En las dos primeras semanas de Elon Musk en el gobierno de Estados Unidos, sus subalternos obtuvieron acceso a sistemas financieros y de datos altamente protegidos, dejando de lado a funcionarios de carrera que les advirtieron de que contravenían los protocolos. Se apresuraron a cerrar programas concretos, e incluso toda una agencia que había estado en la vista de Musk. Bombardearon a empleados federales con mensajes que insinuaban que eran haraganes y los animaban a abandonar sus puestos de trabajo.
Con la autorización del presidente Donald Trump, Musk está librando una guerra casi sin restricciones contra la burocracia federal, misma que ya ha tenido consecuencias de gran alcance.
Las agresivas incursiones de Musk en al menos media decena de organismos gubernamentales han desafiado la autoridad del Congreso y potencialmente han vulnerado las protecciones de la función pública.
Los altos funcionarios del Departamento del Tesoro y de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por su sigla en inglés) que se opusieron a las acciones de sus representantes fueron hechos a un lado rápidamente. Y los esfuerzos de Musk por cerrar la USAID, una fuente clave de ayuda exterior, han resonado en todo el mundo.
Musk, el hombre más rico del mundo, está arrasando el gobierno federal como una fuerza singular, creando una gran agitación mientras intenta poner un sello ideológico en la burocracia y librar al sistema de quienes él y el presidente ridiculizan como “el Estado profundo”.
Los rápidos movimientos de Musk, quien tiene una multitud de intereses financieros ante el gobierno, han representado una extraordinaria demostración de poder por parte de un particular.
La velocidad y la escala han conmocionado a los funcionarios, quienes han estado intercambiando frenéticamente información en chats encriptados, tratando de discernir lo que ocurre.
Altos funcionarios de la Casa Blanca a veces también se han encontrado sin la más mínima idea de lo que ocurre, según dos funcionarios, que hablaron bajo condición de anonimato para describir discusiones delicadas. Un funcionario de Trump, quien no estaba autorizado a hablar públicamente, dijo que, en general, Musk era considerado como alguien que actúa con un nivel de autonomía que casi nadie puede controlar.
Musk, líder de SpaceX, Tesla y X, trabaja con una energía frenética, incansable, que le resulta familiar a los empleados de sus diversas empresas, flanqueado por un grupo de jóvenes ingenieros, procedentes en parte de Silicon Valley. Ha trasladado camas a la sede de la oficina federal de personal, a pocas cuadras de la Casa Blanca, según una persona familiarizada con la situación, para que él y su personal, quienes trabajan hasta altas horas de la noche, puedan dormir allí, repitiendo una táctica que ya desplegó en Twitter y Tesla.
Esta vez, sin embargo, cuenta con la autoridad del presidente, a quien le han irritado algunos de los impulsos de Musk de actuar sin pensarlo dos veces, pero que lo ha elogiado públicamente.
“Es un gran ahorrador de costos”, dijo Trump a los periodistas el domingo. “A veces no estaremos de acuerdo con él y no iremos donde él quiere ir. Pero creo que está haciendo un gran trabajo. Es un tipo inteligente”.
Musk, quien dirige una iniciativa de reducción de costos que la administración denomina Departamento de Eficiencia Gubernamental, se jactó el sábado de que su disposición a trabajar los fines de semana era un “superpoder” que le daba ventaja sobre su adversario. El adversario al que se refería era el personal federal.
“Muy pocos en la burocracia realmente trabajan el fin de semana, ¡así que es como si el equipo contrario abandonara el campo durante 2 días!”, publicó Musk en X.
No hay precedentes de que un funcionario público tenga la escala de conflictos de intereses de Musk, que incluye participaciones nacionales y conexiones con el extranjero, como relaciones comerciales en China. Y no hay precedentes de que alguien que no es empleado a tiempo completo tenga tal capacidad para remodelar la fuerza de trabajo federal.
El historiador Douglas Brinkley describió a Musk como un “llanero solitario” con un margen de maniobra ilimitado. Señaló que el multimillonario operaba “más allá del escrutinio”, diciendo: “No hay ni una sola entidad que pida cuentas a Musk. Es un presagio de la destrucción de nuestras instituciones básicas”.
Varios altos funcionarios actuales y anteriores del gobierno —incluso a los que les gusta lo que está haciendo— expresaron una sensación de impotencia sobre cómo manejar el nivel de falta de rendición de cuentas de Musk. En general, en un momento tras otro, los funcionarios de Trump han cedido en lugar de intentar frenarlo. Algunos esperaban que el Congreso decidiera reafirmarse.
