Pasar al contenido principal

Ángel Oropeza

Aprendiendo cómo se derrota al gobierno

Ángel Oropeza

En cualquier actividad humana, y de manera especial en el ámbito de lo político, lograr una victoria sin saber cómo se alcanzó y sin aprender de ella es reducirla en la práctica a un hecho meramente azaroso y quitarle toda su potencial trascendencia.

Más allá de cualquier versión acomodaticia, el día 12 de agosto pasado se verificó una contundente victoria popular sobre el gobierno de Maduro y ciertamente la más contundente desde el triunfo de Sergio Garrido en Barinas que puso fin en enero de este año a más de 5 lustros de dominio oficialista en ese estado.

Desde hace mucho tiempo, y de una manera sistemática que no deja dudas que responde a una política intencional y metódica, se han venido vulnerando reiteradamente los derechos laborales de los trabajadores del país y en especial los de la administración pública. Estas violaciones son tanto de los derechos colectivos relacionados con la libertad sindical, la negociación colectiva y el derecho a huelga, entre otros, como de los derechos individuales que tienen que ver, entre varios, con el derecho al trabajo, la igualdad y el derecho constitucional y humano a tener un salario digno.

Esta política sistemática de violaciones de los derechos fundamentales de los trabajadores alcanzó su punto más alto el pasado 22 de marzo, cuando la Oficina Nacional de Presupuesto (Onapre), adscrita al Ministerio de Economía, Finanzas y Comercio Exterior dictó un «Instructivo para el proceso de ajuste del Sistema de Remuneraciones de la Administración Pública, convenciones colectivas, tablas especiales y empresas estratégicas». Lo cierto es que tan burocrático título escondía el objetivo expreso de reducir drásticamente las remuneraciones de los trabajadores del sector público, como efectivamente se empezó a producir, en un estilo que deja en pañales al neoliberalismo salvaje tan presente en los orígenes de la narrativa oficialista. En este último es práctica frecuente no aumentar los salarios para no afectar el gasto público ni alterar las cuentas fiscales del Estado. Pero la modalidad neoliberal madurista pretende ir más allá y aspira a que el cuadre de las finanzas de los explotadores se haga a costa de rebajar los sueldos y otros derechos adquiridos de la masa trabajadora.

A partir de tan salvaje pretensión, se comienzan a levantar progresivamente en todo el país manifestaciones masivas de indignación y protesta, encabezadas por los profesores, empleados y obreros de las universidades –uno de los sectores más afectados por el instructivo oficialista, junto con el de la salud-, organizaciones sindicales, ONG, empleados públicos y movimientos de trabajadores. Estas manifestaciones fueron duramente reprimidas por el gobierno, y muchos de sus participantes fueron víctimas de amedrentamiento, detenciones arbitrarias y despidos.

La fuerza bruta del gobierno no logró contener las manifestaciones. Y ante la amenaza seria de transformar la protesta en un paro nacional del sector educativo, el cual sería seguido por acciones similares de otros sectores, el gobierno –a pesar de sus bravuconadas- comienza a dar su brazo a torcer, con el anuncio forzado y a regañadientes del pago del 100% del bono vacacional del sector educativo el cual pretendía ser vulgarmente “expropiado” para que las cuentas oficialistas no se afectaran. Los sectores laborales han anunciado que las manifestaciones y la presión continuarán hasta lograr la derogación definitiva del instructivo Onapre, pero este primer paso constituye un logro político de capital importancia, no sólo por sus implicaciones prácticas sino por las enseñanzas que este triunfo implica.

¿Cuáles son las claves de esta aún incompleta pero muy significativa victoria popular? Hay 6 que es necesario analizar, aunque sea brevemente, sobre todo porque ellas nos pueden dar la respuesta sobre lo que hay que hacer para materializar la liberación democrática de Venezuela.

1) Lo primero es que las protestas que se iniciaron en mayo lograron convertirse en un movimiento de auténtica presión cívica. En otras palabras, no eran manifestaciones aisladas, catárticas, cada una por su lado, sin continuidad ni dirección. Por el contrario, eran expresiones populares organizadas, conectadas entre sí, sistemáticas, constantes y con una direccionalidad orientada hacia los responsables de los derechos vulnerados, lo que le permitió convertirse en un instrumento social de poderosa eficacia política.

2) Estas movilizaciones populares no solo se originaban en todo el país, sino que eran completamente despolarizadas. No respondían al juego artificial de oposición contra gobierno, como si la polarización que existe fuera esa y no la de un inmenso país sufriente contra una minoría de privilegiados que los explotan. No se trataba de oposición vs gobierno, sino de trabajadores vs sus explotadores. En ellas participaron por igual sindicatos y bases chavistas junto a las que no lo son. Tampoco había protagonismo de banderías partidistas ni de líderes en búsqueda de figuración. Era una auténtica lucha unitaria, despolarizada, heterogénea y amplia.

3) La razón de las movilizaciones era tangible. No las originaba una causa abstracta sino una muy concreta. Para la mayoría, el dinero que se les pretendía expropiar era el necesario para comprar medicinas, tratar de costearse un tratamiento médico o para la compra de útiles escolares para sus hijos. Se trataba de una lucha en la que se defendían derechos percibidos como muy sensibles pero en especial muy cercanos a la realidad de cada quien. Uno de los retos urgentes a asumir, de cara a la necesaria movilización en la lucha por elecciones limpias, es lograr que la mayoría perciba y sienta que lo que está en juego no es un cargo político ni una contienda ajena a ella y a sus problemas, sino el bienestar real de su propia familia. Pero para ello, el primer paso es hacerse presente en su cotidianidad y acompañar activamente las luchas sectoriales por su supervivencia y por la defensa de sus derechos constantemente vulnerados.

4) No se cayó en la distracción de las amenazas de los privilegiados. Desde intentos de minimizar el impacto de las manifestaciones (“son muy reducidas” según el dirigente oficialista Jesús Faría, son producto de la manipulación, según Maduro, o son un invento de la “derecha reaccionaria” según el diputado Pedro Carreño), hasta las amenazas directas como las del presentador de televisión oficialista Mario Silva (“Lancénse el paro, échenle bolas, pues, para que ustedes vean la marea rojita como se les va a ir para encima”), el gobierno intentó en vano aplicar su cóctel de siempre, que es la simultaneidad de represión, amenazas y desvalorización.En otras ocasiones, esas acciones hubieran provocado desesperanza y desánimo. Pero en este caso, al contrario, se entendió que eran silbidos en la oscuridad de los asustados, ante la posibilidad cierta de que el descontento popular se les viniera encima transformado –este sí- en un auténtico huracán popular. La mayoría no sucumbió al juego crónico del gobierno de sembrar desesperanza.

5) La presión cívica que se generó hizo que la advertencia de un paro nacional de todo el sector educativo fuera realmente una amenaza creíble para el gobierno, no como las fantasiosas intervenciones extranjeras o la ilusoria constitución de fuerzas extranacionales. Esta sí era en serio y además posible.

6) Por último, el sujeto político de esta victoria fue el pueblo organizado. No se trató de ninguna vanguardia esclarecida con pretensiones de salvar al país desde arriba, sino la propia gente organizada en sus sindicatos, federaciones y grupos de representación, luchando por lo que consideraban valía la pena arriesgar.

Se acercan tiempos complicados. El gobierno va a querer -como siempre y no debería ser sorpresa- jugar sucio en el próximo escenario electoral, lo cual no excluye la posibilidad de un adelanto interesado de la fecha de las elecciones.

Las 6 lecciones de esta reciente victoria popular tienen que ser aprendidas. Y esto pasa por empezar a generar las condiciones para que ellas se desarrollen, materialicen y comiencen a provocar un efecto similar en el caso de las próximas elecciones presidenciales. No es fácil, como no lo es la liberación democrática de Venezuela. Pero es ineludible, si no queremos estar pronto lamentándonos de la permanencia de la actual clase política al menos –y por ahora- seis años más en el poder.

