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Laureano Márquez

El Nacional

Laureano Márquez

Ningún periódico como El Nacional ha calado tanto, con perdón de la cacofonía, en el alma nacional de Venezuela. Desde su fundación en 1943 por Henrique Otero Vizcarrondo, este diario se convirtió en emblema del periodismo libre, no solo por su prestigio en el quehacer noticioso e informativo, sino también por ser referencia cultural del periodismo venezolano bajo la conducción de una figura destacada de nuestras letras: Miguel Otero Silva. En las páginas de El Nacional encontraron espacio los mejores representantes del pensamiento y la literatura, tanto de Venezuela como del resto del mundo, y, muy especialmente, los intelectuales latinoamericanos, tantas veces perseguidos e impedidos de publicar en sus respectivos países a causa de las atroces dictaduras que en ellos se padecían. El Nacional era insignia del pensamiento progresista en aquellos lejanos tiempos en los cuales en este latía un auténtico espíritu renovador.

Para quien esto escribe, El Nacional ha formado parte de su vida de la temprana juventud. Crecí en Maracay, hijo de agricultores canarios inmigrantes, dedicados al mayoreo de víveres y frutas importadas. En mi casa, pues, la cultura no formaba parte de nuestra cotidianidad. Ello incluía la ausencia de la prensa diaria. En La calle Páez de Maracay, entre López Aveledo y 5 de Julio, donde transcurrió mi infancia y adolescencia, estábamos rodeados de establecimientos comerciales. Uno de ellos era la Mueblería La Rosa. Por circunstancias de la vida y ante la muerte de su padre, se vio obligado a estar al frente de ella Luis Blanco, entonces recién graduado en Sociología en la UCV. Siempre que pasaba por frente a su mueblería haciendo con mi carretilla los repartos del negocio de mi padre, Luis me detenía e iniciaba conversaciones de naturaleza cultural e intelectual, de temas que yo desconocía. Me preguntaba si había leído a tal o cual articulista, si había oído hablar de un tal Marxienyel. Me regaló un diccionario de filosofía que aún hoy me acompaña. En fin, con sus pláticas Luis iba haciéndome tomar consciencia de la dimensión de mi ignorancia. Creo que él necesitaba con urgencia un interlocutor y quizá vio en mí inquietudes y condiciones –que seguramente yo mismo no alcanzaba a ver– para serlo (es demasiado estimulante cuando alguien es capaz de ver en ti la potencia aristotélica que tú no has visto, que de eso se trata ser un buen maestro). Recuerdo que una vez me dijo muy serio:

–Chico, tú tienes que comprar y leer El Nacional todos los días. Si, sí, claro, es fundamental.

Me explicó la importancia de la lectura del periódico para mi vida intelectual y especialmente lo que significaba El Nacional. Fue entonces cuando comencé a comprarlo en el kiosco de periódicos ubicado frente a la bomba del cruce de la Páez con la Sucre. Especialmente los domingos. En mi casa la lectura del periódico era considerada como un acto de holgazanería de quien no tenia nada mejor que hacer. Entonces lo leía clandestinamente, escondido de la mirada escrutadora de mi papá que cuando me veía leyendo me decía:

–¡Ah! ¿no estás haciendo nada?, ya te voy a buscar trabajo.

Es curioso, porque una de las viejas fotos que de él guardo es justamente leyendo El Nacional. Bueno, para hacerles el “cuento colto”, como dicen los cubanos. Pasaron los años, siempre leyendo este maravilloso diario que, además, los domingos traía un extraordinario Papel Literario; una vez al año, ediciones aniversarias gigantescas; artículos de la gente que había que leer, para luego comentar al día siguiente al inicio de cada mañana que comenzaba con un «¿leíste el artículo de…?». Especialmente en nuestros tiempos universitarios, siempre atentos a las opiniones de la gente que alimentaba la nuestra.

Un día Claudio Nazoa y yo, recién comenzada nuestra indestructible amistad, fuimos a la vieja sede de El Nacional de Puente Nuevo a Puerto Escondido, porque nosotros queríamos escribir allí. Hablamos con Argenis Martínez, recuerdo. Él amable, receptivo, nos dijo que comenzáramos escribiendo cartas. Y así fue, luego comenzamos a escribir artículos de vez en cuando, luego vino la página de humor y el inolvidable Pablo Brassesco, el premio al mejor artículo de humor en 1983 y finalmente, la consagración de la primavera: junto al amado maestro Pedro León Zapata, Mara, Claudio y quien suscribe, alcanzamos la gloria de Bernini humorística: la publicación de una página en El Nacional, que llevaba por título «El librepensador». Y lo dejo ya hasta aquí porque me están entrando muchas ganas de llorar.

