La desconexión con la política, la falta de alternativas en el liderazgo y la desconfianza hacia el sistema abonan a la desmotivación de los venezolanos, sobre todo los jóvenes mayores de 18 años, a la hora de cumplir con su deber de registrarse en el padrón nacional de electores y así quedar habilitados para ejercer su derecho al sufragio.
Un cruce entre el registro de cedulados y la base de inscritos en el Registro Electoral (RE) sugiere que, para el año 2024, 3,3 millones de personas con entre 18 y 30 años no estarán inscritos en el RE. Pero, si se traen las proyecciones de disminución demográfica producto de la migración, se debe asumir entonces que para esa fecha 2,4 millones de personas mayores de 18 años en Venezuela no estarán inscritas en el RE. Si no se implementan acciones pronto, claro está.
¿Por qué el desencuentro juvenil con el deber cívico de inscribirse en el RE y poder ejercer el derecho al sufragio? Porque tienen desinterés por la política. Porque sienten una profunda desconexión con la oferta de liderazgo disponible en Venezuela. Porque no ven alternativas. Porque aprecian que el sistema electoral está construido para dar la victoria siempre al mismo contendor; no confían, están llenos de mitos. Y porque opinan que el voto solo tiene valor en democracia.
Las anteriores afirmaciones son parte de los resultados de la investigación “Los jóvenes venezolanos y la política. Una visión cualitativa”, recién presentada por Estadolab, un centro de reflexión y acción social cuyo objetivo fundamental es contribuir a superar la fragilidad estatal en Venezuela y a transformar la crisis actual en una oportunidad de desarrollo. Este estudio fue realizado junto al Centro de Investigaciones Populares Alejandro Moreno.
Esta investigación cualitativa se basó en cinco focus group en la región capital y en 21 entrevistas en profundidad a jóvenes menores de 30 años en varias ciudades del país que no están inscritos en el RE.
¿Quiénes componen esta parte de la población? Una generación pragmática, digital, que nació en la era Chávez, en tiempos de alta polarización política, y que creció en la era Maduro, con la inestabilidad económica, el desabastecimiento, el apagón y la pandemia. ¿Y qué buscan? Estabilidad. La mayoría trabaja para costearse los estudios y para apoyar en la casa. Han desarrollado, pues, gran sentido de la responsabilidad.
¿Qué sienten estos jóvenes sobre la política? Según la investigación citada, hallaron estas cuatro tendencias:
1. Desinterés. La describen como un esfuerzo agotador e inútil y como terreno del conflicto.
2. La participación, cuando se da, es una pantalla. Consideran que no son tomados en cuenta y que, cuando los llaman, es “para hacer bulto”.
3. La definen como un desastre. Sostienen que todos los políticos son iguales y que solo los mueve sus propios intereses y no el servicio a la gente.
4. La califican como el terreno del engaño y la dominación. Perciben la práctica política venezolana como algo muy distante de su razón de ser.
¿Qué opinan sobre la democracia? De nuevo la investigación resalta cuatro ideas, fundamentalmente positivas, con la madre y los abuelos como los grandes reservorios de memoria democrática:
1. La describen como un sistema que permite la participación plural, de todos.
2. La asocian a la presencia de oportunidades de calidad e igualdad en el acceso a ellas.
3. La entienden como la posibilidad de que las personas tengan libertad de elegir lo que quieren y lo que necesitan.
4. Advierten que en Venezuela está mal implementada. Ahí es donde se vierten inconformidades e ideas negativas, con la experiencia nacional, pero no con el concepto en abstracto.
¿Resignificar el voto?
La investigación encontró que los jóvenes consideran que el voto tiene la función única de elegir. No lo resignifican. Ignoran que, en otros contextos, el voto también ha sido un ejercicio social conducente a movilizaciones o desencadenante de eventos democratizadores.
En su línea de investigación de experiencias comparadas, el politólogo John Magdaleno ha hallado 44 casos en los cuales transiciones a democracia tuvieron lugar con motivo de elecciones que las facilitaron. “La elección sí puede funcionar si se la acompaña con otros instrumentos. No es una varita mágica”, expresa Magdaleno en un video reciente publicado por Estadolab.
Entre las recomendaciones para la acción que esta organización ofrece al cierre de su estudio cualitativo se cuentan la necesidad de apelar a la responsabilidad y al sentido del deber, presentar a los jóvenes el dilema estratégico de participar sin condiciones (se abren posibilidades) y de no participar (fracaso asegurado), presentarles la política como algo necesario y, por último, el de informarlos con argumentos racionales a ellos, que surfean mejor el fenómeno de la desinformación.
Pero la investigación también advierte una idea clave: el por qué los jóvenes venezolanos no quieren participar está lejos de explicarse por mera apatía. Hay barreras estructurales para la participación. Veamos.
La barrera que aporta el CNE
La más reciente Encuesta Nacional sobre Juventud (ENJUVE) hecha y publicada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) entrevistó a más de 8.000 jóvenes en 2021, el año de las más recientes elecciones en Venezuela. Al preguntarles a quienes dijeron ser abstencionistas por qué no votarían en las elecciones regionales y municipales de noviembre de ese año, 42 % de la muestra alegó que no estaba inscrito en el RE.
En junio y la mitad de julio de ese año, 45 días, tuvo lugar la más reciente jornada especial de inscripción y actualización de datos en el RE que haya dispuesto el Consejo Nacional Electoral (CNE), el administrador del registro de electores del país.
En la práctica no llegaron a 1.000 los puntos disponibles en toda la geografía nacional. De hecho, como demostró un análisis de Súmate, el 50 %, más de 500 de las 1.141 parroquias de Venezuela se quedó sin punto para registrarse en el RE. Y algunos otros puntos funcionaron en sedes de comunas, bases de misiones, edificios públicos y comandos policiales, alejados de los tres criterios que, según la legislación electoral, deben regir la ubicación de estos espacios:
1. Facilidad de acceso para los electores.
2. Presencia en sectores de difícil acceso / mayor concentración.
3. Garantía para todos los sectores de la población.
En la actualidad, el carácter continuo que define el RE apenas se observa en las 24 oficinas regionales electorales (ORE) del CNE, una por capital de estado. Ante el grande y creciente rezago existente entre la realidad poblacional y nuestro registro de electorales, los 24 puntos ahora disponibles se tornan absolutamente insuficientes, son una capacidad instalada absolutamente deficitaria en relación con las tareas de inscripción y actualización de datos en el RE que el CNE debe acometer de cara al próximo ciclo electoral.
En un país con recurrentes problemas de movilidad y precariedad en la prestación de servicios públicos, los tiempos de jornadas especiales del RE deben ser mucho más amplios y la disposición de puntos mucho más cercana a los electorales, como dicta la legislación. La municipalización y parroquialización del RE es, insistimos en esto, materia urgente.
Boletín 103
Primera quincena, abril de 2023