Editorial
Lamentablemente para nuestro hermano país, la irreflexiva desesperación de los que querían un cambio sin entender que podía ser peor que lo que había, y que los hombres providenciales no sólo no existen, sino que cuando algún oportunista asume esa función, lo que suele ocurrir es una acentuada involución en vez de una progresiva evolución.
El tiempo les hará ver, después de las mucha intencionadas descalificaciones, que el presidente Duque no era lo que se dijo de él y que obtuvo logros, tal vez no percibidos por la mayoría, que iban a enrumbar a Colombia hacia una evolución positiva que permitiría ir reduciendo progresivamente la desigualdad social, uniéndola a una modernización del país.
Al igual que Chávez, Petro será, muy probablemente otra versión nefasta del populismo que tanto daño le ha hecho a America Latina. De esos que, en su enorme ignorancia creen tener las claves para resolver en pocos años la miseria acumulada y paradójicamente lo que logran es más bien agravar la desigualdad, por la inviabilidad de sus utópicas reformas.
Esperemos que los colombianos no dejen que les destruyan las instituciones o que modifique la Constitución. Que no intente perpetuarse en el poder y que el daño que pueda causar sea reparable, después de los 4 años de su mandato presidencial, , no como en Venezuela.
Esperamos que su discurso inicial de amplitud y de reconciliación no sea mera retórica y que sepa, por el bien de Colombia, gerenciar la crisis que se le viene encima como consecuencia de la guerra en Ucrania. Poder sortearla va a requerir mucha habilidad y realismo y no solo discursos populistas cuya ejecución será insustentable.