Solo decir que el atraco y secuestro –tan propio de los tiempos delictivos que se viven– de que ha sido víctima la sede de El Nacional, no puede dejarnos indiferentes. Forma parte de ese anhelo, tan propio del poder arbitrario a lo largo de nuestra historia, de silenciar la opinión disidente, el pensamiento libre, el espíritu crítico y en definitiva, la libertad. Esos principios que a veces suenan como ideas remotas y cuya importancia se valora de manera particular cuando han sido conculcados, como es el caso de la Venezuela de hoy.

Porque este oficio se lo debo a El Nacional, pero sobre todo porque soy venezolano, elevo, de la manera más contundente, mi protesta por esta nueva agresión a la libertad de la que hoy somos víctima todos los ciudadanos de Venezuela, incluidos los que odian a El Nacional, aunque ellos mismos, en su ignorancia, no alcancen a comprenderlo.

Historia de Maracay. I

Laureano Márquez

La casona colonial de la hacienda Las Delicias, ubicada a siete kilómetros al norte de la ciudad de Maracay, en un entorno campestre sometido a la brisa suave que se desliza desde la cordillera de la costa, era la propiedad favorita de las tantas que había acumulado el general Juan Vicente Gómez en los últimos años. Poco a poco la fue convirtiendo en un zoológico público, con animales emblemáticos del país y algunos más traídos de otras latitudes, gracias a generosos regalos de gobernantes extranjeros.

Esa hacienda era el verdadero centro del poder del país, la capital y el Palacio de Miraflores, habían pasado a un segundo plano. Maracay, antes de que él metiera al país en cintura, era un pueblo grande de vaqueras y añil, no mucho mayor que el que había visitado Humboldt algo más de un siglo atrás, pero estratégicamente ubicado en el corazón del país y en el de «El Benemérito», que así llamaban a Gómez, como si fuera su nombre de pila. Con esmero la había convertido en una ciudad pujante, apoyado en los generosos ingresos que producía la reciente aparición del petróleo.

La elevó a capital del estado, llenándola de obras públicas que la prestigiaban. Entre ellas, un teatro, el Ateneo, al que encontró pequeño el día de su inauguración y plantó reclamo al arquitecto en el instante: «yo no mandé a hacer un teatro solamente para mi familia». Dispuso entonces la construcción de uno nuevo de mayor tamaño, el cual quedará inconcluso a su muerte, siendo primero una gallera y luego un estacionamiento público, hasta que cuarenta años más tarde, por fin, abrió sus puertas el Teatro de la ópera, en tiempos del primer gobierno del Dr. Caldera.

También tenía Maracay, gracias a él, una bella plaza de toros –la que hoy día se conoce como Maestranza César Girón– que copiaba la de Sevilla y en la que siempre se le brindaban toros al general cuando este asistía a las corridas.

Dispuso, además, la construcción de un aeródromo –hoy museo aeronáutico– que sirviera como escuela a la incipiente aviación militar. En él aterrizó Lindbergh con su famoso Spirit of St. Louis y Gómez al recibirle comentó a su hijo: «parece buena gente».

Mandó a edificar igualmente un hospital y un majestuoso hotel, demasiado grande para tan pequeña ciudad: el Hotel Jardín, donde Gardel, en una de sus últimas presentaciones antes de su trágica muerte, cantó para el general el tango «pobre gallo bataraz». Ese día, hubo sobresalto entre público, incluso algunos expresaron en voz baja sus temores de que metieran preso al Morocho del Abasto por el atrevimiento cuando él arrancó a cantar:

“Pobre gallo bataraz,

se te está abriendo el pellejo.

Ya ni pa’ dar un consejo,

como dicen, te encontrás,

porque estás enclenque y viejo,

¡pobre gallo bataraz!”

Un silencio expectante congeló los asistentes en el gran salón del hotel. El anciano presidente sonrió y todos le siguieron aliviados. «Estuvimos a ñinguita de una guerra con la Argentina», comentó con discreción, algún bromista. El general le regaló al Zorzal Criollo diez mil bolívares de plata, que Gardel dejó – en gesto que denota su nobleza– a los exiliados de la dictadura a su paso por Curazao.

Pero lo que más había levantado el anciano dictador en Maracay eran cuarteles, muchos cuarteles. Para acabar con las montoneras y guerras civiles en las que se había desangrado el país desde la Independencia, era esencial la creación de un ejército nacional.

Él lo había logrado y ese ejército lo apuntalaba. Estaba dirigido por un militar brillante: Eleazar López Contreras, general de tres soles.

Humorista y politólogo, egresado de la UCV.

TalCual

6 de mayo 2021

https://talcualdigital.com/historias-de-maracay-por-laureano-marquez/

Las siete palabras

Laureano Márquez

Este escrito se publicó hace algún tiempo, pero así como la Semana Santa vuelve cada año, quiero renovar lo que dije en aquella oportunidad en relación con las últimas palabras de Jesús en la cruz, como manera de meditar en los dolores que padecemos y la resurrección que anhelamos para Venezuela.