@angeloropeza182

Ceguera social inducida

Ángel Oropeza

Como herramienta de dominación y control social por parte de los regímenes autoritarios, el solo uso de la represión y la fuerza bruta suelen ser insuficientes. Esto se debe a que los mecanismos coercitivos y represivos, además de costosos, generan rechazo y hasta resistencia por parte de sectores importantes de la población, y en ocasiones despiertan renuencia para su uso en algunos miembros de las mismas fuerzas represivas, temerosos de eventualmente cargar con la responsabilidad de las violaciones de los derechos humanos que sus acciones implican.

Es por ello que los modelos no democráticos de dominación necesitan acompañar su siempre presente acción represiva con otros mecanismos de control menos tangibles que no produzcan resistencia por parte de los dominados, e incluso hasta generen aceptación pasiva en estos, pero que al combinarse con los primeros resultan mayormente efectivos. Entre estos mecanismos no tangibles ni fácilmente evidentes está el que podemos denominar como ceguera social inducida.

Por ceguera social inducida entendemos el fenómeno por el cual se utilizan las ventajas del monopolio y control comunicacional que se tiene sobre una población para generar una ilusión perceptual colectiva acorde con los intereses del dominador. Ello se produce por dos vías complementarias y ambas necesarias: la primera, la aplicación sistemática y continua de estrategias de propaganda y de contenidos perceptuales del interés del opresor, y la otra (que es la que permite que la primera funcione), obstaculizando que las personas tengan fuentes de información alternas, se comuniquen entre sí y accedan a informaciones más reales, pero que al ser distintas a las diseñadas por el hegemón, retan y ponen en peligro la eficacia de la ilusión perceptual que se quiere inducir desde arriba.

Al final, el producto que se busca con la combinación de ambos mecanismos es tener un porcentaje importante de la población que termine percibiendo como cierta una realidad falsa, pero que se amolda a los intereses de dominación del explotador. De hecho, las teorías psicológicas de la consistencia nos enseñan que las personas, al no tener una información con la cual contrastar, terminan dando por cierta la información a la cual tienen acceso.

Los estudios más recientes de opinión pública están arrojando datos que confirman la progresiva eficacia entre nosotros del fenómeno de la ceguera social inducida. Así, por ejemplo, para algunas encuestas un porcentaje bastante amplio de la población afirma que el país está mejor que hace 1 o 2 años, y para otras tiende a crecer la proporción de venezolanos que creen ver una mejoría en las condiciones de vida de sus compatriotas.

Lo cierto es que la realidad no solo desmiente estas percepciones, sino que demuestra que está ocurriendo todo lo contrario. La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Universidad Católica Andrés Bello (Encovi-Ucab), hoy por hoy la radiografía social más confiable y creíble tanto en Venezuela como a nivel internacional, ha encontrado y describe con datos irrefutables una realidad social y económica dantesca y ciertamente mucho más grave que la que ya existía hace uno o dos años.

No se trata aquí de intentar reducir los extensos hallazgos de la Encovi en este limitado espacio. Cualquiera puede acceder a los resultados del estudio a través de la página www.proyectoencovi.com o en la página web de la UCAB. Baste con mencionar, solo a manera de rápido ejemplo, cómo la radiografía revela que en el último año 500.000 niños y jóvenes quedaron fuera del sistema escolar, el empleo se redujo en 1,3 millones de puestos de trabajo y la pobreza extrema creció más de 8%. También aumentó la dependencia de la población de bonos y remesas.

Los riesgos para nuestros niños de morir también han aumentado. Tenemos la tasa de mortalidad infantil registrada hace 30 años (25,7 por 1.000). Se redujo en 2021, con respecto a 2020, el acceso a la educación inicial en niños de 3 a 5 años, con lo que se le priva a este segmento tan sensible e importante de la población el apresto necesario para el desarrollo de competencias básicas para avanzar en el proceso educativo. También se redujo este año, con respecto al anterior, el acceso a la enseñanza universitaria en la población de 18 a 24 años. En la actualidad, 37% de los jóvenes venezolanos ni estudia ni trabaja.

Si hablamos de la actividad laboral, esta sigue deteriorándose como consecuencia de la continuidad en la caída de la actividad económica por sexto año consecutivo. De hecho, el empleo formal (público o privado) se ha reducido en 2021 al punto que hoy solo 40% de los ocupados lo está formalmente.

Si nos referimos a cómo están comiendo los venezolanos, la realidad es que en general el consumo de alimentos per cápita ha caído en este último año entre 2% y 13%, según el estrato social. En otras palabras, todos los estratos sociales –a diferencia de lo que algunos pudieran pensar– redujeron su gasto en alimentos. El estrato más pobre fue el que más redujo su gasto en alimentos (13,3%), lo cual implica un mayor sacrificio de ajuste precisamente entre los más pobres. Y la denominada inseguridad alimentaria severa en 2021 es de 24,5% de los hogares (era de 23,3% en 2020).

En cuanto a los niveles de pobreza, esta no hace más que aumentar su severidad. La pobreza total de ingresos alcanza en 2021 al 94,5% de la población (era 91% en 2018), mientras que la

Finalmente, para cerrar esta apretada síntesis sobre el demostrable deterioro progresivo del país, mencionemos los vergonzosos indicadores de desigualdad social. Venezuela pasó de ser el cuarto país con mayor desigualdad social del continente en 2019, con un índice Gini de 49,5 (recordemos que mientras más alto este valor, más desigual es el país), a ser en este 2021 la nación más desigual de toda América, con un altísimo indicador Gini de 56,7.

Estos hallazgos son cualquier cosa menos síntomas de un país que mejora o que estaría ahora mejor que antes, según algunos distraídos que creen que Venezuela se termina al final de un bodegón. Como dice el mismo Informe de la Encovi, “el impacto global es que tenemos un país empequeñecido en términos económicos y demográficos, con elevados índices de pobreza y desigualdad y con gran escepticismo respecto al futuro”.

Pocos casos en el mundo presentan una disociación tan notoria en tantas personas entre la realidad demostrable y la percepción subjetiva. El país real es uno y el país percibido por algunos es diametralmente distinto. Pero tanto la ciencia psicológica como las investigaciones en el campo de la cultura política han demostrado que las personas no responden a la realidad sino a la percepción, aunque sea falsa, que tienen de ella. Funciona aquí para muchos la creencia de que lo que no veo no existe. Y al invisibilizar al pais real, el gobierno logra que mucha gente no sepa cuán mal están los demás y cuán generalizada y profunda es la tragedia social y económica de su país.

La ceguera social inducida desde el poder es hoy en nuestro país una de las herramientas psicológicas más eficaces de sometimiento, porque nadie reacciona ante lo que no ve. Por eso es tan importante para el gobierno extremar cada vez más su control hegemónico comunicacional sobre cualquier modalidad de expresión, perseguir y castigar a quien rete la visión falsa del país que mejora, satanizar y obstaculizar los esfuerzos de encuentro y organización popular (pues esto último permitiría que la gente tenga acceso y conocimiento a la situación real de su entorno), y seguir confiando en que muchos jamás levanten la vista como águilas y sigan creyendo, como pollos, que el alpiste que comen es señal de mejoría y es lo máximo a lo que pueden sumisamente aspirar.

@angeloropeza182

28 de octubre 2021

El Nacional

https://www.elnacional.com/opinion/ceguera-social-inducida/

Después del 21N: ¿avance o frustración?

Ángel Oropeza

El primer capítulo ya pasó. No fue lo ideal, pero la política se basa en hechos y no en deseos. Distinto a lo que hubiese sido deseable, los partidos políticos de la oposición democrática no se pusieron de acuerdo. Algunos decidieron participar en el evento electoral del próximo 21 de noviembre y otros prefirieron no hacerlo. Ambos grupos defendieron su decisión con argumentos racionales y de peso, por lo que no se trata aquí de emitir opinión sobre esas decisiones. Lo lamentable es que la unidad de las fuerzas políticas y sociales democráticas ya sufrió con ello un primer revés. Y la imposibilidad de alcanzar acuerdos en cuanto a las candidaturas en muchas circunscripciones ha significado un segundo y evitable tropiezo, muy conveniente por cierto para la oligarquía gobernante. Es urgente y necesario, por tanto, evitar que haya más.

