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Opinión

En enero de 2019 tuvimos razones muy valederas para llenarnos de nuevo de esperanzas, porque se puso en marcha una iniciativa de los partidos democráticos en la cual un grupo de jóvenes políticos levantaba el estandarte de la libertad, sustentándose en la legitimidad irrefutable de la Asamblea Nacional frente a los usurpadores del poder que pretendían mostrarse como lícitos. Hasta entonces nunca se había recibido el apoyo de más de cincuenta naciones democráticas del mundo, las cuales demandaban igual que los venezolanos el cese de la usurpación y el inicio de un proceso de transición a la democracia que nos llevase a realizar elecciones libres y a comenzar la construcción de una nueva Venezuela.

Desde los primeros meses de vida de la iniciativa se produjeron avances innegables en el fortalecimiento de alianzas internacionales que nos apoyan, las cuales por más de un año han aplicado sanciones y otras presiones económicas y políticas que sin duda han debilitado en su accionar al régimen usurpador. Pero hoy, acercándose la fecha de las elecciones parlamentarias a las que obliga la Constitución, el régimen asalta nuevamente a los partidos democráticos, buscando ventajas ilegítimas para esos comicios a través de despojarlos de sus símbolos externos y sus mecanismos de gobierno interno, lo que hace apoyándose en dirigentes corruptos de esas organizaciones -que han aceptado venderse- y en la inacción práctica de la inmensa mayoría de los venezolanos.

Efectivamente, para dar su zarpazo, el régimen ha aprovechado un momento en que los venezolanos estamos nuevamente en lo más bajo de uno de aquellos ciclos de optimismo y desconfianza que nos ha tocado vivir.

La desconfianza actual de la gente hacia los liderazgos democráticos, que no se puede ocultar ni tendría sentido esconder, se debe a tres clases de factores. Por una parte, la gente pareciera estar cansada de que los dirigentes de Oposición hayan sido incapaces de mostrar la necesaria transparencia en sus manejos de recursos a pesar de reclamos en ese sentido que tienen más de un año; en segundo lugar, hace tiempo es del dominio público una práctica sectaria que impide que venezolanos honestos de gran conocimiento y experiencia ayuden en las estrategias de acción política o en las relaciones internacionales de una iniciativa que nos ha unido a todos para superar la crisis. Por último, los venezolanos rechazan la repetida comisión de errores importantes de la Oposición en el frente político interno, los cuales han obstaculizado el apoyo a la iniciativa por parte de sectores militares, sin cuyo concurso será casi imposible lograr el cese de la usurpación e iniciar la recuperación de la democracia.

Rechazar la nueva aventura del régimen contra los partidos democráticos y estar al lado de éstos en la presente circunstancia es una obligación de todos los demócratas y en particular de quienes no militamos en partidos, cometido que asumo abiertamente. Pero eso no basta, porque sólo en la medida en que los partidos rectifiquen y se hagan fuertes, podrán ser instrumentos eficaces del cambio que todos queremos y podrán ganar de nuevo la confianza de la gente, que está hoy muy menguada.

Superar la situación actual de desesperanza y desconfianza es obligación de los líderes, de todos los ciudadanos y de sus organizaciones, y ello sólo será posible si dejan de suceder las omisiones, el sectarismo y los repetidos errores comentados, en una acción transparente y creíble de rectificación por parte del liderazgo opositor.

Me rebelo personalmente ante la conseja según la cual hay que callar o apañar los errores y desviaciones que pueda tener la Oposición porque “el enemigo está del otro lado” o porque “los trapos sucios se lavan en casa”. La experiencia de los últimos veinte años de la democracia fue que los trapos que ameritaban asearse nunca se lavaron y el chavismo se coló entre dos décadas de andrajos malolientes para imponerse en la sociedad.

No hay que cazar brujas o señalar enconadamente a culpables para superar el escenario actual, simplemente hay que cortar las prácticas indebidas en la toma de decisiones sobre temas tan importantes como son la transparencia, el sectarismo generacional y los relacionados con la Fuerza Armada Nacional, y dar muestras claras a toda Venezuela de que tales prácticas han sido desterradas.

Se nos pueden agotar los apoyos internacionales actuales, que dependen de la vigencia de la actual Asamblea Nacional, la cual no necesariamente es auto renovable como se ha querido hacer ver apoyándose en argumentos muy discutibles. ¿Qué sucederá con las capacidades de resistencia del régimen depredador si se retrasa el cese de la usurpación o se debilitan las capacidades de la alianza internacional para cortar los apoyos que aquel está recibiendo de grandes potencias y de estados abiertamente asociados al terrorismo internacional?.

Ningún revés es definitivo en la historia de las luchas por la libertad, pero si no actuamos a tiempo y con transparencia estaremos ante los enormes riesgos de posponer por muchos años la superación de nuestra crisis, acercándonos a la experiencia histórica que ha padecido la sociedad cubana, o de ver a Venezuela convertida en el escenario de sangrientas guerras derivadas del conflicto geopolítico global, como las que han vivido por muchos años países del Medio Oriente.

Que la iniciativa nacida en enero de 2019, encabezada por el Presidente Interino, recupere muy pronto la confianza de la sociedad venezolana y de todas sus instituciones incluida la Fuerza Armada Nacional, es indispensable para que la Oposición no sea nuevamente víctima de ataques impunes del régimen como el despojo que hace hoy a los partidos, y para que podamos llegar a enero de 2021 habiendo superado la usurpación o contando aún con el apoyo internacional actual, el cual está en riesgo de disiparse si no se actúa de verdad y se hace con celeridad.

Estas reflexiones son portadoras de mi propia angustia y de la inquietud de muchos miembros de la sociedad civil venezolana ante estos riesgos, así como de la confianza que yo mismo quisiera renovar en la entereza del liderazgo democrático de nuestro país, que lo llevará seguramente a asumir la urgente rectificación que es necesaria.

18 de junio 2020

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Un simple análisis de la coyuntura política venezolana arroja como primer hallazgo evidente el avance del régimen de Maduro hacia una mayor autocratización. Maduro se ha ido por la opción de resistir, aferrarse irresponsablemente al poder y tratar para ello de eliminar todos los contrapesos posibles. Es en este contexto que el régimen decide reforzar su control del CNE, no sin antes maquillar su cara fea para intentar engañar a los incautos, y se alista a convocar elecciones parlamentarias, no para que el pueblo se exprese sino para que ellas contribuyan servilmente en su estrategia de dominación.

Ante el avance de los planes de eternización del madurismo en el poder y el consecuente aumento de la represión para imponerlo (porque no de otra manera se puede someter a una población en contra) muchos venezolanos han expresado su natural angustia y la sensación de sentirse emocionalmente abrumados por el inminente peligro que a todos se nos avecina. La pregunta que se oye y retumba en todos los espacios vitales del país es: ¿y ahora qué hacemos? ¿Cuál es la estrategia?

Comencemos por hablar de la lógica angustia. Observar a una clase política decadente y corrupta, que no sólo amenaza y agrede desde la arrogancia que le da su ilusión de poder, sino que es capaz de torturar y hasta asesinar a compatriotas con tal de imponer por la fuerza un proyecto antihistórico para conservar sus privilegios y fortunas, genera sin duda espanto y ansiedad colectiva, casi tan fuertes como el repudio generalizado que se les profesa.

Sin embargo, más allá de esta natural reacción psicológica, es necesario entender lo que hay detrás de la conducta delictiva del régimen, y que le da sentido trascendente a la respuesta épica de un pueblo sufriente pero que sigue de pie en defensa de su país. Recuerdo aquí las palabras de George Marshall: “No basta con luchar. Es el espíritu que nos acompaña en la lucha el que decide la cuestión. Es la moral la que obtiene la victoria”. Y a esta lucha de millones lo que le sobra precisamente es moral.

El madurismo, además de inviable y rechazado por casi todo el país, ya entró de lleno en la categoría de aberración histórica. De tanto velar sólo por sus propios intereses de perpetuación y dominio, terminó por emanciparse de la realidad. De tanto desconocer y dar la espalda al sufrimiento que ellos mismos generaron en sus compatriotas, quedaron reducidos a vivir en un mundo falso, de apariencias y rituales, donde sOlo ellos se creen sus discursos, sus instituciones y sus mentiras.

