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Opinión

La nota de prensa semanal.
El estado de crisis generalizada que hoy vive el país es evidente e innegable. Dicha crisis se manifiesta con mucha fuerza en una agravada escasez de alimentos; por la aplicación de un modelo político-económico inadecuado. Esta escasez ha alcanzado dimensiones dramáticas. Productos agrícolas que cubrían buena parte de la demanda interna, o que incluso llegaron a exportarse, han llegado a depender de las importaciones masivas, pues la producción nacional es escasa. La situación se agrava con la drástica caída de los precios del petróleo.
Para el año 2015, solo en arroz y maíz, a manera de ejemplo ilustrativo, el déficit de producción promedió 65%. Esto significa casi 3 millones de toneladas. Por otra parte, de las aproximadamente 7,5 millones de familias venezolanas, más del 60% está en estado de pobreza o pobreza extrema, algunas estimaciones son aun más preocupantes. Eso significa que más de 4,5 millones de familias se alimentan con déficit en la ingesta diaria de calorías y de proteínas; particularmente peligroso en el caso de los niños.
Es preocupante el acelerado empobrecimiento de las clases de menos ingresos, los estratos D y E, (cerca del 80% de la población), incluyendo el grado de miseria. Son altamente dependientes de la adquisición de alimentos subsidiados. En la medida en que el suministro de alimentos de las redes públicas es más ineficiente, se les complica la capacidad adquisitiva a las familias de esos estratos sociales.
Para tratar de aliviar el déficit en la alimentación de las clases más desposeídas, el gobierno creo las redes Mercal, Pedeval, y Bicentenario; escondió las colas, obligó a comprar por terminal de la cédula y habilitó capta huellas. Todo esto fracasó, por motivos que van desde la descarada corrupción hasta la ineficiencia administrativa.
Ahora inventaron los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción). Pero estos parecen ser aun peor de lo que había. Son administrados por gente adepta al régimen, por lo tanto sectarios, pues son los únicos que tienen derecho a la venta y distribución de alimentos regulados, los cuales comercializan con un evidente sesgo político, que ha causado ya numerosas protesta populares. Están traficando con el hambre del pueblo.
Mientras el déficit de alimentos se contabiliza en millones y millones de toneladas, el gobierno lo mide según el número de bolsas repartidas por los CLAPs. Lo cual evidencia que estamos en presencia de un engaño político, una verdadera estafa. Viene al caso recordar las palabras de José Stalin, el terrible dictador soviético: “Si controlas la comida del pueblo, tu controlas al pueblo, y va a estar agradecido de lo poco que le das”.
10 de junio de 2016

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Una fantasía recorre la industria petrolera. Desde países exportadores a inversionistas en empresas de energía se propaga la ilusión de que, gracias al derrumbe de los precios del crudo, la producción de petróleo no-convencional en Estados Unidos disminuirá irremediablemente. Según esa lógica, los grandes productores tradicionales podrán retomar el control del mercado mundial para llevarlo nuevamente hacia los 100 dólares por barril.
Esta quimera es seductora por varias razones. No faltan interesados en que el petróleo vuelva a ser mucho más caro, entre ellos varios gobiernos en aprietos fiscales por la merma de ingresos petroleros e innumerables activistas que abogan por un mundo libre de hidrocarburos.
La producción de petróleo no-convencional en Estados Unidos no tiene paralelo en ninguna otra parte del mundo
Pero quienes promueven esta ilusión ignoran tres factores concretos de la producción de crudos no-convencionales en Estados Unidos: su magnitud, su productividad y su velocidad.
Magnitud
El panorama de la industria energética cambió radicalmente durante los últimos 10 años debido al fracking, como se conoce popularmente a la combinación de tecnologías que facilitó la extracción de crudo y gas natural contenidos en rocas de esquistos. El fracking permitió explotar una masiva cantidad de recursos que antes no se podían desarrollar comercialmente.
Estas tecnologías revolucionaron la producción petrolera en Estados Unidos. En tan sólo siete años casi duplicó su producción de crudo hasta llegar a un récord de 13 millones de barriles diarios el año pasado, un incremento equivalente a la producción combinada de Brasil, México y Venezuela.
Hoy por hoy, Estados Unidos tiene reservas técnicamente recuperables de crudos no-convencionales de unos 90.000 millones de barriles. Esta cifra sin duda aumentará en la medida que se mejoren, como está sucediendo, las tecnologías de desarrollo de los yacimientos. Sólo con las reservas recuperables actuales, Estados Unidos puede mantener su nivel de producción de crudos no-convencionales por más de 40 años.
