¿Privatizamos todo?, ¿Realmente para que el país funcione debe el Estado hacerse a un lado? Esta venezolana y empresaria se hace estas preguntas cómo miles de ciudadanos a diario. Lo pienso y repienso cuando pasamos horas sin luz en un centro médico que lidero, cuando veo los indicadores macroeconómicos que afectan a las principales empresas públicas en total ruindad; incluso lo pienso cuando veo a mis conciudadanos haciendo infinitas colas para surtir sus carros de gasolina en el interior del país.
Como consecuente defensora del sector privado, creo que la participación de capitales –nacionales y extranjeros– es hoy más que vital para reactivar el país que tenemos. Y voy más allá: No hace falta siquiera esperar a 2024 para abrir el país a la reactivación real que se requiere para recuperar el aparato económico.
Digo esto, que parece más que obvio, ante un país donde por años se ha satanizado a todo lo que huela a capital privado. Un grave error que aún saldamos todos.
Si bien hoy debemos dar gracias a Dios porque el fantasma de las expropiaciones pareciera estar casi en extinción, está política solo sirvió para marcar en rojo los indicadores de empresas sólidas que generaban fuentes de empleos de calidad en el país. Sería muy extenso relatar todos aquellos episodios que van incluso más allá de firmas privadas, y que se remonta a la botada con pitos de los más capacitados gerentes de Pdvsa por parte del fallecido presidente Hugo Chávez, hay empezó el derrumbe del castillo de naipes.
Sin ánimo de quedarme anclada en el retrovisor del pasado, se trataron de pasos erráticos que hoy hacen de nuestra economía de las más vapuleadas del continente.
El Estado haciendo de todo: Desde petróleo hasta pollos y neveras. Fue un intento fallido que costó millones de dólares perdidos a todos los venezolanos.
Para pasar esta página, hay que aliarse con quienes tienen los fondos requeridos para reactivar los diferentes sectores del país, y también –más importante aún– la capacidad técnica y gerencial para que estos esfuerzos no sean en vano.
En Venezuela tenemos un sector privado que ha resistido la peor de todas las carreras de obstáculos. ¿Por qué no se le puede dar la oportunidad de que sumen en esta tarea titánica que es volver a prender el país?
Una campanada, que pareciera más que evidente, para todo ello urgen las garantías necesarias que permitan a cualquiera que invierta un dólar la seguridad de recuperación de su dinero. La devolución del Sambil La Candelaria a sus legítimos dueños fue una excelente noticia y muestra de la confianza que el sector productivo nacional requiere, pues hay muchos Sambil por trabajar.
Por otro lado, ante el ahogo que suponen los servicios públicos y el alto costo de la vida; es importante tener presente que si queremos un país potencia, verdaderamente, hay que empezar por atender esta coyuntura. No hay empresa que resista apagada (literal y figurativamente).
Estás y otras garantías serán clave para el país que podemos ser. Quienes hoy son gobierno se ufanan en quedarse en Miraflores, permitan que el país se encamine mientras están allí y no solo abriendo las puertas para sus aliados globales. El ejemplo debe empezar por casa.
A los venezolanos cada vez le importa menos los dogmas o las alianzas que haya que hacer, solo les basta tener un país normal que les permita trabajar y crecer en paz.
Twitter: @griseldareyesq
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.