Desde que un 2 de febrero Hugo Chávez tomara las riendas del poder, el “nuevo hombre socialista venezolano” tiene un sueldo de cuatro dólares o forma parte de los ocho millones del éxodo
«Juro delante de Dios, juro delante de la patria, juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la república nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro». Hoy, 2 de febrero, se cumplen 25 años de la primera toma de posesión de Hugo Chávez, teniente coronel golpista que supo convencer con su carisma a un país que ansiaba el cambio político.
Sus primeras palabras, que abren esta crónica y que también deslumbraron al país, adelantaron lo que estaba por venir: un huracán político que no sólo ha cambiado el nombre, la bandera, el mapa y el escudo de Venezuela, también su Historia. Sólo ha sobrevivido el himno, ese que grita más fuerte que nunca el «abajo cadenas» como anhelo de libertad.
Chávez también irrumpió como un torbellino en el escenario mundial, subido a la ola populista y a la cabeza de un modelo alternativo de izquierdas, que emergió por encima de la revolución cubana y que más tarde bautizaría como el socialismo del siglo XXI. «No sería extraño que en Marte haya habido civilización, pero a lo mejor llegó allá el capitalismo, llegó el imperialismo y acabó con ese planeta», resumió en una de sus frases famosas, celebradas entonces pero que hoy forman parte de la gran tragedia.
«Chávez es hijo legítimo de la sociedad venezolana que ha vivido de la renta petrolera, esperando las dádivas de sus administradores para prolongar su esterilidad. Cuando Chávez se proclama como primogénito de Bolívar y anuncia el retorno de la época dorada que supuestamente inauguró el Libertador, todos se echan en su regazo. Si se agrega que Venezuela ha sido adoradora del militarismo desde los tiempos de la Independencia y de los caudillos carismáticos a partir de la fundación del estado nacional, todo está servido para el reinado bolivariano», profundiza para EL MUNDO Elías Pino Iturrieta, ex presidente de la Academia de Historia.
El «nuevo hombre socialista», 25 años después del regreso del nuevo Bolívar, es el venezolano empobrecido, el mismo que con la llegada del chavismo cobraba entonces un salario mínimo equivalente a 348 dólares, cuando en la actualidad percibe cuatro dólares, aumentado con cesta tícket y con bonos (repartidos de forma arbitraria) a 100 dólares. El «nuevo hombre» que ha presenciado cómo el bolívar, moneda nacional, perdía hasta 14 ceros, por obra y gracia de tres reconversiones monetarias.
Lo del Producto Interior Bruto (PIB) es objeto de estudio en las escuelas económicas del mundo, que intentan explicar cómo la economía de un país sin guerras, terremotos o huraca nes es hoy alrededor de un tercio al de 1999. Como la producción petrolera, que en 2023 pro medió 749.000 barriles por día, frente a los más de tres millones al inicio de la revolución. Cifras apabullantes, casi invencibles, como la del mayor desfalco por corrupción de la Historia, valorado en torno a 400.000 millones de dólares. Según el índice de Transparencia Inter nacional, sólo Somalia supera hoy en corrupción a Venezuela en todo el planeta.
Y sí, Chávez cumplió con su primera promesa, una nueva Constitución que reemplazó a la moribunda para ser violada y vulnerada cada vez que fue necesario a la revolución bolivariana. Al final, un cuarto de siglo después, la moribunda es la democracia y la transformación, la nunca imaginada: el derrumbe social, económico y político del país que llegó a ser el más rico de América Latina. «Venezuela es el recuerdo de que persiguiendo los nes más nobles y declarando las mejores utopías es posible construir el inerno en la Tierra», concluye el historiador Armando Chaguaceda.
Según los estudios de Luis Salamanca, antiguo rector del Consejo Nacional Electoral (CNE), cuando Chávez llega al poder, y pese a la crisis económica y social que se había constatado durante la rebelión del Caracazo (1989), Venezuela se mantenía como la cuarta economía de la región, por debajo de Brasil, México y Argentina y como la segunda democracia libre, tras Costa Rica.
«Una democracia que funcionaba, sobre todo para cambiar gobiernos cada cinco años. El modelo político al que atacó Chávez era altamente competitivo: de nueve elecciones presiden ciales, la oposición ganó siete; el gobierno sólo dos. No había reelección. En América Latina, los únicos gobiernos con reelección indenida ahora son Venezuela y Nicaragua», precisa Salamanca, convencido de que estos 25 años han provocado la debacle de la democracia.
«En el 98 se vivió la última elección competitiva plena. Hoy en día ya no es posible, la democracia permitió en el 98 resolver un problema de liderazgo y resolver un nuevo camino, hoy no lo permite», constata el ex rector.
En la bajada a los infiernos destaca un indicador que no deja de crecer: ocho millones y medio de venezolanos han escapado del chavismo buscando una mejor vida. El mundo al revés, porque a lo largo de su historia Venezuela recibió a millones de emigrantes, primero los europeos (españoles, italianos, portugueses) y más tarde de países cercanos.
