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Asdrúbal Oliveros

Auge y naufragio de un país

Asdrúbal Oliveros

Cuando la revista SIC se fundó en 1937, Venezuela era un país agrícola de unos tres millones de habitantes que apenas empezaba a explotar el petróleo, construyendo las primeras vías que conectarían ciudades abismalmente separadas por llanos abarrotados de paludismo, y en el que la vasta mayoría de su población era iletrada. Y hoy, 85 años después, Venezuela parece haberse volteado en el camino de la modernidad para estrellarse una vez más con aquel país de caudillos.

Según un informe reciente de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), basándose en 16 mil pruebas en diecisiete estados y Caracas, alrededor del 60 % de los estudiantes reprobaron habilidad verbal y casi 70 % reprobó matemáticas. SIC, en el auge y naufragio del país, se ha mantenido como un faro.

Por ello, es importante resaltar su aporte a la vida económica del país. En los últimos ocho años, Venezuela experimentó una contracción económica que raras veces se ve en una nación que no esté en guerra. Por ello, actualmente –según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2022– alrededor de 80 % de los hogares venezolanos sufre de pobreza por ingresos. De hecho, según cálculos de Ecoanalítica, actualmente el venezolano promedio –representativo de un 80 % de la población– gana entre $100 y $300 dólares mensuales, aunque la canasta básica alimentaria esté alrededor de los $400 dólares. Y la desigualdad es abismal: a la par de países como Mozambique y Angola.

En este contexto de hecatombe económica, SIC ha sido una suerte de foro de discusión donde distintas voces se han encontrado para intercambiar, para discutir, para proponer y para evaluar diferentes modelos para la Venezuela del día después. En sus páginas se ha discutido sobre los impactos de una recuperación tibia y desigual, sobre las desastrosas políticas económicas del socialismo bolivariano, sobre el impacto de las sanciones sectoriales, los procesos casi siempre frustrados de reapertura o reinstitucionalización y los efectos de la crisis sobre un país deshumanizado.

Pero todas estas propuestas, estas distintas voces, han escrito desde la premisa fundamental de tener al ser humano como centro de la Doctrina Social de la Iglesia, que tanto recalca la dignidad del hombre. Bien dijo el papa Juan Pablo II en 1979 que “Cristo jamás aceptará que el hombre sea considerable únicamente como instrumento de producción”, recalcando que esto debía ser recordado tanto por el trabajador como por el patrón, la nación, el Estado, la empresa y el sistema económico.

Por supuesto, estas propuestas y visiones que se han discutido y evaluado en la revista SIC –por medio de su enfoque social– han buscado modelos, o una óptica, que sean viables para Venezuela, donde en incontables ocasiones se discuten propuestas que no tienen viabilidad o no son posibles de ser aplicadas aquí; recetas copiadas de otras latitudes que ignoran la idiosincrasia, la estructura institucional o el momento histórico que atraviesa nuestro país. El petróleo en Noruega, por ejemplo, ha dado resultados considerablemente diferentes a los de Venezuela por el hecho que la burocracia del Estado nórdico antecede la explotación de sus primeros pozos: nuestro Estado, nuestra burocracia, parece en cambio pescado del Barroso II. Las propuestas que no tomen en cuenta nuestras variables culturales, o nuestra historia institucional y cultura política –que a veces asemeja más un petro-Estado de Medio Oriente o África que una nación sudamericana– terminarán en el cementerio de los modelos políticos que no aguantaron el calor de nuestro trópico.

Por ello, es importante que las propuestas discutidas sean viables, sean sostenibles en el tiempo, sean realistas y sean realizables. Y allí SIC, al dar espacio a muchas voces, tiene muchísimo que contribuir. Aunque la liberalización de la economía y la reducción del rol del Estado es fundamental para una recuperación sostenida e importante de Venezuela y el desarrollo humano de su gente, cualquier modelo económico que se aplique aquí tiene que partir del hecho que somos un país con una mayoría pobre.

