A medida que su demanda petrolera crecía y su producción doméstica caía, los EEUU enfrentaron cada vez más una mayor dependencia con respecto al petróleo importado y una creciente impotencia frente a las condiciones que imponía la OPEP y las recurrentes crisis del Medio Oriente que interrumpían el suministro. Para colmo Venezuela, que llegó a ser su más importante y seguro abastecedor, cayó en manos de un líder autocrático que proclamaba: “¡Ni un barril más de petróleo para los EEUU!”.
La tecnología vino al rescate de la nación norteña. El renacer energético de Estados Unidos le debe mucho al texano George Mitchell. Se le considera el pionero en el desarrollo del fracking. Consiste en inyectar agua, reactivos químicos y arena, logrando vía presión hidráulica fracturar la roca madre (shale oil), que así libera el gas y el petróleo atrapados en sus poros, que con otros métodos no pueden ser extraídos.
Gracias a ello EEUU ha pasado a ser el mayor productor mundial de petróleo, superando a Arabia Saudita y Rusia, y logrando incrementos de producción de más de un millón de barriles diarios cada año. El impacto en los mercados ha sido enorme y la teoría del “peak oil” que planteaba el agotamiento de las reservas de petróleo ha caído en desuso.
Las mayores limitaciones que presentaba el “fracking” eran su alto costo y su impacto ambiental pero, a medida que se ha venido desarrollando esta tecnología, ambos problemas se han reducido sensiblemente.
Pero hablemos de Venezuela. Estamos sumidos en una crisis multidimensional, inducida por la acción humana de unos dirigentes corruptos e ineptos que se decían socialistas pero que en la práctica destruyeron y saquearon al país. Hoy en día la economía venezolana colapsó.
Siendo un país altamente dependiente del petróleo, la industria petrolera también ha sido devastada. Más grave aún, no tenemos ningún otro sector de nuestra economía que pueda por ahora reemplazarlo y aportar los recursos que se requerirán para salvar a Venezuela de esta inmensa tragedia.
Por eso, la recuperación del país pasa por la reactivación de su industria petrolera, en el entendido de que esta será cualitativamente diferente. Son tan altas las inversiones que se necesitarán que es evidente que el Estado, que está quebrado, ya no está en condiciones de aportarlas. Por ello, necesariamente tendremos que recurrir a la inversión privada. Será precisamente el efecto multiplicador de esas inversiones -y las que vengan a todos los demás sectores de la economía- el verdadero motor capaz de desatar el potencial de crecimiento del país.
En un esfuerzo por devolverle la vitalidad a nuestra industria petrolera, llegó la hora de pensar en una reserva no convencional de hidrocarburos que yace bajo la Cuenca Hidrográfica del Lago de Maracaibo. La mayoría del petróleo presente en esa rica cuenca fue originalmente generado en una formación del cretáceo tardío que se extiende por casi todo el occidente de Venezuela conocida como La Luna, roca madre por excelencia donde abunda el petróleo de lutitas (shale oil).
Los hidrocarburos se forman por la transformación térmica de la materia orgánica en la roca madre donde, por la acción de altas temperaturas y presiones, se generan el petróleo y el gas. Pero en la roca misma, esos hidrocarburos son difíciles de extraer porque no fluyen por estar atrapados entre sus poros.
Tal como ocurrió con los EEUU, el renacer energético de Venezuela podría verse estimulado por el petróleo y el gas de lutitas (shale oil) que pueda existir en esa roca madre, reservas a las cuales por primera vez podríamos tener acceso gracias al fracking desarrollado por George Mitchell. Mediante esa tecnología se podrían fracturar las lutitas petrolíferas presentes en La Luna y así liberar el petróleo y el gas atrapado en los poros de esa formación.
José Toro Hardy. Editor adjunto de Analitica
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