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Opinión

En esta misma columna, el 18 04 2019 propuse que, así como las izquierdas latinoamericanas han conformado y mantenido el llamado Foro de Sao Paulo, las derechas de estos países deberían conformar una coordinadora que les oriente, apoye y financie como lo hace el foro de izquierda.

Los acontecimientos en Estados Unidos alrededor del absurdo y aborrecible asesinato de George Floyd en manos de la policía de Minnesota obligan a ampliar el reto. No se trata solamente de Latinoamérica sino de toda América, Europa y otras partes del mundo en donde aparece un tipo de protesta que, teniendo una base popular, como el caso de Floyd, tienen poco de espontáneas y mucho de organizadas por una mano invisible pero efectiva que no necesariamente busca reivindicar a un agraviado, como Floyd y su familia, sino que va mucho más allá, buscando subvertir el orden y llegar al poder.

A este tipo de protesta la podemos llamar “Protestas Políticas”, las cuales, aunque tengan su origen en alguna molestia social, se caracterizan porque no son espontáneas ni momentáneas, sino que son sostenidas en el tiempo, ocurren en múltiples ciudades o países simultáneamente, reclaman la misma causa, tienen los mismos slogans (“Black Lives Matter” o BLM) y algunas manejan violencia con método (no casual). Esa violencia viene de cuadros organizados minoritarios quienes la inducen en contra del gobierno o de agentes provocadores del gobierno para promover la violencia y hacer perder legitimidad a quienes protestan.

Otras protestas, que podemos llamar “Protestas Sociales”, se caracterizan por ser espontáneas, reclaman múltiples causas(falta de agua, de electricidad, el asesinato de alguien por el hampa o la misma policía, etc.), buscan reivindicar a los afectados, son temporales o de corta duración y son locales, es decir, que el tema que se protesta en una ciudad en un momento en el tiempo no coincide con el tema ni el tiempo de otras protestas que pueden estar ocurriendo en la misma ciudad o país.

En Venezuela se observan los dos tipos de protestas. Por una parte, hay decenas de protestas sociales al día reclamando el deterioro de las condiciones de vida que sufre la mayoría.En países cuyos gobiernos tengan una vena democrática, estas protestas tienden a que el gobierno responda y solucione la exigencia popular, y “fin de la historia.” En cambio, en países cuyos gobiernos no tenga una vena democrática, estas protestas tienden a servir de catarsis y terminan agotando a quienes protestan, más que lograr las reivindicaciones exigidas ni, mucho menos, un cambio de gobierno. Volverán a protestar y volverá a “no pasar nada.” Por otra parte, las protestas políticas en Venezuela siguen el patrón de las que ocurren y se están acentuando a nivel mundial: son protestas sostenidas en el tiempo, simultáneas en varias ciudades o países, se basan en la misma causa, repiten los mismos slogans y están asociadas a la violencia sistemática. Ejemplos de estas protestas políticas en Venezuela son los saqueos de febrero de 1989 cuando subió el precio de la gasolina; protestas que fueron promovidas y movilizadas por el Partido Comunista de Venezuela y Bandera Roja, según el informe oficial que le presentó el General Ítalo del Valle Alliegro, entonces ministro de la Defensa, al presidente Carlos Andrés Pérez. Otros ejemplos, más recientes, fueron las protestas sostenidas por tres o cuatro meses por la oposición venezolana en 2014 y 2017. El caso curioso de las protestas en Venezuela fue el del 11 de abril de 2002, protesta de origen netamente social, espontánea, promovida por decenas de organizaciones civiles, comunales, no por partidos, y que duró tres días y, así y todo, logró la renuncia de Hugo Chávez. Sin embargo, precisamente, la falta de hilo u organización político-partidista y de otras élites no permitió capitalizar el logro de dicha renuncia.

Los acontecimientos en los Estados Unidos alrededor de la muerte de Floyd muestran un claro patrón de Protesta Política con un alto nivel de organización, dentro de ese país, así como en muchos otros países del mundo. En particular, se destaca su simultaneidad y las mismas consignas en varios países. En el caso norteamericano se destacan los mismos métodos de saqueos para subvertir el orden: pequeños cuadros de agitadores armados con mandarrias y patas de cabra, que se movilizan en motos o vehículos pequeños,abren las tiendas e incitan al saqueo, y así siguen hacia otros locales. Los métodos de saqueo que vemos hoy por TV sobre el caso norteamericano son los mismos métodos empleados en Venezuela en febrero de 1989. Las protestas contra el gobierno de Sebastián Piñera en Chile en 2019 movilizadas por el Partido Comunista de Chile y otros movimientos siguen este mismo patrón. Ídem, las protestas en Francia contra el gobierno de Emmanuel Macrón, las cuales fueron iniciadas por los Gilets Jaunes por el aumento del precio de los combustibles al sector agrícola, pero fueron infiltradas y secuestradas por cuadros de la ultraizquierda interesados en llevar al país al caos para forzar la renuncia de Macrón; casi lo logran. Lo que ocurre en Estados Unidos actualmente tiene el mismo fin: el caos que fuerce al gobierno a renunciar o que deje severamente debilitada la posibilidad de reelección de Donald Trump. Y, si ganase Joe Binden, luego buscarían las causas para movilizarse en su contra porque el objetivo final es cambiar el grupo que gobierna, por uno nacido dentro de las izquierdas mundiales, y acabar con el capitalismo.