Como modelo de dominación política, el madurismo es la expresión más acabada de lo que José Ignacio Cabrujas llamaba “el Estado del disimulo”, donde el concepto de Estado, las leyes, las instituciones, son –según sus palabras– simplemente un “truco legal” que justifica formalmente apetencias, arbitrariedades y demás formas del “me da la gana”.

Tenemos entonces instituciones que ni son legítimas ni son de verdad, que no responden a la Constitución sino a los intereses de la clase política dominante, y que entonces no sólo emiten resoluciones y sentencias sin ninguna legalidad sino que además se multiplican y nombran otras instituciones que tampoco son legítimas, pero que responden a este concepto de estado del disimulo: simulemos que son de verdad, porque hasta las dictaduras más obscenas necesitan un mínimo de ropaje de formalidad, al menos unas cuantas “hojas de parra” para intentar tapar sus desnudeces. En el fondo es un intento desesperado por darle visos de “apariencia jurídica” a la pretensión de crear otro país, porque éste no sólo les quedó grande, sino que los desprecia y desconoce.

En este contexto, y con natural angustia, mucha gente se pregunta: frente a esta radicalización del régimen, ¿cuál es la estrategia de la oposición? ¿Tiene alguna?

La oposición democrática ha diseñado un claro objetivo estratégico: derrotar a la dictadura madurista por medios pacíficos y constitucionales, sustituyéndolo por un Gobierno de Emergencia y Unión Nacional que frene la crisis estructural y reconstruya a Venezuela. Ahora bien, para alcanzar ese objetivo estratégico se han diseñado varias tácticas: la articulación social, la presión de calle, la protesta legítima, el trabajo político de socavamiento de las bases de apoyo del régimen, la presión y la acción internacionales, la docencia social, la participación electoral, el acompañamiento a las luchas ciudadanas, y la exploración sobre la viabilidad de mecanismos de negociación con el enemigo, por citar sólo las más importantes. Todas estas tácticas o modalidades del combate político son complementarias e incluyentes.

Las tácticas (que por concepto pueden ser muchas) deben estar siempre en consonancia con el objetivo estratégico, y tienen sentido en función de cuánto contribuyan a alcanzarlo, dependiendo de las siempre cambiantes circunstancias. Es por ello que, a diferencia del objetivo estratégico, las tácticas deben siempre revisarse y, de ser el caso, modificarse o adaptarse a las realidades de la coyuntura. Lo verdaderamente importante es concentrarnos en una política integral que combine con eficacia y coherencia todas las tácticas, para lo cual uno de los requisitos es que ellas no se excluyan mutuamente y que la aplicación de una no anule la acción y el trabajo de las otras.

En este difícil momento del país, la oposición democrática tiene ante sí tres preguntas claves para responder, que son las que verdaderamente pueden determinar no sólo el éxito o fracaso de las tácticas planteadas, sino el futuro inmediato de los venezolanos.

La primera es cómo fortalecer la unidad, sin la cual ninguna victoria es posible. Unidad creciente de la dirigencia política entre si y de los venezolanos con ella. La división en estos momentos sería simplemente suicida. El experimento del Frente Amplio Venezuela Libre, como instancia unitaria de articulación de partidos políticos y sectores sociales ha resultado exitoso como expresión del interés por construir la Unidad superior, pero debe ser ampliado y fortalecido a la luz de estas nuevas urgencias.

La segunda es cómo avanzar en la fractura de la base de apoyo fáctico del régimen, y en la pérdida progresiva y creciente del control del establishment sobre sus bases estructurantes. Y la tercera es cómo darle dirección política a una conflictividad social presente y creciente, pero que adolece de orientación para que sus manifestaciones de protesta y expresiones de presión cívica alcancen la eficacia necesaria.

El objetivo estratégico y sus tácticas están allí. Pero, por supuesto, una cosa es saber cuál es el camino, y otra experimentar cuán difícil es su trayecto. Sin embargo, es necesario insistir: qué nada, ni la angustia ni la legitima indignación, y mucho menos las tentaciones de la tiranía, nos saquen de nuestro camino, que es el único que nos puede conducir a la necesaria victoria. Recordemos las palabras de Tzun Tzu: “Los buenos guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer fuera de su fortaleza”. Porque, al final, “la invencibilidad está en uno mismo, la vulnerabilidad en el adversario”

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Elementos definitorios

No propongo aquí examinar la mente de quienes ocupan el poder en Venezuela desde categorías conceptuales desarrolladas por expertos en el área. No soy psicólogo ni criminólogo. Se trata, simplemente, de constatar la terrible perversión de quienes –a conciencia— han consentido y promovido:

1) La devastación de la economía y, con ello, de los medios de sustento del venezolano;

2) La destrucción de la industria petrolera, proveedora de divisas, gasolina y lubricantes para el mercado interno;

3) La demolición de los servicios básicos para la vida en sociedad: agua, luz, seguridad e información;

4) La ruina de los sistemas públicos de salud y educación, y el acorralamiento de los privados;

5) La supeditación de los derechos humanos (incluyendo el derecho a la vida y a la libertad) a consideraciones políticas;

6) La supresión de toda posibilidad de cambio político por vías pacíficas y democráticas;

7) El reemplazo de normas de convivencia y de respeto entre seres humanos, por la arbitrariedad y el, “me da la gana”, desde el poder;

La lista puede continuar, sobre todo si se entra en el detalle. Cuadrarse con tales hechos y/o intentar convalidarlos con argumentos espurios, retrata la perversión de quienes, hoy, controlan al Estado. La mente criminal de Maduro y su combo se expresa en la creación de un estadio de miseria, sufrimiento y desesperación, como no se conoce en Venezuela desde la Guerra Federal.

En absoluto puede excusarse alegando ignorancia o por estar “mal asesorados”. No sólo conocen del impacto y de las consecuencias de sus acciones; las han proseguido intencionalmente. Ello nos permite una primera aproximación a la comprensión de la mente criminal de Maduro y cía.; su depravación moral y ética. De ahí se explica su crueldad e indiferencia ante los padecimientos de la gente. De ahí su maquillaje de cifras sobre el impacto del Covid-19 en Venezuela, sus razones absurdas por las que no hay gasolina, para justificar el colapso del servicio eléctrico, negar la hiperinflación, el desmoronamiento de la producción agroalimentaria y las muertes en manos de las FAES (y de otros esbirros), como de tantas fabulaciones adicionales. La maldad llega al extremo de acabar, por “quítame esta paja”, con una de las pocas fuentes de entretenimiento que les quedaban a los venezolanos confinados, sin agua y pasando hambre: las transmisiones de Directv, ¡y de meter preso a sus directivos!

Desde su bunker, Hitler culpaba al pueblo alemán por su derrota, una vez entradas las tropas soviéticas a Berlín, al no haber estado a la altura de sus designios. Maduro expresa igual desdén por los venezolanos, regañando a quienes regresan en busca de refugio contra el Covid-19. Parece exclamar, “¡Jódanse, por huir de la ‘revolución’ bolivariana!” “¡Pidan perdón y les entrego cajas Clap!.”

Lo anterior nos permite abordar un segundo elemento de la mente criminal. Su enfermiza obsesión por elucubraciones y construcciones ideológicas que sirven para “auto absolverse” ante sus víctimas. Los chavo-maduristas viven en un mundo ficticio, refractario a toda contrastación con la realidad, que acomoda sus crímenes dentro de una narrativa justiciera, de redención de los pobres. Esa es la función del menjurje fascista y comunista de su ideario: conferirles algún sentido a sus acciones, para que la conciencia no les estorbe cuando estén “salvando a la humanidad”. Así como la Inquisición perseguía, torturaba y le hacía la vida miserable a quienes denunciaba como infieles o dudaba de sus convicciones religiosas, los actuales dueños del país no escatiman esfuerzos para forzar “las razones de la Historia” (con mayúscula) para imponerles a los venezolanos la depredación de sus riquezas. Pero, a diferencia de los vejámenes de la Inquisición, motivados por la fe, en la Venezuela cautiva de las mafias, es difícil suponer que se crean los disparates que se inventan para justificar sus desmanes. El cinismo se les sale por los poros. El oscurantismo retrógrado que exhiben los auto postulados “revolucionarios” de hoy debería llamarse, por tanto, “Cinquisición”. Es, de nuevo, expresión de mentes perversas, torcidas, sin apego alguno por la verdad, ni empatía para con los que no son de su círculo estrecho de complicidad.