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»… no lo saben, no alcanzan a imaginar las dimensiones y alcance de su daño y eso es ignorancia; que nunca el odio nos guíe, ni la venganza.

«Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso»… el paraíso del ciudadano es la libertad, la justicia y la democracia. Sé, Padre, que veremos ese paraíso, construido con cada acción de esperanza que brota de nuestros corazones y con la bondadosa inteligencia de nuestra juventud.

«Mujer, ahí tienes a tu hijo»… transitando las calles de Venezuela, recibiendo azotes, crucificado cada día por los centuriones de las lacrimógenas. Siéntete orgullosa, madre, de este tu hijo, porque de las ideas que tú sembraste en él, del amor en que le formaste, de la libertad con que se alimentó en tu vientre, habrá de nacer la nueva Venezuela.

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»… Señor: a veces me invade la angustia de que esta pesadilla no tiene final, de que el malvado se sale con la suya, pero recibimos de ti maravillosos dones, entiendo que no nos has abandonado nunca. El trabajo tuyo ya lo hiciste —y maravillosamente bien—: ayúdame a ser tu aliado para amasarme a mí mismo como un hombre nuevo, creador también, a tu imagen, de la patria que sueño.

«Tengo sed»… y tanta, Padre. Tengo sed de democracia y libertad. Tengo sed de inteligencia, trabajo y honestidad como valores. Tengo sed de vida, de seguridad, de justicia social. Tengo sed de esperanza y de futuro.

«Todo está consumado»…la maldad en nuestra tierra se consumó más allá de los límites que podíamos imaginar, nos han pretendido destruir moralmente, pero sé que las reservas de bondad e inteligencia son nuestra verdadera riqueza. Hemos descendido a los infiernos, pero estoy convencido de que resucitaremos.

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu»… cada día en Venezuela, Padre, es una apuesta a la vida. Encomiendo en tus manos mi espíritu, para que sea de libertad y justicia, para que aprenda bien esta dura lección y pueda transitar por llanos bondadosos, sumergirme en cálidas playas de transparencia, contemplar altas cumbres de abundancia y cruzar generosos ríos de justicia y libertad, para llegar -por fin- a la tierra prometida.

@laureanomar

El señorío de la Cota 905

Laureano Márquez

Venezuela marcha, sin duda, como Europa luego de las invasiones bárbaras, hacia una nueva forma política: el feudalismo malandro. Se van perfilando los pequeños reinos que constituye el delito, no solo en el sur del país donde la guerrilla y los narcos ya cuentan con vastos dominios, sino también en la propia capital. Se dice que la caída de Roma no fue una ruptura traumática sino más bien una transformación gradual, hasta que poco a poco los ciudadanos fueron cayendo en cuenta de que el Imperio ya había desaparecido. La destitución del último emperador de Occidente fue una especie de formalidad, algo así como que los bárbaros dijeron: «Ese Rómulo Augústulo ¿qué dice? Mira, chamo, si nos fuéranos dao de cuenta que tú estabas aquí, te fuéranos quebrao antes, así que pírate de una». Claro, todo esto dicho en perfecto latín.

Esta transición feudal que vivimos de una forma política malandra a otra, donde ya el poder no se concentra en uno sino en muchos, va creando sus propias reglas.

Los señores feudales organizan su propio ejército y muy bien armado. Crean su propia corte malandra y si le brindan algún apoyo a un poder central —que termina siendo más simbólico que real— es bajo la vieja fórmula: «Nos, que valemos tanto como vos, y juntos más que vos, os hacemos señor entre iguales». Iremos viendo, poco a poco, complejas formas de vasallaje entre bandas armadas y quien quita que con su propio ceremonial. Alianzas estratégicas entre ellas para mantener su fuerza y ocasionales vínculos con el poder central al que se reconoce formalmente, siempre y cuando este respete el poder del pran sobre su feudo. De hecho, el control hamponil sobre sus señoríos es total, tómese debida nota de que allí no entran esos ejércitos a los que no les falta valor para arremeter en contra de estudiantes desarmados, pero a los que, ni por asomo, se les ocurre plantar cara a otros ejércitos, tan poderosos e inescrupulosos como ellos o incluso más.

Así como el señor feudal tenía derechos sobre todo lo que estaba bajo su dominio, el señor malandro controlará su zona, obtendrá los beneficios de los que en ella trabajen, que terminan convertidos en siervos en una relación de vasallaje. De hecho, podríamos decir que el pranato, que es el territorio bajo el dominio del pran, equivale a lo que en la Edad Media fueron los ducados, condados o marquesados.

