Para ejercer un liderazgo político efectivo, capaz de orientar a una nación, sobre todo a una que está prácticamente disuelta y con la mayoría de sus miembros en infame precariedad, es indispensable que los que pretendan aquel rol sientan empatía real con la gente, sus anhelos y sus penurias, que tengan una visión del país futuro a construir y de las estrategias, instituciones y políticas necesarias para hacerlo y que todo eso se refleje en sus acciones.
Si, eso tiene que ser más que un conocimiento o un sentimiento en el lider, tiene que ser la motivación fundamental de su quehacer para que la gente lo respete, lo reconozca y acuda a sus llamados.
Sobre esa base la lucha electoral es apreciada por los ciudadanos como un instrumento legítimo del liderazgo en cualquier circunstancia.
Pero cuando la motivación fundamental de un político o de la clase política de una nación en nuestras circunstancias es simplemente ejercer la competencia electoral, es ganar cargos de elección popular sin tener la visión de que hacer desde esos cargos y sin mostrar aquella empatía, no puede esperarse que la construcción de un nuevo país esté cercana a través de la guia de los dirigentes.
Yo creo que, lamentablemente, nuestro obstaculo principal para salir de la crisis radica en la ausencia de esas condiciones en casi toda nuestra élite política.
La gente de Venezuela estaría más dispuesta a la unidad que requiere su acción si reconociese a un liderazgo por su motivación y por aquellos rasgos.
El dilema no está realmente en ir o no a unas elecciones; está en contar o no con suficientes líderes merecedores del reconocimiento de nuestra sociedad.
6 de Agosto de 2021