Según la última Encovi, la tasa de pobreza de ingresos cubre a 81,5 % de los hogares venezolanos (la extrema llega a 53,3 %). La tasa de pobreza multidimensional cubre 50,5 % de los hogares venezolanos. Y aunque la tasa va decreciendo, poco menos de 80 % de los hogares venezolanos reporta algún índice de inseguridad alimenticia. De hecho, 13 % de los hogares pasó un día entero sin alimentarse y 33 % se quedó sin comida en algún punto. La gran mayoría de la población no está asegurada, según la misma Encovi, y más de 65 % de los hogares reporta no tener prestación de servicios de Internet según el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos: un país analógico, a pesar de lo que puedan sugerir las redes sociales.

La discusión sobre la política social activa de la revista SIC puede dar respuesta a estos retos en el día después: de forma rápida, pero con enfoque humanista, para que ese alto porcentaje de la población que no tiene forma de insertarse a los sectores productivos pueda hacerlo. Aunque la población económicamente activa ha aumentado hasta cubrir 56 % de los venezolanos en edad de laborar, el porcentaje sigue siendo bajo, sobre todo en zonas rurales.

Hoy la economía venezolana –en términos de productividad, es decir, de contribución al PIB por persona– es similar a la de Nicaragua y está por debajo de Honduras y Bolivia: en la retaguardia regional. De hecho, Venezuela apenas tiene algunos indicios de competitividad en los sectores de agricultura y exportación de hidrocarburos y minerales, una economía extractivista y de las menos complejas de América Latina.

Reinsertar la población en edad laboral, superando la pobreza social –por ejemplo, aquella desatada por el colapso del sistema educativo– es crucial para convertirnos en un país verdaderamente productivo. Un plan económico que no tome en consideración estos aspectos sociales será un plan suicida.

Bien insiste la Doctrina Social de la Iglesia, en la que se fundamenta la visión de esta revista, que la economía está al servicio del hombre y de su desarrollo integral: el hombre no es un instrumento al servicio de la producción y del lucro. En cambio, al gestor político le incumbe crear condiciones para que la población pueda tener acceso a un trabajo digno, a una vivienda, a la salud y a la educación. Será crucial tener esto presente en la recuperación de Venezuela. La meta no es meramente que existan centros comerciales lujosos, diez restaurantes por cuadra y conciertos cada noche, sino que la población venezolana pueda surgir de la pobreza, educar a sus hijos y acceder a la salud.

Otro aporte crucial que ha hecho la revista SIC es su actitud crítica a las políticas económicas a través de diferentes períodos. Por ejemplo, en los 90 fue un vocero crítico al llamado “modelo neoliberal”, pues la economía no puede perder el norte sobre las implicaciones que tiene sobre el ser humano. Aunque las reformas liberales eran necesarias, es crucial siempre tener un enfoque pragmático por las condiciones sociales previamente mencionadas. Hay que observar al pasado, y al presente, para entender por qué iniciativas de modernización económica –como el Gran Viraje o la Agenda Venezuela– fracasaron: para ver el campo de minas que puede ser la falta de sincronía entre la política y la economía.

Porque modernizar la economía implica no solo tener criterios técnicos, sino saber vender el modelo, sobre todo a los líderes políticos y de la opinión pública para que entiendan por qué deben aplicarse esas políticas y que den paso a negociaciones, discusiones y consensos. La liberalización de la economía es necesaria y Venezuela ha quedado rezagada en los modelos económicos: pero esta no debe imponerse, sino ser discutida por la sociedad misma. La imposición, sin vender el modelo o discutirlo, fue el talón de Aquiles de los llamados modelos “neoliberales”; o, en palabras de Juan Pablo II, “… el consiguiente dominio de las cosas sobre los hombres”.

Pero, además de esta lucha por mantener lo humano dentro de las economías liberales, la revista SIC también ha sido crítica al modelo híperestadista e híperregulador que siguió a los experimentos “neoliberales”. La crítica cambia, se hace apta e importante para la contemporaneidad, y entiende los cambios en el espíritu de los tiempos, a los que se adapta la crítica de la revista.