La incógnita a precisar es hasta dónde esta mentalidad criminal, con sus terribles vicios, es compartida por quienes sustentan, de una manera u otra, la abominación chavo-madurista. Más allá de los militares y civiles corrompidos, como de los esbirros cebados en atormentar o asesinar a sus compatriotas, es preocupante que, entre los que rodean a Maduro, no hayan aparecido quienes pongan fin a su fatal conducta, por los medios que fuera. ¿No existe consideración humanitaria alguna, aunque sea una pizca de ética, para acabar con tanto sufrimiento? ¿Cuál es el punto de quiebre de las complicidades con los que mandan, a qué responden? ¿O es que todos los que sostienen a Maduro son parte de las mafias dedicadas a saquear al país? Éstas han sido inquietudes permanentes de los venezolanos demócratas. Difícil aceptar que, absolutamente todos, sean tan anuentes con la criminalidad de Maduro, Cabello, Padrino y demás. Es como para terminar perdiendo fe en su condición humana de los chavistas.

Algunas implicaciones

Una primera conclusión de lo señalado es que el andamiaje conceptual y de valores de Maduro y de sus mafias nada tiene que ver con el de quienes luchan, sinceramente, por la democracia liberal. Parece reflejar, más bien, una versión invertida de éste. Ello apunta a la inexistencia de un piso compartido de objetivos y premisas entre chavo-maduristas y demócratas, que pudiera servir de base a la negociación de una salida percibida como mutuamente conveniente para ambos. Ante esta ausencia, es estéril apelar a problemas de gobernanza, a la necesidad de mejorar el bienestar de la población o de defender los intereses de la nación, para comprometer a la mafia en acuerdos constructivos con las fuerzas mayoritarias del país.

¿Significa esto que debe descartarse la posibilidad de producir los cambios mayoritariamente anhelados por la vía de la negociación? No. Lo que implica es que ésta sólo puede tener éxito si se formula en términos tales que proyecte, entre los mafiosos, la convicción de ser la mejor opción posible –en realidad, la única—frente a aquella que resultaría, de otro modo, inevitable: su desalojo por la fuerza.

La objeción obvia de plantear las cosas de esta manera es que la oposición no tiene, en estos momentos, la capacidad o la fuerza (medios de violencia) requerida para que tal amenaza sea creíble. Ella está sujeta a la existencia de ese hipotético y ansiado contingente de militares honestos, comprometidos con el bienestar de los venezolanos que, vergonzosamente, no se materializa, o de la disposición de los gobiernos de naciones amigas por sacar a Maduro y a su mafia del poder, como sea.

La indisposición de gobiernos democráticos por sacar a Maduro por la fuerza no se debe a motivos de naturaleza militar: la corrupción y descomposición de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana no augura capacidad de resistencia ante una acción concertada de fuerzas bien dotadas y apoyadas logísticamente. Obedece a imperativos políticos. Existen dos vertientes a considerar:

1) El argumento (incuestionable) de que no es deseable una solución militar, dados sus posibles costos en vidas y destrucción. Esto es particularmente válido si se percibe que no se han agotado los medios para encontrar una salida negociada. Por supuesto, la permanencia de Maduro en el poder genera costos terribles, día a día. Esta postura tiene, a su vez, dos motivaciones:

- La ignorancia o desconocimiento de la naturaleza del régimen al que nos enfrentamos, totalmente refractario a acordar, por las buenas, el reconocimiento del orden constitucional y, en consecuencia, su salida del poder (rige el paradigma de Chile con Pinochet);

- Porque ofrece a estos gobiernos la posibilidad de mostrar una posición en defensa de un régimen de libertades y de censura a la dictadura de Maduro, aparentemente firme, pero sin tener que comprometer recursos, más allá de sacrificar posibles negocios con ésta al imponerle sanciones. Es una posición cómoda, políticamente correcta, porque abjura de soluciones de fuerza. Es, notoriamente, la actitud de la Unión Europea. La situación venezolana no representa, para la gran mayoría de sus miembros, amenaza alguna, salvo algunos inconvenientes que podrían derivarse del número de refugiados venezolanos en España o Portugal. ¿Por qué involucrarse en una misión costosa en un país que ni les va ni les viene? “Que los venezolanos arreglen ellos mismos sus problemas y nosotros, desde acá, los apoyamos”. Esta posición de no “mojarse” –como dicen los españoles—es lógica y, hasta cierto punto, no los menoscaba éticamente. Lastimosamente a tal posición se le vieron las costuras cuando tocaba intervenir en las Balcanes (antigua Yugoslavia) en los ’90, para evitar los genocidios que ahí se cometieron.

En el caso de los países miembros del Grupo de Lima, lo que ocurre en Venezuela sí representa una amenaza palpable. Sin embargo, opciones de fuerza representan un desproporcionado costo para cualquiera de ellos, de proceder por su cuenta contra Maduro. Además, podría crearles problemas internos con movimientos populistas que simpatizan con el chavismo.

El “wild card” en esto es Donald Trump. Por razones electorales, puede verse tentado a derrocar a Maduro, a solas o liderando otras fuerzas, con o sin apoyo internacional, o simplemente ignorarlo.

2) El no desestimable problema de cómo estabilizar el país, una vez desplazadas las mafias del poder, y asegurar una transición, lo menos conflictiva posible, hacia su exitosa recuperación. El empoderamiento de bandas paramilitares, incluyendo a la guerrilla colombiana, y la anomia representada por su actuación a la libre, representan un serio desafío, posterior al desalojo de las mafias del poder político. Sin garantizar la seguridad interna, no habrá manera de darle paz a los venezolanos, ni existirá la confianza requerida para atraer las inversiones tan necesitadas. Asumir la responsabilidad del orden público post Maduro, no es nada atractivo para gobiernos amigos. Aunque, contra esto, habría que sopesar el alivio de eliminar un factor tan tóxico y perturbador en la región como el chavo-madurismo. Lo ideal sería una respuesta militar autóctona, que ofreciera un referente de autoridad para cimentar el orden interno. Pero, como ya se ha mencionado, la vergonzosa degeneración de los mandos militares venezolanos parece contrariar tal posibilidad.

Implicaciones para las fuerzas democráticas

De lo expuesto se desprende que la estrategia de las fuerzas democráticas debe dirigirse a hacer creíble y viable la posibilidad de sacar a Maduro del poder con una acción de fuerza –por cualquiera de las dos vías antes comentadas—, de manera de que se vea obligado a negociar su imperiosa salida. Esto es una tarea compleja. Implica convencer a las fuerzas capaces de ejecutar esta acción –la constelación de países amigos y/o los estamentos sanos de la FAN-- que tal eventualidad es plausible. Para ello, es menester que las fuerzas democráticas procuren agotar, visiblemente, la búsqueda de acuerdos para que la dictadura acate el ordenamiento constitucional. Para muchos, tal posibilidad es ilusoria, dada la naturaleza fascista de Maduro y los suyos. Este escepticismo –o realismo, dirían los que sostienen esta posición--, puede tener mucho fundamento, pero hay que demostrar que ello es así, fehacientemente. No deben quedar dudas respecto a la negativa de las mafias a una salida pacífica, constitucional.

Si bien en el pasado reciente ha habido reiteradas evidencias de ello, nos enfrentamos, hoy, a dos oportunidades para ponerla decisivamente a prueba: las elecciones parlamentarias, y el enfrentamiento eficaz a la epidemia del COVID-19 y a la aguda crisis humanitaria que padece la población.