El propio Trump lanzó una nota de cautela el lunes, al decir a los periodistas: “Elon no puede hacer ni hará nada sin nuestra aprobación. Y le daremos la aprobación cuando sea apropiado, cuando no lo sea, no lo haremos”.
“Si hay un conflicto”, añadió, “no dejaremos que se acerque”.
Sin embargo, el presidente ha dado a Musk un vasto poder sobre la burocracia que regula sus empresas y les adjudica contratos. Está dando forma no solo a la política, sino también a las decisiones de personal, incluida la presión ejercida con éxito para que Trump eligiera a Troy Meink como secretario de la Fuerza Aérea, según tres personas con conocimiento directo de su función.
Meink dirigió anteriormente la Oficina Nacional de Reconocimiento del Pentágono, que ayudó a Musk a conseguir un contrato multimillonario para que SpaceX ayudara a construir y desplegar una red de satélites espía para el gobierno federal.
Desde la toma de posesión de Trump, Musk y sus aliados se han hecho cargo del Servicio Digital de Estados Unidos, ahora rebautizado Servicio DOGE de Estados Unidos, que se creó en 2014 para arreglar los servicios en línea del gobierno federal.
Se han apoderado del departamento de recursos humanos del gobierno federal, la Oficina de Gestión de Personal.
Han obtenido acceso al sistema de pagos del Tesoro, una poderosa herramienta para controlar y potencialmente limitar el gasto público.
Musk también ha mostrado un gran interés por la cartera inmobiliaria del gobierno federal, gestionada por la Administración General de Servicios (GSA por su sigla en inglés), y ha decidido rescindir contratos de arrendamiento. De forma interna, los dirigentes de la GSA han empezado a debatir la eliminación de hasta el 50 por ciento del presupuesto de la agencia, según personas familiarizadas con las conversaciones.
Quizá lo más significativo sea que Musk ha intentado desmantelar la USAID, la principal agencia gubernamental de ayuda humanitaria y asistencia al desarrollo. Trump ya ha congelado el gasto en ayuda exterior, pero Musk ha ido más allá.
“Hemos pasado el fin de semana metiendo a la USAID en la trituradora de madera”, se regodeó Musk en X a la 1:54 a. m. del lunes. “Podríamos haber ido a unas fiestas estupendas. En vez de eso, hicimos eso”.
Los aliados de Musk ahora pretenden inyectar herramientas de inteligencia artificial en los sistemas gubernamentales, utilizándolas para evaluar contratos y recomendar recortes. El lunes, Thomas Shedd, un antiguo ingeniero de Tesla que ha sido designado para dirigir un equipo tecnológico en la GSA, dijo a algunos miembros del personal que esperaba poner todos los contratos federales en un sistema centralizado para que pudieran ser analizados por la inteligencia artificial, dijeron tres personas familiarizadas con la reunión.
Las acciones de Musk han asombrado y alarmado a los demócratas y a los grupos de vigilancia del gobierno. Se preguntan si Musk está incumpliendo las leyes federales que otorgan al Congreso el poder final para crear o eliminar agencias federales y fijar sus presupuestos, exigir la divulgación pública de las acciones del gobierno y prohibir a los individuos emprender acciones que puedan beneficiarles personalmente.
Se han presentado al menos cuatro demandas ante tribunales federales para impugnar su autoridad y las medidas del nuevo gobierno, pero está por verse si la revisión judicial puede seguirle el ritmo a Musk.
The New York Times habló con más de tres decenas de funcionarios y exfuncionarios de la administración, empleados federales y personas próximas a Musk, quienes describieron su creciente influencia sobre el gobierno federal. Pocos se mostraron dispuestos a hablar públicamente, por temor a represalias.
“Antes de que el Congreso y los tribunales puedan responder, Elon Musk habrá arrollado a todo el gobierno”, dijo un funcionario que trabaja dentro de una agencia en la que los representantes de la iniciativa de Musk para reducir costos han afirmado su control.
Musk dice que está haciendo reformas que deberían haberse hecho hace tiempo. Hasta ahora, su equipo ha afirmado que le ayuda al gobierno federal a ahorrar más de 1000 millones de dólares al día mediante medidas como la cancelación de contratos de arrendamiento de edificios federales y contratos relacionados con la diversidad, la equidad y la inclusión, aunque han proporcionado pocos datos concretos.