Bien decía Juan Pablo II, en su Centesimus Annus de 1991, que el capitalismo como sistema vencedor era algo positivo si se entendía como “…un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector humano de la economía”. Las críticas contemporáneas de la revista, y cualquier visión económica que deba desarrollarse a futuro, deben conectarse a esta visión y empujar por la “economía de mercado” o “economía libre” que abogaba el Papa después de la caída de la Cortina de Hierro.

Finalmente, otro aporte crucial que ha hecho la revista –pero que debe profundizar– es el de instruir a la sociedad venezolana en temas económicos que muchas veces pueden ser tabú: el rol de los mercados, la inversión privada, la inversión extranjera, los subsidios, la competitividad y el papel de los empresarios y el mercado. Como demuestran discusiones sociales en redes, existen ideas preconcebidas e ideas malsanas de lo que es la economía.

En vez de entender los efectos nocivos de nuestra poca productividad, de nuestra poca competitividad, de los costos del colapso de los servicios públicos y de la incapacidad de una economía de escalas por el poco poder adquisitivo que existe en la Venezuela empobrecida de hoy –y como todo esto influye en el encarecimiento de la vida y el aumento de los precios en dólares, que llega a 44 % este año según cálculos de Ecoanalítica– muchas veces los internautas venezolanos se lanzan en diatribas sobre “especuladores” y “comerciantes abusadores”.

La última vez que dichos términos se volvieron fundamentales en el discurso político, con sus subsecuentes “precios justos” y precios congelados como supuesta solución, la economía venezolana sufrió un desplome de proporciones históricas y generó un éxodo masivo que todavía afecta a casi todo el continente americano. Entender la economía es crucial para el desarrollo sostenible y sostenido de Venezuela. La revista, como lo ha estado haciendo, debe seguir abriendo espacios para discutir y compartir estos tópicos desde diferentes visiones: y que sea así por los próximos 85 años.

Enero 30, 2023|

Revista SIC N° 842. Noviembre - diciembre 2022.

https://revistasic.org/auge-y-naufragio-de-un-pais/

Perspectivas 2022: Del cambio de paradigmas al cambio de tendencias

Asdrúbal Oliveros

Luego de un 2020 de fuertes choques estructurales externos e internos para la economía venezolana, 2021 se presentaba como una oportunidad para iniciar un cambio de tendencia macroeconómica del país y empezar a construir una nueva narrativa, al menos parcialmente, luego de siete años de durísima contracción económica que dejó a la economía en apenas una quinta parte de su tamaño respecto a 2013.

Pero esta nueva narrativa es solo posible sobre la base del cambio de paradigmas a lo interno del gobierno, que pasó de una visión sumamente dogmática socialista del manejo económico a una más pragmática, como evidencian los cambios que ha acumulado en los dos últimos años [1], que más que por convicción, son provocados por una caída de más del 80% de los ingresos fiscales del gobierno desde 2013. Con el cambio de paradigmas afianzado, 2022 parece dispuesto a facilitar el cambio de tendencia en tres variables claves que seguimos desde Ecoanalítica: crecimiento económico, inflación y encarecimiento del costo de la vida en dólares.

Se estanca la caída y repunte del PIB privado

Basado en este escenario de mayor pragmatismo en el manejo de la administración pública, desde Ecoanalítica hemos proyectado para cierre de año una contracción de apenas 0,5 %, lo que representa un notorio cambio respecto al desempeño de los últimos anos, y confirma que la economía nacional finalmente da los primeros pasos para mostrar un crecimiento positivo, algo que no ocurre desde finales del año 2013 cuando el PIB creció 1 %. En este sentido las estadísticas reflejan que durante 2021 Venezuela entró en un periodo de estancamiento en el que se frenó la caída libre por la que pasó durante los últimos años.