Estas manifestaciones de esa forma no digna ni democrática de ese tipo de izquierda, ojo, que no todas son así, tienen también su contrapartida en defender lo propio a como dé lugar: la defensa de Hugo Chávez, de Nicolás Maduro, de Manuel Zelaya en Honduras, de Evo Morales en Bolivia, de los Castro en Cuba, de Daniel Ortega en Nicaragua, entre otros. Todos estos casos muestran que existe una organización mundial de izquierda, con diversas manifestaciones y tonalidades, como pueden ser el Foro de Sao Paulo, Attac en Francia, Antifa en Estados Unidos, etc.

Frente a un enemigo declarado de las democracias pluralistas y de las libertades individuales, llama la atención que los partidos y gobiernos democráticos no tengan una coordinadora que los asesore y financie. Así, se ve poca coordinación entre los gobiernos de centro derecha que han surgido en medio de los fracasos de los gobiernos de izquierda. Entre lo poco que coinciden es en sustituir a Nicolás Maduro en el poder. Sería conveniente que estos movimientos crearan su propio think tank y fuente de financiamiento porque el contrario es poderoso, como lo reconoció Jair Bolsonaro, quien, después de su elección dijo: “No será fácil gobernar frente a esta maquinaria tan poderosa, a la que le desaparece una cabeza por un lado y le surge otra por otro.”

@joseagilyepes

https://www.analitica.com/opinion/y-el-foro-democratico/

 5 min


Analítica.com

A medida que su demanda petrolera crecía y su producción doméstica caía, los EEUU enfrentaron cada vez más una mayor dependencia con respecto al petróleo importado y una creciente impotencia frente a las condiciones que imponía la OPEP y las recurrentes crisis del Medio Oriente que interrumpían el suministro. Para colmo Venezuela, que llegó a ser su más importante y seguro abastecedor, cayó en manos de un líder autocrático que proclamaba: “¡Ni un barril más de petróleo para los EEUU!”.

La tecnología vino al rescate de la nación norteña. El renacer energético de Estados Unidos le debe mucho al texano George Mitchell. Se le considera el pionero en el desarrollo del fracking. Consiste en inyectar agua, reactivos químicos y arena, logrando vía presión hidráulica fracturar la roca madre (shale oil), que así libera el gas y el petróleo atrapados en sus poros, que con otros métodos no pueden ser extraídos.

Gracias a ello EEUU ha pasado a ser el mayor productor mundial de petróleo, superando a Arabia Saudita y Rusia, y logrando incrementos de producción de más de un millón de barriles diarios cada año. El impacto en los mercados ha sido enorme y la teoría del “peak oil” que planteaba el agotamiento de las reservas de petróleo ha caído en desuso.

Las mayores limitaciones que presentaba el “fracking” eran su alto costo y su impacto ambiental pero, a medida que se ha venido desarrollando esta tecnología, ambos problemas se han reducido sensiblemente.

Pero hablemos de Venezuela. Estamos sumidos en una crisis multidimensional, inducida por la acción humana de unos dirigentes corruptos e ineptos que se decían socialistas pero que en la práctica destruyeron y saquearon al país. Hoy en día la economía venezolana colapsó.

Siendo un país altamente dependiente del petróleo, la industria petrolera también ha sido devastada. Más grave aún, no tenemos ningún otro sector de nuestra economía que pueda por ahora reemplazarlo y aportar los recursos que se requerirán para salvar a Venezuela de esta inmensa tragedia.

Por eso, la recuperación del país pasa por la reactivación de su industria petrolera, en el entendido de que esta será cualitativamente diferente. Son tan altas las inversiones que se necesitarán que es evidente que el Estado, que está quebrado, ya no está en condiciones de aportarlas. Por ello, necesariamente tendremos que recurrir a la inversión privada. Será precisamente el efecto multiplicador de esas inversiones -y las que vengan a todos los demás sectores de la economía- el verdadero motor capaz de desatar el potencial de crecimiento del país.

En un esfuerzo por devolverle la vitalidad a nuestra industria petrolera, llegó la hora de pensar en una reserva no convencional de hidrocarburos que yace bajo la Cuenca Hidrográfica del Lago de Maracaibo. La mayoría del petróleo presente en esa rica cuenca fue originalmente generado en una formación del cretáceo tardío que se extiende por casi todo el occidente de Venezuela conocida como La Luna, roca madre por excelencia donde abunda el petróleo de lutitas (shale oil).

Los hidrocarburos se forman por la transformación térmica de la materia orgánica en la roca madre donde, por la acción de altas temperaturas y presiones, se generan el petróleo y el gas. Pero en la roca misma, esos hidrocarburos son difíciles de extraer porque no fluyen por estar atrapados entre sus poros.

Tal como ocurrió con los EEUU, el renacer energético de Venezuela podría verse estimulado por el petróleo y el gas de lutitas (shale oil) que pueda existir en esa roca madre, reservas a las cuales por primera vez podríamos tener acceso gracias al fracking desarrollado por George Mitchell. Mediante esa tecnología se podrían fracturar las lutitas petrolíferas presentes en La Luna y así liberar el petróleo y el gas atrapado en los poros de esa formación.