El pran tiene derecho a administrar “justicia” en su feudo, a cobrar impuestos de atraco, a secuestrar siervos, a disponer de sus vidas, a imponer las leyes que él considere convenientes y a conquistar otros territorios con su ejército montado en caballos de hierro.

Esta forma política, como sucedió con el feudalismo medieval, irá generando sus propias manifestaciones en el arte y la cultura. Quizá no veamos castillos, pero sí, seguramente, mansiones amuralladas en la Cota 905 de estilo «estrangótico». Una nueva literatura también, tal vez «el rap del mío Coqui», donde se relaten sus hazañas, cantadas por los robadores, perdón quise decir los trovadores. En la pintura predominarán los frescos, de grafiti, claro.

Con el colapso del sistema eléctrico, sí que se podrá catalogar con propiedad a este período de oscurantismo. Puede que algún día nuestra historiografía contemple una edad denominada «la larga noche del chavismo». Pero como toda aberración histórica, terminará siendo solo un mal recuerdo. Así que, en estos tiempos, lo que hay que hacer es prepararse para el renacimiento y evitar en lo posible que el señor pran te baje de la mula.

Twitter: @laureanomar

#UnFondoPorVenezuela

Laureano Márquez

Aquellos que llegaron al poder con la promesa de librarnos de las “cúpulas podridas” se chorearon —para decirlo a la manera criolla— cerca de 300.000 millones de dólares. Escrito con todos sus ceros sería (espero escribirlo bien): 300.000.000.000,00 de dólares. ¿Que de dónde saco esta cifra? Buena pregunta. Son las estimaciones de Héctor Navarro y Jorge Giordani, ambos exministros de Chávez. Sin embargo, otro exministro, Rafael Ramírez, habla de un desfalco de 210.000.000.000,00 de dólares. (sin incluir –naturalmente– los 11.000.000.000,00 de dólares que la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional le atribuye a él). Es decir, que por este lado serían 221 millones de dólares. Suma y sigue.

Más allá de las propias estimaciones que ofrecen las autoridades anteriores del régimen, se ha investigado el tema en Venezuela con el Corruptómetro, una herramienta interactiva de datos verificados desarrollada por Transparencia Venezuela, la plataforma Connectas y la Alianza Rebelde Investiga (ARI) formada por Runrun.es, El Pitazo y TalCual.

El Corruptómetro, como trabaja con hechos absolutamente comprobables, ofrece cifras mucho más conservadoras que los propios chavistas: entre 1999 y 2020 se identifican 236 casos, pero solo se conocen las cifras de lo choreado en 114 de ellos.

Estamos hablando de 52.098.420.753,00 dólares (no hay información de céntimos). Para brindar una mejor comprensión de esta cantidad, aunque con la inflación reinante ya uno maneja con facilidad cantidades de hasta 20 ceros, mejor descomponemos la cifra en el máximo común múltiplo educativo: con esa cantidad se podrían construir 194.000 escuelas de educación básica. Sacando la raíz cuadrada sanitaria: se habrían podido construir 593 hospitales tipo 4. Por último, elevando la cifra a la potencia eléctrica: 21 represas hidroeléctricas como la de Caruachi.

Dicho esto, surge la pregunta que hace ya tanto tiempo hizo el Dr. Luis Herrera Campíns: “¿Dónde están los reales?”. En distintos lugares, pero, buena parte de ellos, se encuentran en Estados Unidos.

Surge entonces una nueva interrogante: ¿por qué una gente robolucionaria, que detesta al imperialismo que representan los norteamericanos, guarda allí los fondos producto de su rapiña? La respuesta tiene varias facetas: i) los que hunden la economía de un país, destruyendo sus reglas y violando el ordenamiento jurídico que le sirve de base, buscan para sus fondos sustraídos exactamente lo contrario: una economía segura, estable y con garantías de que sus bienes no sean expropiados por el capricho de un tirano; ii) los que acaban con la seguridad personal de un país, demoliendo su sanidad pública y su sistema educativo, guardan los capitales birlados en un país en el que su familia pueda gozar de la seguridad personal, la salud y la educación que ellos han arrebatado a sus conciudadanos (por ello no llevan su dinero a Cuba, Irán o Turquía) y iii) los constructores de dictaduras, prefieren vivir con sus dineros robados en sociedades libres y democráticas, donde puedan disfrutar, a la hora de las chiquitas, de respeto a sus derechos humanos, de cárceles seguras, si fuera el caso y de posibilidades de negociar con las autoridades.

Una última pregunta que ya los lectores se estarán haciendo: ¿es posible recuperar la totalidad o parte de esos fondos? La respuesta es sí. Afortunadamente, el hecho de que esta gente haya escogido un país serio con leyes y Estado de Derecho para esconder su botín, favorece de alguna manera a la colectividad venezolana.