De hecho, si consideramos algunos de los elementos que destacan en esta estabilización de las cifras de crecimiento, debemos hablar de indicadores que por primera vez desde 2013 muestran un resultado positivo, como es el caso del PIB del sector privado cuyo crecimiento esperamos por el orden del 3.1%, con un peso de acuerdo a la última data del Banco Central, del 46.4% de la economía venezolana. Sin embargo, y buena parte lo que explica el resultado agregado ligeramente negativo de este año, el PIB del Sector Público (pesa 45.2% del PIB) repite su octavo año de contracción al proyectar una caída interanual de 5,4%.

En este sentido, algunos elementos claves que han permitido un mayor dinamismo de la actividad comercial en 2021 han sido la maduración de la dolarización en alrededor de dos tercios de las transacciones de bienes y servicios en la economía; una leve mejora del flujo de caja del gobierno debido al repunte de precios del petróleo por un contexto global que ha presionado al alza los precios en el mercado de commodities y una mayor diversificación de ingresos; un creciente peso de los recursos provenientes de la “economía negra”; y una sobrevaluación real de nuestra moneda debido a la priorización del objetivo de contener la hiperinflación.

Salida de la “hiper”

Y sobre este último punto destaca uno de los cambios más relevantes de 2021, la determinación del gobierno en el último año de priorizar una disminución de la inflación por encima incluso del crecimiento económico a través de distintas políticas: intervenciones con compra-venta de divisas en el mercado cambiario para evitar el efecto pass through; un control de la oferta monetaria, con medidas como el cierre casi total del financiamiento bancario debido al mantenimiento de las elevadas tasas de encaje legal con las que limita a la banca nacional; una contracción muy pronunciada del gasto público en bolívares que exige menos al Banco Central con emisión monetaria; y una reciente tendencia a gastar directamente en dólares americanos que recibe de las exportaciones.

Ahora, más allá de las consideraciones de economía política del enfoque de priorización del control de la inflación sobre el crecimiento económico del gobierno, que fundamentalmente implican un rezago total en los incrementos salariales de los trabajadores del sector público y las pensiones, el resultado es claro: hay una importante diminución de las tasas mensuales de inflación a casi la mitad de las cifras de 2019, y apenas a una cuarta parte de los aumentos en esa periodicidad de 2018, lo que dejará a 2021 como el año con la menor inflación desde 2016, dejando la puerta abierta para que en el primer trimestre de 2022 Venezuela experimente formalmente la salida de la hiperinflación de acuerdo al criterio clásico del economista estadounidense Philip Cagan [2], que a pesar de ser cuestionada en la actualidad en un entorno de inflación global moderada muestra tasas anuales de un dígito, es el criterio más aceptado.

Apreciación del tipo de cambio real

Un elemento adicional que es derivado de la relativa estabilidad del tipo de cambio, es el desajuste que ha habido entre este indicador y las tasas mensuales de inflación que ha mantenido la apreciación real, y que se traduce en un aumento de los costos de vida en dólares persistente pero en menor medida que años anteriores, debido al avance de la fijación de precios en dólares en la economía que provoca más fricciones comerciales frente a aumentos de precios en moneda extranjera por elementos de mercado como competitividad de precios y la sensibilidad de la demanda de los consumidores.

¿Qué esperar del 2022? Tres cambios de tendencia

De cara al próximo año, nuestra expectativa es un crecimiento económico en torno al 6.9%, y una desaceleración de la inflación de alrededor de tres cifras bajas, la menor desde 2015, así como un tipo de cambio que mantendrá la tendencia hacia la desaceleración de su crecimiento gracias al fácil mecanismo de control que ha encontrado el gobierno con las ventas controladas de divisas, mitigando cualquier riesgo de una depreciación más pronunciada.

En este escenario, algunos sectores que se verán beneficiados son similares a los que esperábamos en 2020 como Salud, Alimentos, Comercio minorista, Cuidado personal, Tecnología y Servicios profesionales, mientras que los sectores emergentes que destacaron este año y serán relevantes el próximo son Inmobiliario, Químico y Fintech.