Las elecciones parlamentarias

Independientemente del objetivo principal por lograr la realización de elecciones presidenciales legítimas, que pongan fin a la usurpación, las elecciones parlamentarias constituyen un compromiso insoslayable. Son un mandato constitucional. Mal pueden las fuerzas democráticas argumentar que la farsa electoral de mayo, 2018 --con la que Maduro alega haberse reelegido-- es inválida porque viola el ordenamiento constitucional, si no afirman, contundentemente, su disposición a concurrir a la elección de representantes parlamentarios para el período 2021-2026. Desde luego, debe realizarse en condiciones que permitan la efectiva manifestación de la voluntad popular. Ello es el centro del asunto. Para que sea así, es menester cumplir escrupulosamente con lo previsto en la constitución y las leyes respectivas. En tal sentido, la “prueba del ácido” que revelaría la verdadera disposición de la dictadura a regirse por la constitución y las leyes, es que reconociera:

1) Que el CNE debe conformarse conforme al artículo 296 de la Constitución, que establece que sus integrantes son nombrados por votación de las dos terceras partes de la Asamblea Nacional;

2) Que no exista inhabilitación ilegal e ilegítima de candidatos;

3) Que se haga una auditoría completa y transparente del registro electoral;

4) Que se abra el período de inscripción de nuevos votantes, según los lapsos establecidos;

5) Que se inviten observadores internacionales que velen por el cumplimiento de las pautas electorales;

6) Que el gobierno abandone su conducta ventajista y que no haya intimidación de los votantes.

Pero el chavo-madurismo anuncia desde ya su disposición a trampear estos comicios para asegurar su triunfo. “Ni por las buenas ni por las malas” –Maduro dixit--, dejarán que gobierne Guaidó (o cualquier opositor auténtico). Alegando “omisión legislativa”, su tsj abyecto pasó por encima de la Constitución y designó un CNE controlado por exmagistrados chavistas. Suspendió las direcciones nacionales de AD y de PJ, y les nombró una “directiva ad hoc” a su medida. Les confiscó, asimismo, sus respectivas tarjetas electorales. Ahora ese tribunal írrito busca la manera de ilegalizar a Voluntad Popular, el partido de Guaidó, Leopoldo López y de otros dirigentes democráticos importantes. El chavo-madurismo busca, como sea, quitarle el sustento institucional de las fuerzas democráticas, trampeando las elecciones parlamentarias para que su representación ahí resulte claramente minoritaria. Sin control parlamentario, aspiran a hacer desaparecer el apoyo internacional a Guaidó. Esta disposición a torcer la voluntad popular se remacha abiertamente, al despachar groseramente las observaciones críticas de la Unión Europea sobre tal proceder, insistiendo en que estas elecciones, así amañadas, van. Una vez más, como cuando su fraudulenta “reelección, Maduro desafía a los mecanismos constitucionales existentes para que se exprese políticamente el pueblo. Ni siquiera se preocupa por aparentar su apego a ellas. ¡El país le pertenece y hace lo que le da la gana!

Como debe ser, esto se está denunciando contundentemente, con la constitución en la mano, ante la comunidad nacional e internacional. Debe ser eje de la estrategia electoral. Paralelamente, hay que retomar la designación del comité de postulaciones de la sociedad civil, y hacer las consultas respectivas a las facultades de ciencias jurídicas y políticas de las universidades nacionales para designar un CNE legítimo. Es menester que los órganos competentes a nivel internacional hagan suyos este proceder y que, de ninguna manera, se presten a la farsa preparada.

Ahora bien, de abrirse el chavo-madurismo a la posibilidad de avanzar en el entendimiento de aspectos cruciales para hacer confiables estas elecciones, habrá que buscar la manera –también, con apoyo internacional--, de ensanchar esta rendija, de manera de asegurar condiciones electorales, sino totalmente sanas, al menos aceptables. Es decir, la defensa de las condiciones electorales debe convertirse en factor de movilización y “moralización” de las fuerzas opositoras, y de concertación del apoyo internacional. Es necesario pasar a la ofensiva al respecto, y no quedarse meramente en lo reactivo frente a la agenda provocadora que quiere imponer el fascismo.

La cooperación en la contención del Covid-19

El acuerdo firmado entre el Dr. Julio Castro, en representación de la Asamblea Nacional, y Carlos Alvarado, ministro (madurista) de Salud, constituye el primer reconocimiento del chavo-madurismo, a la legitimidad y fundamentación constitucional de la Asamblea Nacional, dominada actualmente por las fuerzas democráticas. ¿Qué implicaciones tiene esto? ¿Cuál es su significado? ¿Es, ¡por fin!, una señal de apertura? Difícil saberlo, más cuando ocurre en un marco político signado por las arbitrariedades antes referidas y por la represión incesante de opositores. Lo cierto es que todo logro que se alcance con este acuerdo –que habría que publicitar-- representa una oportunidad para machacar la necesidad de un Gobierno (transitorio) de Unidad Nacional. Esta no debe ser desaprovechada. Fue pregonado por Juan Guaidó hace poco y avalado por EE.UU. Tal gobierno enfrentaría, con apoyo internacional, la crisis humanitaria del país y generaría espacios para buscar la convivencia y el entendimiento requerido para abordar los problemas más sentidos por la sociedad (servicios públicos, medicamentos, gasolina, etc.).

Es una oportunidad para resaltar, palpablemente, las ventajas de un gobierno que tome seriamente en cuenta necesidades puntuales de la población y contrastarlo con el actual, que responde exclusivamente a los intereses de las mafias. El acompañamiento de esta iniciativa (el enfrentamiento conjunto del Covid-19) con trabajo político entre las comunidades, deberá contribuir con una expectativa favorable al cambio político, en un corto plazo. Se estaría construyendo, desde la base, una alternativa que respondiese a los problemas más sentidos de la gente. Habría que hacerlo claramente visible. Sumaría razones para que la comunidad internacional entendiese mejor la necesidad de insistir en este Gobierno de Unidad Nacional, su único interlocutor confiable para los programas de ayuda y demás iniciativas dirigidas a aliviar las terribles penurias de los venezolanos. De pretender los fascistas boicotear estas posibilidades –está en su naturaleza—hay que denunciarlo fuertemente, a sabiendas que tendría resonancia entre los países amigos. Este trabajo apuntalaría las opciones democráticas frente a los comicios en ciernes, y haría mucho más clara la imperiosa necesidad de unas elecciones presidenciales legítimas, que pusieran fin a la usurpación y a la continuada destrucción de la República.

Consideraciones finales

Maduro, Cabello, Padrino, Reverol, los hermanitos Rodríguez y demás integrantes de su círculo estrecho de poder, han acabado, a conciencia, con el futuro de las nuevas generaciones, con un retiro (jubilación) digna para los mayores, con los ingresos de casi todos, con la salud y las alegrías de una gran mayoría y con la vida de un número no despreciable de sus compatriotas. Pero esto les resbala: son “daños colaterales” de imponer un proyecto –maquillado con una discursiva “revolucionaria”— dirigido a expoliar el país. Mientras estén en el poder, esta labor destructiva arreciará. Asimismo, Venezuela seguirá siendo un factor de desestabilización regional, como refugio de terroristas, asiento del narcotráfico y fuente de una emigración masiva, cada vez más depauperada y sin protección ante el Covid-19.

Las mafias han cerrado reiteradamente las puertas a toda posibilidad de cambio democrático, constitucional. Quieren asegurar su continuidad al mando. Su conducta deliberada en contra de la inmensa mayoría de los venezolanos ha ganado su desprecio. Salvo una rectificación a última hora que muy pocos esperan, no hay nada que buscar con ellos. La carga de la prueba de que su actitud será otra --no con negociaciones que no van a ningún lado o elecciones amañadas--, está de su parte.

Aunque suena antipático tener que decirlo, fui uno de los primeros en señalar la naturaleza fascista de Chávez y de su proyecto “bolivariano”[1]. Al no haber asumido que éste era su carácter, la oposición democrática fue llevada una y otra vez, respondiendo a promesas variadas, a callejones sin salida, con terribles costos, que terminaron apuntalando la dictadura. Para el fascismo, invirtiendo a Clausewitz, la política no es más que una guerra conducida por otros medios. La experiencia histórica señala que prefiere provocar una conflagración final, definitoria de la victoria, que negociar su abandono del poder.