«Es la prueba irrefutable del colapso de Venezuela a nivel económico, político e institucional», confirma a EL MUNDO María Gabriel Trompetero, investigadora de temas migratorios de la Universidad de Bielefeld. Según los datos de Naciones Unidas, sólo alrededor de 300.000 venezolanos habían emigrado de Vene zuela con la llegada de Chávez al poder.
Más de ocho millones después, el régimen se niega a reconocer semejante evidencia. «¿Por qué vienen del paraíso (Colombia) al infierno (Venezuela) que ustedes dibujan?», reprochó Nicolás Maduro a la prensa en su día, basándose en que cinco millones de cafeteros vivían en Venezuela, un dato repetido mil veces desde el Palacio de Miraflores. Pero según las investigaciones de Trompetero, la ONU no reconoce más allá de 1.300.000 emigrantes en el país criollo para el 2020.
A la hora de repartir culpabilidades, Salamanca no se lo piensa: «Maduro y Chávez son el punto y la coma, van juntos. Chávez sienta las bases y Maduro es la continuidad». De hecho, Chávez apostó por trasladar a Venezuela la anomalía económica cubana, hija caribeña de la Unión Soviética, con expropiaciones, estatización y los apabullantes controles de precios y cambio.
«Maduro lo heredó y no paró hasta que en 2018 comenzó a abrir el mercado. Ahora reina una anarquía económica más que libertad, con el agravante de la mayor inación del mundo en 2023 y sin subidas en el salario mínimo, por lo que se ha extinguido la capacidad de compra de la gente», sopesa Salamanca.
En el comienzo, y pese a que el ventajismo y las trampas comenzaron a invadir el sistema electoral, «el chavismo fue visto desde la izquierda como la posibilidad de un socialismo con Parlamento, elecciones, oposición, Prensa y sociedad civil. Pero con el llamado a la reforma constitucional, el Gobierno populista de Chávez acudió a los resortes constitucionales y legales de un régimen como el cubano. Lo que vino después ya lo sabemos: el modelo bolivariano se fue convirtiendo de un gobierno de liderazgo populista a un gobierno populista, declinante en su liderazgo, a un régimen autoritario competitivo y nalmente, con Maduro, a una tiranía franca y un régimen autoritario casi cerrado», descifra Chaguaceda.
Lo mismo ocurrió con los medios de comunicación, que Chávez comenzó a perseguir con el emblemático cierre de Radio Caracas TV, líder entonces. Maduro, en su papel de punto, ha perfeccionado el acoso a la prensa libre hasta tal punto que sólo algunas webs independientes sobreviven entre bloqueos.
El hijo de Chávez, cuando más lo necesitó, no dudó en pasar del «gas del bueno» que su padrino político empleó contra los estudiantes a la represión sanguinaria en 2014, 2017 y 2019. Los presos políticos se han multiplicado en las mazmorras chavistas, hasta los 157 actuales pese a las liberaciones de las últimas semanas.
Los sueños de grandeza de Chávez también le llevaron a exportar su revolución para acudir en apoyo de sus aliados de la izquierda continental. Compró deuda pública en el Cono Sur, regaló petróleo a manos llenas en el Caribe, financió a candidatos amigos y se convirtió en el ídolo del antiimperialismo gracias a su discurso en Naciones Unidas, cuando advirtió el olor a azufre del Mr. Danger Bush. Tanto fue su atrevimiento que incluso compró al jurado del Carnaval de Río de Janeiro para que ganase su escola de samba favorita.
«Cuando el chavismo llega al poder, la izquierda mundial lo recibió como ese gran representante de unas ideas que históricamente siempre habían fracasado, pero que en esta ocasión contaba con el apoyo de grandes masas. Hoy, 25 años después, el chavismo sólo ha demostrado lo que siempre ha sido, para mí no se ha transformado. Al principio contó con la bonanza petrolera, precios altísimos del petróleo y de las materias primas. Con mucho dinero para repartir, mantuvieron popularidad. Después, al acabarse el dinero, demostraron lo que siempre fueron: un movimiento autoritario cuyo verdadero objetivo era eternizarse en el poder», describe el analista Miguel Velarde.
Durante la bajada al inerno de la República Bolivariana de Venezuela, nombre impuesto por Chávez, mucho se ha discutido sobre cómo denir lo que sucedía, que si dictadura o autocracia, que si deriva o tragedia. Elías Pino, el historiador más respetado del país, concluye con su propio concepto: «La república de Venezuela desaparece cuando se convierte en bolivariana, un destrozo de naturaleza histórica que muy pocos investigadores o analistas han advertido. Y, por si fuera poco, el derrumbe coincide con la desaparición de la riqueza petrolera, para que la sociedad experimente una crisis de difícil solución: hijos de la clamando en el desierto, sin casa y sin riqueza».
2 de febrero 2024
El Mundo