El perverso, ridículo, aberrado y nefasto (Pran) gendarme innecesario que nos somete a la más grave tragedia política, social y económica que jamás haya vivido en la patria venezolana en toda su rica y accidentada historia, que pretende entronizarse y eternizarse con las más absurdas promesas, las más tracaleras ofertas y el más vil de los proselitismos, nos viene ahora con un nuevo plan de la patria fundamentado en repartir mendrugos de pan, cual rebatiña pueblerina, para ponernos a competir por las migas de hambre para hoy, hambre para mañana y hambre para pasado mañana.
Da dolor y pena ajena ver cómo las pantallas se llenan de gente nariceada y alegre, gente bien entrenada para que transmita la sensación y la percepción de que hay y habrá comida cuando todo el mundo sabe que los alimentos no se advierten en ningún lugar y los pocos que aparecen, más allá de las imágenes televisivas, son inalcanzables por el grueso de la desmirriada población que ya perdió hasta la legendaria y famosa arepa que, debajo del brazo, traía cada venezolano desde su mismo nacimiento.
Los observadores nacionales y extranjeros se ríen de lo que ven sin poder ni querer hacer algo que, de una vez por todas, explique las atrocidades que se cometen en contra de la nación que es hazmerreir del planeta cuando debería dar lástima, pena, vergüenza, de cómo el gobierno juega con las necesidades y las miserias de las mayorías y las minorías intentando distribuir lo que no se produce ni se importa.
El Pran de la Patria y sus acólitos ríen a mandíbula batiente porque no sólo se meten a la gente (así se dice) en el bolsillo y someten a los dirigentes (ídem) a las más humillantes y denigrantes tropelías para, como a los borrachos (¡mis respetos!), ponerlos a pelearse por una botella vacía para después confiscarles el contenido y expropiarles el envase.
No creemos, como nunca hemos creído nada durante estos veinte años y picazo, en que otra vez el Pran de la Patria se saldrá con la suya en su afanosa búsqueda de la reelección mediante el intercambio de bonos por votos hasta sumar un mínimo de 10 millones, dice él, con el nuevo plan de la patria para consolidar la revolución feíta.
Parece mentira, pero es verdad-verdad, que Venezuela desde 1498, no ha podido entrar a ningún nuevo siglo en el momento que le corresponde, sino cuando a sus peores hijos les da su gana, más dramático este Siglo XXI, cuando sonrientes deberíamos ver a nuestros hijos y nietos crecer y correr a nuestro lado, los observamos, con lágrimas en los ojos, caminar, navegar y volar a tierras extrañas busca la calidad de vida que tuvimos aquí, en Venezuela.