En otras palabras, la producción de crudos no-convencionales en Norteamérica está aquí para quedarse.
Productividad
Por sus características y organización, la producción de petróleo no-convencional en Estados Unidos no tiene paralelo en ninguna otra parte del mundo. Las formas de propiedad a lo largo de la cadena de valor incentivan la competencia, la cual se traduce en constantes incrementos de productividad y reducciones de costos.
Una primera singularidad es la propiedad privada de los recursos del subsuelo. Los dueños de las tierras pueden vender los derechos de explotación a inversionistas petroleros. En el resto del mundo, el subsuelo pertenece al Estado nacional. En Estados Unidos, los propietarios del petróleo son cientos de miles de terratenientes, que deciden por su propia cuenta cómo, cuándo y con quién explotar sus recursos.
Una segunda particularidad es que, en Estados Unidos, todos los actores en el resto de la cadena también son privados. Típicamente, un inversionista compra al terrateniente los derechos de explotación del subsuelo. El inversionista luego contrata con empresas especializadas en perforación horizontal, fracturación hidráulica y terminación de pozos. El transporte del petróleo a los centros de consumo también está a cargo de agentes privados.
El incentivo por maximizar ganancias llevó a las operadoras a reducir el tiempo de perforación en más de 60 por ciento (de 22 a 9 días) y a mejorar las técnicas de fracturación hidráulica, aumentando la producción inicial por pozo en más de 40 por ciento (de 533 a 767 barriles por día) entre 2011 y 2014, cuando los precios se mantuvieron en un promedio de 100 dólares por barril.
Es razonable suponer que una caída de 60 por ciento en los precios del crudo, como se registró el año pasado, generó aún más incentivos para aumentar la productividad. En 2014 se hablaba de 60 dólares por barril como el umbral para activar la producción de crudo no-convencional. Un aumento de productividad de 17 por ciento colocaría ese precio en 50 dólares por barril. A partir de ahí, volverá a crecer la producción de crudo no-convencional en Estados Unidos.
Velocidad
La producción de petróleo no-convencional puede incrementarse rápidamente, partiendo de inversiones relativamente pequeñas, luego de que el mercado percibe una señal de alza de precios. Perforar, “fracturar” y terminar un pozo de petróleo no-convencional insume unas seis semanas. A modo de ejemplo, en la formación de Eagle Ford, en Texas, un pozo promedio cuesta apenas 7 millones de dólares y produce unos 300 mil barriles en 18 meses.
Por el contrario, el desarrollo de un yacimiento convencional requiere la perforación simultánea de un número de pozos, lo cual significa una mayor inversión inicial y más tiempo para llegar a la fase de producción.
La revolución del fracking llevó a Estados Unidos a ser de nuevo el primer productor mundial de petróleo. Por las singulares características de cómo se organiza la producción no-convencional y la magnitud de sus reservas, continuará jugando un papel determinante en el mercado mundial. El costo de producción del crudo no-convencional norteamericano fijará un techo al precio internacional por el futuro previsible.
Cualquier otra interpretación es pura fantasía.
Especialista líder en energía en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
EL PAIS - 40 Aniversario
1 junio 2016

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Por fin, por fin encontré la solución para acabar con los oligarcas golpistas, gritaba emocionado el Alcalde de Libertador. Se me prendió el bombillo, cuando estaba viendo las noticias sobre el fallecimiento del legendario campeón del mundo, de los pesos pesados, Muhammad Alí.
- ¿Y eso que tiene que ver con nuestro problema?, preguntó Aristóbulo.
Bueno Negro, te acuerdas de la pelea contra George Foreman, en aquel octubre del 74, en Kinshasa.
- ¿Y? ….sigo sin entender.
Toda la población de esa región africana apoyaba a Clay, perdón a Muhammad Ali y le gritaban a su paso por las calles “Ali bomaye” que significa ¡Alí, mátalo! Al ver el recuento de ese apoteósico apoyo, se me vino a la mente, que con una consigna similar pudiésemos contar o conquistar el decaído apoyo de nuestros milicianos.
- Suena como el Decreto de Guerra a Muerte, la idea no es mala, sentencio el vicepresidente.
