Quizás llame la atención el título de este articulo con el cual iniciamos nuestra contribución a la opinión publica en un año que aparenta ser muy complicado por la cantidad de sucesos que adelantan las noticias, pero muy en especial en Venezuela donde y cuando van a coincidir varios eventos de crucial importancia en el presente y para el futuro. Ahora lo explico: muchos de esos acontecimientos, si bien no todos, tienen que ver con el formato que está tomando el poder político en el mundo.
A las dos sangrientas guerras, el auge del movimiento inmigratorio, lo del cambio climático, las manifestaciones de amplia desigualdad económica, las soluciones terroristas, individuales o promovidas por entidades, etc., etc., les encontramos ese denominador común, porque percibimos un gran desencuentro entre las soluciones que aporta el poder político y las necesidades e intereses de la sociedad civil en general.
Necesidades sociales y poder político
Probablemente, uno de los temas más acuciantes que se vive hoy día es ese cuestionamiento que se le está haciendo a las democracias occidentales[1], enfrentadas, en primer lugar, a manifestaciones de todo tipo, reclamando mejoramientos en las condiciones económicas, muy especialmente aquellas relacionadas con ese antiguo asunto de la desigualdad y la divergencia entre ricos y pobres, sean países o sociedades, tema que se agravó con la pandemia y las crisis inmigratorias que los gobiernos de esas democracias no terminan de enfocar y resolver apropiadamente.
A ello se une que en todos los países donde priva ese sistema, los partidos convencionales se reducen a confrontaciones enteramente políticas, tal como ha sido el caso en varios de ellos[2] y, desde luego, lo que se vive en Venezuela, donde la política anda por un lado y el bienestar y la prosperidad de la gente por otro.
En segundo lugar, esas situaciones, que nos permitimos generalizar, son enfrentadas por un creciente peso del poder ejecutivo de los gobiernos, sobrepasando el poder legislativo, pero evolucionando hacia el poder personal y a su progresiva conversión a un sistema autocrático o totalitario, según el sitio y las fortalezas o debilidades de los sistemas democráticos. Nos referimos a los casos Trump, Erdogan, Putin, Orban, Bukele que tienen ese denominador común, Obviamente, el caso Venezuela no escapa a esta tendencia con todas sus especiales características. Creemos que enfocar la cuestión, por un lado, en la crítica de las conductas personales y, por otro, en un diagnostico simple de ese poder no es suficiente.
1984 – 2024: 40 años después
Y, en ese sentido, nos vienen a la mente dos ensayos que ponen el tema al día. Lo del título es para recordar el famoso libro de Orwell en el que trata ese tema, “1984”, años a los que les sumamos los 40 años que alcanzan el 2024 y que parecieran van por la misma senda. El otro ensayo es “Himno” de Ayn Rand en el cual se narra también como ese poder logra crecer y abrazar los seres humanos. Sabemos que en muchos otros textos[3] se ha escrito sobre esa trama, pero estos dos sirven el propósito de estas notas.
Nadie mejor que Orwell retrata con algunos símbolos la semblanza del poder político con aquella figura de “los ojos le siguen a uno adondequiera que esté. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las palabras al pie”[4]. También, Ayn Rand con aquella frase emblemática de “Nuestro nombre es Igualdad 7-2521, según está escrito en el brazalete que cada hombre lleva en la muñeca izquierda.”[5]. Son los tiempos del poder soviético y de la Alemania Nazi, para decir lo menos, pero son textos que dibujan otra época del poder político, cuando este se lograba o manifestaba por vía de la fuerza.
Por eso decimos, “40 años después” sigue vivo, pero expresado de otras maneras. Venezuela es un ejemplo de aquella etapa con la conocida foto de los ojos de un Chávez, vigilándonos como el “GRAN HERMANO”, pero, observen como la han ido retirando y como han evolucionado hacia otros métodos, por cierto más sutiles y menos fáciles de identificar.
El poder político hoy día
La cuestión central a poner en evidencia es que ese “nuevo” poder político no se presenta abierto y transparente. Por lo contrario se escuda o se esconde subrepticiamente de varias formas. Una de ellas, cada día más utilizada, es que esos personajes tienen altos índices de popularidad y acuden a sistemas electorales que les permiten ser elegidos o reelegidos indefinidamente, aun cuando aquella popularidad vaya cediendo. La otra es el uso de la Ley a su conveniencia, inclusive con sistemas legislativos o judiciales a su favor, con lo que el poder se va tornando progresivamente en absoluto.
A ello se añade que la generación de bienestar económico es provisto de tal manera que la población la identifica con la “generosidad” de dichos personajes. En el caso Venezuela, el hecho de que el poder político es el dueño y administrador de la riqueza petrolera agranda esta característica sustantivamente, pero hay nuevos métodos.