Para tratar de impedir nuevas derrotas del ideal unitario –condición necesaria para el éxito de la lucha por liberación democrática de Venezuela– es importante poner el acento en al menos 6 elementos.

1. Más allá de las posiciones tomadas hacia el evento electoral de noviembre, el objetivo estratégico de todas las fuerzas democráticas es el mismo: superar a la dictadura madurista por medios pacíficos y constitucionales para iniciar un proceso de transición concertada, y poder comenzar a resolver la profunda crisis social que vivimos los venezolanos. Además, todos coinciden en que el camino estratégico para alcanzar ese objetivo es generar las condiciones de presión, producto de una fuerza cívica interna que se enlace con la acción coordinada de los actores internacionales, para logar el objetivo de unas elecciones libres y justas. Si el objetivo estratégico declarado por todos es el mismo, entonces lo que parece diferenciarnos son las consideraciones tácticas, entendiendo por táctica las acciones necesarias y tareas concretas para desarrollar la estrategia diseñada.

Si nuestra diferencia frente al evento electoral de finales de año es entonces táctica, no podemos permitir, por el bien del país, que ella nos fracture. Además, esta diferencia táctica coyuntural se va a mantener por apenas de 7 semanas. Después del 21 de noviembre tenemos que encontrarnos todos otra vez.

2. Más allá de nuestras diferencias, lo crucial y prioritario es ponernos de acuerdo para trabajar con urgencia en lo que todos parecen coincidir y es que sin presión social no hay salida posible, no importa la táctica que se adopte. Si las diversas opciones opositoras se conciben como formas distintas, pero no necesariamente excluyentes, de movilización social y de construcción de presión cívica interna, en esa medida se aleja el peligro de una indeseable ruptura que solo beneficia y fortalece a la dictadura. De nuevo, si no hay una presión social cívica sostenida y sistemática, ninguna de las opciones que actualmente se enfrentan tiene posibilidad alguna de triunfar. Es imperativo entonces encontrarnos allí y que eso sea lo que verdaderamente nos una.

3. Los objetivos declarados de quienes han decidido participar y de los que no, son loables y válidos. Los primeros buscan con la participación en el evento de noviembre objetivos como organizar a la ciudadanía, avanzar en la acumulación progresiva de fuerzas, aceitar las maquinarias y mecanismos de movilización ciudadana, acercar la dirigencia política a la gente, avanzar en la construcción de una sólida estructura electoral e intentar ganar espacios geográficos –gobernaciones y alcaldías– para poder proteger a la gente de la tiranía. Por su parte, quienes han optado por no participar, persiguen igualmente los mismos objetivos de organización ciudadana y movilización popular a través de mecanismos diferentes, que incluyen iniciativas antifraude, la denuncia activa de las irregularidades, la auditoría popular sobre el estado real de las condiciones electorales y la socialización aguas debajo de la exigencia por elecciones libres. Pero para alcanzar los objetivos que cada sector persigue, hay que estar muy atentos a no incurrir en errores graves que deben y pueden evitarse.

4. Para los primeros, un lamentable equívoco sería convertir la campaña en una mera “fiesta electoral”, o vender perceptualmente a la población como único criterio de éxito el número de votos obtenidos o el ganar electoralmente las circunscripciones en disputa. Eso sería reducir la importancia estratégica de la participación y hacerla similar a las competiciones electorales democráticas. Y en el caso de los segundos, el peligro es la aparición de conductas de desmovilización, desatención y descuido sobre las posibilidades de la campaña para hacer valer sus objetivos. En ambos casos, hay que insistir en que el principal criterio de éxito, tanto para quienes hayan decidido participar como para los que no, es la movilización popular y el saldo de organización ciudadana en la lucha por elecciones libres. Lo demás es ganancia adicional.

5. Es necesario elevar la vista y mirar más allá de la campaña y de la jornada comicial convocada. El 22 de noviembre, una vez conocidas las resultas del evento, puede ser un día de satisfacción por el logro de los objetivos propuestos: protestar contra la dictadura, avanzar en la movilización nacional, desnudar aún más al régimen frente a los suyos, acumular fuerzas, conservar espacios importantes de poder para proteger a la ciudadanía, y obtener un saldo positivo en organización popular, insumo básico para la generación de la necesaria presión cívica interna. Si hay además logros electorales (nuevas alcaldías y gobernaciones ganadas), eso es un valor agregado importante a los objetivos anteriores

6. Pero el 22 de noviembre puede también ser un día de gran frustración en la población, si se vende incorrectamente que el único criterio de éxito son solo números electorales y se desperdicia la oportunidad de la campaña para avanzar en el objetivo estratégico superior que a todos nos une.

Lo que tengamos después del 21N, en términos de avance o de frustración, va a depender de lo que hagamos (o no) antes de ese día. Estamos a tiempo de evitar nuevos errores. El país que sufre, y que se siente muchas veces ajeno a los vaivenes del escenario político, lo necesita con urgencia.

30/9/21

https://www.elnacional.com/opinion/despues-del-21n-avance-o-frustracion/...

19 de agosto: Sectores en la lucha

Ángel Oropeza

Uno de los éxitos más notorios del régimen político gobernante en Venezuela ha sido ciertamente invisibilizar a la población. Un país de alta conflictividad social, donde se registran más de 20 protestas populares diarias (más de 670 protestas solo en el pasado mes de julio), es percibido por muchos como un país donde no pasa nada. La gente al no ver ni enterarse de nada, dada la férrea censura oficialista y el control sobre los medios de comunicación, termina creyendo que nada pasa, y esta creencia –aunque falsa- es el alimento principal para generar en muchos desesperanza y frustración.

Pero que usted no vea nada no significa que no está pasando. Y un ejemplo palmario de ello, de esas cosas que la mayoría del país no se entera y que no suele aparecer en los medios de comunicación, es el evento realizado el pasado 19 de agosto en Caracas. Ese día se reunieron de manera presencial representantes de los 24 estados del país, muchos de los cuales atravesaron literalmente la geografía nacional, para protagonizar la presentación al país de los resultados de una actividad organizada durante los últimos 2 meses por el Frente Amplio Venezuela Libre, y que fue bautizada con el nombre de “Las ideas de todos”.

Las Ideas de Todos consistió en una serie de 144 encuentros regionales (6 en cada estado del país, uno por semana), que permitió sentar a discutir y trabajar juntos a sectores tan importantes de la sociedad como el de las universidades, el de la salud, las comunidades organizadas (iglesias, asociaciones de vecinos, consejos comunales, comités de usuarios de servicios públicos, magisterio y comunidades educativas, medios alternativos o comunitarios), organizaciones no gubernamentales (de derechos humanos, de alimentación, de educación, de salud, ambientales y electorales y ciudadanas), el sector productivo (laboral y empresarial), y los partidos políticos.

En total concurrieron 602 organizaciones sociales y políticas de los 24 estados, incluyendo muchas de sitios donde no sólo la conectividad digital y la simple comunicación telefónica es difícil, sino en las que incluso el traslado y la movilización física para hacerse presente en los Encuentros semanales resultó un verdadero desafío. Al final la participación superó las 10 mil personas, toda una proeza hoy en una Venezuela caracterizada por las limitaciones debidas a la pandemia, las restricciones a la movilización por falta de combustible, y la represión de la dictadura a cualquier reunión o evento que les parezca sospechoso.
El diseño de los Encuentros logró que se alcanzara una amplia y heterogénea representación de todos los sectores. Así, por poner sólo 2 ejemplos, el sector de las universidades estuvo representado por 16 sindicatos de trabajadores universitarios, 9 representantes de autoridades, 26 asociaciones de profesores, 21 organizaciones estudiantiles y 16 asociaciones de egresados, mientras que el sector salud –el segundo ejemplo- contó con la participación de 16 sindicatos de trabajadores del sector, 16 organizaciones de profesionales de enfermería, 18 colegios médicos, 13 asociaciones de pacientes crónicos y 31 otras organizaciones profesionales del sector salud. De hecho, la heterogénea representatividad a lo interno de cada uno de los sectores participantes fue uno de los valiosos logros de estos encuentros regionales.

