El año pasado publiqué este artículo1 que, creo, tiene plena vigencia, a raíz de las probabilidades de una negociación política sobre nuestro futuro. Ahora lo reitero, porque Venezuela está en peligro de que un destino inercial se le imponga, siga siendo presa fácil del ajedrez internacional y termine organizada bajo el “modelo chino”, que sucumba como “modelo ruso”, que termine como Cuba o que la organicen los intereses políticos y de seguridad interna de los Estados Unidos.
Ninguno de esos destinos concuerda con el supremo interés de la sociedad venezolana de desarrollarse sobre sus propias fuerzas, por lo que es indispensable y urgente promover una reacción para contrarrestar esa inercia. No se trata de promover la autarquía y nuevos nacionalismos, su objetivo es colocar a Venezuela en línea con esquemas actuales de cooperación e integración internacional.
Frente a ese escenario no podemos seguir siendo espectadores pasivos e imagino que esta percepción la comparten muchos venezolanos. Por esa superior razón, invocamos la necesidad de desarrollar una cierta capacidad nacional que tenga como objetivo táctico ofrecer una respuesta independiente frente a ese juego de poderes y, como objetivo estratégico recuperar y consolidar las fortalezas que históricamente han construido la Venezuela que todavía hoy tenemos, a pesar de la masiva destrucción de su economía, de sus instituciones, de su historia, de sus talentos, sus valores y costumbres.
La sociedad civil organizada[2] es la llamada a construir y consolidar sus capacidades, siendo que es ella la que tiene real existencia y revela las verdaderas fuerzas de una sociedad. Sus trabajadores, sus empresarios, sus profesionales, sus maestros, sus médicos, sus medios de comunicación, sus hospitales y escuelas, etc. etc. conforman ese conglomerado que constituye una Nación.
Para lograr el primer objetivo y no quedar sujetos a esos intereses geo – políticos internacionales es imprescindible que ella se exprese y coloque su principal foco de atención en ampliar y profundizar sus capacidades, institucional, cívica, productiva y regionales y locales, tales que sumadas en un todo, consoliden una capacidad nacional que está allí latente y que permitiría una recuperación integral de Venezuela, apoyada por instituciones y gobiernos fundados en principios de auténtica solidaridad internacional y sin necesidad de la tutela de aquellos poderes. Definamos, entonces, cada una de esas capacidades.
Capacidad Institucional.
Solo el hecho de estar la sociedad civil organizada, parcial o totalmente, genera una fuerza que debería ser aprovechada en la dirección que exigimos, pero la pierde y se hace más débil en tanto cada organización se concentra en defender sus intereses legítimos[3], pero que reunidas cada una de ellas en una que las articule reforzaría su poder institucional. Un alegato por sus intereses o necesidades generales, tales como la vigencia de la Constitución, el restablecimiento del orden democrático o del Estado de derecho o, precisamente, si alzara la voz ante la inercia que arrastra a Venezuela, multiplicaría y potenciaría ampliamente su capacidad institucional.
Capacidad Cívica.
Hay derechos preservados en la Constitución y en el Derecho Internacional que pueden servir de base para articular el fortalecimiento de una capacidad de la sociedad civil que, a veces, aparece disgregada y aislada, cuando es solamente tema y referencia de organizaciones especializadas, sea el tema de la salud, de la seguridad social, de los presos políticos o de cualquier otra, que son el objeto de lo que llamamos “Derechos Humanos”, pero que no terminan de vincularse entre ellas. Si se pudiesen entrelazar se elevarían a una categoría de mayor calibre y estaríamos frente a la creación de un concepto más amplio que podemos llamar “Capacidad Cívica”.
La defensa de las instituciones democráticas forma, obviamente, parte de esta capacidad, pero ella queda vacía y solo en un plano formal, si no va acompañada de la plena incorporación en su ejercicio de los sectores marginados o en situación de pobreza Democracia y pobreza no son compatibles. Por tanto, un esfuerzo productivo con gran impacto social en esa dirección contribuiría notoriamente a afianzar las anteriores capacidades.
Capacidad productiva.
