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ABC: La cuenta atrás de Edmundo González, el presidente electo de la reconciliación

¿Entendió María Corina Machado el exilio a España de Edmundo González? El núcleo duro del presidente electo es claro: “Él habló con ella y le dijo que sería más útil fuera. Ella lo entendió. El vínculo entre ambos es muy estrecho, cada vez más. Hablan todos los días”.

En la oposición venezolana saben que la unidad y coordinación de ambos es esencial, pero entienden que la heroína es ella: vive “resistiendo”, moviéndose cada día de aquí para allá para regatear la vigilancia policial del régimen. “Extraño un abrazo”, confiesa María Corina a los suyos, cansada de tanta videoconferencia y de la ausencia de calor humano.

En su exilio en España, González (Venezuela, 1949) lleva una vida austera y ajetreada, aunque con presencia pública limitada, lo que a veces impacienta a sus seguidores. Su cuartel general, una suerte de Miraflores en el exilio, es un discreto despacho en un piso del centro de Madrid. El escritorio está presidido por una foto junto al Rey que Felipe VI le ha dedicado personalmente: “Para Edmundo González Urrutia con todo mi afecto y consideración, como recuerdo de nuestro encuentro en la Zarzuela y con el permanente testimonio de apoyo hacia el pueblo de Venezuela”.

Salta a la vista que Edmundo no es un político al uso, pero sin embargo carga sobre sus espaldas uno de los mayores retos de la política hispanoamericana en lo que va de siglo: el mandato de las urnas del pasado 28 de julio para suceder a Nicolás Maduro y hacerlo sin arrastrar a su país a un conflicto civil. Tras una larga trayectoria en la diplomacia, González jamás imaginó encontrarse en el trance que le ha presentado la vida a los 75 años. Tataranieto de un canciller venezolano en el siglo XIX, González es el menor de tres hermanos, fue alumno de su madre en sexto grado y se forjó en la educación pública, también en la universidad. Cuando de joven comentó en casa que quería ser internacionalista, lo que en España es la carrera diplomática, la respuesta fue clara: “Eso es para ricos”, le espetó su padre. Pero él lo consiguió gracias a las ayudas del Estado, y abrió su vida a un mundo que ya en el ámbito laboral le llevó a vivir experiencias intensas en destinos importantes: guerra civil en El Salvador (1981-1983), toque de queda nada más llegar a Argelia (1991-1993), y cinco presidentes en once días cuando aterrizó en Argentina (1998-2002). Ese es Edmundo: un diplomático con experiencia, pero sin las formas ni el arrojo propio de los políticos. “Edmundo no sabe mentir”, dicen los que lo conocen bien, y eso en la política del siglo XXI puede ser un problema.

Su relación con la política es tardía, pero no nueva. Ya en 2013 fue el representante internacional de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la coalición que se vio obligado a presidir hace unos meses ante la persecución del régimen de Maduro a la candidata natural, María Corina. “Lo sacan del banquillo y mete gol”, explican desde su entorno en símil futbolístico para resaltar la importancia de la victoria electoral. Su gran éxito en esta faceta, que lo es también de Machado, ha sido conseguir atraer el entusiasmo social que había concitado ella. “El trasvase ha sido impresionante”, afirman no sin sorpresa en la oposición venezolana, donde la figura política es sin duda María Corina: “Se la puede comparar con Chávez: él manejó el odio y la división, ella el amor y la esperanza, pero ambos dominan los sentimientos”. Y otra idea: “El hecho de que sea mujer la ha beneficiado, porque el régimen la subestimó”.

Una vez celebradas las elecciones, irrumpieron las dudas sobre si ese perfil tan alejado de la política era el adecuado para asumir el 10 de enero del año que viene la Presidencia de la República de Venezuela.

“¿Tiene un plan Edmundo González?”, inquiere ABC a los que le acompañan día a día.

“Sí”, responden: “Una oferta para una transición ordenada. María Corina lo ha dicho con claridad: ofrecer \’garantías razonables\'”.

¿Cómo? Demostrando que este es un problema que trasciende a la ideología: la derrota de Maduro ha unido a Gabriel Boric y a Javier Milei en América o a Giorgia Meloni o Emanuel Macron en Europa, incluso el Foro de Puebla no lo respalda, como prueba la posición adoptada por Lula da Silva.

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