No eran éstos sólo encuentros de gente y organizaciones que tenían tiempo sin sentarse a oirse, sino que al final de la semana, como un ejercicio para probar y ejercitar la capacidad de hacer cosas juntos, a pesar de la desconfianza intergrupal que todavía nos acompaña, los sectores se turnaban para llevar a la práctica unas actividades –diseñadas y desarrolladas por ellos mismos- de lucha y presión cívica. En total, se realizaron 139 actividades conjuntas de calle, muchas de ellas caracterizadas por su creatividad y valentía.
El 19 de agosto, a lo largo de todo el día que duró el evento de presentación de resultados al país, se hicieron 6 exposiciones, una por cada sector, y que resumían los principales hallazgos de los Encuentros en la siguiente forma: diagnóstico de los principales problemas del sector, diagnóstico sobre el país, propuestas internas para atacar y resolver los principales problemas del sector, sugerencias y propuestas para incorporar a la lucha por la liberación democrática de Venezuela, y reporte de las actividades específicas de presión cívica realizadas.

Pero una de las cosas llamativas y que además hablan muy bien de la capacidad y madurez de los sectores participantes es que a la hora de formular sus propuestas, tanto las dirigidas a resolver los problemas del propio sector como las orientadas a contribuir con la lucha por la libertad del país, no cayeron en la trampa frecuente y cómoda de elaborar listas de meros deseos ni ingenuas cartas al Niño Jesús, donde simplemente se espera que pasen cosas o que otros hagan el trabajo. No era “por favor hagan esto” sino “hagamos esto”, en una evidencia del compromiso personal y sectorial de involucramiento en la dura batalla por la liberación de Venezuela.

Y un último dato para resaltar la importancia de lo ocurrido el pasado 19 de agosto fue la presencia en el encuentro tanto del presidente interino Juan Guaidó como de los jefes de los principales partidos políticos, quienes se hicieron presentes para conocer de primera mano las propuestas venidas de todas las regiones del país, en una necesaria y esperanzadora muestra de Unidad política y social.

El acontecimiento del pasado 19 de agosto, invisible para muchos medios de comunicación y desconocido por la mayoría del país, es una nueva muestra de que la lucha puede estar oculta a muchos ojos –como siempre ocurre en los regímenes dictatoriales- pero se mantiene y avanza.

Cosas como las del 19 de agosto pasado son además un nuevo mentís a la creencia peregrina del país abúlico y entregado. Lo hemos dicho otras veces aquí. Los estudios recientes muestran que los rasgos psicológicos distintivos de los venezolanos en la actual coyuntura no son desesperanza y rendición, sino confusión, incertidumbre y frustración.

La población parece estar atenta y dispuesta a organizarse y a participar en instancias o actividades que les parezcan útiles y creíbles. La experiencia de Las Ideas de Todos lo vuelve a ratificar. Cuando en los estados se empezó a organizar y a invitar a los 6 sectores sociales con los cuales se quería trabajar, mucha gente pidió también ser invitada a participar, tanto que no nos dimos abasto para atenderlos, dadas las obvias limitaciones de logística, traslado y costo de actividades como esta. La gente está ávida que le propongan alternativas creíbles y eficaces para hacer oír su voz y organizarse para la lucha por recuperar el país donde nacieron.

A pesar de su extensión nacional, “las ideas de todos” es un esfuerzo todavía parcial e incompleto. Hace falta continuar la
construcción de estas instancias unitarias de organizaciones sociales y políticas (las dos juntas, no unas o las otras). Es
necesario seguir acercando y lograr la articulación de muchos más sectores y organizaciones a quienes les une el sueño de
salvar a esta tierra y la tarea por conseguirlo.

Pero, y esto es quizás lo más importante, tanto los encuentros regionales de los últimos dos meses como el evento del 19 de agosto siguen evidenciando que los venezolanos están muy lejos de rendirse. Y que, aunque los explotadores no permitan verlo para hacer creer que no existe, este es un país donde la esperanza y la convicción de que es posible siguen animando el esfuerzo de muchos por su liberación.

@angeloropeza182

La exigencia clave

Ángel Oropeza

Frente al riesgo cierto de perder lenta pero inevitablemente el país donde nacimos, una exigencia clave –venida tanto de nuestros compatriotas como desde la comunidad internacional– es atrevernos a conformar progresivamente una poderosa y efectiva coalición política-social cuyo objetivo sea superar cuanto antes a la dictadura madurista por medios pacíficos y constitucionales, para iniciar un proceso de transición concertada, y poder comenzar a resolver la profunda crisis social que vivimos los venezolanos.

La literatura sobre cómo se forman y articulan coaliciones efectivas entre actores sociales y políticos para enfrentar regímenes autoritarios, es amplia y está a la disposición de quienes quieran aprender de la experiencia exitosa comparada con otros países, y al mismo tiempo no quieran repetir los errores que demostradamente explican los casos cuando éstas han fracasado.

Pero estas coaliciones, para ser exitosas, no se basan solo en mecanismos de articulación interna o en andamiajes tecnopolíticos y reglamentarios. Ellos, por supuesto, son necesarios e imprescindibles, pero no suficientes. Si una cosa ha demostrado suficientemente la Psicología Política es que las condiciones subjetivas y perceptuales son más importantes que las condiciones objetivas a la hora de explicar la conducta social y política de las personas y los países.

Por ello, el trabajo de construcción de esta necesaria coalición política-social no solo implica una adecuada planificación estratégica sino también una revisión actitudinal de los muchos actores involucrados en su edificación y montaje.

Así entonces, para todos colaborar efectivamente con la tarea de construir una eficaz y poderosa coalición de partidos políticos y sectores sociales, que es condición sine qua non para hacer posible la transición a la democracia, es necesario que revisemos algunas actitudes y conductas que pueden hacer la diferencia entre alcanzar la meta o quedarnos solo cerca de ella. Mencionemos apenas algunas de ellas.

1) De cara al cambio de la realidad trágica de nuestro país, hay cosas que no están en nuestras manos. El apoyo del Alto Mando Militar a la dictadura (apoyo que se expresa, entre otras cosas, en la ubicación de militares de alto rango en cargos burocráticos claves del régimen), o el respaldo financiero y político de socios internacionales del madurismo como China, Rusia, Cuba, Turquía e Irán, son ejemplos de esto. Pero hay cosas que sí. Una de estas variables que depende solo de nosotros, que está en nuestras manos construir (o dejar de hacerlo) es la unidad superior de la nación, que inicia con agrupar sobre bases mínimas de consenso a todos los que quieren un país distinto, para generar a partir de allí la necesaria presión social interna sin la cual ninguna salida es posible ni viable.

2) Pero lo anterior tiene que partir de un dato constatable. Ciertamente existe una enorme y generalizada indignación nacional ante la destrucción progresiva del país, pero esta indignación es desagregada, desarticulada, sin dirección y cada quien por su lado. Con respecto al cambio político, casi todos en Venezuela queremos lo mismo pero no necesariamente todos pensamos alcanzarlo de la misma forma. Hay mucha homogeneidad en el deseo pero muchas diferencias en lo estratégico y, en consecuencia, muchas más en la táctica.