Para conseguirlo, es menester la presión ciudadana a objeto de que los dineros incautados por Estados Unidos a los corruptos venezolanos vayan a algún fondo protegido de acreedores para su rescate cuando retornemos a la democracia y que haya una lista pública de dichos bienes para el escrutinio colectivo.

En las próximas semanas se estará haciendo una campaña #UnFondoPorVenezuela para invitar a los venezolanos residentes en Estados Unidos a contactar a los representantes legislativos de sus lugares de residencia y hacerles la petición para la creación del citado fondo, así que oído al tambor.

La cuña blindada

Laureano Márquez

Entre los millones de cosas que le llegan a uno al teléfono para ayudarnos a no perder tanto tiempo leyendo libros, me enviaron la famosa cuña de la camioneta blindada. Lo tomé como una parodia de la corrupción y el mal gusto. Parecía una crítica mal lograda a la “enchufocracia” reinante. “Se podía haber dicho más”, pensé. Sin embargo, inocente uno, resulta que se trata de una cuña completamente en serio. El sabio Mevlana decía: “se visto cómo eres o sé cómo eres visto”. Aquí parece que a mucha gente ya no le importa ser vista como es, en todo el esplendor de esa terrible tragedia que ha traído el “socialismo” a Venezuela: la corrupción, la riqueza fácil y la ostentación grotesca de todo ello.

“Mi patrón, me la dio mi papá” (se refiere a la camioneta), comienza con una toma aérea de aproximación al lugar de blindaje al que supone uno, un hijito de papá, que lleva su camioneta a blindar. Me vino a la memoria una oportunidad en que fuimos a trabajar, Claudio Nazoa y quien suscribe, a Lechería en un hotel importante que tiene una marina. Desde la baranda de un yate con no menos 15 camarotes, un hijo de un enchufado nos reclamó nuestras críticas a una “revolución” que defiende al pueblo y preguntó –además– si nosotros estábamos pagados por Carlos Andrés Pérez. La escena era tan surrealista que parecía una broma. Resultaba increíble que desde ese gigantesco y lujoso cuasi Titanic, alguien estuviese defendiendo al pueblo. Pero resultó que la pregunta era en serio, formulada desde un yate por causa del cual, seguramente, muchas personas eran mucho más pobres.

“Marico, sobrepase el nivel, estoy en otro level” sigue la cuña. En Venezuela no es difícil sobrepasar el nivel si tienes la conexión adecuada. El nuevorriquismo, que pasa del subsuelo al nivel multimillonario, necesita exhibir su riqueza. “Papito en alta siembra, billete pa’ tirar pa’ arriba”. Seguramente esa “alta siembra” no es en el campo venezolano, quebrado por otras siembras a las que les conviene su destrucción.

“Papi me dijo: ‘hijo blíndala’ por algo será, tiene demasiado billete”. Luego va al lado del copiloto y abre la puerta y se baja una hermosa dama. “Me traje a una”, no completa la frase, no es menester. La dama pregunta luego que aparte de la camioneta, qué más va a blindar y él responde: “tú sabes, bebé, el juguetico”, señalando sus partes íntimas, suyas de él. “Soy un banco andante y quiero algo donde pueda meter efectivo”. Entonces le muestran una caja fuerte que va en la maleta de la camioneta.

La cuña en general es reveladora de este hombre nuevo, mal educado, sin escrúpulos, machista y criminal que ha producido esta tragedia política que agobia a nuestro país. Frente a esta muestra descarada de lo peor de este tiempo, tenemos que enaltecer y refugiarnos en nuestro lado luminoso.

No olvidar nunca que Venezuela es una tierra de gente talentosa, honesta, trabajadora y buena, con mentes cultivadas, poetas y escritores de renombre, músicos eminentes, maestros abnegados, médicos comprometidos, en fin, demasiada gente que mantiene nuestra esperanza blindada.

Twitter: @laureanomar

A propósito de Güiria

Laureano Márquez

Termina un año. Termina la segunda década del siglo XXI. Quizá los que nos precedieron, los soñadores de utopías imaginaron que para este tiempo la humanidad habría encontrado camino de justicia, equilibrio y libertad. Los venezolanos concluimos este año con la dura noticia de lo acontecido a nuestros paisanos en Güiria. No solo en las cárceles venezolanas se tortura, la vida en nuestra tierra se ha vuelto una tortura en sí misma de la que la gente huye poniendo en riesgo su vida.

Mientras el régimen venezolano persista, la gente preferirá el peligro de una eventual muerte, a la espera de la que le viene segura. Pienso en Güiria, la nuestra y tantas otras «güirias» en distintos lugares del planeta. Avanzado el siglo, la humanidad sigue huyendo de sí misma, como era en el principio.

