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(T)errorismo electoral

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 2 min.

Venezuela ha sido una sucesión de errores producidos a través del tiempo y jamás ha podido entrar a un siglo cuando éste comienza sino cuando se les antoja a quienes han subyugado a la nación durante largos períodos, constituyéndose en lastre para el desarrollo social, económico, político, educativo, cultural e incluso histórico, tropiezos que hacen de nuestro país una zona de amargas tristezas que no han agravado más la situación por el bendito sentido del humor que nos hace reír y reírnos hasta de nosotros mismos.

La misma llegada de los españoles en 1498 neutralizó el ingreso al siglo XVI por las refriegas de la conquista y la colonia hasta los sucesos de 1810 que nos impidieron ingresar con seriedad al siglo XIX y así las montoneras domésticas que bloquearon la entrada al siglo XX. Ni se diga lo que es historia presente con la desgracia moderna que nos paraliza el paso al siglo XXI con la peor de las miserias, pues huyen de aquí quienes están muy bien preparados y formados para garantizarnos un futuro decente.

Esas situaciones que llamamos “errorismo histórico”, pues son esos errores los que nos tienen aquí, donde estamos, fuimos superándolas cuando surgió, en contra de lanzas, cañones y fusiles, la posibilidad de que a través de la decisión de los venezolanos se pudiera designar a las autoridades mediante votación directa, universal y secreta; es decir, deponer las armas y blandir el Voto como única manera para accionar moral y cívicamente la búsqueda de soluciones a los conflictos generados por las ansias de poder político.

Una ejemplar experiencia electoral de 70 años que, pese a trapisondas tradicionales y modernas trácalas, eran organizadas, dirigidas, supervisadas y escrutadas por los actores y factores políticos, por pequeña o escasa que hubiera sido su votación, y gerenciadas por ciudadanos comprometidos con su trayectoria personal y profesional, dando cuentas claras de su responsabilidad ante el país, ante su familia y ante su espejo.

Sin embargo, hoy día todo eso se ha trastocado, se ha derrumbado y el consabido e histórico errorismo venezolano es transformado en “terrorismo electoral” con gente, formal e informalmente formada e informada terciando en la satanización de las elecciones como mecanismo de cambio y ubicándolas en el ángulo de las sospechas no como medio para salir de la dictadura sino como fin de ésta para perpetuarse en el poder.

Esta vez las figuras principales, los protagonistas, se convierten en actores del reparto de posiciones adversas a la realidad que ellos mismos viven al confundir a los espectadores, que no se explican cómo es que lo que ayer nos era útil, y exigíamos como punto de partida para lanzarnos a enfrentar el obligante compromiso, de repente nos repugna y nos somete al escarnio de la audiencia hambrienta, famélica y enferma que busca desesperadamente salir de esta amarga pesadilla.

Con el (t)errorismo electoral estamos jugando ya no con la situación que sufrimos y padecemos no sabemos hasta cuándo, sino con la fe y la esperanza de los ciudadanos que se quedan y los que se van porque no encuentran ni ven salidas serias, responsables, propias de nuestro pasado, presente y futuro, orientadas por nosotros mismos y no coordinadas por esa comunidad internacional que puede ser que quiera ayudar y ayude, pero que no vendrá a Votar por los venezolanos, los “campeones” de la democracia y la libertad.