El comentario de la semana
Las últimas décadas se han caracterizado por la acelerada rotación de hechos extraordinarios, uno más extravagante, sorprendente, increíble o bizarro que otro, que mantienen a la población en continua zozobra y cambios del estado de ánimo. Con los continuos dislates gubernamentales, se pasa rápidamente de la emoción, asombro o la sorpresa al otro extremo: el desconcierto o la apatía, y generalmente hay irritabilidad. Es un continuo y permanente sube y baja, como en las montañas rusas, que llevan al estrés crónico que ya se sabe es de por si generador de enfermedades, pero también es una demostrada estrategia psicológica perversa para la dominación total de una población. En los últimos años y, sobre todo meses, las fluctuaciones emocionales se han acelerado de manera extraordinaria, difícilmente manejables por el común de los mortales, llevando a muchos a la incertidumbre permanente, la desesperanza y la inacción.
Un ejemplo de la aceleración de la “montaña rusa”, es el “plan para la recuperación económica nacional”, anunciado por Maduro el 20 de agosto, alegrándose muchos al inicio por el aumento del salario, para luego comenzar a preguntarse de donde sacaría el gobierno tan ingentes recursos, luego han visto la rápida escalada de precios de alimentos, medicinas y productos de primera necesidad, de seguidas se están percatando los beneficiarios del nuevo sueldo que se convertía en sal y agua, sin que hubieran recibido un solo bolívar, pasando de nuevo a la frustración.
Estando en pleno proceso de aterrizaje a la nueva realidad económica, el régimen lanza la nueva escala salarial, donde viola acuerdos internacionales, la Constitución Nacional, la ley Orgánica del Trabajo y los contratos colectivos, echando por la borda conquistas laborales adquiridas a través de los años. Implica la desaparición de los contratos colectivos, la extinción de la tabla salarial de la administración pública, haciendo que las diferencias salariales entre cada nivel de las escalas sean muy pequeñas, desapareciendo la meritocracia y los incentivos para mejorar en el trabajo. Capacitarse en el trabajo, hacer estudios de postgrados, diplomados o cursos de mejoramiento, deja de tener sentido, porque no habría mucha diferencia entre el trabajador menor remunerado y aquel con doctorado.
Pareciera que los autores de tanto disparate esperan que los trabajadores se calen una propuesta tan absurda e inaceptable. Es probable que calculen que pueden seguir avanzando en someter a la población, en este caso los trabajadores, en vista que lo han logrado sin muchas resistencias en otros aspectos de la vida nacional, como la ilegítima constituyente, las irregulares elecciones del 20-M, la eliminación de los principales partidos democráticos e inhabilitación de sus líderes más aceptados, la recentralización de la salud que en este momento se profundiza al impedir el nombramiento de las autoridades regionales por el gobernador electo, siendo su competencia… y pare de contar.
Sin duda han avanzado, pero puede que el tiro les salga por la culata. La molestia de los trabajadores y los dirigentes sindicales es manifiesta. El gobierno tiene la ventaja inicial por la división de las fuerzas alternativas, su inmovilismo, el ego recrecido de muchos dirigentes y la ceguera ante los requerimientos unitarios de este momento histórico. Pero hay hechos que apuntan a un cambio en la calidad de la situación política. La lucha de los trabajadores de la salud, encabezadas por las enfermeras, Corpoelec, las quejas de trabajadores del sector público, antes silentes por el control gubernamental y, sobre todo, por lo que podríamos llamar el “síndrome de los pensionados”, quienes andan protestando día a día, demostrando que no aceptan los atropellos y las mentiras gubernamentales. Esta actitud luchadora se puede contagiar y extender a otros colectivos sociales, y dar con el traste de los planes de sometimiento gubernamental. Por allí podrán venir los tiros.