
Francisco, el Papa de la inclusión, se encuentra muy mal de salud y podría ir en cualquier momento al encuentro con el Padre.
Porque la muerte de cualquier ser humano es un evento siempre probable, y porque creo que la trayectoria de este Papa ha sido “en todo amar y servir”, por lo que merece un amplio reconocimiento humano en vida, hago hoy esta reflexión que comparto con mis amigos.
Blanco de muchos detractores, militantes de las corrientes más conservadoras del catolicismo, siempre lo he admirado y considerado un líder espiritual del “desarrollo como libertad”, de ese ideario que tiene a la persona humana como fin y como actor fundamental del progreso y de la libertad, y a su casa, el mundo, como el escenario vivo de un desarrollo que se sostiene. La casa natural de la humanidad, como leímos en “Laudato si”, merece nuestro cuidado y conservación, y es razón para agradecer al creador, más no es el Norte que debe sustituir a la acción de los humanos dirigida a la realización de los hombres y mujeres en la tierra, a la desaparición de la pobreza y a la defensa de la libertad a través de la democracia.
Un pastor conduce ovejas, Francisco ha inspirado a muchos hombres y mujeres a actuar a partir de la reflexión sobre lo social, que sigue siendo el escenario de la mayor injusticia en la historia de la humanidad, y sobre lo político, el mundo de las acciones transformadoras.
Francisco ha sido vocero de Dios mientras la humanidad vive el último juicio, por el cual no tenemos que esperar ya que siempre lo estamos viviendo.
Un jesuita con la reciedumbre de San Ignacio de Loyola y la sensibilidad social y la vocación latinoamericana de San Alberto Hurtado, Francisco perdurará en el imaginario de los jóvenes de nuestro continente y tal vez del mundo.
Larga vida a la estela de Francisco, mientras sea pontífice aquí, y mientras perdure en la memoria de todas las generaciones.
24 de febrero de 2025