José Toro Hardy. Editor adjunto de Analitica

https://www.analitica.com/el-editorial/la-luna-roca-madre-en-la-cuenca-d...

 3 min


Nosotros estamos como aquel chiste de Jaimito en el que está jugando con dos perritos y su tía se le acerca y le comenta:

—Qué lindos perritos, Jaimito, ¿de qué raza son?

—¡Uno es dálmata!

—¿Y el otro?

—También.

—Ah, ¿y son machos?

—Uno sí.

—¿Y el otro?

—También.

La tía, ya un poco molesta, le pregunta de nuevo:

—¿Se portan bien?

—Uno sí.

—¿Y el otro?

—También.

—Pero bueno, Jaimito, ¿por qué siempre me respondes uno sí y luego el otro también en lugar de decirme los dos?

—Ah, es que uno es mío.

—¿Y el otro?

—¡También!

Frente a las adversidades que enfrentamos nosotros estamos como este chiste:

Venezuela es el país con las mayores reservas de crudo del planeta, su industria petrolera fue de las primeras del mundo. Si nos llega gasolina importada de Irán es indicio inequívoco de que estamos bastante mal…

  • ¿Y si no nos llega?
  • También.
  • Si no hay control de las autoridades, la venta de gasolina en dólares será el nuevo Cadivi…
  • ¿Y si hay control?
  • También.
  • En esta pandemia del covid 19, con la infraestructura hospitalaria colapsada y en ruinas, si aumentan los casos del coronavirus en Venezuela tendríamos una situación sanitaria muy complicada…
  • ¿Y si no aumentan?
  • También.
  • Para los venezolanos que han emigrado a los países vecinos, la crisis del coronavirus ha supuesto desprecio y maltrato…
  • ¿Y para los que regresan?
  • También.
  • Frente a un régimen arbitrario como el que tenemos, sin apego ninguno a la institucionalidad democrática ni al ordenamiento constitucional, si no interviene la fuerza armada, será muy difícil lograr volver a la democracia…
  • ¿Y si interviene?
  • También.
  • Si no establecemos un diálogo con el oficialismo que permita unos acuerdos básicos para sacar al país de la crisis, seguiremos empeorando…
  • ¿Y si lo establecemos?
  • También.
  • Por último: si no participamos en las elecciones parlamentarias, la oposición –que es mayoría– perderá el control de la Asamblea Nacional…
  • ¿Y si participamos?
  • También.
  • Cómo haremos para salir de este círculo infernal, porque este régimen sí que nos ha complicado la vida…
  • ¿Y la oposición?
  • ¡También!

https://www.elnacional.com/opinion/como-el-chiste-de-jaimito/

 1 min


Joseph E. Stiglitz y Hamid Rashid

Ante la crisis de la COVID‑19, gobiernos de todo el mundo están dando una vigorosa respuesta fiscal y monetaria combinada que ya llegó al 10% del PIB global. Pero según la última evaluación general del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, es posible que estas medidas no estimulen el consumo y la inversión tanto como esperan las autoridades.

El problema es que una porción significativa del dinero se está canalizando directamente a la formación de colchones de capital, en un proceso de aumento de balances precautorios. La situación es análoga a la «trampa de liquidez» que tanto preocupó a John Maynard Keynes durante la Gran Depresión.

La implementación de las medidas de estímulo actuales para contener las consecuencias económicas de la pandemia se ejecutó con comprensible prisa, casi con pánico. No fue una estrategia selectiva ni precisa, pero muchos analistas dirán que era la única opción posible: sin una inyección masiva de liquidez de emergencia, podían esperarse numerosas quiebras, pérdidas de capital organizacional y un camino todavía más difícil hacia la recuperación.

Pero ya es evidente que la pandemia durará mucho más que algunas semanas, como se suponía cuando se aprobaron estas medidas de emergencia. De modo que se necesita una evaluación más cuidadosa de todos estos programas, con la mirada puesta en el largo plazo. En períodos de gran incertidumbre, es común que haya un aumento del ahorro precautorio, ya que particulares y empresas se aferran al efectivo por temor a lo que vendrá.

La crisis actual no es una excepción. La angustia por el futuro y la reducción general de las oportunidades de gasto hacen probable que buena parte del dinero entregado a familias y empresas termine ocioso depositado en cuentas bancarias, y que los bancos no puedan otorgar nuevos préstamos con el excedente de liquidez por falta de destinatarios solventes dispuestos a endeudarse.

No sorprende que entre febrero y abril los excedentes de reservas en las instituciones de depósito estadounidenses se hayan casi duplicado, desde 1,5 billones de dólares hasta 2,9 billones. En comparación, durante la Gran Recesión los excedentes bancarios apenas llegaron a un billón de dólares. Este enorme aumento de las reservas bancarias hace pensar que las políticas de estímulo implementadas hasta ahora han tenido poco efecto multiplicador. Es evidente que el crédito bancario por sí solo no nos sacará de este atasco económico.

Para colmo de males, el exceso actual de liquidez puede conllevar un alto costo social. Además de las inquietudes habituales relacionadas con la deuda y la inflación, hay también buenos motivos para temer que el exceso de efectivo en los bancos se canalice a la especulación financiera. Las bolsas ya exhiben grandes oscilaciones diarias; esta volatilidad puede, a su vez, perpetuar el clima de incertidumbre, lo que estimulará todavía más conductas precautorias y desalentará el consumo y la inversión que se necesitan para motorizar la recuperación.

