En un ensayo que aparece publicado por la KAS en Panorama de Filosofía Política, Martin Kriele señala que los despotismos modernos se presentan como “verdaderas democracias”: se consideran representantes del pueblo, en parte reduciendo el concepto de pueblo a quienes les aclaman. De esta manera, en lugar de la “libertad” del ciudadano habría surgido la “liberación” del pueblo. En realidad, la libertad se manifiesta en el respeto por la dignidad de los demás, pero es indispensable que exista el respeto de cada persona a su propia dignidad. Ello se percibe en el momento en que la persona se indigna por la violación de los derechos humanos de los otros.
No existe legitimidad fuera del derecho y la democracia. La legitimación interna del Estado territorial debe derivar del derecho, pues si no es así, no existe. El Estado territorial debe ser un Estado constitucional democrático, que cuenta con división y autonomía de poderes; lo otro es el despotismo de un grupo de militares, ideólogos de partido, teócratas o líderes revolucionarios que gobiernan sin restricciones jurídicas. Los despotismos se mantienen sólo por la propaganda y la violencia, pero el hecho de que tengan que recurrir a ello, demuestra que carecen de legitimación interna. Hoy no existe legitimidad sino sobre la base del respeto de los derechos humanos.
¡Hablo incluso para los que no quieren oír!
Venezuela, a pesar de todo lo que hace el régimen para destruirla, subsiste. No sabemos por cuánto tiempo más, pero los venezolanos tenemos la voluntad de vivir en libertad y democracia. Los perversos han tratado de acostumbrar a la población a vivir con migajas, a ir perdiendo su dignidad. Sin embargo, el deseo de progreso, democracia, justicia y libertad continúa siendo más fuerte que la bolsa de alimentos que se utiliza para tratar de comprar su voluntad.
A diario se producen manifestaciones de protesta en todo el país: de médicos y enfermeras por no contar con medios para curar, de transportistas por la falta de vehículos, de poblaciones por carencia de luz y agua, de ciudadanos por la libertad de los presos políticos. La mayor parte de las protestas se desconocen por el control que el régimen ejerce directa e indirectamente sobre los medios de comunicación, pero el llamado se escucha cada vez más.
¡Pronto el pueblo, hastiado del hambre y la corrupción, proferirá un grito de libertad que retumbará en los oídos de todos…y se logrará!