Insubordinación ciudadana
El día esperado transcurrió sin sorpresas. Me refiero al pasado 20 de Mayo. Los resultados electorales confirmaron las predicciones de gran parte de los analistas políticos. La insubordinación ciudadana se impuso. Más del 50% de los votantes permanecieron en sus hogares en un gesto de rebeldía ciudadana. Es importante subrayar este último concepto. La abstención que prevaleció el 20 de los corrientes no puede ser interpretada como desaliento o indiferencia hacia el acto comicial. Por el contrario, fue una forma de rebeldía mediante la cual los ciudadanos enviaron un claro mensaje a la clase política oficialista y opositora: sus invocaciones políticas eran y son inapropiadas. No lograron interpelar a la ciudadanía. Sus estrategias y tácticas discursivas apuntaron en el sentido contrario al “humor” que prevalecía en la mayoría de la población opositora. Se requiere, entonces, formular una propuesta política que este a la altura de las necesidades de la población y, en consecuencia, logre mutar este sentimiento de insatisfacción en actos de rebeldía ciudadana.
No tengo la menor duda. El presente entorno social y político es propicio para albergar una apuesta de esta naturaleza. Son precisos los datos que proporciona la realidad. A saber: 80% de los hogares presentan inseguridad alimentaria (ENCOVI, 2017); el Observatorio Venezolano de conflictividad Social ha reportado más de 900 protestas a lo largo del mes pasado. La mayoría de ellas son por derechos sociales, económicos o laborales; los niveles de violencia y criminalidad han aumentado en forma significativa. Se prevé que esta situación empeorará. No hay alternativa. La hiperinflación continúa su marcha empobrecedora y la producción petrolera disminuye en forma drástica.
En síntesis: el Estado democrático ha desaparecido. Su lugar está siendo ocupado por aparatos de vocación represiva y autoritaria. Una única orientación prevalece en sus ejecutorias: garantizar la permanencia en el poder de la burocracia madurista. En otras palabras, las elecciones lejos haber sido un instrumento para procesar las preferencias ciudadanas ha mutado en procedimientos para legitimar la elite en el poder. No existe pluralidad democrática en el país. El gobierno se sostiene por la acción de los poderes facticos.
¿Cómo enfrentar esta situación? ¿Qué forma de protesta será apropiada en este contexto? En fin, ¿Cuáles acciones políticas han de ser las adecuadas en esta coyuntura?
Comencemos a dilucidar estas interrogantes por la última de ellas. Bien la respuesta, si se quiere, es simple. Hay que propiciar una unidad superior que aglutine todas las expresiones opositoras existentes en el país. Para alcanzar este objetivo, es indispensable cesar en la búsqueda de culpables en relación a los resultados electorales. Antes por el contrario, es imperante comprender las oportunidades que la presente coyuntura ofrece para impulsar el cambio político que la mayoría de la población anhela.
En relación a los otros temas o preguntas parece necesario revisar experiencias históricas homologas a nuestra coyuntura. Me viene a la mente las protestas que protagonizó el movimiento obrero polaco en la década de los ochenta del siglo pasado. En especial la de agosto de ese año en los astilleros Lenin de Gdansk. El líder obrero Lech Walesa obtuvo una victorial al lograr que el estado comunista reconociera a los trabajadores el derecho de organizar libremente sus sindicatos. A partir de este histórico hecho se desató la ola democratizadora que dio al traste con el régimen comunista de esa nación.
Lo que intento subrayar es que en el país se ha abierto un compás de tiempo que hace necesario explorar diversas formas de protestas. Encadenarlas en el sentido que cada una de ellas se evoque mutuamente y que tenga como objetivo demandar una única reivindicación: la renuncia de Maduro y la convocatoria de elecciones. He sacado el ejemplo polaco para ilustrar la necesidad de ubicar “nuestro astillero” y concentrar en él todas las formas de protestas en el marco, desde luego, de una nueva unidad superior.
La mesa está servida. Estamos en presencia de una crisis que rebasa las fronteras y tiene connotaciones de carácter internacional. La presencia de Maduro en el poder es un obstáculo que impedirá dar respuestas apropiadas para enfrentar la hiperinflación, el colapso de la producción petrolera y la emergencia social que sacude el país.
La única alternativa viable es la renuncia del Presidente Maduro y la convocatoria de nuevas elecciones.
La política es así.
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