El fin de año nos convoca a pensar el tiempo, nuestro tiempo, el tiempo todo del que formamos parte. Somos entre todos los animales que tuvieron la suerte de existir en este planeta, los únicos capaces de pensar y comunicar nuestros pensamientos. Detrás de estas líneas, que usted sin dificultad lee e interpreta, querido lector, hay miles de años de trayectoria: las pinturas rupestres, petroglifos, lenguas indoeuropeas, migraciones, la escritura cuneiforme, fenicios, griegos, romanos, navegantes, religiones.

Para el perro amable que mueve la cola a nuestro lado y que muestra una inteligencia que nos asombra, no existe el mundo, ni Dios como idea, ni la muerte como línea final de la existencia, ni el sistema solar, ni la luna y aunque también le afecten las cosas del universo, no hay ningún concepto en él.

Nuestro entendimiento ha constituido una cosmovisión del mundo, que a partir de principios que nos resultan hoy lejanos, ha ido edificando ideas complejas como justicia, libertad, derecho, democracia. Ideas para desplazarnos, comunicarnos, almacenar nuestros conocimientos, difundirlos, ideas para curar nuestras enfermedades, para alimentarnos mejor, para vivir más.

Sin embargo, concluye el 2020 y el hombre sigue huyendo del hombre, que es su principal amenaza. Si uno se detiene a pensar y evoca el viejo intelectualismo ético de los antiguos griegos, no logra comprender por qué a estas alturas no hemos alcanzado la sabiduría para construir sistemas económicos equilibrados, regímenes políticos democráticos y honestos, ciudadanos formados para vivir la libertad y el bien.

Vuelvo a Güiria, me pongo en la piel de mis paisanos, pienso en el desespero que les movió a tomar el riesgo de la muerte para partir, además, a un país cuyo régimen nos aborrece y remata a nuestra gente. Voy más allá: el mediterráneo, las costas de África, la frontera norte de México, Siria, Etiopía y tantos otros lugares en los cuales, como un preso que huye de una torturante prisión, la gente prefiere tomar el riesgo de morir en el escape antes de continuar con una existencia inviable.

El hombre huye del hombre. Huye de regímenes políticos tiránicos y corruptos y de la pobreza agobiante. Es oxímoron: la pobreza produce regímenes tiránicos que producen más pobreza que produce más tiranía. De esto huye la gente, de esto nace un negocio.

El ser humano, como ha hecho toda la vida, busca un lugar donde vivir mejor, donde alimentarse y existir en paz. En África apareció el hombre que luego migró a Europa. El hombre hace lo que ha hecho durante miles de años

¿Cómo revertir esta desigualdad? ¿Cómo lograr una humanidad más equilibrada política y económicamente? Mientras la tiranía y su correlato económico que es la pobreza, sigan perpetuándose, el ser humano tratará de escapar, cueste lo que cueste. Parece que nuestro desarrollo tecnológico como especie no va a la par de nuestro desarrollo espiritual: los teléfonos celulares llegan a todos los rincones del planeta, pero no las ideas de justicia y libertad. Todos bailamos al ritmo de Jerusalema, una canción que viene de África, sin saber que su letra –como quien traza un rumbo– dice: “Jerusalén es mi casa, sálvame y camina conmigo, no me dejes aquí”.

Quizá la humanidad tenga que aprender a bailar una mejor coreografía de justicia y libertad, comenzar a salvarnos unos a otros y caminar juntos a esa evocadora Jerusalén espiritual cuyo nombre significa “ciudad de la paz”, aunque la terrena no la haya conocido nunca. Probablemente tengamos que abocarnos a la astronomía interior, quizá nuestro prójimo proyecto tendría que ser llegar amarte.

Que Dios nos acompañe este 2021.

Twitter: @laureanomar

Black Friday

Laureano Márquez

Eso de que el término black friday tiene su origen en el día que destinaban para la venta de los esclavos en Estados Unidos es una mentira del tamaño de la constitución venezolana. La realidad es que la venta de esclavos en los tiempos de tan inhumana práctica en la potencia del norte, se producía de lunes a lunes, bueno, quizá se interrumpía el domingo para acudir a la iglesia.

Realmente se trata de un invento capitalista para vender más, como resulta lógico, dentro de la lógica del capital. Claro que produce un efecto perverso que es la exacerbación del consumismo. La gente se lanza a la cacería de algunas cosas que necesita, pero sobre todo de aquello que no le hace falta. Los noticieros nos muestran imágenes de multitudes abalanzándose sobre las tiendas que, sin la explicación debida, podrían hacernos creer que se trata de saqueos.