En este caso, no sólo habrá una trampa de liquidez, sino también una paradoja de liquidez: un enorme aumento de la oferta de moneda, con escasez de oportunidades para su uso por parte de familias y empresas. Medidas de estímulo bien diseñadas pueden ayudar cuando la COVID‑19 esté bajo control. Pero mientras la pandemia siga haciendo estragos, no puede haber regreso a la normalidad.

De modo que por ahora la clave está en reducir el riesgo y aumentar los incentivos al gasto. Mientras las empresas teman que de aquí a seis meses o a un año la situación económica siga siendo desfavorable, pospondrán la inversión y al hacerlo demorarán la recuperación. El único que puede romper este círculo vicioso es el Estado. Los gobiernos deben hacerse cargo de los riesgos actuales, ofreciendo a las empresas compensación en caso de que transcurrido cierto lapso la economía todavía no se haya recuperado.

Para hacerlo, ya existe un modelo: los «títulos contingentes de Arrow‑Debreu» (por los premios Nobel de Economía Kenneth Arrow y Gérard Debreu), instrumentos cuya ejecución estaría supeditada a condiciones predeterminadas. Algunos ejemplos pueden ser: que a una familia que compre un auto hoy, el Estado le garantice la suspensión de los pagos mensuales si dentro de seis meses la curva de la epidemia se mantiene en cierto punto; préstamos e hipotecas atados a los ingresos para alentar la compra de diversos bienes duraderos (incluida la vivienda); y disposiciones similares para inversiones reales de las empresas.

Los gobiernos también deben analizar la emisión de vales de gasto para estimular el consumo privado. Ya ocurre en China, donde unos cincuenta municipios han comenzado a emitir cupones digitales que pueden usarse para comprar diversos bienes y servicios dentro de un plazo determinado. La fecha de caducidad los convierte en poderosos estimulantes del consumo y de la demanda agregada en el corto plazo, cuando más necesarios son.

Como es probable que la pandemia dure mucho más de lo que se pensó al principio, se necesitará todavía más estímulo. Por ejemplo, aunque Estados Unidos ya gastó más de tres billones de dólares en diversas formas de asistencia, si no se implementan más medidas (y, esperemos, mejor diseñadas), ese dinero sólo habrá prolongado unos pocos meses la vida de muchas empresas, en vez de salvarlas realmente.

Una idea que funcionó en varios países es ayudar a las empresas a pagar salarios y afrontar otros costos, en proporción a los ingresos perdidos, con la condición de que no despidan trabajadores. En Estados Unidos, la legisladora Pramila Jayapal, integrante de la Cámara de Representantes por el estado de Washington, propuso una ley de estas características, lo mismo que diversos senadores.

Los programas de estímulo mal diseñados no sólo son ineficaces, sino que pueden ser peligrosos. Políticas erradas pueden aumentar la desigualdad, sembrar la inestabilidad y debilitar el apoyo político a los gobiernos justo cuando se lo necesita para evitar que la economía caiga en una recesión prolongada. Felizmente hay alternativas, pero todavía no es seguro que los gobiernos las adopten.

8 de junio 2020

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/stimulus-policies-must-bene...

 4 min


Alastair Campbell

Toda mi vida he sido simpatizante del Partido Laborista, pero incluso cuando escribía sobre Margaret Thatcher como periodista, aunque no estuviese de acuerdo con gran parte de lo que ella hacía, no me avergonzaba cuando oía que se referían a ella como primera ministra británica.

Hoy en día, a la edad de 63 años, me siento avergonzado y ridículo mientras el mundo contempla la catástrofe nacional en la que Boris Johnson ha convertido la crisis de la covid-19.

Hasta hace poco, me identificaba a mí mismo como británico (por mi pasaporte), escocés (por mi ascendencia y mi corazón), europeo (por mi geopolítica), de Yorkshire (donde nací) y de Londres (la ciudad donde vivo). El Brexit puso a prueba este orden de sentimientos; la covid-19 y su gestión por parte del Gobierno de Johnson lo han destruido. No tengo nada en común con quienes dirigen nuestro país. Son la vergüenza de Gran Bretaña, y me repugnan.

Hace muchos años que conozco a Boris Johnson, desde que los dos trabajábamos como periodistas, él para el Daily Telegraph y la revista Spectator, ambos de derechas, y yo para el izquierdista Daily Mirror. Más tarde, siendo yo portavoz de Toni Blair, Johnson se presentaba en algunas de mis sesiones informativas para resoplar, hacer chistes, no tomar notas nunca y defender historias inventadas por él, como los planes de Bruselas para presionar para que los preservativos fuesen de talla única, o prohibir las patatas fritas con sabores y los plátanos curvos. Johnson alcanzó la fama a base de hacer el ridículo, y ha seguido con el mismo numerito hasta llegar a la cima. Un bufón se ha convertido en el líder del país y está consiguiendo que seamos el hazmerreír del mundo.