Por su parte, algunos elementos relevantes que podrían permitir un mayor dinamismo de la economía son fundamentalmente una mejora sustancial en la provisión de servicios públicos (electricidad, telefonía, agua, internet y combustible) que representan la principal restricción de oferta de la economía y el avance de la dolarización financiera que permitiría la compensación interbancaria en dólares, préstamos en divisas y la optimización del sistema de pagos.

Estos factores a su vez facilitarían al gobierno aumentar la presión tributaria en divisas y seguir cerrando el déficit fiscal en línea con el objetivo de un mayor control sobre la inflación, un asunto que deberán tener en cuenta las empresas. Otros retos que deberán asumir las empresas en el contexto local serán el repunte de costos laborales, las grandes dificultades para conseguir financiamiento, el alza de los costos de la vida en dólares, y las fallas en las cadenas de suministros globales.

En conclusión, si bien este año marcó la pauta de algunos cambios de tendencia importantes, debemos esperar a 2022 para confirmar si se trata de un verdadero punto de inflexión en la trayectoria de las variables y si se profundizan los ajustes económicos pendientes, siempre teniendo en cuenta que para avanzar hacia un crecimiento económico sostenido y más significativo en Venezuela deben llegarse a acuerdos de entendimiento político y generarse un clima de seguridad jurídica más creíble que el modelo actual de concesiones y opacidad que beneficia a algunos inversionistas privados.

Notas:

[1] ¿Qué esperar de la economía venezolana en 2020?

[2] Según la definición clásica de Philip Cagan (1956), en su libro “The Monetary Dynamics of Hyperinflation” un episodio de hiperinflación comienza el mes en el que el aumento de los precios supera el 50% y termina el mes anterior al cual ese aumento cae por debajo de esa tasa y permanece así por lo menos durante un año.

13 de diciembre 2021

Prodavinci

https://prodavinci.com/perspectivas-2022-del-cambio-de-paradigmas-al-cam...

Venezuela frente al 2017: ¿normalización o transición?

Asdrúbal Oliveros

Llegamos al cierre de 2016 y la situación económica en Venezuela está cantada: un país con una grave crisis económica y social, además de una situación política compleja. Este año estimamos que la contracción de la economía venezolana se ubique en 11,3 %, y ya son doce (12) trimestres consecutivos de contracción, un ciclo bastante largo. En tres años la economía venezolana se ha reducido 20,4 % y el PIB per cápita (en dólares) acumula una contracción de 56,8 % para el mismo período. Venezuela, como lo hemos dicho antes, vive una depresión. Además, en un hecho poco usual en la historia económica moderna, nuestro país parece estar frente a un choque de oferta y también un choque de demanda operando ambos al mismo tiempo.

En materia de inflación estimamos que la tasa para 2016 se ubique en torno a 511 %. Es importante destacar que a pesar de que la inflación fue alta en la primera mitad del año desaceleró un poco en el segundo semestre. Por supuesto, estamos lejos de una solución al grave problema inflacionario que tenemos, pero de alguna forma, el Ejecutivo logra contener el desbordamiento de la variable hacia un escenario clásico de hiperinflación.

En el frente externo, el Ejecutivo ha logrado surfear el déficit en la balanza de pagos. Al inicio de 2016, manteniendo los mismos niveles de importación de 2015 y con una elevada concentración de pagos en el servicio de la deuda, el Ejecutivo se enfrentaba a un déficit externo cercano a US$ 40.000 millones. Sin embargo, el Estado tras recortar en 45 % las importaciones, ejecutar una operación de canje de deuda de Pdvsa, renegociar con China y Rusia, comprometer el oro de las reservas internacionales, entre otras acciones; logró reducir el déficit a US$ 14 millardos, y cerrando un año más. El costo pagado es alto: Venezuela culmina 2016 con una posición líquida en activos externos bastante baja (menos de US$ 3.000 millones), con una situación social comprometida, un aparato productivo semi paralizado y una recesión profunda. En economía no hay almuerzo gratis.

