En septiembre de 2012 escribí un artículo en el que llamaba a la reflexión de todos ya que no era posible que continuara un régimen que llevaba al país a un despeñadero. Citaba uno de los Sonetos de Moabit, escrito por Albrecht Haushofer en su celda de condenado a muerte:
No me cuesta sufrir inculpación
por mi empeño en el plan preconcebido:
al mañana del pueblo he proveído,
y no hay crimen: cumplí mi obligación.
Mis culpas verdaderas otras son:
tardanza en conocer mi cometido,
no llamar perdición a lo perdido
y confiar demasiado en mi opinión.
Me acusa el corazón de negligente
por haberme dormido la conciencia
y engañar a mí mismo y a la gente;
por sentir la avalancha de inclemencia
y no dar la voz de alarma claramente.
Todo esto sí exige penitencia.
Pues bien, desde entonces han transcurrido más de siete años y hemos llegado al despeñadero. En buena parte del país se carece de servicios elementales: agua, luz, transporte. La hiperinflación nos destroza. La producción petrolera y Pdvsa se vinieron al suelo. Los abusos y arbitrariedades son el pan nuestro de cada día. La burla y la corrupción descarada lo son también. La gente humilde está muriendo de hambre, los servicios de salud no cuentan en buena parte con equipos, insumos ni profesionales. Las carreteras, autopistas, calles y avenidas en franco deterioro. Más de 4 millones de venezolanos han huido del país. La inseguridad continúa y quienes dirigen o dicen dirigir la oposición permanecen sin ponerse de acuerdo.
En fin, aun cuando la gran mayoría ha comprendido que lo que se encuentra en juego es mucho más que un simple cambio de gobernantes –que es indispensable-, parece que no se percibe que estamos arriesgando el futuro del país, de nuestros hijos y nietos.
Buena parte de nuestra tragedia ha sido planificada. Chávez, en 1998, le decía a Agustín Blanco Muñoz: (…). “Yo he dicho en los últimos días, en los equipos de discusiones, vender 3 millones de barriles de petróleo a 10 dólares, por ejemplo, es lo mismo, matemáticamente, que vender 2 millones de barriles diarios a 15 dólares (…) Sería hasta más ventajoso, en cuanto a ingreso y ahorro, reducir drásticamente, no sé si en un millón, pero de manera tal que sea contundente y que sea un arma de negociación”. Maduro y su gente lo superó, no sólo se rebajó la producción a menos de la mitad de un millón de barriles diarios. Se acabó con la industria petrolera y está en proceso acelerado la sumisión por hambre.
Tanto los venezolanos como los latinoamericanos debemos recordar las palabras del senador colombiano Gómez Hurtado, quien dijo que la suerte del Estado colombiano se encontraba atada al destino del proceso político venezolano. Parece que no es sólo la colombiana, la latinoamericana. ¡Hay que despertar!