la sociedad civil, involucradas en la actividad política, se discute acerca de la “unidad”.

No podía ser de otra manera, sociedad civil y unidad, son dos temas indisolubles, a pesar de que muchas organizaciones de la sociedad civil no se caracterizan por mantener en la práctica este concepto y son comunes las divisiones y enfrentamientos, aunque no tan cruentos como en las organizaciones políticas.

Uno de estos foros a los que asistí, contó con la presencia y experiencia del Padre Luis Ugalde SJ, y es precisamente en ese foro donde Ugalde esbozó una idea central, la que considero que imbuía toda su intervención y que sirve de título a este articulo: “el espíritu de encontrarse”.

El “espíritu de encontrarse” tiene que ser el motor, la clave, de cualquier unidad política que se intente en Venezuela; sin ese espíritu, no será posible salir del laberinto en el que ahora estamos; pero, como dije, si bien esa era la idea que impregnaba su presentación, no fue la única que expuso. Mi interpretación libre de sus planteamientos los resumo de la siguiente manera:

- Ugalde nos invita a rescatar la idea de que un cambio es posible; a pasar de la resignación a la esperanza; a que cada quien se active en lo suyo, en las actividades que le son propias; pero, nos advierte Ugalde, la esperanza no es ilimitada, infinita, se agota, tiene instinto de conservación, no es posible ponerla en cualquier cosa, para no desengañarnos, desilusionarnos, esperando el “salvador”, el “mesías”, el que nos salvará sin nosotros hacer nada distinto a lo que estamos haciendo, y cuando nada ocurra decir: “eso son los políticos, yo me voy del país”; no es una actitud de “todo o nada”, es una lucha política; por ejemplo, Pérez Jiménez se proclamó ganador de las elecciones fraudulentas que organizó en 1957, menos de un año más tarde estaba fuera del poder; con esa actitud de todo o nada, no hubiera caído tampoco el Muro de Berlín, que estaba bajo una dictadura policial, brutal, y nadie se imaginaba un año antes que podría caer de la manera en que cayó.

- Esa idea lo llevó a otra, a la necesidad de valorar la política, a dejar la “antipolítica”, que la definió como “un virus más perverso que el coronavirus”. La “antipolítica” implica que la sociedad renuncia a gobernarse; y recalcó: ciudadanía es política, ciudadanía no es “montones de gente”, es una sociedad vigilante y exigente y debe haber gente −dijo− especializada en la actividad política, lo que no significa que la sociedad civil renuncie a esa actividad, sobre todo al control de los políticos.

He recalcado también en diversos artículos que los políticos no llegaron de una galaxia lejana, están allí porque los ciudadanos los pusimos allí y por la comodidad de dedicarnos a nuestras tareas, a nuestros negocios, actividades profesionales, académicas y familiares, renunciamos a controlarlos y luego nos lamentamos de sus errores, como si no fueran los nuestros.

- Ugalde planteó que debe haber objetivos comunes para salir de la situación en la que nos encontramos, del régimen actual; y aunque los objetivos cada quien los viva de una manera distinta, que cada quien los aborde desde su propio lado, los resume, más o menos de la siguiente manera: Se trata de lograr un cambio político y social, donde lo económico es solo un aspecto más; hay que lograr ayuda humanitaria para los más necesitados; lograr elecciones libres que permitan ganar espacios, entre otros objetivos. Pero lo más importante, recalcó Ugalde, es que, si bien cada quien debe caminar desde donde está, desde su propio espacio, hay que entender que en Venezuela −en alusión directa al diálogo entre Fedecámaras y el Gobierno− no habrá una respuesta económica, no vendrán las inversiones que se necesitan con urgencia y cuantía, si no hay un cuadro político diferente.

Con respecto a ese diálogo Fedecámaras-Gobierno, Ugalde añadió: “¿Con quién van a hablar?” Y fue enfático en señalar que, si la conversación es sincera, hablar no es malo, lo malo es ser ingenuo; ¿cómo? y ¿para qué?, es el problema, hay que hablar con firmeza y claridad, pero todo diálogo ayuda. Y recordar, agregó, que el gobierno siempre va a jugar a nuestra división.

- En referencia más específica a la unidad, que muchos anhelamos y esperamos, Ugalde recalcó que hay que lograrla en lo fundamental −la salida del régimen− pero no se puede aspirar a tener todos los detalles completos para comenzar la carrera; no es ninguna tragedia, insistió, no coincidir en todo, además de que no es sano ni conveniente esperar eso en una sociedad plural.

- Por último, quiero referirme a lo señalado por Ugalde con relación al tema electoral, a sí se debe o no participar en unas elecciones para las que no hay garantías. Al respecto Ugalde señaló que las garantías hay que “arrancárselas” al régimen y nunca darán unas condiciones ideales. Por ejemplo, dijo, la Consulta Popular de diciembre pasado no tuvo presupuesto ni garantías ningunas, quienes las organizaban y participaban corrieron todo tipo de riesgos y se logró, fue un éxito y nadie tenía garantías de nada.

No quiero concluir sin recalcar en la idea del diálogo y la negociación, relacionándola con otra idea, que leí en estos días, de Daniel Asuaje (El Efecto Losinsky, El Universal, 17-02-2021) que se refiere al conformismo y la adaptación: “suscribimos…. la adaptación a las circunstancias, que no es lo mismo que conformismo, el conformista sobrevive, el adaptado encuentra cómo superar sus circunstancias…” Y ese es precisamente el reto en esta época en que por diversas vías se nos convoca al diálogo y la negociación.

Resumo, en mi criterio, el mensaje de Ugalde: Tarea del político es adaptarse a las circunstancias que le toca vivir, para influir los cambios en la dirección que desea. Como bien decía Ugalde: “hablar no es malo, lo malo es ser ingenuos”. Lo importante, entonces, es el “espíritu de encontrarse”

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