Hace días leí a un buen amigo narrar en Twitter una larga cola que hizo en un sector popular de Caracas. Palabras más, palabras menos, concluía que mientras el mundillo político estaba centrado en la conferencia internacional de Colombia y unos pocos menos en la salida de Juan Guaidó del país, los ciudadanos de a pie no tenían otra preocupación distinta al tema económico nacional.
Esta experiencia va un poco en consonancia con lo que por meses han señalado las principales encuestadoras del país. Sin hablar de antipolítica, las firmas consultoras venezolanas de más prestigio han señalado repetidamente que los ciudadanos han perdido el interés en esta materia, que no hay conexión real con la clase política actual. La razón parece ser más que evidente: estamos todos, sin importar el nivel socioeconómico, sobreviviendo.
Por ello hoy, en estas líneas, quiero reflexionar sobre la importancia de que lo político no trascienda, no arrope, a lo social y económico de ninguna manera. Es impostergable que quienes siguen ejerciendo el poder, sin más excusas, procuren soluciones que se traduzcan en mejor calidad de vida para los vulnerables.
Hoy una madre de familia de la sierra falconiana, una abuela de Socopó, un trabajador de Perijá; no ganan el ingreso suficiente para cubrir la canasta básica de su familia.
No es un secreto para nadie que nuestros pensionados se debaten si comprar las medicinas o la poca comida para la que alcanzan estas miserias en que convirtieron sus pagos.
Frente a esto, desde el Ejecutivo deben apretarse el cinturón y empezar a ponerle, de verdad-verdad, un parado a la corrupción. Los dineros públicos deben traducirse en mejoras para las mayorías, no en fortunas para unos pocos. Sabemos el efecto negativo de las sanciones, pero estamos claros que la corrupción ha hecho estragos mucho peores.
Desde el poder no pueden quedarse de brazos cruzados esperando que con los acuerdos de Bogotá o México se liberen las medidas internacionales y empiece a ingresar dinero a la arcas públicas. No, hay que empezar a invertir los ingresos petroleros en salud y educación. Hay que recuperar los fondos saqueados y darles la misma utilidad.
Tenemos encima el 1 de mayo. Urge darle respuesta a toda la clase trabajadora que lleva meses en la calle, reclamando lo que constitucionalmente les corresponde. Sueldos y salarios dignos que les permita alimentar y educar a sus hijos.
La política tiene sus tiempos, nosotros aspiramos a que esto se acelere luego de esa productiva conferencia internacional que acaba de desarrollarse en Bogotá. Pero los tiempos del hambre son mucho más duros. Este, definitivamente, es el reloj que debemos adelantar y no precisamente pensando en los dividendos político-electorales.
Todo esto no implica que estemos en contra de las negociaciones. Somos de los más entusiastas con que la comunidad internacional sea garante, como se acordó en Bogotá, de elecciones libres y levantamiento de sanciones. Aspiramos, como ha hecho incansables esfuerzos el presidente Gustavo Petro, en que se logre más democracia para nuestro país.
Este llamado de alerta es para dejar una exigencia pública que nuestra gente no puede seguir en ese letargo de hambre y miseria mientras los políticos se ponen de acuerdo.
Twitter: @griseldareyesq
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.