Dentro de todos los choros y choras que desgobiernan a este país, hay unos y unas que son más tenebrosos y tenebrosas que otros; sin duda alguna, las choras más oscuras son las que arman las trampas que, desde el CNE (Con Nico Eterno), montan los forajidos investidos por las circunstancias de un poder que no tiene autoridad ni moral ni por imperio de la Ley.
Las choras más oscuras Deamedio, Diablitas, Divisay y Socotorra, al pie de la letrina, siguen y persiguen las instrucciones de Gorgojito para mantener el estado de casos y cosas que nos consumen rápidamente, sin que nos demos cuenta de que vamos nariceados al matadero de la historia y sin tener nada ni nadie quien les eche el cuento a los que, quizás, detrás de nosotros vienen recogiendo los despojos de la república que fuimos.
Aunque creíble, por supuesto, es impresionante la imprecación que esta femenil cuarteta vierte sobre la nación que les dio todo y de todo, sin reparar el daño que hacen y se hacen a diario con su perverso tira y encoge que jala la brasa pa’ la sardina de sus secuaces que, a la postre, también serán sus verdugos, Dios mediante, porque el que aquí la hace aquí la pagará.
Ese CNE, mal visto dentro y fuera de Venezuela, no guarda ni siquiera las formas ni las formalidades de una institución que debería regirse por el manual de la decencia de un país de profunda convicción de libertad e inequívoca tradición democrática, que historia tiene de la dignidad y el respeto con que fue dirigida el pasado reciente, con claras muestras del decoro de sus miembros en tiranía y en aquellos agitados días de postiranía.
No podrán las choras más oscuras conciliar el sueño sin sus autorrecetados somníferos que, sin embargo, nunca les darán la pausa deseada, la tregua buscada ni la paz anhelada mientras la justicia bregada no llegue a esta tierra de gracia (hoy en desgracia) para que los órganos del poder público se aboquen a cumplir su responsabilidad y dejen de atender con sumisión la misión de aberrados comisarios políticos de la dictadura.
Esa sonrisa mecánica ensayada y autoayudada con que las choras más oscuras tratan de agradar a la teleaudiencia, refleja tétricas intenciones de sepultar en electorales ataúdes la esperanzas de un pueblo que pagó y paga con creces las amarguras y torturas a las que diariamente es medido y sometido por conseguir el bocado negado día a día, hora a hora y minuto a minuto.
Corren en Venezuela tiempos aciagos cuando la confiscación se hizo decreto-ley, el atropello alcanzó jerarquía jurídica, la propiedad pública y privada perdió su sagrada vigencia y pasó a ser piñata y rebatiña de quienes, rodilla en tierra, apuñan petro-dólares y empuñan fusiles y ametralladoras para mantener su bota vil sobre el cogote y el estómago del pueblo que sufre y padece en las choras más oscuras…