La covid ha puesto de manifiesto lo inadecuado que es Johnson para un puesto importante. No se tomó en serio la crisis cuando esta se abatió sobre el mundo; hizo caso omiso de los expertos, presumiendo de que él estrechaba la mano a pacientes infectados; presionó para que continuasen los principales acontecimientos deportivos a pesar de que otros países vecinos habían decretado el confinamiento; no fue capaz de proporcionar equipos de protección a quienes estaban en primera línea; incumplió una promesa tras otra de que se haría la prueba de la enfermedad a todo aquel que la necesitase; pensó, al igual que con el Brexit, que bastaba con unos cuantos eslóganes: aplanemos el sombrero… mandemos el virus a freír espárragos... rematemos el Brexit.

Sus discursos falsamente churchilianos han creado la confusión que pretendían resolver. Entretanto, él ha permanecido escondido, apenas se le vio incluso antes de caer enfermo, y desde entonces solo ha asomado realmente para defender a su asesor Dominic Cummings, que se saltó las reglas de la cuarentena sin recibir más sanción que el menosprecio de los millones de personas que se quedaron en casa dos meses, tal como se les había indicado.

Hace tiempo que sabemos que Johnson es un mentiroso. Lo que la crisis ha puesto de relieve es que también es un incompetente en serie. Ahora estamos en los primeros puestos de la liga de la muerte al lado de Estados Unidos, Rusia y Brasil, y Johnson, Donald Trump, Vladímir Putin y Bolsonaro han sido bautizados por Der Spiegel como "los cuatro líderes del mundo infectado".

Johnson llegó a la cúspide de su partido convenciendo a sus compañeros de que era un ganador capaz de atraer a gente que otros tories serían incapaces de atraer, y efectivamente, ha ganado, y mucho. Llegó a ser alcalde de Londres, una ciudad que había sido laborista de toda la vida; luego ganó el referéndum del Brexit, contra todo pronóstico; se hizo con el liderazgo conservador, consiguiendo incluso el apoyo de diputados que afirmaban que sabían que iba a ser un desastre; y triunfó en las elecciones generales. Sin embargo, las cualidades que lo han llevado hasta ahí ‒un respeto relativo a la verdad, la capacidad de tomarse a broma los escándalos y la habilidad para convertir asuntos complejos en escuetos eslóganes‒ son exactamente lo contrario de lo que se necesita en estos momentos.

Al comienzo de la crisis, cuando intentaba concederle el beneficio de la duda, envié una nota a los ministros y los funcionarios públicos, en principio a petición de estos, y publiqué una versión de la misma en el Evening Standard. En ella exponía la estrategia que debería adoptar el Gobierno, basándome en parte en lo que aprendimos de lo que hicimos bien y lo que hicimos mal durante la crisis de los años de Blair.

1. Diseñar, poner en práctica y explicar una estrategia clara.

2. Dar muestras de un liderazgo fuerte, claro y coherente.

3. Organizar desde el centro del Gobierno.

4. Emplear todos los recursos a disposición.

5. Utilizar bien a los expertos.

6. Desplegar un equipo fuerte.

7. Hacer que los grandes momentos cuenten.

8. Tener a tu lado a la opinión pública.

9. Mostrar empatía verdadera por las personas afectadas por la crisis.

10. Dar esperanza, pero no falsa.

No es una exageración decir que la nota de Johnson es de cero sobre 10. No ha habido, y sigue sin haber, una estrategia clara. Se ha pasado bruscamente de ignorar el problema a la inmunidad de grupo, el confinamiento parcial y, ahora, a la relajación en contra del criterio científico. El confinamiento empezaba a romperse justo cuando Johnson insistía en que por fin podíamos ver a un par de personas que no conviviesen con nosotros siempre que mantuviésemos la distancia física y estuviésemos al aire libre. La mayoría no le escuchaba, dado que las playas y los parques ya estaban abarrotados.

El liderazgo brilló por su ausencia incluso antes de que Johnson cayese enfermo, y desde su vuelta, el primer ministro ha estado más centrado en salvar a Dominic Cummings que en salvar al país de la covid-19. El centro, roto en pedazos por la austeridad y la presencia exclusiva de fieles del Brexit en el Ejecutivo, ha quedado debilitado. El equipo es penosamente endeble. No se acude a los expertos en busca de asesoramiento, sino para que proporcionen una tapadera política. Los grandes momentos han quedado desvirtuados por los mensajes contradictorios. En cuanto a la empatía, los ministros muestran poca preocupación por los muertos y el luto más allá del automático “nuestros pensamientos y nuestras oraciones están con ellos” pronunciado día tras día en las sesiones informativas, que se han convertido en una clase magistral de comunicación nefasta.

Johnson llegó al poder haciéndose pasar por el amigo del pueblo contra una mítica élite, lo cual era un engaño en toda regla, teniendo en cuenta que él procede de Eton y la Universidad de Oxford. El escándalo de Cummings y la confirmación de que esta camarilla se considera gente que hace las reglas para los demás, pero no se siente obligada a respetarlas ella misma, ha dejado definitivamente en evidencia el mito del pueblo contra la élite, y ha destapado a Johnson como lo que algunos siempre hemos sabido que era: un charlatán totalmente impropio para un cargo de alto nivel, y no digamos para el más alto del país.

Cuando se echa un vistazo al mundo, resulta interesante ver cuántos líderes cuya nota se acerca más a 10 que a cero son mujeres: Angela Merkel en Alemania; Tsai-ing Wen en Taiwán; Erna Solberg en Noruega; Mette Frederikson en Dinamarca; y Jacinda Adern en Nueva Zelanda, la cual, en mi opinión, ha tenido la mejor estrategia de comunicación en toda la crisis. Cuando anunció el confinamiento en una fase muy temprana, afirmó: "Nueva Zelanda tiene solo 102 casos, pero Italia tuvo los mismos en algún momento". El país ha vuelto ahora prácticamente a la normalidad, y solo 22 neozelandeses han muerto de covid-19.