3) Lo anterior ha producido, entre otras cosas, un estado actual de dispersión de las fuerzas democráticas, en el cual no pocas organizaciones políticas y sociales intentan trazar su propia ruta ante la desconfianza sobre la posibilidad de construir una ruta común.

4) Frente a esa realidad, la primera y más urgente tarea es intentar pasar del estadio actual de dispersión de las fuerzas democráticas a un nuevo estadio donde frenemos esta tendencia a la fragmentación y logremos reencontrar a la mayoría de las fuerzas sociales y políticas del país en espacios mínimos de consensos estratégicos y rutas comunes de lucha.

5) Este nuevo estadio o momento de encuentro debe realizarse en primer lugar sobre la búsqueda de una ruta estratégica común de lucha democrática que debe ser construida a partir de la escucha y el intercambio sobre cómo cada sector percibe o considera lo que hay que hacer para avanzar hacia la liberación democrática de Venezuela.

6) Ahora bien, aunque la lucha es de todos, porque de todos es el país y de todos será su triunfo, no todos podemos hacer lo mismo. No pretendamos todos dirigir el juego cual manager de tribuna. Es mucho más útil e inteligente que cada quien se pregunte cuál es su rol y se organice en torno a una tarea concreta, de las muchas que requiere esta etapa de la lucha. La clave es activarse. No es la hora de espectadores sino de actores. Todos hacemos falta. Pero evitemos la tentación del protagonismo estéril, ese del que habló W. Churchill cuando decía que el problema de nuestra época era que las personas no querían ser útiles sino importantes.

7) Algunas de las cosas que queremos no serán tan rápidas de lograr. Los procesos de cambio no son lineales. Por el contrario, suelen estar plagados de incertidumbre y obstáculos, algunos de los cuales en ocasiones no permiten ver los avances alcanzados. Por ello la perseverancia es una herramienta indispensable en nuestro arsenal actitudinal. Las grandes obras, decía Samuel Johnson, no son llevadas a cabo por la fuerza sino por la perseverancia. Perseverancia que no es lo mismo que paciencia, la cual es criminal pedírsela a un pueblo que ha sufrido tanto. No se trata de esperar, se trata es de no desistir. El goteo del agua hace un hueco en la roca, escribió el poeta Ovidio, no por la fuerza sino por la persistencia.

8) Aunque no es fácil huir de los dualismos argumentales y mucho menos de los emocionales, es crucial escapar de las tentaciones extremas del triunfalismo y de su contraparte, el derrotismo. Ambos no sólo suelen ser falsos, como ocurre con las simplificaciones y generalizaciones indebidas, sino que nos llevan a distorsionar la necesaria percepción y análisis de la realidad, y nos conducen a decisiones y conductas que atentan contra la consecución del objetivo.

9) Si sabemos que las armas preferidas de la dictadura son la creación de desesperanza y la división de las fuerzas opositoras, por favor no nos prestemos ni a lo uno ni a lo otro. Es lamentable el espectáculo de algunas personas atacando a aquellos dirigentes u organizaciones que simplemente no les gustan, volviendo con el cuento que tanto beneficia a la dictadura de los opositores de verdad y los traidores. Es el momento de la unidad superior. Para ser exitosa, la transición requiere superar el lenguaje maniqueo de traiciones, conspiraciones de trastienda y otras ridiculeces del primitivo pensamiento cuartelario, y avanzar hacia una narrativa democrática de tolerancia e inclusión progresivas. No solo es necesario, sino además inteligente.

10) Finalmente, una herramienta actitudinal indispensable en nuestra lucha es no olvidar nunca por qué estamos haciendo esto. No se trata –ni de lejos– de una batalla entre dos facciones que pugnan por el poder político. Se trata de la lucha de un inmenso país sufriente que se cansó de padecer, y unos pocos que se han enriquecido con ese sufrimiento. Más que una batalla política, es un imperativo ético y de dignidad. Venezuela necesita un gobierno que le sirva, no a uno como el actual que se sirve de los venezolanos para sus propios intereses económicos y de poder. El éxito de la transición se va a medir por su capacidad para lograr que la gente sufra menos. Por tanto, en el trabajo de construcción de nuestra necesaria coalición de sectores sociales y políticos, preparémonos desde ya para eso, y presagiemos hoy con nuestra palabra y nuestra conducta el tipo de relaciones que queremos para el país que vamos a construir.

Las coaliciones exitosas en la historia son aquellas donde los distintos sectores sociales y políticos no solo se sienten representados, sino que perciben que la coalición expresa y defiende sus intereses mejor que lo que lo pudieran hacer ellos mismos por separado. Construirlas requiere inteligencia, respeto a la autonomía y heterogeneidad de los sectores y organizaciones, pero también mucha generosidad y grandeza de las partes para entender que el objetivo es superior a los cálculos de corto plazo.

Esa es hoy la exigencia clave que nos demanda el momento histórico. Si la construcción de esta indispensable coalición interna político-social fracasa, no solo perderemos la esperanza de nuestros compatriotas y el apoyo de la comunidad internacional, sino –lo más grave– estaremos dando un gran paso hacia la pérdida de lo que un día fue nuestro amado país.

@angeloropeza182

5 metas para el reencuentro

Ángel Oropeza

En ciencias de la salud se sabe que una de las claves del éxito de un tratamiento contra cualquier trastorno o enfermedad es un adecuado diagnóstico. Sin un diagnóstico acertado, los tratamientos simplemente no resultan porque no se corresponden con la patología para los cuales fueron diseñados. Lo anterior resulta igualmente cierto cuando se habla de atacar o resolver problemas de naturaleza social y política.

Las acciones deben diseñarse como consecuencia de un diagnóstico apropiado, y nunca al revés. Una observación diagnóstica detallada y objetiva del momento político venezolano nos arroja, entre otros, dos hallazgos que merecen atención. Uno, y por razones de distinta índole, la correlación relativa de fuerzas con respecto al régimen de Maduro no parece ser favorable en este momento para las fuerzas democráticas. Estamos en una situación de reflujo, o en el mejor de los casos de enlentecimiento en el avance.

Situaciones similares se han presentado en el pasado durante la larga lucha por la liberación democrática de Venezuela y han sido superadas, pero todo indica que estamos en este momento de nuevo en una situación que amerita reacomodos actitudinales y revisiones estratégicas.

El segundo hallazgo, en cierta forma relacionado con el primero, apunta al hecho del estado actual de dispersión de las fuerzas democráticas, en el cual no pocas organizaciones políticas y sociales intentan trazar su propia ruta ante la desconfianza sobre la posibilidad de construir una ruta común.

Frente a este diagnóstico, lo pertinente pareciera ser -en primer lugar[1]plantearse una estrategia de acumulación progresiva de fuerzas que asuma la lucha por la liberación democrática como un proceso de estadios o momentos sucesivos y ordenados, cada uno de los cuales persigue ciertas metas u objetivos necesarios. Y el primero de esos momentos, sin duda alguna, es el del necesario reencuentro, en el cual la meta principal y más urgente sea pasar del estadio actual de dispersión de las fuerzas democráticas a un nuevo estadio donde frenemos esta tendencia a la entropía y logremos reencontrar a la mayoría de las fuerzas sociales y políticas del país en espacios mínimos de consensos estratégicos y rutas comunes de lucha.

Este momento de encuentro debe realizarse en primer lugar sobre la búsqueda de una ruta estratégica común de lucha democrática que debe ser construida a partir de la escucha y el intercambio sobre cómo cada sector percibe o considera lo que hay que hacer.

El Frente Amplio Venezuela Libre, instancia unitaria de comunicación y articulación entre los partidos políticos democráticos y una amplia gama de sectores sociales organizados, ha querido contribuir con el objetivo principal de este necesario momento de encuentro –frenar la dispersión de las fuerzas democráticas, tan beneficiosa a la dictadura- propiciando una serie de intercambios con distintas organizaciones y sectores en la búsqueda de identificar esos consensos estratégicos mínimos sobre los cuales coincidir en una hoja de ruta común con la cual todos nos identifiquemos.