Controlar las tuberías
Los trabajadores del Edificio de Oficinas Ejecutivas Eisenhower, que albergaba algunas operaciones del Servicio Digital de Estados Unidos, llegaron al día siguiente de la toma de posesión de Trump para encontrar una nota adhesiva con “DOGE” en la puerta de una suite que antes se utilizaba como espacio de trabajo para los tecnólogos superiores de la agencia.
Fue una de las primeras señales de que el equipo de Musk había llegado. Dentro, había mochilas negras esparcidas por todas partes, y jóvenes desconocidos recorrían los pasillos sin las tarjetas de seguridad que suelen llevar los empleados federales para entrar en sus oficinas.
La rápida ocupación fue similar al manual que Musk ha utilizado en el sector privado, donde ha sido un implacable recortador de costos, suscribiendo la filosofía de que es mejor recortar demasiado y arreglar los problemas que surjan más tarde. Habitualmente presiona a sus empleados para que ignoren las normas que consideran “tontas”. Y es conocido por asumir riesgos extremos, llevando tanto a Tesla como a SpaceX al borde de la quiebra antes de rescatarlas.
En su cargo actual, Musk tiene línea directa con Trump y opera sin apenas rendición de cuentas ni supervisión, según personas familiarizadas con la dinámica. A menudo entra en la Casa Blanca por una entrada lateral y se mete en las reuniones. Mantiene una estrecha relación de trabajo con el principal asesor político de Trump, Stephen Miller, quien comparte el desprecio de Musk por gran parte del personal federal.
En un momento dado, Musk intentó quedarse a dormir en la residencia de la Casa Blanca. Solicitó y obtuvo un despacho en el ala oeste, pero dijo que era demasiado pequeño. Desde entonces, ha dicho a sus amigos que se deleita con las comodidades de la opulenta Suite del Secretario de Guerra en el Edificio de Oficinas Ejecutivas Eisenhower, donde ha trabajado algunos días. Su equipo está formado en gran parte por ingenieros —al menos uno de tan solo 19 años— que han trabajado en empresas suyas como X o SpaceX, pero que tienen poca o ninguna experiencia en política gubernamental y están pidiendo autorizaciones de seguridad.
Oficialmente, Musk trabaja como empleado especial del gobierno, según la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt. Se trata de un estatus que suele concederse a los asesores externos a tiempo parcial del gobierno federal, quienes ofrecen asesoramiento basado en su experiencia en el sector privado.
La Casa Blanca no quiso decir si Musk había recibido una exención que le permitiera intervenir en organismos cuyas acciones pudieran afectar a sus intereses personales. E incluso si se le hubiera concedido tal exención, cuatro antiguos abogados de ética de la Casa Blanca dijeron que no podían imaginar cómo podría estructurarse para cubrir adecuadamente el alcance del trabajo que Musk está supervisando.
En un comunicado, Leavitt dijo que “Elon Musk está sirviendo desinteresadamente al gobierno del presidente Trump como empleado especial del gobierno, y ha acatado todas las leyes federales aplicables”.
Musk ha dicho a los funcionarios del gobierno de Trump que, para cumplir su misión de reducir radicalmente el tamaño del gobierno federal, necesitan acceder a las computadoras: los sistemas que albergan los datos y los detalles del personal del gobierno, y las tuberías que distribuyen el dinero en nombre del gobierno federal.
Musk ha estado pensando de manera radical en formas de reducir drásticamente el gasto federal durante toda la transición presidencial. Tras sondear a expertos en presupuestos, acabó fijándose en una parte crítica de la infraestructura del país: el sistema de pagos del Departamento del Tesoro, que desembolsa billones de dólares al año en nombre del gobierno federal.
Musk ha dicho a funcionarios del gobierno que cree que podrían equilibrar el presupuesto si eliminaran los pagos fraudulentos que salen del sistema, según un funcionario que trató el asunto con él. No está claro en qué se basa para hacer esta afirmación. El déficit federal para 2024 era de 1,8 billones de dólares. La Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno calculó en un informe que el gobierno efectuó 236.000 millones de dólares en pagos indebidos —tres cuartas partes de los cuales eran pagos excesivos— en 71 programas federales durante el ejercicio fiscal de 2023.
La semana pasada, la presión de Musk sobre el Departamento del Tesoro desembocó en un enfrentamiento que venía gestándose por meses, cuando un alto funcionario de carrera, David Lebryk, se resistió a dar acceso al sistema federal de pagos a los representantes de la iniciativa de reducción de costos. Lebryk fue amenazado con una baja administrativa y luego se jubiló. Posteriormente, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, aprobó el acceso del equipo de Musk, como informó anteriormente el Times.
