En un reciente libro escrito por Enrique Viloria Vera, titulado Infierno Bolivariano, Abdón Vivas Terán, autor del prólogo del mismo, dice con sobrada razón que la crisis económica que se vive en Venezuela “es cuidadosamente pensada, meditada y ejecutada sistemáticamente por el régimen. El objetivo trazado es el desmantelamiento del sector productivo nacional, la abolición progresiva del derecho de propiedad sobre medios de producción y la desintegración de la economía de mercado, que con todas las imperfecciones conocidas, se ha aplicado en Venezuela.”
Ahora bien, hay quienes señalan que la crisis es producto de la incompetencia, de la falta de conocimiento de quienes ejecutan las políticas del régimen, sin embargo, para acabar con todas las instituciones existentes y crear al “hombre nuevo” no hace falta pensar, sino destruir. Cuando se desea arrasar con una edificación lo único que se requiere es contar con el instrumento necesario para ello y cualquier obrero de la construcción sabe que a fuerza de mandarriazos puede derribar lo que le pongan por delante. Hay que recordar a quienes dicen con el mazo dando, que con ese mazo al país lo están acabando.
La tarea de destrucción no se refiere únicamente a la parte económica, también se pretende derribar lo social, político, las instituciones, lo moral, valiéndose para ello de la destrucción del Estado de Derecho, de la incautación o compra de medios de comunicación y del apoyo a grupos armados de delincuentes con el propósito de sembrar el terror entre los ciudadanos, sin olvidar a la corrupción.
El régimen pretende, al mejor estilo nazista, que la hiperinflación existente, la carencia de servicios públicos, la falta de mantenimiento del sistema de salud, de las vías de comunicación, la destrucción de Pdvsa con la inevitable consecuencia de la falta de combustibles y con ello la imposibilidad de trasladar los alimentos del campo a la ciudad, en definitiva la siembra del hambre; es producto de las sanciones impuestas por el gobierno norteamericano, sin decir, por supuesto, que dichas sanciones han sido en su gran mayoría en contra de los funcionarios del régimen acusados de corrupción, vinculación al narcotráfico y al terrorismo.
El afán de mantenerse en el poder a costa de lo que sea, ha producido las persecuciones arbitrarias en contra de quienes disienten. A diario crecen las detenciones por motivos políticos y por el temor del régimen a las manifestaciones públicas de diferentes sectores, incluido el militar.
Mientras más oscura es la noche, más luminoso será el amanecer. Probablemente la desesperación conduzca a mayores represalias pero inevitablemente la libertad volverá a nuestro país más temprano que tarde porque como bien dice el refrán No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Y ya, con el socialismo del siglo XXI llevamos más de 21 años y fíjense dónde estamos.