Como insumo a esos intercambios, el Frente Amplio ha propuesto para la discusión cinco grandes metas u objetivos de nuestra lucha democrática en la actual coyuntura, que pudieran servir para comenzar a aglutinar en torno a ellos el esfuerzo de sectores políticos y sociales en este momento dispersos. Estas cinco metas son:

1) Alcanzar un acuerdo político nacional, entendiendo por este el resultado exitoso de un proceso de negociación integral, con el acompañamiento internacional de actores reconocidos y relevantes, y que esté orientado a la resolución política de la crisis venezolana.

Este Acuerdo Político Nacional tiene varias características definitorias que son importantes de resaltar. En primer lugar, está orientado a la resolución del conflicto raíz de la crisis nacional que es el político. Por tanto, es un Acuerdo que está en función del objetivo político estratégico que es solución política de la crisis venezolana.

En este sentido, se diferencia de los acuerdos parciales humanitarios que puedan lograr otros sectores de la sociedad civil. A estos últimos se les debe estimular y fortalecer, pero al mismo tiempo cuidando que –desde la heterogeneidad y especificidad propias de cada sector- tributen todos al objetivo macro de la superación de la dictadura, que es la raíz y causa de todos los demás problemas sociales y económicos.

En función de lo anterior, es necesario velar para que cada negociación y acuerdo parcial cumpla con tres requisitos para recibir el apoyo de todos los demás actores democráticos: a) que contribuya y no debilite la consecución del objetivo macro: b) que no generen división ni dispersión entre los actores democráticos, y c) que tales acuerdos sectoriales no neutralicen o afecten los intereses de otros sectores.

2) Acercamiento a los sectores moderados y democráticos del chavismo que estén a favor de una solución política a la crisis.

3) Atención de crisis humanitaria, entendiendo por ella todo esfuerzo y acción para lograr una atención efectiva que alivie la grave crisis humanitaria que el país atraviesa. Nótese que se usa el término “aliviar”, ya que la solución de esta crisis solo será realidad cuando se logre una solución al conflicto político nacional.

4) Construcción de la Unidad Nacional, que no es otra cosa que alimentar todos los esfuerzos que se realicen para lograr el encuentro del país/nación en el marco de un objetivo estratégico común.

5) Enfrentar con éxito los escenarios electorales. Sobre este último punto es necesario detenernos muy brevemente. Elecciones libres, justas y verificables son la base de una verdadera solución democrática en Venezuela. Recuperar el poder del voto es la gran apuesta de las fuerzas democráticas del país, apuesta que cuenta con el respaldo de buena parte de la comunidad internacional.

En justicia, Venezuela reclama un cronograma electoral integral en donde se contemplen, además de las elecciones regionales y municipales, sobre todo, la realización de nuevas elecciones presidenciales y legislativas, porque las que se han realizado en el pasado reciente usurpando ese nombre han sido calificadas como ilegitimas ya que no se han cumplido las condiciones para que la voluntad popular se exprese conforme a los estándares internacionales.

Para alcanzar esta gran aspiración es necesario construir acuerdos que garanticen las condiciones necesarias, teniendo como referencia las que se establecieron de común acuerdo con la Unión Europea en diciembre de 2020 y que no fueron aceptadas por el madurismo, utilizando para ello la movilización y la presión nacional e internacional necesarias.

Nuestra lucha en las actuales circunstancias consiste en la construcción de escenarios electorales que nos acerquen progresivamente a estas grandes aspiraciones, que nos permitan acumular fuerzas, propiciar la movilización política, reivindicar las condiciones electorales necesarias para el cambio político y la edificación de una sólida estructura electoral.

La construcción de estos escenarios, y la actuación concreta en cada uno de ellos, dependerá de la evaluación de lo que más convenga en función de los objetivos superiores que demanda el cambio político. en la dirección indicada

Estas son las 5 metas de la lucha que ha propuesto el Frente Amplio para la discusión, buscando rescatar la necesaria confianza intersectorial entre las fuerzas democráticas del país y que, de compartirse, sirvan de base para la cimentación progresiva de una estrategia mínima consensuada que nos agrupe a todos. Porque si común es el destino que todos enfrentamos, lo inteligente es diseñar y encontrarnos entonces en un camino común para afrontarlo.

@AngelOropeza182

04-03-21

https://www.elnacional.com/opinion/5-metas-para-el-reencuentro/

Los consejos de Dupuy

Ángel Oropeza

En momentos de oscuridad es cuando más se aprecia y se necesita la luz. De igual manera, en situaciones de confusión, desaliento y duda, es cuando más urgentes y necesarias resultan las reflexiones que nos ayudan a levantar la vista, recordar de dónde venimos, pero sobre todo el porqué y norte de nuestra lucha.

En el año 2005, el entonces arzobispo de Mérida, hoy Cardenal Baltasar Porras Cardoso, se dedicó a recopilar algunos de los principales discursos y homilías del entonces nuncio apostólico de la Santa Sede en Venezuela, monseñor André Dupuy, quien dejaba su cargo en nuestro país después de cinco años de fructífera y trascendente labor entre nosotros. Esa recopilación fue plasmada en un libro (Palabras para tiempos difíciles, Edit. Escuela Técnica Popular Don Bosco, Caracas, 2005), que resulta de obligatoria lectura para los venezolanos de hoy, algunos de ellos víctimas de la desesperanza y el desaliento.

Los escritos de Dupuy, hechos hace más de 3 lustros, cuando el país estaba ya en las garras de un modelo político para muchos en ese momento seductor pero generador de división, odio y violencia, son una reflexión profética que nos alerta sobre el peligro de la postración anímica y la rendición conductual como personas, al tiempo que nos impulsa a nunca cejar en la lucha por la dignidad y la liberación de nuestro país

Dupuy alertaba desde entonces a no descuidar dos de las virtudes sin las cuales la construcción de patria no era posible. No se refería por supuesto a la patria como el fetiche acomodaticio preferido por los tiranos para ocultar su explotación, sino al vínculo afectivo, histórico y cultural que une a las personas entre sí y con una tierra a la que aman y con la cual se identifican. Estas dos virtudes eran la esperanza y el buen juicio. Sobre la primera, nos pedía a los venezolanos tener la “valentía de esperar”, que no es otra cosa, lejos de una actitud de resignación o de aguardar soluciones mágicas, que asumir como causa de vida que las cosas injustas pueden y deben cambiar. Y sobre la última, advertía que la “pérdida del buen juicio” –no saber diferenciar la verdad de la mentira, lo justo de lo injusto, y vivir en un mundo de ilusiones y engaños– “es la peor de las calamidades que pueden acechar tanto a las personas como a una sociedad”.

Desde aquellas palabras de Dupuy, nuestro país no ha hecho otra cosa que involucionar y tribalizarse. El ambiente externo de depauperación constante de las condiciones de vida ha terminado generando un ambiente psicológico generalizado de desazón, angustia e incertidumbre, que puede peligrosamente conducirnos a la resignación y a la entrega. Es en estos momentos, justamente para atajar ese peligro, que el llamado a actuar desde la esperanza y el buen juicio cobra crucial importancia. Y esa es la necesaria actitud política que las difíciles circunstancias exigen de los venezolanos de hoy. La misma actitud política que Gandhi predicaba como indispensable cuando la lucha por la liberación de su país en ocasiones era amenazada por la desesperanza: “Voy a seguir creyendo, aun cuando la gente pierda la esperanza. Voy a seguir construyendo, aun cuando otros destruyan. Y seguiré sembrando, aunque otros pisen. Y seguiré gritando, aun cuando otros callen. Invitaré a caminar al que decidió quedarse, y levantaré los brazos a los que se han rendido”.

