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La lucha por Siria es una batalla por el dominio de todo Medio Oriente

Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 7 min.

A medida que los rebeldes armados han avanzado a una velocidad vertiginosa en los últimos días desde el norte de Siria hacia la capital, Damasco, imágenes difundidas en internet mostraban estatuas de la dinastía Assad —que ha mantenido al país bajo su dominio autoritario durante más de 50 años— estrelladas contra el suelo.

Pero mientras las figuras del padre y el hermano fallecidos del presidente Bashar al Asad caían al grito de ”¡Dios es grande!”, la pregunta que se cierne sobre la asombrosamente rápida resurrección de la tórpida guerra civil en una situación de alerta máxima es si los rebeldes podrían derrocar al propio presidente.

El comandante de la alianza rebelde, Abu Mohammed al Golani, quien se presenta como un fanático reformado de Al Qaeda, lo ha dicho sin rodeos.

“Nuestro objetivo es liberar a Siria de este régimen opresor”, dijo en una entrevista en video con The New York Times.

Independientemente de que los rebeldes triunfen o no, los expertos creen que la brutal lucha que se espera para controlar Damasco, y por extensión Siria, constituiría el enfrentamiento más importante hasta la fecha en la lucha por rehacer la región, que se inició el 7 de octubre de 2023 con el ataque dirigido por Hamás contra Israel.

Los principales actores regionales —Israel, Irán y Turquía— tienen interés en el resultado, lo que significa que las ondas no solo afectarán a Medio Oriente, sino también a potencias mundiales como Estados Unidos y Rusia.

Si la guerra en Gaza es la peor manifestación hasta ahora de la aparentemente insoluble disputa israeli-palestina, que atrajo al grupo armado libanés Hizbulá, los analistas califican la batalla por Siria como una lucha mucho más importante para dominar una encrucijada regional que influye en todo Medio Oriente.

“Siria es el barómetro de cómo está cambiando la dinámica del poder en la región”, dijo Mona Yacoubian, directora del Centro de Medio Oriente y el Norte de África del Instituto de la Paz de los Estados Unidos en Washington. “Se avecina un periodo de caos en una región que ya está en llamas”.

Los estrategas de Israel se refieren a Siria como el “centro de los centros”, que ha servido de conducto de suministro de hombres y armas a lugares como el sur del Líbano. Allí, Hizbulá, el principal aliado regional de Irán, ejercía su dominio antes de que Israel diezmara las filas del grupo asesinando a su antiguo líder y a gran parte de su cúpula. Israel también lanzó ataques directos contra defensas aéreas estratégicas de Irán.

Israel está decidido a impedir que Irán, que ha apuntalado al régimen de Asad, restablezca esas líneas de suministro. Tampoco está claro cómo reaccionaría Israel ante un gobierno de estilo islámico en Siria si cayera el régimen de Asad, especialmente un gobierno en deuda con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien ha sido un duro crítico a causa de la guerra de Gaza.

Irán sabe que si pierde a Asad y su dominio sobre Damasco, significaría el fin de su intento de fortificar una media luna de fuerzas chiíes musulmanas aliadas desde Líbano hasta Irak y Yemen que puedan amenazar a Israel. No obstante, el viernes, Irán, tras más de una década de apoyo incondicional a Asad, comenzó a evacuar de Siria a funcionarios militares de alto rango de su poderosa Fuerza Quds y a otro personal, según funcionarios iraníes y regionales.

Algunos analistas ven la mano de Erdogan en el arrollador avance del principal grupo rebelde sirio, Hayat Tahrir al-Sham, u Organización para la Liberación del Levante. Turquía aprovechó la oportunidad de aumentar su influencia en un momento en que Irán estaba asediado, dijeron los analistas, y quiere que los tres millones de refugiados sirios que huyeron a su territorio a causa de la guerra civil regresen a casa.

Damasco es el objetivo, declaró Erdogan a la prensa tras la oración del viernes en Estambul. “La marcha de la oposición continúa”, dijo. “Nuestro deseo es que esta marcha en Siria continúe sin incidentes”.

En Rusia, que ha hecho del apoyo a Asad una piedra angular de su política en Medio Oriente durante casi una década, el presidente Vladimir Putin se enfrenta a un dilema: reforzar las fuerzas de su país allí para ayudar a Siria y arriesgarse a descuidar a sus soldados en Ucrania, donde necesita todas las manos para proseguir la guerra.

Rusia e Irán no son los únicos países que han ordenado evacuaciones.

El Departamento de Estado de Estados Unidos también exhortó a los estadounidenses a marcharse. Washington lleva más de una década sin saber muy bien qué hacer con respecto a Siria, básicamente dejando que su política quedara a la deriva después de que Rusia se movilizara en 2015 para intervenir allí militarmente, dijeron los analistas. Ahora, Washington se enfrenta a un momento de transición entre dos gobiernos, y el presidente entrante, Donald Trump, se ha referido en una ocasión a Siria como “arena y muerte”.