No estamos frente a una situación como la vivida en Chile, que permitió el triunfo del plebiscito contra Pinochet. Éste, dictador sanguinario y ladrón, no fue fascista, estrictamente hablando. Contaba con el apoyo de las clases adineradas y de sectores conservadores del país. Una vez enrumbada la economía chilena a un crecimiento sostenido—después de la desastrosa crisis de 1982—buscó “legitimarse” ante la comunidad internacional y ante su propia población con ese plebiscito. Fue la propia institución militar la que lo conminó a reconocer su derrota. Es decir, había un marco institucional –si bien distorsionado y en parte corrupto— sobre el cual pudo respetarse la voluntad de cambio.

En la Venezuela de hoy, la situación es muy diferente. No hay institución militar (¿acaso quedan instituciones?), dada su corrosión por el ácido de la corrupción y de otros crímenes. Impera la anomia, que impone la voluntad del más fuerte (de menores escrúpulos). Se traduce en un coto de caza a la libre (Venezuela) para las mafias, abierto a su saqueo sin restricciones. Para su tranquilidad mental, disponen de una fabulación ideológica que excusa sus atropellos: ¡una “revolución”!. Ya no es el repudiado imaginario racista, sino las promesas de redención socialistas. Esto los blinda contra toda recriminación, independientemente de que pocos crean realmente los disparates profesados. Su función ha sido construir una burbuja ficticia, una realidad alterna, que los exime de rendir cuentas. Dentro de esta zona de confort, y con apoyo de complicidades internacionales –cubanos, iraníes, ELN, FARC, Rodríguez Zapatero y otros que están en su nómina—en absoluto van a negociar su salida del poder. No les preocupa ganarse el favor de los venezolanos o aparentar legitimidad ante la comunidad democrática mundial. Mientras tengan a su favor la fuerza, continuarán depredando al país, hasta destruirlo por completo. Como todo parásito, no pueden dejar de matar a su víctima: no les queda de otra, pues no saben hacer otra cosa que depredar.

El fascismo ha ubicado a esta contienda claramente como un combate decidido por la fuerza. Para los venezolanos, ha sido una lucha sumamente cruenta, con numerosas bajas y con la devastación de un país que alguna vez fue considerado entre los más prósperos de la región. Participar en las elecciones fraudulentas que prepara Maduro no es la opción “realista” en este escenario, por más que se insista en que ello permitirá desenmascarar las trampas y movilizar a la población. Difícilmente podrá activarse ésta en un escenario de fraude tan claramente cantado. Y será iluso creer que podrá concertarse una unidad sólida que aguijonee a los demócratas a una participación combativa, que arrincone a los fascistas. Cualquier convivencia con éstos será cómplice con continuada destrucción de Venezuela.

La existencia del chavo-madurismo frente al Estado ha demostrado su incompatibilidad con la nación venezolana. Por tanto, no debería estar ahí, no tiene razón de ser. Lamentablemente, ha insistido en que sólo responderá a razones de fuerza. A enfrentar esto está obligada, por ende, la oposición democrática. Paradójicamente, la única manera de concertar un arco de fuerzas que saque a Maduro y sus mafias del poder –nacionales y/o internacionales--, es agotando visiblemente las posibilidades de solución democrática, constitucional. Ojalá que la percepción clara de esta opción por parte de los fascistas permita abstenerse de su ejecución, para liberar a Venezuela.

[1] García Larralde, Humberto (2008), El fascismo de siglo XXI: La amenaza totalitaria de Hugo Chávez Frías, Random House Mondadori, Colección Actualidad Debate, Caracas.

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José Luis Carrillo

Esperar para fijarse una opinión sobre si vale la pena acudir a votar en las elecciones parlamentarias es la recomendación que hace a los venezolanos el nuevo vicepresidente del Consejo Nacional Electoral, Rafael Simón Jiménez, quien cita el evangelio, específicamente la frase “por sus frutos lo conoceréis”, para salir al frente de quienes rechazan acudir a la urnas electorales en un proceso que organizará el nuevo directorio del máximo organismo comicial que fue designado por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), y que es rechazado por los sectores de la oposición aglutinados alrededor de la figura de Juan Guaidó.

En entrevista con TalCual, Rafael Simón Jiménez, historiador, profesor de derecho constitucional y exparlamentario, reiteró lo que ha dicho desde que recibió la llamada para notificarle sobre su designación como rector del CNE: que si las garantías acordadas en la Mesa de Diálogo Nacional, conocida como “la mesita”, se incumplen, él será el primero en dejar el cargo y regresar a sus labores como investigador.

“¿Tú crees que es responsable que unos partidos, cuando ni siquiera se acaban de establecer cuáles van a ser las bases electorales, digan que no van a ir a una elección? Esperen y vean y después digan ‘mira, no hay garantías’, pero eso no es responsable. Con adversarios así es muy fácil hacer todo lo que el Gobierno ha hecho durante todo este tiempo”, descarga el segundo al mando del ente comicial. Rafael Simón Jiménez observa que actualmente hay mayores probabilidades de que el gobierno de Nicolás Maduro cumpla con las garantías acordadas, que en ocasión de las elecciones presidenciales de mayo de 2018.

Seguir la batalla democrática

-El gobierno de Nicolás Maduro en anteriores oportunidades, y cito la elección presidencial en la que participó Henri Falcón, y Javier Bertucci, se había comprometido a hacer algunos cambios y otorgar algunas garantías. Sin embargo, durante el mismo proceso y el día de la votación el propio Falcón denunció que se incumplió con lo prometido. ¿Qué puede darnos la esperanza de que en esta oportunidad sí podrían cumplirse esas garantías?

-En primer lugar, están en una sentencia del TSJ. Tú me dirás, ¿qué cuesta burlar eso? Ahora, estamos en una batalla democrática, lo que tienen que entender los venezolanos es eso y que en esa batalla, a través del voto, hemos obtenido importantes victorias. Te voy a poner un caso específico, siempre digo que la polarización es como la guerra, decía (Winston) Churchill (ex primer ministro británico) que, en la guerra, el primer muerto era la verdad. En 2015 las condiciones electorales en las que fue la oposición a esa batalla electoral fueron mucho más deplorables que cualquiera que se puedan establecer ahora y te las recuerdo, el Gobierno partió los circuitos electorales como le dio la gana, estableció lo que se llama el método Salamander que es pegar circunscripciones que ni siquiera tenían continuidad geográfica; hizo trasvase de votos y trasladó electores de la zona del este de Miranda donde está concentrado buena parte del voto opositor a municipios de Ocumare del Tuy. Entonces, no ganamos porque hubiera o no condiciones electorales sino porque fuimos todos unidos en una sola tarjeta, una sola plancha, una sola campaña y defendimos el voto.

Para Rafael Simón Jiménez es incongruente que, si una persona dice que se está enfrentando a una dictadura terrible, quiera que le hagan elecciones como en Suiza o en cualquier país de normalidad democrática. “Si piensas así , estás absolutamente equivocado. Es una batalla, una lucha. Dígame en 2007 con Chávez en el cenit de su poderío, con el petróleo a $120 el barril y le dimos su más grande derrota. Entre las condiciones electorales que se obtengan, y la fuerza, la unidad y la batalla y la motivación del pueblo venezolano estoy absolutamente seguro que hay condiciones para una victoria electoral.

-¿Hay alguien que puede servir de garante del cumplimiento de esas condiciones, la observación internacional por ejemplo?

– Claro, la propia comunidad internacional. Una de las condiciones pactadas es una amplísima vigilancia, supervisión, observación internacional.

Poderes supraconstitucionales

-La designación de los rectores del CNE se hizo declarando la omisión legislativa, como se ha hecho en varias ocasiones anteriormente, pero en esta ocurre con la particularidad de que a ninguno los rectores se les había vencido su período.

-Recuerda que ellos renunciaron y la renuncia es la manera de poner fin a cualquier mandato que ellos tengan.

-En la misma sentencia, el TSJ anunció la desaplicación de algunos artículos de la Ley Orgánica del Sufragio, con el objetivo de rescatar la representación proporcional. ¿Cómo se justifica que una ley que fue elaborada por la Asamblea Nacional y puesta en práctica por el Ejecutivo venga el TSJ a decir que algunos artículos sí y otros no? ¿No representa esto un mal precedente para el país?

