Vuelvo sobre el tema de la sociedad civil organizada porque creo que este es el más importante del que tenemos que ocuparnos los venezolanos, no solo por la importancia en sí que tiene y se le confiere, sino porque la secuencia de los acontecimientos políticos, económicos y sociales está llegando a un punto de no retorno, en el cual la responsabilidad de la sociedad civil organizada es crucial a la hora de conseguir soluciones inmediatas y duraderas para la situación venezolana.
Mas allá de la coyuntura del evento electoral próximo, a realizarse a pesar de las restricciones y críticas realizadas a este en los planos interno y externo, esa parte de la sociedad a la que me refiero debe y puede jugar un papel sumamente importante si tiene bien definidos sus objetivos. Si cae en la trampa del cortoplacismo, de las soluciones “mágicas” o en la miopía de que todo se soluciona con un cambio presidencial, no solo dejará de jugar el relevante rol que le corresponde, si no que puede ser indefectiblemente sojuzgada.
El problema principal.
Ciertamente que no se puede descuidar y subestimar el hecho de que un cambio presidencial pueda acelerar los cambios necesarios, pero ello también depende del grado de cohesión que esa parte de la sociedad muestre al momento de que esto ocurra, si ocurriera, pero es más importante el que debería tener si se mantiene la continuidad del régimen y del modelo actual, porque en el fondo ese es el problema principal a resolver y si la sociedad no está plenamente cohesionada alrededor de tres o cuatro objetivos fundamentales, el cambio, si ocurriera, puede terminar de ser de nombre. Y nada más.
Venezuela tiene que recuperar, sin lugar a dudas, la ruta democrática que se comenzó a trazar desde 1958, porque entraña la disolución de todo el aparato de poder institucional que, sigilosamente, ha ido construyendo la revolución bolivariana. No se trata, entonces, de conseguir mejores condiciones electorales, un nuevo CNE, la presencia de observadores internacionales o una “purificación” del registro electoral, ni de un programa económico rehabilitador.
Se trata de mucho más que eso: de como las reglas del juego institucionales permitieron que el TSJ y las FAN se convirtieran en aparatos políticos del partido de gobierno o de cómo llegó a elegirse, sin mediación alguna de la sociedad civil, una asamblea constituyente y, finalmente, de cómo se fue modificando subrepticiamente el sistema educativo y otros aspectos de la tradicional institucionalidad de nuestro país.
La sociedad civil organizada tiene la palabra.
Uso este lugar común para invocar un llamado de conciencia y de acciones, porque en el fondo la única y estrictamente perjudicada y agraviada con todo este acontecer es, primero, la sociedad civil en general, es decir todo ese mundo que se acobija debajo del Estado y, segundo, toda aquella parte de ella que se ha organizado institucionalmente para enfocarse y defender sus intereses y derechos legítimos. Y es esta la que puede actuar y cohesionarse en dirección de su propia defensa y su supervivencia.
Las organizaciones representativas y legitimadas de la sociedad civil, esto es aquellas construidas para defender la vida, la propiedad, el trabajo, las diferencias de género o de raza, las locales, las de la juventud o de los maestros y tantas otras que conforman ese gran mundo que es la sociedad civil organizada, digo que “tienen la palabra” y es su hora, porque todos esos derechos que vienen de tiempo atrás, sean pautados o no en las distintas experiencias constitucionales que ha experimentado Venezuela o porque fueron creciendo en razón de nuestras costumbres y tradiciones, todos ellos, están siendo violados y vulnerados expresa y sistemáticamente por el proyecto revolucionario. Esta es, precisamente, la línea de acción que la sociedad civil organizada tiene la obligación de tomar.
Hasta ahora esa “palabra” se expresó a través del voto y de la calle y, en efecto, si bien ambos pudieron cumplir su papel en un momento, todo parece indicar que están agotados, mas allá de que puedan servir de apoyo para algo más estratégico y fundamental. Para ello es absolutamente indispensable que la “palabra” de la sociedad civil se exprese por vía de sus principales instituciones.
La buena noticia es que ya han comenzado a aparecer planteamientos y acciones en esa dirección. La mala noticia es que han aparecido como una reacción o una respuesta al actual evento electoral, lo cual motiva que se asomen diferentes visiones o perspectivas que llevan a la creación de varios frentes de expresión y de luchas civiles.
“Frentes” de “frentes”.
