Así tituló el consagrado periodista venezolano Luis Evaristo Ramírez uno de sus acertados y útiles libros siempre orientados hacia el fortalecimiento y el adecentamiento del ejercicio del oficio periodístico, tomando en cuenta dos torrentosas aguas en las que navegaban y nadaban, antes, los hoy comunicadores sociales; es decir, entre el riesgo de los regímenes oprobiosos, represivos, y la tentación de invitaciones, atractivos y generosos regalos provenientes de distintos sectores de la sociedad interesados en inducir la información y la noticia, que, ojo, son cosas distintas.
En esa encrucijada se encuentra hoy día la población electoral de Venezuela, mirando la alternativa como la vería el torero en el callejón del circo de toros; o sea, entre la costa del público que burla desde la barrera y la casta del cornúpeta que bufa en la arena. Como el diestro que corre o se encarama están los electores acostumbrados a poner y quitar gobiernos mediante el Voto, pero que ahora no encuentran qué hacer porque algunos, que no tienen autoridad en la plaza, tratan de impedírselo.
Votar en las actuales condiciones, que son las mismas de hace unos 20 años, implica en verdad un serio riesgo; pero es el mismo riesgo que se corrió en anteriores ocasiones y que, en ocasiones también, la oposición triunfó. Muchos riesgos, inconvenientes, peligros y contratiempos se corren de aquí al 20 de mayo, pero ninguno tan grave como la desgracia de dejar a este nefasto régimen un día más en el gobierno.
En situaciones extremas hay que tomar decisiones extremas, hay que asumir riesgos y responsabilidades capaces de sacar al país del infierno donde lo han metido y revivir la esperanza en que sí se puede detener la destrucción y descapitalización humana de la nación; que toda la maldad que administra esta tiránica dictadura es peor que cualquiera de los riesgos que se podrían correr el 20 de mayo o la fecha que se le antoje al irresponsable régimen para la elección presidencial.
Quiere decir que caer en la tentación de no Votar sería aún más grave que los riesgos que se correrían para cumplir con el sagrado deber, el inalienable derecho o, en la situación que se vive, la impostergable obligación de Votar por la oportunidad que se nos presenta, pues pesarían sobre las conciencias los males que se potenciarían si, por irresponsabilidad ciudadana, esa gente se mantiene en el poder por el poder mismo como lo pretenden.
Mientras Votar es un grave riesgo por la falta de condiciones y la perversidad del régimen, la tentación de no Votar sería por no estar en condiciones de asumir la responsabilidad que impone el civismo y se caería, sin duda alguna, en el juego adelantado y perverso que los necios del gobierno ponen en el tablero para distraer a la audiencia que se lleva por los cantos de sirena y los trinos de pajarillos preñados de promesas incumplidas e incumplibles que vienen y van como las groseras cadenas de radio y tv donde aparecen los alimentos y los medicamentos que en la calle inútilmente busca la población.
Entre el riesgo de que nos roben el Voto y la tentación de no Votar hasta que haya mínimas condiciones de pulcritud antes, durante y después del acto de Votación es como decir a la venenosa serpiente que acecha: “un momento, espera aquí mientras busco un palo para aplastarte la cabeza”. No, señor; no se puede esperar pasivamente a que los que no oyen ni ven porque no quieren ver ni oír hagan lo que no quieren hacer mientras el pueblo activamente hace lo que debe y sabe hacer, que es Votar para cambiar o intentar cambiar el peor de los gobiernos y el peor de los caminos.