Colombia nos sigue dando lecciones de política, de democracia y de civilización. Contra todos los pronósticos el triunfo de un candidato de izquierda no ha significado un cataclismo. Mucho menos han significado el inicio de una guerra civil entre los colombianos.
Gustavo Petro gana las elecciones después de un proceso muy conflictivo y sus primeras palabras son de apertura y de conciliación. Antes de haberse proclamado la victoria oficial del candidato vencedor, el otro candidato, Rodolfo Hernández, que no logró el triunfo electoral pero cuya votación se acercó al cincuenta por ciento de la votación nacional, se apresuró a llamar al candidato vencedor para felicitarlo por su triunfo. Petro no vaciló en tomar la llamada, agradecerla y manifestar su deseo de conversar con Hernández dentro de su propuesta de lograr un gran acuerdo nacional.
Hay que decirlo con toda claridad: Petro se comporta como un ganador democrático y civilizado que tiene conciencia de que recibió el voto de la mitad de los colombianos, pero sabe que la otra mitad no votó por él. Hernández se comporta como un político democrático y civilizado cuando llama a su adversario para felicitarlo por su triunfo a conciencia de que por él voto la mitad de los electores colombianos.
En seguida, el Presidente electo, Gustavo Petro se comunica con él líder más importante de lo que ha sido y seguirá siendo la oposición a sus propuestas, el expresidente Álvaro Uribe. Este último toma la llamada, acepta la invitación a dialogar y reunirse con el nuevo mandatario para conversar acerca de los intereses superiores de Colombia y de los colombianos.
Que gran demostración de cultura cívica, de conciencia democrática y de responsabilidad para con los ciudadanos colombianos, que en toda esta ecuación, son los más interesados en que Colombia avance y no retroceda.
En sus declaraciones luego de la reunión con el Presidente Petro, el ex Presidente Uribe habla en términos de concederle el beneficio de la duda, ofrece lo que el mismo llama una «oposición razonable» y mantiene un discurso de elevada textura democrática y ciudadana.
¡Qué gran lección para nosotros los venezolanos; ojalá seamos capaces de aprenderla, de asimilarla y de emularla! Ojalá la transición democrática que todos anhelamos para nuestro país, podamos lograrla en un ambiente civilizado, de diálogo constructivo, de aceptación de las reglas que impone la cultura democrática, de colocar los intereses de Venezuela y de los venezolanos por encima de banderías partidistas, de odios y de retaliaciones.
Seguiremos conversando.
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