El liderazgo norteamericano va rumbo a la penumbra, seguido por los exterminadores de Europa que ahora amenazan también con llevarse a la humanidad con la guerra atómica. La Corte Suprema de Justicia de EE. UU dice que quien dio un golpe de Estado desde el gobierno, puede aspirar de nuevo al cargo. Piensan proteger así al país de un hombre enfermo, que no gobierna personalmente y convirtió al mundo en un caos. En esta polarización malhadada, unos votarán por Biden para detener a Trump, otros por Trump para detener a Biden y ambos tienen razón. Parece que se impondrá Trump, un paleoconservador política y personalmente cuestionable, con visión económica nacionalista setentosa, baldada para entender que la globalización y la apertura sacaron a su país y al mundo del estancamiento en los 80. Lo ven como la salvación para evitar que Estados Unidos siga hacia la ruina, por donde van Nueva York, California, Filadelfia y varios otros estados en manos del colectivismo posmoderno, y que resulte obligatorio ser pederasta, antisemita, vegetariano y de “sexualidad fluida”. El sistema político de EE.UU vive una crisis de paradigma como analizaba Thomas Kuhn en su magna La estructura de las revoluciones científicas. Los jefes políticos no han tenido la capacidad de discernir la realidad que sobró a Reagan y Clinton en un momento parecido.
Lo mismo Venezuela que desde en los 90 sólo mira hacia el pasado y se convirtió en estatua de sal. Desde 1902, EE. UU demostró su poderío, pero aún en los años 40 tenía una sola base militar off-shore, Guantánamo con 50 mil efectivos. Luego de la Segunda Guerra llega a más de 800 bases y casi diez millones de soldados por el mundo, aviación en Gran Bretaña, la marina en Italia y el ejército en Alemania, justificadas por el equilibrio del terror con el comunismo. Pero al desaparecer éste en 1989, el paradigma OTAN perdió sentido, en un mundo unilateral con EE. UU hegemónico. Salvo algunas sobrevivencias paleolíticas, Norcorea, Cuba, gran parte del mundo antes soviético era ya “neoliberal”, comenzando por China y Rusia. La decadencia del poder global, la pax americana, deriva de un elemento preciso y aislable: la guerra en la que Ucrania-OTAN disparan a Rusia para darle China, estúpida propuesta de la Rand Corporation que tomaron en serio mentes muy estrechas. Esta guerra marca una nueva etapa de la humanidad, tal como la caída del socialismo. Sir Halford John Mackinder, de los geopolitólogos más trascendentes del siglo XX, murió en 1947 a los 101 años, hábito gremial si pensamos en Henry Kissinger y George Kennan. Crea la noción de Eurasia (Europa-Asia), con costas en el Atlántico y el Pacífico desde Bretaña a Japón, clave del hemisferio occidental (Orwell sitúa en “Eurasia” la novela 1984).
Parece una elucubración academicista hasta que vemos como hoy en ese espacio no puede haber ninguna base militar que no sea norteamericana o delegada. En 1962, Cuba quiso instalar cohetes nucleares y Kennedy, como Putin hoy, decidió que prefería la guerra, tras consultarlo nada menos que con Eisenhower. Tesis de los grandes geopolitólogos occidentales, Mackinder, Kennan, Kissinger, fue mantener separar dos a Rusia y China. Lenin soñaba. “uncir el viejo carro ruso a la locomotora alemana” pero hoy el efecto perverso de separar Rusia de Alemania, -Trump, Biden y la Rand Corporation-, la lanzó precisamente a los brazos de China. Kennan, padre de los halcones en la contención de la Unión Soviética, a la muerte de Stalin discierne la necesidad de cambiar a una estrategia “gramsciana”: crear un consenso universal sobre la superioridad de la democracia, hacer que la gente compare las instituciones libres frente a la dictadura totalitaria. Tuvo efecto y de hecho la pesadilla atómica y la carrera armamentista disuasiva, quedaron como amenaza, la violencia y la contención militar se practicó en el tercer mundo. Los Estados Unidos debían difundir la aspiración a vivir en libertad, la idea del progreso, y actuar como fuerza mundial positiva. Durante la misma Guerra Fría, Alemania, Francia y Rusia, se reconcilian y comienzan a hacer negocios.