-Yo soy profesor de derecho constitucional y lo que le digo a mis alumnos es lo mismo que voy a seguir sosteniendo. Hubo un diseño constitucional en 1999 en la Constitución que fue incluir la Sala Constitucional dentro de la estructura del TSJ como una especie de súper sala y se le dieron unos poderes extraordinarios que le permiten que sus decisiones tengan carácter de precedente legislativo. No lo comparto, pero eso está en el diseño de la Constitución de 1999; la Sala Constitucional tiene poderes supraconstitucionales. En todos los demás países donde existe la jurisdicción constitucional, la misma está fuera de la cúpula de la jurisdicción ordinaria, hay cortes constitucionales, pero eso es un diseño del constituyente de 1999.

Voto uninominal y la proporcionalidad

-¿Cuál sería el ideal en cuanto a voto nominal y voto lista?

-Lo ideal es volver a un sistema que se aproxime a lo que establecía la Constitución de 1961, un método que refleje fidedignamente el número de votos con el de escaños obtenidos; que el que sacó 100 mil votos tiene derecho a dos diputados y aquí tenga dos diputados. Todo sistema uninominal o de mayorías termina lesionando ese principio; incluso en la vieja Constitución existía una figura que benefició mucho a los partidos minoritarios que era el de los diputados adicionales, si un partido no lograba obtener por vía directa la representación en un determinado circuito se le asignaba el número de escaños que le tocaran según los votos obtenidos. La idea es que el nuevo sistema se aproxime al sistema de representación proporcional que existió durante la vigencia de la constitución de 1961, que a través de un mecanismo de adjudicación se pueda ir al ideal, que se refleje el número de escaños por el número de votos

-¿Cuál considera que es el reto de la nueva directiva del CNE? ¿Cuáles son las tareas de emergencia, si cabe el término, que debe acometer el directorio?

-Yo estoy llegando, hoy fue el segundo día, pero tuve una reunión con el exrector Luis Emilio Rondón y él me informó que ya antes de la quema en los galpones del CNE (donde se perdieron máquinas de votación) se había establecido la adquisición de 15 mil nuevas máquinas por el tema de la obsolescencia tecnológica. Sabes que la tecnología generalmente es de vida corta. Ahora, con la quema total hay que pensar en la adquisición de nuevas máquinas, tanto el hardware como el software (programas informáticos). Ese es un tema que no tengo claro cómo se va a encarar, que se cruza con una realidad: el tema de las sanciones a que está sometido el gobierno venezolano.

Acota Rafael Simón Jiménez que cualquier sistema que se utilice tiene que ser transparente. “Se ha hablado de volver al sistema manual, el que diga eso no sabe lo que está diciendo. El sistema manual fue el más proclive al escamoteo y robo de votos y no inventado por Chávez. Acuérdate del acta mata votos. Yo fui dirigente del MAS, yo me opongo a eso, fui víctima de eso”.

Cumplimiento

Rafael Simón Jiménez señala que lo más importante ahora es lo que se vaya verificando en relación al cumplimiento de los pactos para las garantías electorales, pero advierte que el juego político está abierto y que incluso cabe la posibilidad de que finalmente las elecciones puedan ser pospuestas.

“La Constitución habla de elecciones este año, estamos en una situación grave en medio de la pandemia; el Gobierno ha dicho todas las tardes que eso es prioridad. Vamos a ver cómo se combina el tema de la pandemia con el electoral, se atiende el tema de la renovación tecnológica y eso puede ser materia de un acuerdo entre los factores políticos. Mucha gente dice ‘¿y creen que con todo eso van a hacer elecciones en diciembre’? Pero es que esas personas nunca van a ir a elecciones ni con pandemia ni sin pandemia. En Bolivia, fuerzas que están más confrontadas que en Venezuela acordaron posponer las elecciones, todo eso es negociable, le digo a la gente que vaya viendo y vaya fijando su criterio. Si yo veo que las garantías están siendo burladas me voy a mi casita”, finalizó.

Victoria clamorosa

-En 2015 se dio la victoria opositora con una mayoría calificada, pero vino lo de los diputados de Amazonas (el TSJ ordenó suspender la proclamación de cuatro diputados, tres de ellos opositores) y después la declaración del desacato. ¿Qué podría ser diferente en esta oportunidad para que una victoria sea realmente efectiva?

-Eso tiene que ver con un diseño estratégico de la ruta para formar una transición en Venezuela. ¿Qué fue lo que pasó en 2015? Una victoria clamorosa. Habían logrado un acuerdo entre las fuerzas de la Unidad, que fueron las elecciones con la tarjeta de la manito, de que quien obtuviera el mayor número de parlamentarios presidiera la Asamblea Nacional. El señor Henry Ramos, que es amigo mío y me solidarizo con él en esta medida que acaban de tomar (suspensión de la directiva del partido y nombramiento de una junta ad hoc) pactó con Voluntad Popular, que es el partido que más había repudiado, para saltar por encima de Julio Borges a quien correspondía ser presidente de acuerdo al pacto que no estaba escrito, pero era de caballeros.

Eso me extrañó de Henry Ramos -prosigue- pero ¿cuáles fueron sus primeros gestos? descolgar los cuadros (de Chávez) y decir que en seis meses íbamos a salir de Maduro. Yo no avalo a ninguno, porque hablar de la AN en desacato es una cosa que no existe, el desacato se aplica a una persona natural que no cumpla una sentencia de amparo. Ahora, si esa AN, después de esa victoria clamorosa y esa amplia mayoría consolidada, se hubiera conducido con tacto, hubiera entendido cuál era su papel que era controlar al Ejecutivo, legislar y ser el centro del debate político, me atrevo a apostar lo que sea a que este gobierno no existiera. Desde ese desafío, y antes con lo de los diputados de Amazonas, se montó un dispositivo de provocación y confrontación. El Gobierno conoce tanto a sus adversarios que los provoca porque sabe cuál va a ser la actitud.

Medida perjudicial

-¿Cuál es su posición con respecto a la sentencia contra AD?

-Condena absoluta a toda injerencia, judicialización, de la vida interna de los partidos. La Constitución tutela la vida de los partidos, establece amplias garantías para el ejercicio de la democracia interna de los partidos y todo lo que sea inmiscuirse dentro de la vida interna de los mismos lo considero perjudicial, y creo que la medida es de tal manera censurable que he visto hasta un pronunciamiento del Partido Comunista de Venezuela, que ha sido incondicional del PSUV, y también ha condenado la sentencia. Me extraña por cierto (la medida). Me gustaba mucho la propuesta que había hecho Bernabé Gutiérrez en un principio de hacer un referendo, vi con simpatía que los partidos pudieran tomar sus decisiones consultando con sus bases, al colectivo. En primer lugar, (la acción del TSJ) me produjo sorpresa y en segundo condena.

-Usted ha dicho que la gente está desesperanzada. ¿Cómo se puede lograr que retome la esperanza y vea en el voto un mecanismo para el cambio político?

-Mucha gente me pregunta si con el nuevo CNE puede haber garantías o puede entusiasmar a la gente con el voto. Yo les digo que no; incluso estando yo allí como factor de la oposición. No es el CNE el que da las garantías, ellas están establecidas, pactadas, en base a un documento que es el mismo que Vicente Díaz, actuando como asesor de la Mesa de Negociaciones en Santo Domingo (República Dominicana) del G4 en las reuniones con el Gobierno, planteara en esa oportunidad. Están en la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia. El CNE lo que tiene es un mandato para llevarlas adelante, pero eso es una materia definida y vinculante. Se puede establecer que debe convocarse a todos los actores políticos, incluso actores de la vida nacional porque son temas que involucran no solo a los partidos, para ampliar esas garantías, y dar todas las necesarias para rescatar la confianza de la gente en el voto como gran instrumento del cambio y transformación en democracia.

El camino del fracaso

-¿Cómo se puede renovar ese liderazgo de la oposición?