El sistema patentado del Departamento del Tesoro para pagar las obligaciones financieras del país es una operación tradicionalmente dirigida por un pequeño grupo de funcionarios de carrera con profundos conocimientos técnicos. La perspectiva de una intrusión en ese sistema por parte de personas ajenas a él, como Musk y su equipo, ha hecho saltar las alarmas entre funcionarios y ex funcionarios del Tesoro, ante la posibilidad de que un percance pudiera provocar el impago de obligaciones esenciales del gobierno, con consecuencias que irían desde el atraso de prestaciones hasta un impago federal.
Leavitt dijo que el acceso que se les había concedido hasta ahora era “solo de lectura”, lo que significa que los funcionarios no podían alterar los pagos.
Los demócratas dijeron el lunes que presentarían legislación para intentar prohibir a los ayudantes de Musk el acceso al sistema del Tesoro. “El secretario del Tesoro debe revocar de inmediato el acceso de DOGE al sistema de pagos del Tesoro”, dijo el senador Chuck Schumer, demócrata por Nueva York y líder de la minoría. “Si no lo hace, el Congreso debe actuar inmediatamente”.
Otro conducto clave es la base de datos de personal del gobierno, gestionada por la Oficina de Gestión de Personal, donde Musk ha hecho valer rápidamente su influencia. Al menos cinco personas que han trabajado para Musk en algún puesto desempeñan ahora funciones clave en la oficina, según personas familiarizadas con sus funciones.
La semana pasada, la agencia de personal envió un correo electrónico a unos dos millones de trabajadores federales ofreciéndoles la opción de dimitir pero cobrando hasta finales de septiembre. El asunto del correo electrónico, Fork in the Road (encrucijada, en español), era el mismo que Musk utilizó en un correo electrónico que envió a los empleados de Twitter ofreciéndoles indemnizaciones por despido a finales de 2022. Desde entonces, Musk ha promocionado la oferta en las redes sociales y la ha calificado de “muy generosa”.
Musk también está estudiando el funcionamiento de la GSA, que gestiona las propiedades federales. Durante una visita a la agencia la semana pasada, acompañado por su hijo pequeño, al que Musk nombró como X Æ A-12, y una niñera, habló con el nuevo administrador en funciones de la agencia, Stephen Ehikian.
Tras la reunión, los funcionarios discutieron un plan para eliminar el 50 por ciento de los gastos, según personas familiarizadas con las conversaciones. Y Ehikian dijo a los funcionarios, en otra reunión, que quería que aplicaran una técnica llamada “presupuestación de base cero”, un enfoque que Musk desplegó durante su adquisición de Twitter y en sus otras empresas. La idea es reducir el gasto de un programa o contrato a cero, y luego argumentar para restablecer los dólares necesarios.
Infligir traumas
Russell T. Vought, quien formó parte del primer gobierno de Trump y ha sido elegido de nuevo para dirigir la Oficina de Gestión y Presupuesto, ha hablado abiertamente de los planes del equipo de Trump para desmantelar la función pública.
“Queremos que los burócratas se vean afectados de manera traumática”, dijo Vought en un discurso de 2023. “Cuando se levanten por la mañana, queremos que no quieran ir a trabajar porque cada vez se les ve más como los villanos”.
Musk, quien impulsó a Vought para el cargo de la Oficina de Presupuesto, para el que espera la confirmación del Senado, se ha hecho eco de esa retórica, presentando a los funcionarios de carrera y a las agencias para las que trabajan como enemigos.
USAID, que supervisa la ayuda exterior civil, es “malvada”, escribió Musk en numerosos mensajes el domingo, mientras que “los funcionarios de carrera del Tesoro infringen la ley a todas horas”, dijo en otro mensaje.
Musk utilizó la misma táctica durante su adquisición de Twitter en 2022, en la que describió a la anterior dirección de la empresa como maliciosa y a muchos de sus trabajadores como ineptos y contrarios a sus objetivos. Al despedir a ejecutivos de Twitter “por causa justificada” y retener sus paquetes de salida, Musk acusó a algunos de ellos de corrupción y los atacó personalmente en publicaciones en las redes sociales.
Las tácticas de Musk y su equipo han mantenido a los funcionarios desequilibrados, temerosos de hablar e inseguros sobre su futuro y su sustento.
El 27 de enero, miembros del equipo entraron en la sede y en un anexo cercano de la agencia de ayuda, en el edificio Ronald Reagan, en el centro de Washington, dijeron funcionarios estadounidenses.