Aunque la práctica en estos tiempos ya es global, no encuentra mayor eco en nuestro país, donde toda costumbre del norte tiene su asiento. Seguramente porque nosotros asociamos la expresión “viernes negro” al lamentable día (viernes 18 de febrero de 1983) en que el bolívar entró en un proceso de devaluación que, no solo no concluye sino que no ha hecho sino acelerar a fondo en los últimos tiempos, sin pararle mucho a la escasez de gasolina.

Antes de la fecha mencionada, para nosotros todos los días eran viernes negro de ofertas, de allí sale, por ejemplo, aquel personaje que con tanto éxito recreó la Radio Rochela y que protagonizaba Martha Olivo (Malula) junto a Jorge Tuero, representando a esa clase media venezolana para la cual comprar en Miami era una ganga y la respuesta más común cuando los dependientes eran inquiridos por algún criollo sobre los precios de los productos, era la de: “¡Ta’barato, dame dos!”.

El bolívar llegó a ser, en ese tiempo pasado del que el chavismo se asume a sí mismo como superación, una de las monedas más estables del mundo. Algunos norteamericanos, en vez de gastarlo todo en el “black friday” solían ahorrar en bolívares por la confianza que el signo monetario despertaba.

Durante el régimen que nos agobia, con los ocho ceros que le han arrebatado al bolívar, nuestra devaluación entre 1999 y el 2020 es de tal magnitud que publicar la cifra resultaría demasiado grosero y aquí nos regimos por las normas de la decencia (la verdad es que la cifra nos llevaría media página y demasiadas operaciones con muchos ceros).

Desde hace demasiados años, cada día es para los venezolanos un viernes negro en el sentido ruinoso del término, un anuncio de que el dinero tampoco hoy alcanzará para el mercado, de que el precio de los productos cabalga mientras la gente lo persigue a pie, de que es imposible vivir así. Sin embargo, somos un país de contradicciones: en medio de tanto dolor y sufrimiento, muchos continúan celebrando cada día un multimillonario black friday en el remate sin fin del destino nacional.

Twitter: @laureanomar

Corrupción espiritual

Laureano Márquez

¿Existe la “corrupción espiritual”? Sin duda. Es el mal que padece el actual régimen político venezolano desde su nacimiento. Recordemos algunas de las razones que motivaron el alzamiento militar del 4 de febrero de 1992:

1- “La gestión económica y política del presidente Pérez”. Argumentaban los golpistas que se trataba de un gobierno corrupto, que empobrecía a la población. Bueno, luego de 20 años de revolución, la pobreza extrema en Venezuela según cifras de la ONU y de Encovi, está alrededor del 80%. En cuanto a corrupción administrativa, según las investigaciones de “Transparencia Internacional”, Venezuela y Nicaragua, son los dos países más corruptos de América Latina. Si usted ve en el mapamundi la intensidad de los colores de los países por su corrupción, el nuestro aparece coloreado de rojo intenso, o quizá sea mejor decir de “rojo rojito”.

2- “Las políticas neoliberales implementadas en el país”. Chávez, contrario a las políticas neoliberales, propició la estatización de la economía, las expropiaciones y las importaciones en detrimento de la producción nacional. Luego de 20 años de revolución, el cambio del bolívar pasó de 64,03 por dólar en febrero de 1992 a 534, 379,95, ayer. Si mal no recuerdo, Chávez le quitó tres ceros a la moneda y Maduro cinco, de modo que estamos hablando de: 53.437.995.000.000,00 (creo que se lee: cincuenta y tres billones cuatrocientos treinta y siete mil novecientos noventa y cinco millones de bolívares, de los del año del golpe). Suena descabellado, así que no me hagan mucho caso y saquen sus propias cuentas (el hermano Isidro sabe que siempre fui malo en matemáticas).

El bolívar desapareció como moneda, Pdvsa dejó de producir petróleo y el país no tiene electricidad, gasolina, agua, ni gas y el régimen inicia el plan “leña adentro” asegurando que cocinar con leña y bañarse con totuma son lo máximo. Si esto no es liberalismo salvaje, que venga Dios y lo vea.

3- “El descontento de los sectores medios y bajos de las Fuerzas Armadas por los hechos de corrupción verificados en los altos mandos militares”. Creo que sobra cualquier comentario en este punto que no sea un: ¡ja, ja, ja, ja!

4- “La subordinación de las Fuerzas Armadas ante un liderazgo político que consideraban incapaz y corrupto”. Ya no hay subordinación alguna, ahora las Fuerzas Armadas son el liderazgo incapaz y corrupto.

5- “La utilización de las Fuerzas Armadas, en particular del Ejército y de la Guardia Nacional, en la represión del Caracazo”. Hoy nos resulta increíble que esta haya sido una de las razones del golpe. La cruel represión mostrada por el régimen queda claramente documentada en el informe de la ONU que da cuenta de las atroces violaciones a los derechos humanos que se cometen: ejecuciones extrajudiciales, torturas, detenciones ilegales, entre otras acciones que constituyen crímenes de lesa humanidad.