-Yo digo que el movimiento de montoneros, peronistas, en Argentina, un movimiento que terminó yendo a la lucha armada luego contra la junta militar, decía una consigna que es aplicable en Venezuela: “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. Los dirigentes están para dirigir, pero si no dirigen, es decir, no son exitosos, no marcan una ruta, la gente les pasará por encima, y la propia dinámica de los acontecimientos hará irrumpir nuevos liderazgos. Una persona que quise mucho y me guió en la política en mis primeros pasos, y tuve con él una amistad entrañable, Teodoro Petkoff, a quien le sobraba talento, enjundia, inteligencia, siempre dijo que en la política había que combinar la inteligencia y la voluntad, y esto último lo ubicaba de la cintura para abajo. ¿Cuál es el tema de ahora? Estos muchachos, le digo muchacho a Guaidó porque es mucho menor que los hijos míos pero le tengo un gran aprecio y reconozco que tiene un gran coraje, pero aquí se le ha metido en la cabeza a mucha gente que la política es (solo) coraje, y es inteligencia también; si no coordinas el coraje con la inteligencia no vas a obtener resultados.

En opinión de Rafael Simón Jiménez esa generación emergente de jóvenes dirigentes tiene oportunidad de rectificar, pero se ha dejado atrapar en lo que llama “unas verdades preconcebidas”. En este sentido recordó que cuando Guaidó asumió la presidencia de la AN Jiménez publicó un artículo en el que le decía “prohibido cometer errores” y afirma que cuando hablaba de errores se refería a incurrir en los mismos que se habían cometido anteriormente; no en otros distintos, sino, por ejemplo, repetir lo de 2005 (no participar en las elecciones parlamentarias) y volver a andar una ruta que se sabe fracasada, como es la abstención.

17 de junio 2020

TalCual

https://talcualdigital.com/rafael-simon-jimenez-garantias-electorales-es...

 11 min


¡General Padrino prepare el Plan República, ya! El Estado Cuartel, vergüenza de la regresión política que ha impuesto el régimen socialista, antipolítico, cobarde y en situación de usurpación, se jacta en ordenar públicamente una acción que pretende impactar, atemorizar o influir sobre el 87% de venezolanos, que tienen suficientemente claro que en Venezuela 2020 no pueden ir a unas elecciones con un CNE impuesto arbitrariamente. Puede parecer por la revolución socialista que Venezuela es un Cuartel, donde se ordena y manda de manera lineal, pero… la sociedad venezolana democrática es la complejidad de valores y virtudes, que se niega a ser ninguneada por un régimen primitivo, autoritario y cobarde.

Este régimen militarizado ha impuesto por el golpismo del 4F y 27N, son quienes tienen que mandar a los repúblicos venezolanos y con sus arbitrariedades, y grotescas milicias, masas amorfas uniformados representantes del militarismo obsecuente, se regodean con acciones políticas torpes que muestran su impaciencia y pánico frente a los demócratas. Como antipolítico, al régimen le gusta hacer gestos y suposiciones públicas de severidad fuera del realismo que hoy ejercen los ciudadanos libres y convencidos de que Venezuela merece un cambio, y este mismo será posible mediante la Resistencia Civil. Resistencia Civil para lograr la transición política y él desplazamiento de la barbarie golpista y cobarde.

La Resistencia Civil deviene de la resistencia pasiva, que se asienta en las fuerzas morales de la ciudadanía, que nos inculcaron nuestros padres y reforzaron nuestro maestros y profesores en la escuela y en la universidad. Calores ciudadanos de república que tenemos una súper ley, la Constitución de la República, que violan y han violado los golpistas del narcomilitarismo marxista. Como ciudadanos, los demócratas de 2020 llenos de fuerza moral y distante de la fuerza bruta de los bárbaros estamos prestos para cometer una real operación ciudadana, en este trance vergonzoso y alocado del régimen

Régimen atrabiliario de acciones nocturnas, apoyado con la fuerza bruta, distantes de la fuerza moral de los demócratas que cumplimos la constitución y respetamos las instituciones, para que exista una Venezuela decente llena de gloria en él año 2020. El momento actual -año 2020- conseguirán a hombres y mujeres amarrados a la venezolanidad, dispuestos a operar para reponer la democracia. En consecuencia, que hagan el Plan República, que intenten un hecho electoral viciado, inducido con peligros propios de operadores pagados que son vergüenza y muestran la ambición desmedida por ejercer un supuesto poder que controlan desde La Habana.

Régimen incapaz, irresoluto por arbitrario y bocón, que surgirá por una acción nocturna que sin guía y norte no sabe todavía que en el siglo XXI se vive en la postmodernidad. Él siglo XXI enseña a través de sus filósofos geniales, que la resistencia pasiva es base para llegar a la Resistencia Civil. Y la violencia de los marxistas -casi locura-no tiene espacio…fracasó. La democracia, esa misma que estamos reclamando los venezolanos, es la que contempla que el Individuo está por encima de la Comunidad y el Estado, que surge y se rige por un instrumento extraordinario, la Constitución, mientras el régimen en usurpación según Cabanellas, está fuera de la Ley del Estatuto.

El régimen socialista y su orden público -como lo practica un patrón con un peón- tienen ya muy claro que la rectitud, la tradición de la disidencia y desobediencia individual y colectiva propia de su cultura política en los demócratas, será la respuesta rotunda y única que demostrará los hechos por venir en este país. La desobediencia y la rebelión son patrimonio de un cuerpo societal que, aún carente de gobierno, le sobran instituciones, prohombres y líderes políticos emergentes que han sabido con ponderación, pero con rectitud politológica, fortalecer las virtudes del demócrata: la resistencia pasiva que crecerá a resistencia civil como un método político de lucha colectiva, que muestra a los gobiernos que, en último término, dependen de la obediencia de la mayoría.

Y la mayoría democráticas con su liderazgo sin gente altaneras, propia del acomplejado y ramplón militarismo, cumplirán como una masa única con lo que prescribe la Constitución. El país y el mundo tiene claro que los mercaderes de la política maniobraron, que aún en usurpación se creen los jefes y/ o caciques del partidismo subversivo inmoral, que propició el gobierno altanero del militarismo alocado y socialista, producto del hueco organizacional militar.

Es original,

Director de CEPPRO-CSB

@JMachillandaP

Caracas, 16 de junio de 2020

 3 min


Luis Doncel

Dani Rodrik paseaba con su perro en la mañana del pasado jueves cuando echó un vistazo a su cuenta de Twitter. Fue entonces cuando supo que había ganado el Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2020. A este economista turco-estadounidense, uno de los más influyentes de la actualidad, no se le escapa la ironía de ser premiado por sus estudios en globalización justo cuando este fenómeno ha recibido el golpe más duro de su historia. La pandemia del coronavirus, asegura desde su despacho en la John F. Kennedy School of Government de Harvard, funciona como una especie de lupa que amplifica todas las tensiones latentes en la economía durante décadas.

“No me sorprende que la hiperglobalización se esté viniendo abajo. Hace años que digo que no es sostenible. La gran pregunta ahora es si creamos una globalización más sana e inclusiva o avanzamos hacia el unilateralismo de Trump, con políticas insensatas que no benefician ni al país que las impulsa ni a sus socios", dice a EL PAÍS a través de una videoconferencia este habitual en las quinielas del Nobel en su primera entrevista desde que recibió el premio que —si la pandemia no lo impide— recibirá en Oviedo el 16 de octubre.

Pregunta. Las tensiones entre China y EE UU o los problemas en la OMC ya dejaban ver el declive de la globalización. Pero la pandemia ha sido el terremoto definitivo. ¿Se trata de una sacudida temporal o dejará huellas más profundas?

Respuesta. Las señales de que la globalización se deshacía eran evidentes antes de Trump. Pero su llegada a la Casa Blanca exacerbó esas tensiones. No volveremos a la era de hiperglobalización de los 2000. Habrá más regionalización en el comercio y un uso mucho más activo de políticas públicas, como la industrialización. Y más tensiones en áreas tecnológicas, donde las naciones tratarán de construir muros en torno a sus sistemas de innovación. Pero no estamos hablando del desplome del comercio global. No volveremos a los años treinta del siglo pasado.

P. No estamos entonces ante el ocaso de la globalización.

R. La hiperglobalización era un estado mental. Nos vamos alejando de esa idea de que cada país debía adaptarse a la economía internacional. Y debemos entender que es justo al revés, que la economía internacional debe servir a los objetivos de cada país.

P. ¿Qué parte de este cambio puede atribuirse a esta crisis?

R. En EE UU, esta crisis ha hecho aún más evidente el nivel de desigualdad y la falta de un seguro sanitario para muchas personas. En el mundo, muestra las incompatibilidades del sistema chino con los de Europa y EE UU. Muestra que debemos crear un nuevo modus vivendi. La pandemia funciona como una lupa que amplifica las tensiones económicas ya existentes.

