Hace dos semanas me referí al documento en el cual los partidos políticos acordaron reconfigurar la alianza unitaria y la construcción de una coalición más amplia – con otros partidos y con la sociedad civil – para lograr elecciones libres y ayuda humanitaria.
Tras lo que consideré un recibimiento un tanto frio −explicable por la situación política que vivimos en el país bajo una crisis humanitaria compleja, agravada por la pandemia−, debo comentar ahora que han comenzado a aparecer algunas reacciones.
A pesar de que tengamos algunas críticas y lamentemos lo que consideramos un retraso injustificable en definir una estrategia, algunos −entre los que me incluyo− recibimos con agrado el pronunciamiento y lo consideramos un paso importante para ir “enderezando las cargas”, en lo que reanimar y reorganizar a la oposición democrática se refiere.
Hay un sector importante entre los analistas, comentaristas y críticos de la oposición que se caracteriza por la “no reacción”; simplemente no se han dado por enterados acerca del pronunciamiento de los partidos; no lo comentan, ni para bien, ni para mal.
Hay otro grupo, el de los “repartidores”, los que siempre reparten por igual las culpas y las responsabilidades entre el gobierno y la oposición de los males que aquejan al país. Como si la oposición −particularmente el gobierno interino, que no tiene oficinas, ni funcionarios, ni presupuesto− tuviera la misma responsabilidad, frente al desastre de 22 años de políticas ruinosas que han destruido al país. Para este grupo, desde luego, ningún pronunciamiento opositor va a ser diferente o importante.
Hay un sector de los críticos que hablan de “oposiciones” en plural, que obviamente legitiman a la denominada oposición “alacrana” y en consecuencia lamentan cualquier pronunciamiento que no la incluya expresamente.
Hay otros que consideran que la oposición es una especie de “club”, que desde luego debe tener algunas reglas, dicen, pero se lamentan que no se haya esperado a que se ampliara el “club” para ir definiendo las reglas.
En cualquier caso, el pronunciamiento se dio, definió objetivos y prioridades y como ya hemos dicho, dejó pendientes algunas tareas; entre ellas, la de llevarlo a la discusión en todos los niveles, en partidos y organizaciones de la sociedad civil, de donde deben surgir las propuestas de acciones concretas, sobre las cuales se debe reconstruir la oposición.
No es esa, claro está, la única tarea pendiente, ni la única dificultad que encontramos en la tarea de reconstruir a la oposición democrática, como bien nos lo recuerda Ángel Oropeza en un artículo de prensa de hace dos semanas (“La exigencia clave”, El Nacional, 15 de abril de 2021), cuya lectura recomiendo. En dicho artículo Oropeza nos pasea, no solo por las “actitudes y conductas” presentes en el ámbito político que, en su criterio, dificultan esa tarea, sino también nos resume algunas de las actividades que se deben emprender.
Pero el avance más significativo en materia de ir perfilando una estrategia y una ruta de actividades para enfrentar este régimen y salir de la crisis, fue el documento dado a conocer esta semana, el 21 de abril, denominado: Manifiesto “Unión por el futuro, la democracia y el bienestar de nuestra nación” suscrito por 40 partidos y dado a conocer en un acto público por el propio Juan Guaidó, acompañado de representantes de los demás partidos políticos y diputados de la Asamblea Nacional 2015; acto del cual adoleció el anterior pronunciamiento del 6 de abril.
En este “Manifiesto”, que también se denominó “Manifiesto de Plataforma Unitaria”, no solo se amplía la base de partidos que lo apoyan, sino que se ratifica el planteamiento de la “unidad”, de manera enfática y como elemento fundamental y “estratégico insustituible”; se comprometen los partidos firmantes a alcanzar “mecanismos de consenso” en las decisiones; y ratifican la “vía electoral” para lograr “una salida política a la crisis”.
El documento amplió los objetivos marcados el 6 de abril −unidad, ampliación a otros partidos, elecciones libres y ayuda humanitaria− al señalar también como objetivos la “tan necesaria reconciliación nacional” y “lograr mayor apoyo internacional”, que creo que fue el logro más importante de la gestión del gobierno interino de Juan Guaidó, que es mezquino no reconocer.
Ese mismo día el Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL) emitió un documento en apoyo al “Manifiesto”, destacando algunos aspectos del mismo. Pero lo más significativo de este documento del Frente Amplio es el anuncio de la disposición de las organizaciones políticas que lo integran de iniciar un “ciclo de encuentros” a nivel regional −estadal y municipal−, con partidos y organizaciones de la sociedad civil, para difundir y compartir con todos los sectores sociales, “miembros y no del FAVL, su visión estratégica de lucha”, para “identificar los consensos mínimos estratégicos” que unen a todos los partidos y organizaciones de la sociedad civil.
Sobre el tema de las actividades a emprender está claro que no es éste el medio para detallarlas, pero es importante el pronunciamiento del FAVL y es una tarea para la sociedad civil, para sus organizaciones y para los ciudadanos, presionar para que esto se cumpla, pues como ya hemos señalado, la oposición se encuentra en una especie de reflujo, de adormecimiento general, en un largo y oscuro túnel del cual aún no se ve salida.
Agobiados como están millones de venezolanos en tareas de sobrevivencia ante la aguda crisis que vivimos en el país, ha ido creciendo el sentimiento de que ni el régimen, ni la oposición, responden a las demandas de gran parte de la población. Una de las metas de la oposición democrática es revertir ese sentimiento y convertirlo en la fuerza necesaria para lograr el fin de este oprobioso régimen.
Politólogo