Recuerdo perfectamente la pregunta que reiteradamente me hacían en la última reunión
del Grupo Santa Lucia, acerca de si el colapso económico que se pronosticaba para los
años posteriores a la bonanza petrolera que vivió Venezuela implicaba o posibilitaba un
cambio político y mi respuesta, para sorpresa de los presentes quienes si lo esperaban,
era que no lo creía, que no veía una relación directa entre un tema y otro, aunque una
cierta lógica elemental lo indicara. El tiempo terminó dándome la razón y ahora quiero
utilizar ese razonamiento y lo que ocurrió, para extraerle consecuencias sobre la situación
actual, en especial para quienes están pensando lo mismo pera al revés: creer que un
cambio económico favorable va a producir un cambio político.
Lo primero que dice la experiencia es que, ante las severas dificultades económicas que
Venezuela vivió desde 2013 hasta ahora, con pérdidas significativas en lo productivo, lo
petrolero y los indicadores sociales, el gobierno tuvo la astucia necesaria para conservar
el poder y evitar, a toda costa, el cambio político. Desde el altisonante lenguaje
antiimperialista hasta lo de la “guerra económica” y el reparto de bolsas alimenticias,
subsidios, pensiones etc., etc., encontró la fórmula para mantenerse en el poder, más allá
de los artificios políticos. El colapso económico no fue evitado, pero no logró el ansiado
cambio político. No olvidemos la cuantía del colosal apoyo chino con préstamos que
alcanzaron a unos US$ 70.000 millones, pagaderos con petróleo. Se puede concluir en la
convencional frase de: “es condición necesaria pero no suficiente”
Visto el problema al revés, cabe una reflexión similar. El gobierno, viéndose
dramáticamente necesitado, ha dado un giro drástico a su política económica y del
Socialismo del siglo XXI, guía ideológica y doctrinaria de la “revolución bolivariana” ha
pasado, sin solución de continuidad, al más puro capitalismo, en el que privan las leyes
del mercado para fijar los precios, importaciones a la libre para abastecer la nueva
modalidad comercial del “Bodegón” y el dólar convertido, quieran o no, en la moneda
nacional. La tasa de cambio en abierta convertibilidad, para que aquella draconiana Ley
de Ilícitos cambiarios pasara a la historia.
La pregunta ahora es la misma, pero al revés: una supuesta, aunque limitada bonanza
económica, producto de la expectativa de una serie de concesiones al capital privado,
nacional y extranjero, que incluye una esperada devolución de activos expropiados y
confiscados, va a reproducir la misma ecuación y el cambio económico va a conducir al
cambio político. De nuevo la respuesta es la misma, pero esta vez, con un componente
distinto al caso anterior pues, si bien en aquella el gobierno “ahogado” habría de acceder
a las demandas políticas y no lo hizo, “oxigenado” por esa “bonanza” terminará cediendo
el cambio político. En una situación como esta tampoco podemos olvidar el apoyo de sus
aliados, aunque sus dificultades económicas no les permitirán el grueso de las mismas.
Si aquella vez respondí con certeza a la pregunta, ahora creo que puedo ser más
categórico, porque si no lo hizo en un frente de severas dificultades, ahora tendrá menos
incentivos para hacerlo. Las señales, además, son muy claras: el pleno dominio del
aparato legislativo, la consolidación de la hegemonía del partido socialista y la reiterada
amenaza de convocar el “parlamento comunal”, a similitud del modelo cubano y chino,
son indicios muy evidentes de la ruta que van a seguir.
Sintiéndose “oxigenados” por el capital van a insistir en su modelo. Lamentablemente, veo
alejarse el cambio político…!a menos que!, se produzca lo que nunca se logró generar
anteriormente: la formula política que lo promueva eficazmente. Habiendo experimentado
todas las posibilidades, electorales y no electorales, protestas, apoyo y sanciones
internacionales, la pregunta no es si este cambio económico va a producirlo. La pregunta
es: ¿hay alguna posibilidad todavía en el campo de la política que lo pueda engendrar o
promover?
Apelo, en este momento, a mi artículo anterior ¿Momento 1998?, en que defiendo la idea
de que existe un cuadro económico – social que llena las condiciones para el cambio
político, pero la pregunta es ¿Quién lo puede capitalizar? Si esta oportunidad no se
aprovecha no veo como el “cambio económico” va a inducir el cambio político y de nuevo
la conclusión seria la misma de antes: el primero puede ser condición del segundo, pero
sin el segundo sigue siendo insuficiente.