“Poder suave”
Una otra forma que encontramos, indagando en estas explicaciones es esa que se viene denominando “poder suave”, cuyo simbología principal es el uso de la persuasión o la atracción para obtener lo deseado, en lugar de la “coerción o pagos” como bien explica Nye en el texto que citamos[6]
“Power is the ability to affect others to get the outcomes one prefers, and that can be accomplished by coercion, payment, or attraction and persuasion. Soft power is the ability to obtain preferred outcomes by attraction rather than coercion or payment”
Como puede comprenderse no es nada sutil la diferencia entre un tipo de poder y otros porque, principalmente, cumple con el gran propósito de “pasar desapercibido” si se compara con aquellos anteriores, como el uso de la fuerza, de la coerción o de lo que denomina “pago”, esto es el uso del instrumento monetario para obtener resultados.
Desde luego, ese “poder suave” no se manifiesta en forma pura y coexiste con los otros dependiendo de las circunstancias de cada país, inclusive puede ocultar los otros. Por ejemplo, el uso de la fuerza queda solapado con el solo conocimiento de que las instituciones armadas o policiales siguen estando allí con el mismo poder, aunque no actúen directamente.
En definitiva, esta descripción que traemos a colación intenta ayudar a entender los tiempos que vive el mundo y, muy especialmente, los que vive nuestro país donde paradójicamente coincide la “bonanza económica” que disfruta una minoría de la sociedad, con las muy precarias condiciones de la mayoría de la población, a lo que se suma la persistencia de un poder político prácticamente monopólico pero, cuyas expresiones se acercan mucho al “poder suave”. Esto es, han ido aprendiendo y es a eso a lo que hay que enfrentarse.
El débil político: la sociedad civil
Tal como indicamos al inicio de estas notas esa disparidad entre el poder político en manos de los partidos políticos tradicionales y el de la sociedad civil, normalmente se focaliza en el hecho de que aquel poder se potencia a sí mismo, cuestión que es cierta, pero se descuida el grado de debilidad de la sociedad civil, esto es en una flagrante asimetría de poder entre ambos que, en nuestra opinión, está más del lado de la debilidad de esta, que en la fortaleza de aquel.
En otras palabras, si bien ese poder político, llamémoslo el convencional, se ha ido fortaleciendo lo ha logrado gracias al descuido y a la pérdida de influencia de la sociedad civil. Descuido, decimos, en tanto la causalidad ha sido puesta en la evolución de aquellos, sea fortaleciéndose o perdiendo poder y no en la situación de esta.
Nos explicamos: obsérvese que el diagnostico político está centrado en ese argumento de la crisis de la democracia occidental, focalizado en la pertinencia o no de los partidos y su adecuación a los problemas de la sociedad, en lugar de verlo como debilidades o inacción de esta frente a ellos. Podemos decir que la sociedad civil ha delegado, prácticamente casi todo, sino todo, en ellos, descuidando su propia capacidad para resolver sus propios problemas. Y este es, a nuestro juicio, donde hay que “poner la mira”, especialmente en el caso Venezuela.
El poder de la Gente y el poder de la Sociedad Civil
Muchas veces se habla del “poder de la Gente” y, nosotros hemos defendió este concepto[7], pero en verdad, esa expresión tiene validez cuando ella se manifiesta en forma práctica, por ejemplo en un momento electoral, siendo este casi el único medio de hacerlo o mediante demostraciones de calle, más o menos amplias, pero el argumento que deseamos traer aquí, para enfrentar ese dominio del poder político que, anotamos, se ha venido transformando y renovando sus métodos, es que la sociedad civil, primero tiene que saber identificarlo y, segundo y no menos importante, es que tiene que tomar conciencia de su propio poder y que, ese “poder de la Gente”, anónimo como lo es, debe convertirse en una fuerza organizada para equiparar o balancear en su favor aquella asimetría de poder entre el mundo político y el de ella. No basta, pues, con ir a elecciones de vez en cuando, sean estas legitimas o ilegitimas, para enfrentarse a un poder que sabe cambiarse de “cara” muy sabiamente.
[1] No hay que olvidar el desencuentro entre la tesis de Fukuyama, en su vaticinio del predominio de las democracias occidentales, ahora ampliamente criticado y las tesis de Huntington sobre el choque de las civilizaciones, entre otras que intentaban predecir el futuro político.
[2] La actualidad española es una buena referencia de esta conducta, también lo que llevó a la elección de la Sra. Meloni en Italia, la controversia política en Inglaterra y, desde luego, lo que sucede cada día en los Estados Unidos.
[3] Hayek, Solzhenitsyn, Pasternak y tanto otros.
[4] Orwell, G “1984” Capitulo 1
[5] Rand, A “Himno” Capitulo 1
[6] Soft power: the origins and political progress of a concept. Joseph Nye
[7] Ver “El Poder de la Gente” en Digaloahi.digital Noviembre, 2023