Cuando hablamos de “capacidad nacional” podría entenderse que estamos proponiendo un regreso a los esquemas de “independencia y soberanía económica”, derivados de las doctrinas económicas que orientaron los comienzos de la industrialización venezolana, tales como el proteccionismo y la sustitución de importaciones. Nada más lejos de la realidad actual. Venezuela posee un sin número de ventajas comparativas y competitivas[4] basadas, unas en sus recursos naturales y otras en la creación de ellas, que permiten razonablemente consolidar su capacidad productiva.
Ahora que el petróleo no parece ser quien protagonice el crecimiento económico y el Estado pierda un peso equivalente se presenta una excelente oportunidad para que la producción, primero, se independice tanto como sea posible de aquellos y, segundo, se cimente en el desarrollo de sus propias fuerzas y lo haga fundamentándose en reglas de mercado y en el protagonismo del sector privado venezolano. Venezuela debe pasar del modelo mercantilista que la guiò a los criterios, las experiencias y actualizaciones teorías y prácticas que el mundo experimenta hoy día.
Si a esa capacidad productiva se le incluyen reglas del juego que modifiquen sustancialmente componentes tradicionales de distribución del ingreso y de la propiedad, entonces sus promotores deben propiciar una nueva alianza entre el capital y el trabajo coloque el tema de la pobreza como la más alta prioridad para los productores. Si, además, el talento, el conocimiento y la educación son articulados en esta dirección se completa la ecuación productiva. Un último componente cierra este circuito virtuoso: las capacidades regionales y locales.
Capacidades regionales y locales.
Venezuela tiene que volcarse completamente hacia adentro, cerrar el capítulo centralizador y estimular agresivamente el desarrollo de sus regiones y localidades que concuerdan con sus vocaciones económicas. Esta tiene que ser la “columna vertebral” de la capacidad productiva. No se trata, de nuevo, de regresar al modelo “desarrollo hacia adentro”, marcado por el proteccionismo, el populismo y el dirigismo estatal. La coincidencia con las ventajas competitivas que tiene cada región o cada localidad debe garantizar que sean actividades productivas autosuficientes, rentables y sostenibles.
Finalmente, la construcción de una sinergia entre las capacidades institucionales, cívicas, productivas, regionales y locales permitiría que Venezuela construya una capacidad nacional que la aleje del modelo de dependencia del petróleo y de los avatares internacionales que mantuvo a lo largo del tiempo. Venezuela podría convertirse, como muchos otros, en un país normal donde las capacidades internas amortigüen perversas influencias internacionales.
Capacidades, Integración Nacional y Poder Ciudadano.
Convencidos estamos que un futuro promisor para Venezuela pasa por la fuerza y la reconstrucción de su sociedad civil y que esta, en la medida que tenga conciencia de cómo sumar sus capacidades, logre aumentar el peso de su influencia en nuestro destino. Hemos defendido en otro momento y otros escritos la necesidad de construir un modelo de desarrollo que se afinca en una Visión de integración Nacional[5] que reúne lo político, lo económico y lo institucional en una solución sinérgica que fortalecería notablemente la sociedad civil y el Poder Ciudadano con, a nuestro juicio, un gran impacto social.
[1] Este artículo ha sido publicado antes y ahora porque cobra nueva vigencia por el nuevo giro que toma nuestro presente y futuro. Lo hemos modificado ligeramente y añadido un último párrafo para reforzar el planteamiento sobre el Poder Ciudadano.
[2] Llamo Sociedad Civil Organizada a todas aquellas instituciones que se han constituido formal o informalmente y que tienen la propiedad de ser representativas de sus respectivos miembros. Excluyo expresamente a los partidos políticos como miembros natos de ella, para hacer transparente la definición de sus capacidades propias.
[3] Entendidos por aquellos atinentes a su rol: salarios – trabajadores, libre empresa – empresarios, agricultores, industriales, gremios profesionales, etc., etc.
[4] Hablamos de energía barata, alúmina, turismo, agroindustria, metalurgia, derivados de petróleo y aquellas derivadas de una basta experiencia industrial como lo desarrollado en la zona central del país.
[5] Ver: “Venezuela. Elementos de una Visión de Integración Nacional”. Revista Año 2, No.4 del CEINA de la Universidad Monteavila.