Hubo un momento en el que pensamos que España podría ser el país con la tasa de mortalidad más alta de Europa. Noche tras noche veíamos en la pantalla del televisor escenas de familias llorando a sus muertos y médicos sobrecargados de trabajo, y con nuestra arrogancia británica dábamos por hecho que en Gran Bretaña no podía pasar nada tan malo. Pues ha pasado, y peor. Los 27.133 muertos de España equivalen más o menos a la capacidad del estadio de fútbol de Valladolid. Nuestro exceso de muertes ya se eleva a las más de 60.000 personas que caben en el Benito Villamarín de Sevilla, y en Inglaterra, solo Old Trafford, el estado del Manchester United, es lo suficientemente grande para que quepan nuestras víctimas de la covid-19.

Para ver quién lo ha hecho mal, basta mirar los números: Estados Unidos, Reino Unido, Rusia y Brasil. ¿Y qué más tienen en común Johnson, Donald Trump, Vladímir Putin y Jair Bolsonaro, los "cuatro líderes del mundo infectado", como les llamó la revista alemana? Que son nacionalistas, populistas y mentirosos. Rechazan a los verdaderos expertos. Les mueven más sus propios intereses que los intereses de la gente. El virus del populismo nacionalista que todos ellos comparten y difunden es, a su manera, tan peligroso como el virus que ha matado a tantos de sus compatriotas.

Actualmente, Boris Johnson intenta convencer a los maestros, los padres y los niños de que no hay peligro en que los colegios reanuden la actividad. Su principal argumento es que otros países de Europa han demostrado que se puede hacer. La gran diferencia es que esos otros países de Europa han tenido Gobiernos competentes, bien dirigidos, capaces de construir consensos y de explicar las cosas sin mentir o jactarse de lo bien que lo están haciendo.

Y pensar que estos son los mismos que nos han traído el Brexit y que siguen sin tener la menor idea de cómo va a funcionar… La covid-19, sin embargo, ha dado una pista de que es poco probable que vaya bien, sobre todo para el Reino Unido.

Traducción de News Clips

12 de junio 2020

El País

https://elpais.com/opinion/2020-06-12/sentir-verguenza-de-tu-pais-es-hor...

 7 min


Muhammad Ali y George Floyd, murieron en días cercanos, con cuatro años de diferencia. Su muerte fue distinta, pero el escenario dentro del cual transcurrió su vida los emparejó porque tenían la piel del mismo color y además por haberse convertido ambos, cada uno a su modo y de acuerdo a sus circunstancias, en símbolos del anti racismo. Pareciera, así pues, como si el tiempo no pasara, los humanos seguimos separándonos y diferenciándonos por motivos crueles y degradantes.

El Príncipe del Cielo

No puedo afirmar que sea un entendido en materia de boxeo, ni nada que se le parezca. Menos todavía un apasionado, al modo como lo soy del fútbol o del beisbol. Tengo, apenas, la cultura básica suficiente para entender sus claves y una modesta afición en constante declive.

Sin embargo, creo haber visto todas sus peleas, desde cuando llevaba a cuestas el nombre de Cassius Clay, heredado de sus antepasados esclavos. Más que verlas, las vivía como si yo mismo, veinteañero por esos tiempos, estuviese montado sobre el ring, asustado frente a las manazas de Sonny Liston, adolorido como si a mí también me hubiesen fracturado la mandíbula cuando la pelea con Norton o tirado a la lona en las peleas con Frazier y el británico Brian London, o recibiera esos mandarriazos de Foreman golpeando costillas y riñones, durante el combate de Zaire, que afortunadamente terminó con su victoria en el octavo round, haciéndolo de nuevo campeón del mundo.

``El Príncipe del Cielo'', solía llamarlo el excelente escritor Norman Mailer, quien fue capaz de escribir un libro de más de trescientas páginas únicamente sobre su batalla con Foreman. ¿O fue Alí, me pregunto, el que resultó capaz de dar una exhibición tan espléndida que sólo podía caber en tantas páginas?

¿Por qué Dios es blanco y los angelitos también ?

El pasado 3 de junio se conmemoró el cuarto aniversario de la muerte de Muhammad Alí, el mejor boxeador de su época, quien sabe si de todas las épocas. En su tiempo, nadie, fuese o no aficionado al deporte, pudo dejar de encender la televisión para ver cómo una mole de más de cien kilos flotaba como mariposa y parecía pegar como si acariciara. Ni, tampoco, de verlo fungir de psicólogo autodidacta, gritando sus profecías, indicando el round en el que noquearía a su rival.

Y menos aún, dejar de escuchar sus opiniones políticas, sus ideas respecto a la sociedad blanca que lo excluía. Por qué Dios es blanco, o por qué Miss América siempre es blanca, eran preguntas que le hacía a su mamá, intuyendo, desde su perspectiva adolescente, la forma como el sistema de valores de la sociedad incorporaba al racismo en su raíz. Esa sociedad que lo marginaba, digo, era la misma que lo enviaba al frente de guerra para defender el honor norteamericano en Vietnam. Nadie pudo, en fin, ignorar, compartiéndolos o no, los argumentos que lo convirtieron en musulmán y, a su estilo, en un predicador de los derechos civiles que, en medio de sus obvias diferencias, semejaba a Martin Luther King.

