La pobreza es multidimensional. Si pensamos en los pensadores clásicos, Adam Smith se refirió a las bases del respeto a uno mismo y a la importancia de poder “aparecer en público sin vergüenza”, mientras que John Rawls escribió sobre los “bienes primarios”, que incluían derechos y libertades además de ingresos y riqueza. Amartya Sen, avanzando en la formalización, trajo la noción de “funcionamientos” como los “seres y haceres” efectivamente disponibles para las personas en su conjunto de capacidades, para que puedan “perseguir los planes de vida que tienen razones para valorar”.
Hoy en día es común argumentar que la pobreza es multidimensional y va más allá del simple acceso a bienes y servicios. Pero explorar qué dimensiones son “apropiadas” en cada contexto ha sido una búsqueda fundamental de los analistas y profesionales del desarrollo en las últimas décadas.
Han pasado casi 30 años desde que Sabina Alkire dedicó su trabajo a la comprensión, clasificación y medición de las múltiples dimensiones de la pobreza, particularmente aquellas que están “ocultas” en nuestros conceptos e indicadores. De hecho, hay algunas dimensiones asociadas con experimentar la condición de pobreza que no pueden observarse tan fácilmente y no se han medido adecuadamente, pero que son muy importantes cuando se trata de la eficacia de las políticas. Esas dimensiones incluyen aspectos relacionados con las emociones que desencadenan respuestas conductuales: sentimientos de aislamiento, discriminación, efectos sobre el sentido de la dignidad y el respeto por uno mismo, y desempoderamiento. Hemos recorrido un largo camino en nuestra manera de pensar acerca de la pobreza, pero nuestras acciones para abordarla y comprender las complejas interacciones entre dimensiones siguen sin desarrollarse.
En el Banco Mundial, el proyecto “Voces de los pobres (i),” iniciado hace casi 30 años, se esforzó por pensar de manera diferente sobre la pobreza. Se basó en las opiniones de 60 000 personas que viven en la pobreza en 60 países para comprender mejor los desafíos que enfrentan, ayudando a ampliar nuestra comprensión de la pobreza para incluir no solo los ingresos y el consumo sino también la falta de acceso a la educación y la salud, la indefensión, la falta de voz, la vulnerabilidad y el miedo. Posteriormente, en 2012, el proyecto del Observatorio Social (i) utilizó una visión más amplia de las dimensiones de la pobreza para hacer que los proyectos de lucha contra la pobreza fueran más adaptables y, en última instancia, más eficaces. Desde 2018, la medida multidimensional de pobreza del Banco Mundial ha ido más allá de la privación monetaria para incluir otras dimensiones (i) como el acceso a la educación, la salud, la nutrición y los servicios básicos de infraestructura. Y en 2023, el Banco Mundial comenzó a publicar el índice de pobreza multidimensional, un esfuerzo de la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que es especialmente pertinente para los países de bajos ingresos.
Más recientemente, investigadores de la Universidad de Oxford y el movimiento mundial contra la pobreza ATD Cuarto Mundo descubrieron un conjunto de “dimensiones ocultas de la pobreza” (i) a través de un proyecto de investigación participativa de tres años de duración en seis países (Bangladesh, Bolivia, Francia, Tanzania, Reino Unido y Estados Unidos) que buscaba refinar aún más nuestra comprensión de la pobreza.
Los equipos identificaron nueve dimensiones de la pobreza que eran comunes en todos los países, a pesar de las circunstancias muy diferentes en cada uno, usando la metodología de “fusión de conocimientos” (i). Este enfoque reúne a personas en situación de pobreza (con su conocimiento de la realidad de la pobreza), académicos (con su conocimiento científico) y profesionales (con su conocimiento basado en la acción). Las dimensiones identificadas incluyeron la falta de trabajo o ingresos decentes, por supuesto, pero también sentimientos de impotencia, falta de control y experimentar “pobrismo” (i) (actitudes y comportamientos negativos hacia las personas que viven en la pobreza).