No se sabe con certeza cuánto tiempo disponen todos estos gobiernos para actuar, dada la volátil situación sobre el terreno. En poco más de una semana, los rebeldes sirios han capturado dos de las ciudades más importantes del país a lo largo del corredor norte-sur que forma la espina dorsal principal del país.

Los rebeldes llevan más de un año preparándose para esta ofensiva, dijo Ibrahim Hamidi, editor sirio de Al-Majalla, una revista de actualidad en línea con sede en Londres. En apariencia, la guerra podría parecerse al periodo en torno a 2014, cuando Asad estaba contra las cuerdas, e Irán y Rusia intervinieron. Eso fue en aquel momento.

“Ahora toda la ecuación es diferente”, dijo Hamidi.

Irán y Hizbulá, las principales fuerzas de apoyo al régimen, se han visto seriamente debilitadas por su lucha contra Israel. Y Rusia, cuya fuerza aérea solía bombardear los bastiones rebeldes sirios, está preocupada por su guerra en Ucrania. Aunque Rusia ha reanudado los bombardeos aéreos en Siria, lo ha hecho a una escala mucho menor.

La primera en caer fue la ciudad de Alepo, la capital económica, y luego Hama, el granero. Las fuerzas rebeldes presionan ahora sobre Homs, que está a poco más de 160 km al norte de Damasco y es la bisagra estratégica que une el corazón del país con el mar Mediterráneo y el centro costero de los alauíes, secta musulmana chií minoritaria que domina el régimen.

Siria ha dependido en gran medida de las milicias iraníes para sus tropas terrestres. Pero los ataques con misiles israelíes contra Siria han mermado las filas de los altos mandos de la milicia iraní, así como las líneas de suministro.

Y el viernes, las fuerzas kurdas del noreste de Siria, que desde hace tiempo cuentan con el apoyo de un contingente de unos 900 soldados estadounidenses, al parecer tomaron el control del principal paso fronterizo que las fuerzas iraníes utilizaban para entrar en Siria desde Irak.

En cuanto a Hizbulá, en 2013 sus fuerzas cruzaron la frontera desde Líbano para aplastar a la oposición armada en Al Quseir. Además, algunos de sus hombres se han desplegado ahora para defender Homs, dijo un funcionario de Hizbulá en Damasco, quien habló bajo condición de anonimato por motivos de seguridad.

Pero tras meses de lucha contra Israel en Líbano, no está claro cuántas fuerzas le quedan a Hizbulá para desplegar en Siria.

En cuanto al ejército sirio, algunas de las unidades más fuertes, la Cuarta División Blindada y la Guardia Republicana, llevan mucho tiempo estacionadas en los alrededores de Damasco con la idea de hacerlo a prueba de golpes de Estado. Pero la falta de formación y los bajos salarios han pasado factura, y los soldados regulares se han ido fundiendo en lugar de enfrentarse a los rebeldes.

“Se necesitan soldados leales y fiables para mantener el territorio, y no los hay”, dijo Andrew J. Tabler, investigador principal del Instituto de Washington para la Política de Oriente Próximo y exfuncionario del gobierno estadounidense en asuntos de seguridad.

Muchos analistas consideran que el Estado central sirio es una cáscara hueca. “El régimen de Asad está increíblemente desvencijado”, dijo Tabler. “Es como un coche viejo montado con piezas de recambio por mecánicos desconocidos”.

Desde el gobierno de Obama, Washington teme lo que se denominó ”éxito catastrófico”: que caiga Asad, solo para ser sustituido por un régimen yihadista. Ese temor persiste, aunque Golani, quien ha mantenido durante años el control autoritario de la provincia noroccidental de Idlib, intentó, mediante el acercamiento a las minorías y otras medidas moderadas, recalibrar su reputación como nacionalista religioso y no como yihadista.

La alianza, que rompió lazos con Al Qaeda en 2016 pero sigue siendo calificada de organización terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas, se ha convertido en una coalición más amplia que incluye facciones más moderadas.

Sin embargo, aún están frescos los recuerdos de los desastres que acompañaron al esfuerzo por unir un gobierno iraquí de coalición.

“Se trata del equilibrio de poder entre estos actores regionales en Levante, donde Siria ocupa un lugar central”, dijo Firas Maksad, investigador y experto sobre Siria del Instituto de Medio Oriente, con sede en Washington.

Raja Abdulrahim, Hwaida Saad y Farnaz Fassihi colaboraron con la reportería.

7 de diciembre 2024

https://www.nytimes.com/es/2024/12/07/espanol/mundo/siria-rebeldes-medio-oriente.html