Acabamos de conmemorar un nuevo aniversario del heroico 23 de enero de 1958. El año anterior, penúltimo año de la penúltima dictadura, el signo de la cotidianidad era el miedo. El régimen había convertido al terror y al chantaje en su herramienta privilegiada de control social, a pesar que no existía en ese entonces el fascista “carnet de la patria”, y la sede de la Seguridad Nacional no quedaba como hoy en el Helicoide o en los cuarteles de la tenebrosa FAES. Decenas de líderes políticos, sindicales y estudiantiles habían sido asesinados, mientras otros centenares sobrevivían en el exilio o en las cárceles de la dictadura. La gente temía abrir la boca, ante el temor a ser delatados por no pensar como el régimen. Sin embargo, ese año los liderazgos políticos, religiosos y sociales, a pesar de sus diferencias, conformaron una unidad de propósitos que hizo imposible materializar los planes continuistas del gobierno. Fue un asunto de actitud y organización. Tal como hoy, el gobierno lucía con la fuerza represiva como para aplastar y acallar el rechazo popular. Pero el país y su dirigencia asumieron retarle. Y entendieron que no era un asunto de sentarse a esperar que las cosas ocurrieran, sino de organizarse y unirse para hacer que pasaran.

Pero, además, era un asunto de atreverse a abrir los ojos a pesar de las lágrimas y el desánimo. En otra de sus proféticas reflexiones, y hablando del desvanecimiento anímico que observaba en algunos venezolanos, Dupuy escribe: “Reflexionando sobre este desvanecimiento, tengo la impresión de que se está repitiendo el famoso episodio de los dos discípulos de Emaús, en la mañana de Pascua. Ellos se alejaban de Jerusalén para regresar a su aldea, con el rostro triste y el corazón invadido por el abatimiento. ¡Hermanos, cuantos ciudadanos, a imitación de estos discípulos anónimos, han regresado a su casa, a su cotidianidad, desconcertados, incluso escandalizados! Su desesperanza era tanto mayor cuanta más grande había sido su esperanza”. Esa desesperanza nublaba su juicio y eran incapaces de reconocer que aquel forastero que les hablaba y acompañaba en el camino no era otro que su Maestro resucitado, a quien creían muerto y con él perdida toda esperanza de redención. Su liberación estaba allí, cerca, tan cerca que caminaba junto a ellos. Pero su desaliento y confusión eran tan grandes que no la podían ver.

La Venezuela que la mayoría aspira y merece no llegará nunca si no asumimos, desde las virtudes de la esperanza y el juicio correcto, que solo la unidad, la organización y la presión popular constante y efectiva, imposible sin las dos primeras, constituyen la única estrategia con posibilidad de éxito. Y si no abrimos los ojos y el ánimo para escapar de la trampa de la desesperanza, esa que engañosamente nos quiere hacer creer que no hay nada que hacer, y que la única opción es renunciar a la grandeza de los libres para resignarse a la indignidad de la esclavitud.

@angeloropeza182

18 de febrero 2021

El Nacional

https://www.elnacional.com/opnion/los-consejos-de-dupuy

Estrategia, obstáculos y oportunidades

Ángel Oropeza

La hermosa lucha por la liberación democrática de Venezuela está –como es de esperarse–plagada de obstáculos. Identificarlos es un paso necesario para poder diseñar estrategias efectivas que, lejos de los planteamientos ingenuamente idealistas o caracterizados por un infantil voluntarismo, partan del reconocimiento e impacto de su existencia.

El primero es, por supuesto, el hecho de que cualquier actividad política, distinta a la de adular a la actual clase política gobernante y arrodillarse ante ella, es considerada por la tiranía como un delito. En los regímenes democráticos, la lucha política y el trabajo por la alternancia en el poder son actividades no sólo legítimas, sino que todo el mundo sabe qué hacer al respecto. En las dictaduras, por el contrario, aspirar al cambio político es criminalizado por quienes detentan el poder –ante el riesgo de perder sus privilegios– y todos los que trabajan por la transformación del país son considerados y tratados como delincuentes. Ello convierte a la lucha por la liberación popular en la actividad de mayor riesgo y peligrosidad en nuestro país.

A esa primera y principal limitación se suman otros serios obstáculos como la severa represión de los cuerpos de seguridad del Estado a cualquiera que piense distinto al régimen, la ilegalización de los partidos políticos democráticos, el apoyo a la dictadura por parte de la alianza internacional Cuba-China-Rusia-Turquía-Irán, la migración forzosa de venezolanos huyendo de la hambruna y de la crónica precariedad de sus condiciones de vida, y la aguda crisis humanitaria compleja que golpea a la inmensa mayoría de la población y que atenta contra las posibilidades efectivas de organización social y de movilización popular.

Sin embargo, y a pesar del duro fardo que los obstáculos anteriores representan para el trabajo de liberación democrática del país, es posible identificar también algunas oportunidades en la coyuntura que pudieran ser utilizadas para alimentar la estrategia del cambio político. Dadas las limitaciones de espacio, mencionemos aquí solo tres.

En primer lugar, existe un consenso incuestionable en la opinión pública alrededor de la prioridad de combatir y mantenimiento, y achacando su causa a factores externos. En segundo lugar, presenciamos en Venezuela una constante y diaria manifestación de reclamo e indignación popular, expresada en protestas y pobladas desagregadas por todo el país, lo cual constituye un indicador innegable de alta conflictividad social. Y por último, las contradicciones de la cúpula gobernante con lo que creen sus bases sociales de apoyo han comenzado a hacer metástasis y están provocando graves fracturas no solo dentro de la alianza de partidos que históricamente les han acompañado sino, lo que es más importante, en las bases estructurantes del chavismo.

Con respecto a esto último, ya no son solo la evidente incapacidad para gobernar, la inocultable corrupción de los jerarcas del régimen, su opulento estilo de vida que contrasta con las penurias de la generalidad de la población y su insensibilidad para con el sufrimiento de la mayoría lo que ha venido alejando al madurismo de sus otrora fieles bases sociales. La gota que parece haber derramado el vaso es la constatación de que la violación de los derechos humanos, con su secuela de tortura, desapariciones forzadas, encarcelamientos sin juicio, ejecuciones extrajudiciales y asesinatos, forma parte de una política sistemática y deliberada de la oligarquía madurista. Y ello ha resultado demasiado para muchos de los sectores, organizaciones y personas que hasta ayer los respaldaban, porque la defensa de los derechos humanos es universal, no tiene ideología ni bandería política, y quienes los violen deben ser condenados y repudiados trátese de quien se trate, sin justificación ni atenuante alguno.

Estos elementos de la actual coyuntura deben ser inteligentemente considerados dentro del diseño estratégico de la oposición democrática. Cualquier propuesta que exponga claramente y sin ambigüedades ante el país tres prioridades, la opción preferencial por reducir el sufrimiento de la gente antes de cualquier otra consideración, la defensa de los derechos humanos de todos sin excepción (lo cual pasa por el amparo de sus derechos sociales, políticos y económicos), y la prefiguración clara del país por el cual se lucha, un país plural, amplio, heterogéneo,

donde todos tengan cabida e importancia, donde todos sientan que son necesarios para el difícil pero hermoso reto de su reconstrucción, y que enamore a todos en la lucha por su consecución, será una propuesta que comenzará a calar hondo en la mayoría de los venezolanos, y a despertar simpatías y entusiasmo más allá de que se trate de partidarios opositores, indecisos, desanimados, desencantados del madurismo o simplemente incrédulos.

Por supuesto, un elemento central e insoslayable de una estrategia de cambio político basado en esa propuesta, es otorgar prioridad al trabajo –difícil pero necesario– de convertir la actual conflictividad social en un auténtico movimiento democrático de presión cívica interna, sostenida, organizada y con direccionalidad política, que genere las condiciones sociales que hagan inevitable una salida negociada a la crisis. Sin ello, cualquier propuesta de liberación y transformación del país quedará solo como un hermoso proyecto.

