El país está en campaña… ¿Bueno, y cuándo es que no estamos?
A propósito de la víspera de la elección presidencial que estaría prevista para el último trimestre del año 2024, pensando en función de la juramentación del jefe de Estado para el período presidencial 2025-2031, tirios y troyanos han empezado a mostrar sus aspiraciones, bien sea por mantenerse atornillados en Miraflores o para suceder al madurismo en el poder.
Mientras el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no ha dicho con nombre y apellido quién será el abanderado que compita en los citados comicios, en la otra acera cada organización política y unos varios, muchos, «independientes» han puesto el nombre de su caballo al ruedo. Desde las organizaciones más antiguas hasta partidos políticos surgidos en los últimos años preparan su artillería más pesada para los venideros comicios.
El tema de la elección primaria, y nos referimos a esto en singular por que hasta el momento solo se elegiría a un candidato opositor para representar a la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), y la fecha anunciada por esta coalición partidista para desarrollarla el 22 de octubre de 2022, ha dado pie a que en las últimas semanas diversos dirigentes políticos pongan su nombre en la candela electoral.
Esto ha dado pie a que varios de estos, empiecen a recorrer el país buscando los votos con los que aspiran alzarse en el citado evento electoral opositor. Acto seguido, han salido las principales encuestadoras del país a hacer los sondeos de opinión correspondiente que permite –prematuramente, a nuestro juicio– medir que quiere el país.
Hemos visto detalladamente estudios de opinión y los respectivos análisis de los principales responsables de las firmas encuestadoras. Al ahondar más allá de la intención de voto, notamos que sigue marcada la pauta por la desconexión de la clase política con el electorado y, más grave aún, la falta de credibilidad de estos con la dirigencia político-partidista.
Vemos a los pocos que logran surfear la ola de esta falta de simpatía y empatía haciendo fiesta, principalmente en las redes sociales y con sus aliados «influencers», cuando la dura y grave realidad es que estos números son fotos de un momento que no necesariamente se mantenga de aquí a la fecha de la elección opositora y mucho menos de cara al 2024.
Si bien, todos debemos apostar al fortalecimiento de una figura que mueva a la inmensa mayoría opositora de este país, y no quiero sonar pesimista con estas líneas, urge un nombre que –más allá de lo que hoy digan las encuestas– sea capaz de tener los votos, cuidar los votos, y cobrar la elección. Ello unido a un programa de gobierno que traspase los 6 años del periodo presidencial, y sea un plan de gobierno por los próximos 18 años.
¿Realmente nos funcionan nombres que hoy sumen 14, 17 o 20% pero que no tengan la capacidad real de representar la transición que hoy reclaman los venezolanos? No son tiempos de guerras de numeritos, creo que es el momento de revisar las otras láminas de estos estudios de opinión y ocuparse de la realidad que narran los venezolanos encuestados. Presentar programas de Gobierno serios que vayan en consonancia con esto debería ser una de las prioridades.
Quiero detenerme un momento para referirme a mi etiqueta de guerra de encuestas adelantadas o mi calificativo de prematuras. No quiero que esto se traduzca en una descalificación para importantes firmas consultoras del país, que abundan. Con esto busco referirme a lo cambiante de la realidad venezolana.
Un claro ejemplo de ello es lo que nuestros libros de historias han recogido del episodio de 1998. Un año antes de la elección presidencial que llevó a Hugo Chávez al poder, la otrora reina de belleza, Irene Sáez, punteaba como la virtual ganadora, mientras que el militar no superaba el 2% de intención de votos. La realidad, ya es amplia conocida y el desenlace de aquel «beso de judas» como llegó alguien a determinar el respaldo del entonces muy debilitado partido Copei a la exalcaldesa de Chacao.
El cuadro que podemos ver hoy no necesariamente será el cierre definitivo para 2024. Lo que sí debemos considerar y alzar como un dogma irrebatible es que la matemática electoral no falla: Si el Psuv postula a un solo candidato, como sucederá finalmente; y de este lado compiten 2, 3, 4, o 5; no habrá encuesta que ponga a ganar a ningún opositor, por muy blando o radical que sea.
La principal preocupación de la ciudadanía –al menos de la que está pendiente del quehacer político nacional– es la fragmentación de la oposición venezolana. Por eso nosotros hemos insistido, como fiel creyente del diálogo, en que sin importar el mecanismo, todos debemos procurar cerrar filas en torno a un nombre que aglutine a la mayoría. De lo contrario, no habrá encuesta que valga.
Twitter: @griseldareyesq
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.