Las primeras expresiones vinieron del lado de la Iglesia Católica con las advertencias sobre la premura y las condiciones de las elecciones presidenciales, las segundas con el comunicado de FEDECAMARAS en la misma línea, seguido del realizado conjuntamente con la Asociación Venezolana de Rectores y luego con algunas manifestaciones de las Academias. Luego siguió el llamado de Luis Ugalde a conformar la “Alianza democrática por la liberación”, en la que invita e incluye a todos a participar con el mismo objetivo.
Sigue el evento “Venezuela no se rinde”, en el que participaron distintos actores de la vida nacional, maestros, jóvenes, empresarios, profesores universitarios, gremios, lo cual va conformando un movimiento que toma la forma de una coalición civil imprescindible en estos momentos. La MUD también hizo un llamado a constituir un Frente Nacional y distintos dirigentes políticos lo han hecho. El recién constituido “Frente Amplio por Venezuela libre”, conformado igualmente por distintas personalidades y representaciones gremiales va en la misma dirección.
¡Bienvenidos todos! Pues de eso se trata, de que está apareciendo la idea de un “Gran Frente Nacional”, “frente de todos los frentes”, en el cual, sin exclusión alguna, se vaya conjugando una verdadera alianza entre la sociedad civil y los partidos políticos y se consolide la respuesta y la reacción esperada de la sociedad civil, no solo ante el atropello de la forma y el fondo de las elecciones presidenciales, sino ante el hecho, mucho más significativo, de rebelarse de manera notablemente unitaria ante este atropello. Una muy buena perspectiva para restaurar el sistema democrático en Venezuela.
Obviamente, en la medida que este espectro se construya la comunidad internacional que apoya la restauración de la democracia en Venezuela encontrará un interlocutor mucho más representativo y completo de la sociedad venezolana con el cual entenderse
Una estrategia para la sociedad civil organizada.
Diría, es casi la primera vez que una manifestación de este carácter y este tipo se constituye en nuestro país, aun cuando existen precedentes de intentos similares, pero esta vez pareciera existir el grado de conciencia que dice que es ella, y solo ella, quien debe aparecer en defensa de sus propios intereses, mas allá de cualquier evento electoral. Y esto, en mi sano juicio, es el asunto que puede hacerle trascender la situación actual.
Sin embargo, para fortalecerse plenamente debemos entender su grado de debilidad frente a un Estado sumamente fuerte, dueño y señor de casi todo, con poderes que extralimitan los de cualquier Estado moderno. Poder del cual se ha apoderado un partido político. El hecho central es que la sociedad tiene que encontrar un camino y una ruta de fines estratégicos que le den fuerza verdadera y la mayor autonomía posible ante ese Estado.
Lo primero, como he indicado en escritos precedentes, un sector económico privado libre de “proteccionismo y clientelismo” es el primer ingrediente capaz de desarrollar una verdadera económica productiva y no esa payasada que se intenta desde el Estado y el Gobierno. Un sector privado capaz de crear verdaderos empleos productivos y permitir así “sembrar la semilla” de una agresiva lucha contra la pobreza y de desarrollo de la clase media, componentes indispensables de una auténtica democracia representativa y participativa.
A ello sigue un movimiento laboral, desprendido de intereses partidistas y focalizado en las principales reivindicaciones laborales, en un formato en el cual el empleo y la propiedad puedan ser objeto de un acuerdo del capital y del trabajo que revolucione completamente esta perspectiva y la separe de la tutela estatal. Si al petróleo lo ponemos en línea con esta perspectiva y se convierte en un fuerte estímulo al desarrollo productivo, si se le pone coto al despilfarro y la sociedad civil logra una mayor incumbencia en su manejo podemos apostar a un futuro mejor. Si todo ello es “ensamblado” con el desarrollo de los genuinos poderes locales el resultado puede ser esperanzador.
Finalmente, si la sociedad civil organizada no se queda en el problema electoral solamente y se logran cambiar esas condiciones y sus instituciones, si logra además que la democracia regrese a Venezuela, quizás, entonces, mañana tenga la fuerza y el peso suficiente para defender sus derechos e intereses legítimos y no, como ha sido hasta ahora, replegada a la “sombra del Estado”. Quizás sea mucho pedir, pero si se ha logrado, reiteramos, por primera vez, conformar ese “Gran Frente”, esa gran coalición civil, ¿Por qué no dar un paso más, hacia algo más estratégico, hacia un formato que la preserve para todos los tiempos y no solo para la coyuntura actual? ¿Por qué no?