Editorial
Aunque es evidente que la carencia de combustible en el país no es generada por las sanciones porque estas, si acaso, atañen a los suministradores de gasolina hacia Venezuela, resulta risible y patético cuando el régimen hace una campaña para atribuirle peso a algo que más bien debería darles vergüenza en un país que producía 1.300.000 barriles por día en la era democrática y que ahora prácticamente no produce ni un barril y tiene que importar el precioso líquido.
Lo increíble es que se jactan de una gran victoria cuando 5 tanqueros iraníes les vendieron, a precio en oro, lo suficiente para abastecer el consumo menguado actual por apenas escasas dos semanas. El chiste que corre en las redes sociales es muy diciente, al decir que celebrar con bombos y platillos la llegada de la gasolina importada, sería lo mismo que celebrar que una esposa esté preñada de otro que no sea el marido.
El otro asunto curioso es que ahora sin rubor Maduro anuncia que la gasolina será facturada en dólares porque él, que hace todo por este país, la tiene que pagar en divisas. A confesión de parte, relevo de pruebas, reconoce que ya no se produce y que tiene que comprarla a quien se la venda al precio que sea. No olvidemos que el Caracazo fue la consecuencia de un modesto aumento de 5 céntimos de dólar el litro y quienes auspiciaron las protestas populares son, en gran parte, los que hoy disfrutan de las mieles del poder. Como siempre hay dos varas para medir, una cuando se es oposición, otra cuando se es gobierno.
Por último, utilizar el discurso demagógico y populista de que habrá un subsidio para los que tengan el carnet de la patria es algo, no sólo inconstitucional, porque todos somos iguales ante la ley, sino un mecanismo de control social y división de clases -no sociales-, con base a si te pliegas o no ante los caprichos del régimen.
Un país regido por esa manera de entender y practicar la política será para siempre pobre y sin futuro relevante, pero la nomenclatura o clase dirigente tendrá unas condiciones de vida groseramente superiores a la mayoría de la población. Eso lo escribió en 1956 Djillas, antiguo dirigente comunista en Yugoslavia, quien recalcó que el único logro de la revolución sovietica fue el de empoderar y enriquecer a los miembros del politburó del partido comunista, al mismo tiempo que se empobrecían las masas que supuestamente iban a ser las beneficiarias de la “revolución”.
Cosa veredes Sancho, como decía el Quijote, que en pleno siglo XXI los únicos beneficiarios de esta “revolución tropical” son los dirigentes del PSUV, los enchufados que los acompañan y algunos cuantos militares que se enriquecen con cualquier actividad ilícita que el régimen.
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