Resaltar que estamos viviendo unas de las horas más oscura de nuestra historia reciente, sería aceptar que, la para nada sorprendente actitud del gobierno, ensombreciese la luminosa jornada del pasado domingo 28 de julio, en la que los venezolanos, de una manera rotunda y sin precedentes, demostramos, con nuestra actitud y nuestro voto, el inmenso deseo de cambio que nos embarga.
Cambio que para poderse concretar demanda el reemplazo del gobierno actual, por ser freno a todo progreso, insensible ante los padecimientos de la gente, ciego al rechazo que notablemente producen, inclusive en los que antes los apoyaron y sordo al clamor que hoy les dice que tienen que darle paso a otra opción que conduzca al país hacia un futuro muy diferente.
Esa otra opción, encabezada por Edmundo González Urrutia, acompañada por todas las fuerzas democráticas, partidistas y no, obtuvo el respaldo claro, contundente y probado a través de las actas de votación, de todos los que, hastiados de la situación que vivimos hace ya demasiados años, expresamos, con una actitud alegre, sosegada, respetuosa y pacífica, que Venezuela quiere vivir de forma diferente, sin dádivas, con reconocimiento justo a los trabajos que realizamos, en un ambiente de libertad que incluya espacios para el disfrute de lo que a cada quien le parezca que vale la pena, respetando a los demás, sin dejar de exigir lo que merecemos a cambio de lo que aportamos a la vida en común.
Desconocer esta realidad, como pretenden los que detentan el poder, ha generado una inmensa reacción de rechazo de parte de los que sentimos vulnerados nuestra legitima voluntad, acompañados por el respaldo de las democracias mundiales, reacción que debemos mantener dentro de los cauces pacíficos, pero no por ello menos contundentes, utilizando las prerrogativas constitucionales que nos asisten.
En consecuencia, exigimos, en primer lugar, a los que han recibido las armas de la república, no volverlas contra la gente, como ya está ocurriendo en algunos escenarios, y por el contrario ponerlas al servicio de quienes se las confiamos, respaldando nuestra decisión electoral, de la que fueron testigos y que por otro lado ustedes y sus familias comparten. Recuerden que al final, los que ordenan reprimir huyen y los únicos responsables pasan a ser los que obedecen ciegamente.
Las autoridades nacionales y locales deben reflexionar y decidir de qué lado de la historia quieren estar; con la legalidad o con el arrebato de derechos. Hay un futuro y el desempaño de hoy se verá inevitablemente reflejado en el transcurrir de nuestras vidas.
A los gobiernos democráticos del mundo, y particularmente a nuestros vecinos, les agradecemos el continuar apoyándonos y presionando por el respeto a la decisión que tomamos. Su respaldo acompaña al esfuerzo del pueblo venezolano y ayuda a que su justo reclamo pueda ser finalmente satisfecho.
Adicionalmente recomendamos a nuestros empleadores que reconozcan lo difícil del momento y que privilegien el sentimiento de la gente sobre cualquier otro interés.
Finalmente, todos nosotros, los que votamos el 28 de julio, debemos ratificar que lo que perseguimos lo hacemos en paz y con absoluto apego a los derechos que nos confieren las leyes. Con esa seguridad, tenemos que seguir dando nuestro mayor esfuerzo, cada quién de acuerdo con sus realidades, convencidos de que la justicia nos asiste y que esta se impondrá sobre los que intentan arrebatarnos nuestro sueño de que un país distinto y mejor para TODOS es ineludiblemente posible.