Los empeños para el restablecimiento de la democracia han estado condenados al fracaso debido a que no plantean el problema partiendo de su fundamento. El problema venezolano no radica en la ausencia de democracia, sino en la desaparición de un hecho social o de una fábrica colectiva llamada república. Ha sido mi tema primordial en los lugares públicos que lo han permitido y en muchos de mis artículos de prensa, sin que pueda decir que haya servido para algo. Como nadie ve aquí a un rey coronado, ni a una nobleza de la sangre acomodada en las alturas, como existía en tiempos coloniales, ni a una corte cuyo origen depende de prerrogativas que provienen de los hábitos del absolutismo establecidos por los austrias y los borbones, juramos que el desafío de la sociedad apenas consiste en luchar por la libertad y por los usos de la democracia que han sido vulnerados.
Pero no es así, bajo ningún respecto. En Venezuela no hay libertad, ni democracia, porque tales realidades no son frutos mostrencos que crecen en cualquier parcela, sin ningún tipo de cuidados, sino el resultado de los mimos que se les ofrecen a través del tiempo en un domicilio estable denominado república. Esto, que me parece fácil de comprender, ha sido subestimado por la mayoría de los líderes de la oposición, especialmente por los más jóvenes, en un desdén que debe atribuirse a su poca formación sobre la evolución de la sociedad venezolana, o que juran que la historia del país solo da sus primeros pasos prometedores cuando ellos debutan en política para conducirnos a una felicidad inventada por su superficialidad y por sus ínfulas. Así las cosas, no les puede pasar por la cabeza que en ocasiones estelares hubo república en Venezuela y que el reto de la actualidad consiste en restablecerla de acuerdo con las solicitudes del tiempo. Voy a aprovechar los sucesos relacionados con los derechos de los gremios docentes, vulnerados de manera grosera por el régimen, para aproximarme a una explicación que puedan entender los dirigentes más brutos o más bisoños de la oposición. Y muchos lectores descuidados, desde luego.
La Oficina Nacional de Presupuesto (Onapre), después de acuerdos oscuros de figuras de la nomenklatura con supuestos líderes sindicales que no tienen arraigo ni prestigio en los lugares de su actividad, dispusieron pagos homogéneos de beneficios salariales que vulneraban derechos adquiridos por un sector de la sociedad a través de la historia. Conviene afirmar que en una república los acuerdos relacionados con sus miembros, tanto en aspectos generales como en el caso de asuntos específicos, se hacen a plena luz, sin escondrijos, sin zancadillas, y que todo lo que no se realice en tales términos es simplemente su antípoda. De lo cual se colige que los tratos oscuros sobre mengua de derechos salariales de un gremio y su ejecución a través de la Onapre es una manifestación evidente de anti-republicanismo. Estamos así ante una evidencia flagrante de anti- república, de acuerdo con mi argumento.
Como sabemos, los gremios y centenares de miles de sus afiliados reaccionaron ante la avilantez. Después de manifestaciones de protesta llevadas a cabo en todo el país, en principio lograron el restablecimiento de sus prerrogativas. Y aquí surge la pregunta más oportuna: ¿De dónde sacaron esa fuerza que los condujo a la victoria?, ¿de dónde provinieron esos arrestos? De los logros permitidos por la república que existió en el pasado próximo. A través de las instituciones, las instancias y los conductos ofrecidos por un hecho histórico de cuño republicano, o solo susceptibles de establecimiento a través de formas de convivencia nacidas en el seno de un fundamento republicano-liberal -legislación laboral, literatura sobre el tema, formación de sindicatos, tribunales especializados, prestigios personales capaces de prolongarse hacia la posteridad, emblemas y consignas imperecederas, etc.- adquirió consistencia una realidad que no podía ser avasallada por una oscura connivencia.
La república que existió no solo tuvo ahora la fuerza para reaparecer, sino también para prevalecer frente a su enemigo mortal, el anti-republicanismo campante en las últimas dos décadas. Porque ahora no estamos ante un hazaña de los partidos políticos de oposición, ni ante el nacimiento de una dirigencia flamante que de pronto obró el milagro del despertar de un sector de la sociedad, ni ante el descubrimiento de métodos de lucha que encontraron la hora del debut, sino únicamente, o principalmente, ante la convocatoria y el consejo de una república anterior hecha por nuestros abuelos, por nuestros padres y por nosotros mismos que estaba a la mano, esperando el llamado, aunque muchos creyeran o sigan creyendo que no la estaban procurando.
Esa república capaz de sobreponerse frente al paso del tiempo, aunque en estos trances apenas un poco, nos recuerda que contó en sus mejores horas con el auxilio de los tribunales, con la independencia del poder judicial -porque sin esa autonomía no hay república– y que es una situación que no se debe descuidar si de veras queremos la restauración del domicilio más importante y caro que los venezolanos levantamos cuando nos convertimos en estado soberano, hace ya casi tres siglos.
28/08/2022
La gran aldea
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