Estas dimensiones de la pobreza menos reconocidas y menos visibles no son menos importantes para las políticas diseñadas para combatir la pobreza que los ingresos de una persona o el acceso al empleo. Escapar de la pobreza será mucho más difícil si no se aborda también la discriminación (i) que enfrentan las personas que viven en la pobreza, la vergüenza (i) que experimentan o la "brecha de aspiraciones" (i) que resulta de haber crecido en un hogar de bajos ingresos. Pero hasta ahora, los formuladores de políticas han carecido de las herramientas prácticas que necesitan para capturar y combatir adecuadamente estas dimensiones ocultas y, por lo tanto, en gran medida ignoradas, de la pobreza.
La herramienta de Elaboración y Evaluación de Políticas Inclusivas y Deliberativas (IDEEP) (i), que se presenta esta semana en la conferencia de ATD Cuarto Mundo, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial sobre Abordar las dimensiones ocultas de la pobreza en el conocimiento y las políticas, es la primera de este tipo para ayudar a los responsables de las políticas a transformar los resultados de esta investigación en acción.
Creada en colaboración entre el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema y los derechos humanos y ATD Cuarto Mundo, la herramienta IDEEP ayuda a los responsables de las políticas a diseñar, implementar y evaluar políticas de lucha contra la pobreza en colaboración directa con las personas que viven en la pobreza, garantizando que todas sus dimensiones, incluidas las que están “ocultas” se tengan en cuenta.
Esto es crucial, dado que las políticas que no tienen en cuenta las opiniones y experiencias vividas por las personas que viven en la pobreza tienden a estar plagadas de puntos ciegos, particularmente en torno a estas dimensiones ocultas. La herramienta IDEEP, por ejemplo, identificó el aislamiento social entre comunidades desfavorecidas como un resultado no deseado de un proyecto de vivienda en Mauricio, y el maltrato institucional que resultó en que menos personas accedieran (i) a beneficios de protección social en Francia.
El derecho a la participación es un derecho humano. Sólo si lo defendemos lograremos una formulación de políticas mejor informada, más eficaz y más imaginativa. Sin embargo, el historial de los procesos participativos en la formulación de políticas contra la pobreza es mixto: los formuladores de políticas a menudo simplemente “informan” o “consultan” a las personas en situación de pobreza, en lugar de reconocerlos como los verdaderos expertos en los obstáculos que enfrentan.
Para combatir esto, debemos dar un paso más en nuestros esfuerzos por cumplir el derecho a la participación introduciendo la idea de “deliberación”, que se define en la herramienta IDEEP (i) como reunir a diferentes grupos, incluidas personas en situación de pobreza, que se reúnen, presentan argumentos basados en sus ideas únicas, los sopesan y proponen soluciones viables.
La herramienta IDEEP ofrece un enfoque nuevo y deliberativo para la formulación de políticas contra la pobreza, que reconoce los desequilibrios de poder inherentes a los procesos participativos tradicionales y reúne a diferentes grupos como iguales para debatir posibles soluciones antes de llegar a un consenso. Esta es una verdadera fusión de conocimientos.
Este enfoque es especialmente urgente a medida que nos acercamos rápidamente a 2030, el año objetivo para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), incluido el objetivo de erradicar la pobreza extrema para todas las personas en todo el mundo (ODS 1). Si continuamos como hasta ahora, no lograremos este ambicioso objetivo. Necesitamos ampliar nuestra perspectiva y repensar cómo podemos impulsar un proceso de crecimiento inclusivo y sostenible para todos ; esto incluye colaborar con quienes han vivido experiencias de pobreza en la búsqueda de soluciones políticas significativas e integrales. Si no se acepta esto, los esfuerzos para combatir la pobreza (y sus dimensiones ocultas) fracasarán.
13 de febrero 2024