Su oposición a participar en la guerra lo llevó a rechazar el reclutamiento obligatorio y por tal motivo fue condenado a cinco años de cárcel. Salió de ella sin completar el tiempo de condena, pero se le prohibió boxear, justo en el que, sin duda, era el mejor momento de su carrera.

Falleció luego de estar lidiando, durante 32 años, con el mal de Parkinson, dejando ver su rostro abotagado por la cortisona, la mirada que no miraba nada, sus movimientos, entre espasmódicos y ondulantes, las manos condenadas a temblar y, sobre todo, su balbuceo frente a los periodistas, él que fue conocido como el Bocazas de Louisville.

Black Life Matter

Aunque en el siglo pasado se abolieron las leyes segregacionistas, de acuerdo a lo que informa, respecto a Estados Unidos, la Organización de Naciones Unidas (ONU) «la discriminación impregna, aún hoy, todos los aspectos de la vida y se extiende a todas las comunidades de color». El propio Departamento de Seguridad Nacional consideró públicamente que “… la violencia supremacista blanca es la principal amenaza de terrorismo interno en los Estados Unidos”. La supremacía blanca, dicho sea de paso, es, como resulta sencillo de observar, la ideología del Presidente Trump.

Como es sabido, hace semana y media un policía asesinó a George Floyd, un afro estadounidense de 46 años. Los cientos de videos que recogieron la escena lo muestran gritando, durante ocho minutos, que no podía respirar, mientras un policía le presionaba el cuello con la rodilla, hasta causarle un paro respiratorio. El hecho ha desatado grandes manifestaciones en alrededor de 75 ciudades norteamericanas, comparables con las que tuvieron lugar en 1968 cuando asesinaron a Martin Luther King, e igualmente, han sido considerables las movilizaciones ocurridas en más de 40 países. En este mismo sentido es digno de mencionar el rechazo de la comunidad deportiva mundial.

La Casa Común

En estos tiempos de globalización y de importantes movimientos migratorios, el racismo, la xenofobia, la discriminación y otras tonterías, continúan endureciendo el “fundamento” para calificar cuáles personas son superiores y cuáles inferiores. Los habitantes de esta Casa Común, como la menciona el Papa Francisco, no terminamos de asumirnos como terrícolas ni de entender que la vida sólo será posible si transcurre bajo los esquemas de la solidaridad y de la colaboración entre los que habitamos este planeta. La pandemia nos ha dado un ejemplo de lo contrario: me parece que no hemos sabido estar a la altura de las circunstancias.

El Nacional 11 de junio de 2020

 4 min


Juan Arnau

Ilustración Fernando Vicente

Cultiva el espíritu porque obstáculos no faltarán. El consejo de Confucio podría haberlo firmado cualquiera de los filósofos estoicos. Una versión moderna de esta máxima se la debemos a Woody Allen: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Un poeta barcelonés la remató con un verso lapidario sobre el inexorable juicio del tiempo: “Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde”. Esos son, a grandes rasgos, los tres vértices del estoicismo antiguo, que parece resurgir en nuestros días. ¿Se trata de un espejismo? Las sociedades modernas se encuentran dominadas por la rentabilidad tecnocrática del selfie, la autoindulgencia (todo nos lo merecemos, sobre todo si hay desembolso) y el capricho. Se trata de fabricar un ego frágil e injustificadamente vanidoso. Una situación que supuestamente podría remediar una buena dosis de estoicismo. Dado que no podemos controlar lo que nos pasa y vivimos totalmente hacia afuera, atemorizados y estresados, dado que somos más circunstancia que nunca, quizá pueda ayudarnos esta antigua filosofía que inspiró a Marco Aurelio, un hombre que, dada su posición, conoció el estrés mejor que nadie.

Pero en ese desplazamiento, en esa búsqueda de inspiración en el pasado grecolatino, se corre el riego de confundir, y de hecho se hace, estoicismo con voluntarismo, tan vigente y puritano. La cultura del esfuerzo y la búsqueda del éxito dominan las sesiones de coaching, que es, según sus proponentes, el arte de ayudar a otras personas a cumplir sus objetivos o a “llenar el vacío entre lo que se es y lo que se desea ser”. No cabe mayor traición al legado estoico. El voluntarismo reseca el alma y uno de los fines del estoicismo es recrearla. Lo que llamamos “retos” o “metas” no son sino anteojeras que no permiten ver más que un único aspecto de la realidad y uno acaba estrellando el avión contra la montaña, como en el caso de Germanwings. Esas metas nos trabajan por dentro y parecen diseñadas para excluir la contemplación y la observación atenta y desinteresada. Frente a la tiranía de la meta, los estoicos pretendían desembarazarse de pasiones demasiado apremiantes y acaparadoras. De hecho, uno de sus signos distintivos fue considerar la poesía como medio legítimo de conocimiento. La lírica nos mantiene en una actitud abierta y nada sabe de metas y objetivos. La poesía era para los estoicos, sobre todo la de Homero, genuina paideia. Entender esto requiere ganar una libertad interior, no estar eternamente abducidos por el circo o las pantallas, una independencia moral, no la opinión general o el vocerío de Twitter, y trascender la dependencia de la persona respecto a su parte animal (en el supuesto de que el hombre es ese ser singular que, como decía Novalis, vive al mismo tiempo dentro y fuera de la naturaleza). Con ese “cuidado de sí”, que Marco Aurelio llamaba meditaciones, era posible lograr una autarquía ética que tendría una importancia decisiva en el pensamiento político griego.