6- “El cuestionamiento a la posición sostenida por el presidente Pérez en las negociaciones relativas a la delimitación limítrofe con Colombia”. Este era uno de los argumentos de quien luego, en el gobierno, regaló el Esequibo y abrió la frontera a los guerrilleros.

El listado de las razones que motivaron el golpe febrero de 1992 es más largo, pero en cada punto en el que uno se adentre: “corrupción del poder judicial”, por ejemplo, lo que se encuentra es la total perversión de cuanta institución funcionaba o medio funcionaba en Venezuela.

Eso es, justamente, la «corrupción espiritual”, la negación total de los valores trascendentes del ser humano: justicia, solidaridad, respeto a la vida, honestidad, libertad. Es lo que hemos padecido en Venezuela en los últimos 21 años. Por eso, que el Tribunal Supremo de Justicia ratifique la condena a la jueza Afiuni por “corrupción espiritual”, un delito inexistente en la legislación venezolana, no deja de ser emblemático.

Si el TSJ fuese menos corrupto espiritualmente e hiciera justicia a su corrupción material, habría colocado en la sentencia: “condenamos a la jueza Afiuni porque a Chávez le salió del forro”. Eso habría sido mucho más decente.

10 de noviembre 2020

TalCual

https://talcualdigital.com/corrupcion-espiritual-por-laureano-marquez/

La madre de Nerón

Laureano Márquez

Sin alusiones personales, ni ánimo de evasión, esta semana queremos hablar de su madre (la de Nerón). Julia Vipsania Agripina, conocida popularmente Agripina “la menol” (hija de Agripina “la mayol”), madre de Nerón, se casó con apenas 13 años con el cónsul romano Enobarbo (“Eno”, entre los compañeros de farra). Para más señas, ella era hermana de Calígula, el emperador que nombró magistrado a un caballo. También era sobrina y esposa del emperador Claudio, el de: “¡historias non manducare, manducare ova!” (¡No coman cuentos, coman huevos!). Cuando Agripina quedó embarazada de Nerón (Lucio Domitio Claudio Nerón Germánico Nicolaus), su esposo dijo: “de la unión de Agripina y yo solo puede nacer un monstruo”. Y efectivamente, parece que el hombre era un visionario. Entre los hobbies de Agripina estaba el de coleccionar amantes y asesinar maridos, ambas cosas se le daban de lo mejor.

Ambiciosa a más no poder, hizo todo lo que pudo para convertir a Nerón en emperador. Dicen que unos astrólogos le dijeron que su pequeño sería rey, pero mataría a su madre, a lo que ella respondió: “Occidat, dum imperet”, es decir, que mate, pero que gobierne, lema que aun en la actualidad es usado para sustentar algunos regímenes políticos. Tenía notable influencia sobre su hijo, hasta que su nuera, Popea, le pidió a Nerón que la matara (ciertamente, muchas nueras lo desean, pero son pocas las que se atreven a pedirlo abiertamente). Un cónsul siciliano de apellido Corleone le asesoró diciéndole “trataremos de que parezca un accidente”.

Para asesinar a su madre Nerón decidió envenenarla, pero parece que la señora en cuestión se las traía y cargaba siempre con su antídoto marca ACME. Luego su hijo trató de matarla colocando planchas de plomo en el techo de su habitación para que este se cayera sobre ella mientras dormía, pero al parecer la señora tenía sueño más pesado que el plomo y ni se despertó. Cuando Nerón entró al cuarto en la mañana, ella salió corriendo cual gacela sin un rasguño. Luego la invitó a un paseo en su yate y que para reconciliarse. Pero el barco tenía un dispositivo para que se hundiera en alta mar, pero la señora regresó ¡a nado! a la orilla para asombro de Nerón que recibió una buena paliza, mientras a ella le dieron medalla de oro. Ya harto, Nerón decidió acusarla de conspiradora, golpista, terrorista, magnicida y agente del imperio y entonces la mandó primero detenida a una cárcel de Roma ubicada en la Roca Tarpeya y luego a ejecutar, parece que un día de las madres, para que fuese más despiadada la cosa. Ella le pidió al verdugo que le clavara la espada en el vientre, porque de allí había nacido semejante bestia, aunque de tal palo tal astilla, como suele decirse.

Cuentan que Nerón hasta su muerte tenía pesadillas con su madre, que se le aparecía por todos los rincones y le gritaba: “¡Soy Agripina, bip bip!”. Afirma Suertonio que Agripina, la madre de Nerón, fue recordada siempre, particularmente por los súbditos de éste. De allí la costumbre.

@laureanomar