Pero en la inestabilidad de la coyuntura Gorbachev-Yeltzin, se discutió si la transición soportaría perder la RDA y que se unificara con RFA para reconstruir Alemania. A cambio de eso, Estados Unidos no extendería la OTAN ni un paso. Bush padre se niega y propone que Alemania ofrezca amplio financiamiento a Rusia para enfrentar su crisis económica y no un pacto político que la incluya en el mecanismo hemisférico. OTAN, cuyo objetivo ya no existía, recomienza con el paradigma obsoleto de la Guerra Fría, los resentimientos polacos y de los países exsoviéticos. Se impone la idea de Mackinder: impedir la alianza Rusia-Alemania, la visión correspondiente al pasado comunista y por eso vuelan Nord Stream. Occidente no actualiza el paradigma de seguridad ni se recupera de la victoria sobre el totalitarismo. Los errores le dan espacio para rectificar y reaparece el debate entre dos fuertes corrientes sobre cómo enfrentar la crisis. Una la encabeza Zbigniew Brzezinsky, consejero de seguridad nacional de Carter, de origen polaco, partidario de expandir la OTAN y tener a Rusia bajo control progresivo. Evaluado con frecuencia “halcón”, radical, (aunque él lo negaba) quiere aplicar a Rusia su estrategia de acosos y repliegues concebida contra la Unión Soviética stalinista, el viejo paradigma.
Kennan encabeza la otra, que entiende las dimensiones del cambio, cuestiona enfáticamente ampliar OTAN “porque sería el error más siniestro de la política exterior norteamericana de la posguerra”. La decisión tomada y mantenida hasta hoy, tuvo un efecto nefasto sobre el desarrollo de la democracia en Rusia y en el mundo, volvimos a la Guerra Fría y se cuartea la hegemonía norteamericana. Kennan plantea que Rusia en algún momento “se sentirá acorralada la obligarán a actuar en contra y entonces los hostiles a Rusia habrán autocumplido su profecía. Pero será falso”. En 1999 llega Vladimir Putin al poder y luego ocurre el atentado del 11 de septiembre. Pone a la orden de Bush hijo sus fronteras, bases militares, todo tipo de apoyo y los norteamericanos aprovechan para saturar el Cáucaso de bases, también España y Polonia, no contra el terrorismo sino contra Rusia y engañan al ex agente de KGV. Continúan las revoluciones de colores y el crecimiento de OTAN hacia Rusia, pero Ucrania decide ser neutral, no participar en bloques militares, no aceptará, producirá o comprará armas nucleares y en los terrenos de los silos con ojivas, simbólicamente siembran girasoles. Pero en 2014 se produce el golpe de estado, el Maidán, que derroca a Víctor Yanukovich y el gobierno embiste contra los rusos étnicos, a favor de los ucranianos más duros y terribles: los nacionalsocialistas.
El gobierno ucraniano ahora renuncia a su estatus de neutralidad nuclear, prohíbe el idioma ruso en educación secundaria, y en el Dombas, la población abrumadoramente rusa se subleva contra esta línea ideológica de Kiev, aunque no reclaman independencia sino autonomía cultural. Los grupos nazis se integran en el batallón Azov y asesinan 14.000 personas. Putin entonces interviene Crimea, de población casi totalmente rusa. Kissinger vuelve a aparecer en 2014 en medio del Maidan: “Toda tentativa de una parte de Ucrania para someter a la otra, como ha sido hoy, conduciría antes o después a una guerra civil o a que el país implote. Tratar a Ucrania en el marco de la confrontación este-oeste haría fracasar por decenios toda perspectiva de integrar a Rusia y Occidente, sobre todo a Rusia y a Europa en un sistema internacional de cooperación”. Por ser de gran interés político y académico, mencionamos algunas de las luminarias (de seguro “putinistas”, para descerebrados y analfabetas ilustrados) que se manifestaron enfáticamente contra la inclusión de Ucrania en la OTAN: George Kennan, Henry Kissinger, Pat Buchanan, William Perry (Sec. Estado de Clinton), William Burns (director de la CIA), Bob Gates (Secretario de Defensa), Malcom Fraser (Primer Ministro Australia) Paul Keating (Primer Ministro Australia) Jack Matlock (Emb. USA en Rusia) Sir Roderic Lyne (Emb. U.K en Rusia) Jeffrey Sachs (Asesor económico de ONU, Ucrania, Rusia, El Vaticano) John Mearsheimer (Universidad de Chicago) Fiona Hill (experta en Eurasia)
@CarlosRaulHer
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