Abrir “negociaciones” con la oposición en varios tableros forma parte de la estrategia del régimen para desmoralizar y dividir a sus “enemigos”, porque el régimen no tiene rivales, adversarios u oponentes, sino enemigos a los que tiene que doblegar y destruir. Desde Hugo Chávez Frías, la política es una “guerra permanente” (Pedro Benítez, Al Navío, 14/05/2021) y el mejor ejemplo de esta estrategia es un video que esta semana recorrió profusamente las redes sociales.
En ese video, en el marco de una reunión para hablar sobre una “ley de zonas especiales”, que nada tienen que ver con el tema, Nicolás Maduro anunció sus “condiciones para negociar”. Pero el mensaje no son solo los anuncios o condiciones que pone el régimen, el escenario y el contexto forman también parte importante del mensaje. Un amplio salón, una gran mesa rectangular, con mesas adicionales detrás, todos los presentes formalmente vestidos, con sus respectivas mascarillas y guardando cierta distancia, el presidente en el extremo de la mesa, en el lugar dominante, sin mascarilla y con toda la soberbia a las que nos tiene acostumbrados, envía en silencio su primer mensaje: “Aquí estoy yo… y vean bien, tengo la sartén por el mango”.
Asentado ese elemento, que es también un mensaje para sus propios seguidores, viene la primera provocación hacia la oposición: “… los obligamos a venir por el camino electoral…” y agrega de manera triunfal, como adorno: “… por el camino electoral y de la negociación y del diálogo… los derrotamos y los obligamos…”; pero el trapo rojo aquí es el del “camino electoral”, pues sabe muy bien el régimen como irrita y como hiere la sensibilidad de una parte importante de la oposición venezolana cualquier alusión o “invitación” que haga el gobierno a un proceso electoral; el rechazo es inmediato y el coro de las redes sociales así lo deja ver. Ese era uno de los objetivos de esa intervención, lanzar una provocación que, a la par de dividir más a la oposición, estimule la abstención, que es en realidad lo que busca, pues eso le garantiza un cómodo triunfo en el próximo proceso electoral.
Luego remata con sus “condiciones”: 1) El levantamiento inmediato de todas las sanciones y medidas coercitivas, unilaterales, contra Venezuela; 2) El reconocimiento pleno de la Asamblea Nacional legitima y de los poderes establecidos; y 3) La devolución de las cuentas bancarias a las instituciones y de los activos a PDVSA, el BCV y otras. Las dice como provocación, porque en realidad no es nada nuevo o inesperado, esos son sin duda sus objetivos de negociación y de alguna forma ya habían sido divulgados por sus seguidores y acólitos.
Pero como dije, hay aquí varios mensajes, dirigidos a públicos diferentes. Hay un mensaje interno, a un sector −radical− de sus seguidores: No cedemos. Hay, desde luego, un mensaje y una provocación a la población opositora, a la que busca desmoralizar, y un mensaje a su dirigencia, pues busca profundizar su división. Aún es prematuro afirmar si el gobierno tiene verdadera intención de negociar o de llegar a algún acuerdo, pero con la reiteración en la mencionada reunión de su “disposición a negociar” −de manera amplia y “generosa”, en una “gran mesa de diálogo nacional” y con “participación del gobierno de Noruega” y que se invite a “diversos sectores internacionales” −, el régimen persigue también enviar un mensaje a la comunidad internacional, tratando de mejorar ante la misma su deteriorada imagen.
Concluida la descripción de ese video con las condiciones del gobierno, es necesario analizar aspectos de esa intervención, que posiblemente escaparon a la intención del régimen. Este mensaje deja también entrever, de manera subliminal, dos grandes debilidades: Una, la principal, es que, al centrar sus objetivos en el levantamiento de las sanciones internacionales y en la devolución de las cuentas bancarias y recursos, deja en claro, sin duda alguna, que las sanciones le están pesando y limitan su margen de acción −interna e internacional−, pues sigue aislado internacionalmente y sin recursos para continuar sus políticas demagógicas y populistas, internamente.
La otra debilidad, que yo quiero destacar, es que los venezolanos, adictos como somos a series televisivas, sabemos bien que los forenses al analizar la “escena” de los sucesos se fijan en lo que está presente y en lo que no lo está. En el sainete montado para lanzar las condiciones de negociación vimos al presidente rodeado de sus acólitos, acompañado de su oposición alacrana y la consabida barra de funcionarios, todos prestos a aplaudir cualquier cosa que se dijera; pero, se “notó” una ausencia de “charreteras” en la reunión; es decir, los amos de este valle de lágrimas, los verdaderos dueños del tinglado, los que lo sostienen por la fuerza de sus armas, no estaban presentes. ¿Tiene esto algún significado? ¿Estarán de alguna forma afectando los acontecimientos fronterizos recientes? O simplemente, no hacen falta que estén. No hago ninguna interpretación, solo dejo esa inquietud y reflexión y regreso a la evaluación de la estrategia.
Teniendo claros que esos son los objetivos del régimen, no podemos no caer en sus provocaciones y estrategia de desmoralizar y dividir. Suponemos que la dirigencia opositora está ya curtida al respecto, pero muchos opositores, abrumados por las dificultades de la cotidianidad y años de frustración, son más sensibles a esos mensajes, para los que todos debemos estar preparados y tenerlos en mente para comprender algunas acciones del gobierno, que de otra forma no se entenderían, en el complicado y múltiple tablero de la negociación que está abierta.
Por ejemplo, lo ocurrido recientemente con allanamiento de El Nacional por la GNB, en ejecución de una confusa sentencia; algunos se preguntan cómo entra eso en este juego, porque es obvio que los atropellos a la libertad de expresión no favorecen mucho la “imagen internacional” que el régimen quiere rescatar. ¿Fue una mera casualidad, es parte de la estrategia negociadora del régimen, o forma parte del pleito interno? Pareciera −al menos es la interpretación con la que yo me quedo− que se trató de una jugada del sector radical chavista para decir “presente” o para trancar la negociación, al sentirse excluidos o saberse los más perjudicados sí se llegara a un acuerdo que abriera el juego y llevara a la larga a la salida de este oprobioso régimen. En todo caso, si formaba parte de la estrategia negociadora o fue una jugada que salió mal, es lícito pensar que lo ocurrido nos refleja también que hay una procesión que va por dentro, que no todo es monolítico en este régimen neo dictatorial.
Aun sin poder asegurar que haya una verdadera intención negociadora por parte del gobierno, algunos hechos que −a lo mejor− escapan de su control o no parecerían “premeditados” o proceder desde la misma fuente, dejan ver debilidades y fisuras; en todo caso, la estrategia del régimen está desplegada. ¿Y la de la oposición? ¿Está cada vez más clara o es más confusa?, aun dispersa en varias opciones, la examinaremos en la próxima entrega.