El teólogo inglés William George Ward decía que las oportunidades son como los amaneceres. Si uno espera demasiado se los pierde. Por el bien del país, y a pesar de los múltiples obstáculos, la conjunción de oportunidades que presenta el actual momento venezolano, en lo político y en lo social, tiene que ser inteligentemente abordada y aprovechada por la oposición democrática. Antes que sean otras las circunstancias.

@angeloropeza182

5 de noviembre 2020

El Nacional

Seis años más de Maduro

Ángel Oropeza

En un estudio realizado por el psicólogo norteamericano Sherif y sus colegas, se hizo una dramática demostración de cómo se pueden generar de manera artificial prejuicios y desconfianza en grupos que, de manera natural, no los tenían.

Los investigadores enviaron niños de 11 años de edad a un campamento de verano. Una vez allí, fueron divididos en dos grupos. Durante una semana, ambos grupos vivieron y jugaron juntos. En esta fase, los niños desarrollaron rápidamente un fuerte apego a sus grupos. Eligieron nombres para sus equipos (“Serpientes” y “Águilas”) y los grabaron en sus franelas, e hicieron banderas con los símbolos de sus grupos.

En este punto comenzó la segunda fase del experimento. A los chicos de cada grupo se les dijo que realizarían una serie de competencias “suma cero”, donde el triunfo de uno únicamente es posible si el otro es eliminado. El equipo vencedor recibiría un trofeo, y sus miembros obtendrían valiosos premios. A medida que los chicos competían, aumentó la tensión entre los grupos. Al principio se limitaron a mofas e insultos verbales, pero pronto se produjo una escalada hacia acciones más directas. Por ejemplo, las Águilas quemaron la bandera de las Serpientes. Al día siguiente, las Serpientes contratacaron invadiendo la cabaña del rival, volcando camas y llevándose efectos personales. Entretanto, los dos grupos se increpaban entre sí tachando a sus contrarios de “traidores”, “cobardes” y “vendidos”. En poco tiempo, cada grupo mostró hacia el otro los elementos básicos de un fuerte y artificial prejuicio.

Por suerte, la historia tuvo un feliz desenlace. En la fase final del estudio, se alteraron intencionalmente las condiciones, a tal punto que los grupos se vieron en la necesidad de trabajar juntos para obtener objetivos superiores (metas deseadas por ambos grupos), lo que produjo drásticos cambios. Después de que los chicos trabajaron en equipo para restablecer el suministro de agua –previamente saboteado por los investigadores–, tuvieron que juntar sus ahorros para alquilar una película y repararon entre todos el camión en el que salían de paseo, se desvanecieron progresivamente las tensiones entre grupos.

La psicología social ha comprobado cómo los regímenes fascistas y militaristas de dominación manejan desde hace mucho tiempo la utilidad de la generación artificial de prejuicios y desconfianza. Porque la forma más fácil de dominar a un adversario es dividiéndolo y haciendo que se enfrente entre sí, que crea que el enemigo a vencer no es quien lo domina sino quien está a su lado sufriendo también la dominación. No solo su fuerza se reduce a la mitad, sino que el enfrentamiento intencionalmente fabricado entre sectores artificialmente en pugna permite que la energía social de reacción e indignación ante tanto sufrimiento no se dirija hacia el verdadero responsable, que es el gobierno, sino que convenientemente se desvíe hacia otros compatriotas o grupos que al final también son víctimas de las mismas tragedias.

Que esta estrategia de generar desconfianza y división con fines de dominio lo haga la clase política instalada en el poder es perfectamente explicable. Lo que no se entiende es que quienes se les oponen se sigan prestando a ese juego perverso, que es la base de sustentación del modelo de dominación fascista.

Desmontar la creada –y muy bien reforzada desde el gobierno– arquitectura de prejuicios y desconfianza entre quienes nos oponemos al régimen es hoy una de las tareas más urgentes por emprender. Y esa labor comienza por reconocer que sin unidad lo único seguro que nos espera son seis años más de Maduro en el poder. Lo trágico es que eso puede perfectamente ocurrir no por la fortaleza ni por el respaldo popular al régimen, sino porque quienes le adversamos no sepamos ponernos de acuerdo para postergar nuestros discrepancias hasta después de superada la dictadura. El problema es que, si esta continúa, ya ninguna de nuestras diferencias importará, porque simplemente estaremos todos condenados a desaparecer.

El escenario por venir

Ángel Oropeza

La gravedad de la situación del país nos debe obligar a todos a abandonar, aunque sea por momentos, la estrechez de miras –esa que no va más allá de cálculos mezquinos de intereses particulares– para levantar la vista y prepararnos para los escenarios que se nos avecinan.

Si intentamos un ejercicio, solo con fines didácticos, de separar sus elementos principales, el escenario por venir en las próximas semanas se presenta con las siguientes características.

En primer lugar, la crisis económica y social será con mayor fuerza la gran protagonista, producto de la estupidez del gobierno en insistir con medidas que solo agravan tanto los problemas macroeconómicos como la tragedia cotidiana de los venezolanos. A esto se suman sus dificultades para conseguir financiamiento externo, debido a su tozudez en querer imponer una ilegítima “constituyente” que no es reconocida ni fuera ni dentro del país.

En segundo lugar, se avecina el reforzamiento de una nueva estrategia de contención represiva, a través de la espuria ANC, con la excusa cínica de la defensa de la soberanía, y por medio de la cual se piensa perseguir y castigar con la amenaza de “traición a la patria” cualquier señalamiento a la corrupción de la oligarquía madurocabellista o cualquier acción orientada a la superación de las penurias de los venezolanos. Esta contención represiva se expresará, adicionalmente y de manera particular, a propósito de las elecciones regionales del 15 de octubre, mediante intentos de inhabilitación de candidatos, eliminación discriminada de centros, corrupción electoral generalizada e imposición de condiciones ilegales para obstruir la expresión popular de cambio.

Un tercer elemento del escenario que se nos aproxima es un seguro aumento de la conflictividad social (acompañado o no de protestas masivas), producto del inevitable agravamiento de la crisis económica, más las razones estacionales propias del último trimestre del año, principalmente el reinicio de las actividades estudiantiles y el aumento de las necesidades de consumo.

Frente a esto, veremos a un régimen limitado solo a correr la arruga, incapaz de resolver ninguno de los problemas de los venezolanos, y que va a privilegiar mantenerse en el poder antes de generar gobernabilidad. De hecho, el gobierno es tan débil que solo está allí, aferrado con las uñas al poder, escondido detrás de una tanqueta, pero sin controlar ningún proceso económico o social. Se mantiene en el poder y reprime, pero ya no gobierna.

Ante la segura agudización de la crisis, y la pérdida progresiva de su ya endeble respaldo popular, el régimen intentará una estrategia de radicalización y represión selectiva con fines disuasivos, que le permita “protegerse” de eventuales compromisos que se vería obligado a negociar con la oposición, producto de la enorme presión externa que la Mesa de la Unidad ha logrado construir sobre la dictadura.

Como todo escenario, y más en uno de equilibrio inestable como el que se aproxima, existen elementos condicionantes que inciden en su evolución y desarrollo. En nuestro caso, hay cinco variables claves: el resultado de las elecciones regionales del 15 de octubre, el fortalecimiento de la relación MUD-país, el estado de las tensiones internas en las estructuras de apoyo del régimen (especialmente la estructura militar), los efectos de la presión internacional sobre la conducta del gobierno y la viabilidad de una negociación MUD-régimen sobre la realización de elecciones presidenciales y la construcción de una solución política a la crisis.

Cada uno de estos cinco condicionantes claves constituye a su vez un área específica donde la Mesa de la Unidad y el país deben desarrollar una estrategia inteligente y sistemática de incidencia. En la medida en que nuestras acciones afecten o repercutan favorablemente en estas cinco variables claves, el difícil escenario que se nos viene podrá ser enfrentado con el éxito necesario para convertirlo en el preludio de eventos que nos acerquen a la meta del cambio político. Ese es el reto.