El equipo exigió y obtuvo acceso a los sistemas financieros y de personal de la agencia, según dos funcionarios estadounidenses con conocimiento directo de la actividad y del funcionamiento interno de la agencia. Durante este periodo, un administrador en funciones de la agencia puso a unos 60 altos funcionarios en licencia pagada y dictó órdenes de suspensión del trabajo que provocaron el despido de cientos de contratistas con empleo a tiempo completo y seguro médico.
El sábado, el sitio web de la agencia había desaparecido. Y cuando los dos principales directores de seguridad intentaron impedir que los miembros del equipo entraran ese día en una zona segura para obtener archivos clasificados, fueron puestos en licencia administrativa.
Katie Miller, miembro de la iniciativa Musk, dijo en X que “no se accedió a ningún material clasificado sin las debidas autorizaciones de seguridad”.
El lunes, la USAID estaba efectivamente paralizada. En una transmisión en directo en su plataforma de redes sociales a primera hora del lunes, Musk dijo que el presidente estaba de acuerdo “en que debíamos cerrarla”.
Una cultura del secreto
El equipo de Musk ha dado prioridad al secretismo, compartiendo muy poco fuera de las aproximadamente 40 personas que, el día de la toma de posesión, habían estado trabajando como parte del esfuerzo. El multimillonario ha vuelto a publicar mensajes acusando a la gente de intentar publicar información privada sobre sus ayudantes cuando sus nombres se han hecho públicos, afirmando que es un “delito” hacerlo.
La opacidad se ha sumado a la ansiedad dentro de la función pública. Varios empleados del gobierno dijeron que habían sido entrevistados por representantes de Musk, quienes se habían negado a compartir sus apellidos. Los ayudantes de Musk se han negado a responder ellos mismos a las preguntas, describiendo sistemáticamente las sesiones como “entrevistas unidireccionales”.
A algunos trabajadores que atendieron a las entrevistas se les preguntó en qué proyectos estaban trabajando y quién debía ser despedido de la agencia, dijeron personas familiarizadas con las conversaciones.
“Mi impresión no fue de apoyo o comprensión genuina, sino de sospecha y cuestionamiento”, escribió un empleado de la Administración de Servicios Generales en un mensaje interno de Slack a sus colegas, describiendo el proceso de entrevistas.
Algunos de los jóvenes trabajadores del equipo de Musk comparten un uniforme similar: chaquetas sobre camisetas. En la GSA, algunos miembros del personal empezaron a llamar al equipo “los Bobs”, una referencia a los personajes asesores de gestión de la película de comedia negra Enredos de oficina, quienes son responsables de los despidos.
Muchos de los subalternos de Musk trabajan simultáneamente en varios proyectos de distintas agencias, utilizan distintas direcciones de correo electrónico y se presentan en distintas oficinas.
Un ejemplo es Luke Farritor, expasante de SpaceX de 23 años, quien figura entre los trabajadores a los que se dio acceso a los sistemas de USAID, según personas familiarizadas con su función. También figura como “ingeniero ejecutivo” en la oficina del secretario de Salud y Servicios Humanos, y tenía una cuenta de correo electrónico en la GSA, según muestran los registros. Farritor no respondió a las solicitudes de comentarios.
Los ayudantes de Musk, incluido Farritor, han solicitado acceso a los sistemas de los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid que controlan los contratos y los pagos anuales de más de 1 billón de dólares, según un documento visto por el Times.
El equipo depende de un antiguo asesor de Musk, Steve Davis, quien ayudó a dirigir los esfuerzos de reducción de costos en X y SpaceX, y ha acumulado un poder extraordinario en las agencias federales.
En conversaciones privadas, Musk ha dicho a sus amigos que considera que la métrica definitiva de su éxito es el número de dólares ahorrados al día, y que clasifica las ideas en función de esa clasificación.
“Cuanto más he llegado a conocer al presidente Trump, más me gusta. Francamente, me encanta”, dijo Musk en una conversación de audio en directo en X el lunes por la mañana. “Esta es nuestra oportunidad. Es la mejor mano de cartas que vamos a tener”.
Erica L. Green, Alan Rappeport, Andrew Duehren, Eric Lipton, Charlie Savage, Edward Wong, Sarah Kliff y Karoun Demirjian colaboraron con reportería.
4 de febrero 2025
https://www.nytimes.com/es/2025/02/04/espanol/estados-unidos/elon-musk-donald-trump.html