P. ¿Qué lecciones debemos extraer de esta crisis?

R. Nos enseña lo equivocadas que han estado nuestras prioridades en las últimas cuatro décadas. Cuánto hemos trabajado para tener más globalización económica, y qué poco hemos invertido para asegurar los bienes necesarios para la sanidad pública. Si hubiéramos dado la misma importancia a la Organización Mundial de la Salud que a la OCDE o al FMI nos habría ido mejor. La crisis es un recordatorio de que la mejor globalización sería la que se construyera en torno a bienes públicos, como evitar el cambio climático o manejar las pandemias en la sanidad pública. Y no haber puesto tanto interés en asuntos como liberalizar el comercio o los flujos de capital internacionales.

P. ¿Es también una llamada de atención a sus colegas, a los que usted ha criticado su obsesión con los modelos matemáticos?

R. No creo que el problema sea usar las matemáticas, que solo son una forma de asegurarnos de que no nos equivocamos. Pero sí son un problema si hacen que dejemos de hacernos las preguntas fundamentales. Un buen efecto de la crisis es que nos empuja a los economistas a hacernos esas preguntas importantes. Lo vemos en la cantidad de investigación académica que se está publicando. Creo que los economistas están respondiendo al reto.

P. Usted ha hablado de la buena salud del Estado nación. ¿Saldrá fortalecido de esta crisis? ¿Vuelve o es que en realidad, pese a su declive tantas veces pronosticado, nunca se fue?

R. Sí, la decadencia del Estado nación ocurrió más en nuestra imaginación que en la realidad. Cuando había una crisis, ¿quién estaba ahí? Los gobiernos nacionales. Pero ahora es mucho más evidente. Llama la atención el papel de la política industrial, que parecía haber desaparecido. Los países en realidad se ocupaban de ella, pero era algo de lo que no se hablaba. Y ahora, tanto en EE UU como en la UE, estas políticas vuelven con mucha fuerza. Porque hay que competir con China, pero también porque hay que asegurar la producción para cubrir, por ejemplo, las necesidades sanitarias. Es un cambio muy importante en la narrativa.

P. Usted ha sido muy crítico con la gestión europea de la anterior crisis. Pero el BCE, la Comisión y los gobiernos nacionales han actuado ahora con más rapidez y decisión. ¿Vemos por fin una respuesta común a la crisis?

R. Es cierto que esta vez ha sido más rápida y efectiva. En parte gracias a la experiencia de la crisis anterior. El fondo de recuperación propuesto por la Comisión Europea es un paso importante. Y parece que la idea de mutualizar deuda se cuela en la UE. Habrá que ver si es un primer paso en un proceso que lleve a una unión fiscal y política o una respuesta única a esta crisis. Pero que Francia y Alemania se hayan puesto de acuerdo y que Alemania aceptara el fondo es muy buena señal. Eso no pasó hace 12 años.

P. ¿Le hace esto ser más optimista con el futuro del euro?

R. Honestamente, no lo sé. Europa debe elegir entre una unión fiscal y política real o dar marcha atrás en su integración. Esa es la opción a largo plazo. La única forma de superar heridas como el Brexit es crear una comunidad política trasnacional donde la gente se sienta representada. Es un largo camino, pero hay que elegir si se quiere recorrer. Si no, me temo que el Brexit será el primer paso en un proceso de desintegración económica. Si no se avanza por ese camino, la unión no se podrá mantener en su forma actual.

P. Al hablar de su famoso trilema según el cual los países tienen que elegir dos de estos elementos: democracia, hiperglobalización y soberanía nacional, dice que en ningún sitio es tan verídico como Europa. ¿A cuál de estas patas podría renunciar Europa?

R. Siempre he estado a favor de la integración política en Europa. Pero soy consciente de que ese camino es más difícil tras las decisiones que se tomaron en la crisis del euro. En lugar de abordarse como una oportunidad para construir mejores instituciones, unos se echaron la culpa a otros, en una historia de esforzados trabajadores alemanes frente a vagos y endeudados griegos. Eso inflamó las tensiones nacionales y dio fuerza a los populistas. La repuesta a esa crisis hizo que la integración política sea ahora más difícil. ¿Servirá el fondo de 750.000 millones para cambiar eso? Tengo alguna esperanza de que habrá la solidaridad que necesita Europa para avanzar en la integración política. Me anima que Alemania se haya sumado. Soy más optimista, pero hay aún muchas dudas.

P. La desindustrialización afecta a países como España, que asiste al cierre de importantes factorías. Y la crisis actual agravará ese proceso. ¿Qué respuestas pueden dar los Gobiernos?

R. Es muy difícil aumentar el empleo en la industria. Probablemente sea imposible. Los empleos de calidad que queremos no vendrán de las manufacturas, sino de los servicios. Para un país como España vendrá del turismo, finanzas, educación, salud… Hay que poner en marcha regulaciones que permitan al mismo tiempo aumentar la productividad y el empleo de calidad.

16 de junio 2020

El País

https://elpais.com/economia/2020-06-16/esta-crisis-nos-ensena-que-nuestr...

 6 min


José Luis Vera

UBICACIÓN Y ALCANCE

Sociedad civil es una categoría inmensamente amplia, de la cual no existe una clasificación universalmente aceptada.

La componen organizaciones sindicales y empresariales, estudiantiles y juveniles, académicas y profesionales, de mujeres y de tercera edad, de DDHH y de desarrollo personal, comunitarias y vecinales, confesionales (religiosas), culturales, deportivas, etc. etc., e incluso partidos políticos, en cierta acepción (que comparto) que los define como parte de esa sociedad civil y representantes ante el Estado de la sociedad no militar.

En tal archipiélago organizativo, formal e informal, sería utópica la uniformidad de criterios. En cada organización social (una gran corporación, un condominio, un club de excursionistas...), lo normal es que haya diferencias entre sus integrantes.

En consecuencia, nunca será correcto hablar en nombre de LA sociedad civil como un todo único, ni considerarse su representante mayoritario. Habrá que hacerlo, modesta y humildemente, como "parte de" u "organizaciones de" ella, aunque con frecuencia algunos se atribuyen ser LA sociedad civil, cuando en realidad son una pequeña parte de ella.

ARTICULACION SOCIAL

Está claro entonces que no es posible la unificación total de objetivos de la SC, pues existen tantos objetivos particulares como organizaciones haya. Lo que sí es deseable es la mayor articulación social posible, para unir esfuerzos en pro de objetivos específicos comunes.

Un ejemplo claro es empujar todos unidos a favor del cambio para alcanzar una Venezuela democrática. Ese es un objetivo común, dado que sin lograrlo no se podrán resolver los profundos problemas sociales del país, pues está claro que con el estatus quo no habrá soluciones verdaderas a la crisis múltiple que sufrimos.

Hablamos de articulación entre organizaciones sociales y también entre estas y los partidos políticos que también luchan por un cambio democrático.

Dicha articulación no significa que las organizaciones sociales -formales o informales- se subordinen a instancias que las supervisen, ordenen o dirijan. Se trata de acompañamiento mutuo, tal como dos lados de una bisagra, armonizados pero independientes.

VENEZUELA AQUÍ Y AHORA

En Venezuela, como en todo el mundo, la metáfora de la bisagra no es cabalmente entendida. Muchas veces los partidos tratan de controlar a las organizaciones sociales y otras veces las segundas tratan de sustituir a los primeros.

Asignatura pendiente de lado y lado. Durante el necesario aprendizaje, debemos actuar en función de:

- Procurar el logro de los objetivos específicos de cada organización.

- Hacer sinergia con organizaciones afines del mismo sector (empresarial, sindical, profesional, comunitario, etc.).

- Acompañar e influir a organizaciones partidistas "del otro lado de la bisagra" común, manteniendo el foco en el objetivo general, en este caso, la recuperación democrática del país, que nos permita luego alcanzar los objetivos sectoriales y de cada organización.

Lo anterior implica unidad de acción, eficiencia organizativa y cero dispersión.

12 de junio 2020

ArticularNos

 2 min