No quedan muy lejos algunos ejemplos de estoicismo moderno. Wittgenstein cuenta que de joven experimentó esa sensación de que “nada podía ocurrirle”. Era un modo de decir que, ocurriera lo que le ocurriera (una bala perdida, un cáncer), sabría aprovechar la experiencia. Una actitud que le permitió asumir el puesto de vigía en medio del fuego cruzado durante la primera gran guerra. Algo parecido encontramos en Simone Weil, siempre arriesgándose, ya fuera en la fábrica de la Renault o en los hospitales de Londres, con la humildad como valor supremo, que hace que el ego no apague la llama de lo divino. Curiosamente, la actitud de estos dos grandes filósofos, en los que reviven los viejos ideales grecolatinos, contrasta con algunas obsesiones actuales. Desde el miedo al propio cuerpo, que requiere un examen continuado, hasta la obsesión por la seguridad (to feel safe, to feel at home). Como si un escáner o un refugio pudieran otorgar esa tranquilidad, como si hubiera que encerrarse para sentirse seguro. Mientras un mandatario reciente se preguntaba cuánto dinero necesitaba para sentirse seguro y, al no hallar la cifra, se consagró a amontonar capitales, Wittgenstein se exponía en la trinchera y Weil en la columna de Durruti.

El estoicismo supone, como apuntó Zambrano, la recapitulación fundamental de la filosofía griega. En este sentido fue y es tanto un modo de vida como un modo de estar en el mundo. Zenón de Citio, natural de la colonia griega de Chipre, figura como fundador de la escuela. Tenían algo en común con los cínicos, sobre todo la vida frugal y el desprecio de los bienes mundanos, y reflexionaron sobre el destino y la relación entre naturaleza y espíritu. Hubo un estoicismo medio (platónico, pitagórico y escéptico), pero los que dieron fama a la escuela fueron sus representantes romanos: un emperador, un senador y un esclavo. Todos ellos surgieron, como ahora, al abrigo del Imperio. Aquel imperio era militar, el de hoy es tecnológico. Imaginen ustedes a Zuckerberg abrazando el estoicismo; pues bien, eso es lo que hizo el emperador Marco Aurelio. Séneca nació en la periferia del Imperio, en la colonia bética de Hispania, pero fue una figura fundamental de la política en Roma, senador con Calígula y tutor de Nerón. Epicteto había llegado a la ciudad siendo un esclavo. Cuando fue liberado fundó una escuela, y aunque, siguiendo el ejemplo de Sócrates, no escribió nada, sus discípulos se encargarían de transmitir su legado.

Moralistas y contemplativos, todos ellos defendieron la vida virtuosa, la imperturbabilidad y el desapasionamiento, sentimientos todos ellos muy poco rentables para una sociedad del entretenimiento. El estoicismo conquistó gran parte del mundo político-intelectual romano, pero, a diferencia del 15-M, no cristalizó en “partido”, sino que se decantó en norma de acción y su influencia alcanzaría a grandes filósofos como Plotino o Boecio. No entraremos a describir su refinada lógica, pero merece la pena recordar que la subordinaban a la ética. Al contrario de hoy, al menos en el mundo financiero, donde el algoritmo domina la moral. Destaca en ella su doctrina de los indemostrables, probablemente de origen indio. Concebían el alma como un encerado donde se graban las impresiones. De ellas surgen las certezas (si el alma acepta la impresión) y los interrogantes (si es incapaz de ubicarla). Para los estoicos, el mundo era, como para nosotros, sustancialmente corporal, pero su física no niega lo inmaterial. Concibe la naturaleza como un continuo dinámico, cohesionado por el pneuma, un aliento frío y cálido, compuesto de aire y fuego. Heredaron de Heráclito el fuego como principio activo y primordial, del que han surgido el resto de los elementos y al que regresarán. Como el humor o el llanto, el pneuma no se desplaza, sino que se “propaga”, contagiando alegría o enfermedad.

Hoy no estaría de más poner en práctica algunos de sus principios. El imperativo ético de vivir conforme a la naturaleza, que nuestro planeta agradecería. El ejercicio constante de la virtud, o eudemonía, que permite el desprendimiento. Y, finalmente, lo que Nietzsche llamó el amor fati, la aceptación y querencia del propio destino, remedio eficaz para todo aquello que produce desasosiego. No puede decirse que estos principios proliferen en nuestros días. Si un viejo estoico pudiera asomarse a nuestro tiempo, vería, en las grandes desigualdades propiciadas por la economía financiera, un descuido de sí, un olvido de esa autonomía moral que evita que se desaten emociones como el miedo y la vanidad, que crean la codicia. Emociones contrarias a la razón del mundo que, en nuestro caso, es la razón del planeta.

28 de abril 2020

https://elpais.com/cultura/2018/04/27/babelia/1524838978_764302.html

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