En materia petrolera, la situación es preocupante. Este factor ha encendido las alarmas este año. La producción petrolera ha caído en promedio 257.000 b/d en base interanual. El circuito refinador tiene fallas importantes. Si bien Pdvsa, logró cumplir con sus compromisos de deuda financiera y logró sacar adelante un canje parcial de los vencimientos 2016 – 2017, no pudo lograr acuerdos satisfactorios con contratistas y proveedores que permitan evitar la contracción de producción y más aún, recuperar los niveles perdidos. Este elemento será un factor clave a seguir de cara a 2017.

Tras doce trimestres de contracción y exceso de regulaciones (que llevan años) el sector privado parece quedarse sin gasolina. La capacidad ociosa en la mayoría de los sectores supera el 50 %, y la contracción ha sido superior a dos dígitos en este año que está por finalizar. En la mayoría de los sectores, productos del choque de demanda, las ventas se han contraído y el efecto de la devaluación e inflación ha minado el patrimonio de las empresas que operan en Venezuela. El sector privado venezolano se ha reducido, no solo en tamaño por empresa sino en número de compañías por industrias; lo que plantea desafíos empresariales y de políticas públicas en el mediano y largo plazo.

El 2017 plantea importantes desafíos para Venezuela, no solo en el frente económico sino también en los frentes político e institucional. Los cartuchos del Ejecutivo para postergar los ajustes económicos parecen acabarse, pues ya no hay fondos en divisas al que apelar, las importaciones se han reducido a un umbral peligroso y el financiamiento externo parece haberse cerrado. La esperanza está en un alza del precio petrolero, pero el modelo chavista necesita que la cesta petrolera venezolana esté por encima de US$ 60/bl y eso hoy luce como un escenario muy improbable.

Por otro lado, el Ejecutivo Nacional entra en una nueva etapa a partir del 10 de enero de 2017: su salida del poder no implica ir a un proceso electoral y eso va a mover el tablero en el chavismo. Así, el presidente Maduro no solo se va a enfrentar a las demandas de cambio que han venido principalmente del país no chavista sino que también va a tener que lidiar con las presiones para el cambio desde su propio movimiento.

El cambio político para 2017 sigue siendo una posibilidad real. Sin embargo, conviene precisar cómo puede darse este proceso, especialmente a raíz del inicio del proceso de diálogo entre gobierno y oposición bajo el auspicio de actores internacionales. Es evidente que el chavismo busca aprovechar el dialogo para acometer un proceso de normalización institucional en el país. Lo que pareciera estar detrás es: a cambio de algunas concesiones (liberación de presos políticos, nuevos rectores en el CNE, entre otros) aspira a que la oposición renuncie a su demanda de una salida electoral en el corto plazo. Está por verse.

En el ínterin lo que puede suceder es que la situación interna tanto del chavismo como de la oposición, así como la profundidad de la crisis lleven a un escenario de transición controlada por el chavismo que prescinda del presidente Maduro y que introduzca algunos cambios en lo económico, a saber: más pragmatismo en lo petrolero, legalización de un mercado paralelo de divisas y flexibilización del control de precios. Una transición menos traumática para el chavismo y que evite que el país entre en una profunda crisis de gobernabilidad, que sigue siendo un riesgo latente. Como ya es costumbre en Venezuela desde hace algunos años, Venezuela pinta ser un año interesante. Demasiado interesante.

En materia de premisas económicas para 2017 y en un escenario de “estatus quo” estimamos que la economía venezolana tenga un crecimiento cercano a cero. Estimamos que las exportaciones crezcan 15,6 % y las importaciones apenan 0,4 % en base interanual. La inflación puede ubicarse en torno a 850 %. En resumen: 2017 se parece mucho a 2016 pero con un deterioro que no se detiene, pues la única forma que la economía pueda retomar la senda de recuperación será a través de reformas estructurales y esto luce lejos (por ahora).
Asdrúbal Oliveros

Fuente: http://www.infolatam.com/2016/12/07/venezuela-frente-al-2017-normalizaci...