Pienso, que desde el Balcón del Pueblo, se haga el anuncio de la solución final contra los golpistas-oligarcas-imperialistas de la derecha venezolana y los millones de milicianos que concurran al acto, griten a una sola voz “Nico bomaye” para referirse a nuestro camarada presidente.
Luego, con todos los medios de comunicación sometidos o controlados por nosotros, extendemos esa consigna a todo el país. Por donde pase el camarada, solo debe oírse “Nico bomaye”
-Me parece del carajo, y se me ocurre que si le agregamos un golpe de tambor nos acercaríamos más al origen africano de la consigna, dijo súper emocionado Aristóbulo.
Copiado 100%, señaló Jorge Rodríguez. Es más, déjame decirte, que Nico es la imagen y semejanza de Alí: Tiene la misma estatura, el mismo alcance de brazos y en política “Pica como una abeja y flota como una mariposa”.
La única diferencia, es el bigote y que no es negro como tu Aristóbulo.
- Detalles de fácil solución. Lo afeitamos y lo ponemos a coger el sol que jode en Varadero Cuba para que nadie se entere.
Bueno, vamos a presentarle este proyecto al camarada presidente.
Al grito de Nico bomaye, Nico bomaye, Nico bomaye…..llegaron ambos personajes a Miraflores. Al principio, la guardia pretoriana que custodia el palacio dio la voz de alarma porque creían que era una manifestación, pero al identificar a los personajes todo volvió a la calma.
Camarada, venimos a presentarle un proyecto para la solución final a la guerra contrarrevolucionaria que el imperialismo tiene contra nosotros. Y con lujo de detalles fueron desgranando su tesis política de exterminio de la oposición. Bomaye vendría a ser una justificación para acabar de una vez por todas con los enemigos de la revolución. Cuando, los millones de milicianos lo reciban con la consigna “Nico bomaye” (Nico mátalo) le estarán dando una orden que inmediatamente será refrendada por el TSJ y procederemos a aniquilar a todos nuestros oponentes…..¿qué le parece camarada?
-Interesante, dijo sin mucho ánimo Nicolás. Solo tengo una pequeña observación: Que piensan ustedes dos que harán la oposición y los colectivos cuando yo les diga desde el Balcón del Pueblo “Que floto como una mariposa”…….
Ay papa, se le mojó la canoa a Nico, o se perdió esa cosecha, serán solo algunos de los calificativos que me van a lanzar y tú Jorge comprenderás que no me la voy a calar….macho que se respeta no vuela como una mariposa…..De águila no caza moscas, me van a reducir a “Mariposa no coge ni mosquitos”………que bolas tienen. Zapateen pa otro lado……sigamos con la guerra económica.

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No puedo afirmar que sea un entendido, ni nada que se le parezca. Menos todavía un apasionado, al modo como lo soy del fútbol o del béisbol. Tengo, apenas, la cultura básica requerida para entender sus claves y una modesta afición que fue declinando, hoy en día casi inexistente, siempre llena de remordimientos que me decían que es un deporte que no debiera serlo, porque, larvada o abruptamente, acababa, casi por norma, en tragedia: rostros desfigurados, cerebros descoordinados, lenguas de trapo. Un deporte que se me asomaba como metáfora del canibalismo, un acto de barbarie socialmente aceptado.
II.
No obstante lo anterior (no sé si Usted ha oído que el ser humano es contradictorio) he querido recordarlo en estas líneas, tras su muerte la semana pasada. Decidí desempolvar un escrito mío de hace tiempo y recordarlo como el mejor boxeador de su época, quien sabe si de todas las épocas, el que hizo del pugilismo, no obstante su naturaleza, un espectáculo apto para todo público, incluso para señoras y tipos remilgosos y con sentimiento de culpa como yo. En los años setenta nadie, fuese o no dado al pugilismo, pudo dejar de encender la televisión para ver cómo una mole de más de cien kilos flotaba como mariposa y parecía pegar como si acariciara. Ni, tampoco, dejar de verlo fungir de psicólogo hecho en casa, gritando sus profecías intimidantes, vaticinando el round en el que caería el rival. Menos aún, dejar de escuchar sus opiniones políticas, sus ideas respecto a la sociedad blanca que, al paso que lo excluía, pues quien lo mandó a tener la piel oscura, el pelo ensortijado y la nariz chata, pretendía mandarlo al frente de guerra para defender el honor norteamericano, mientras el rehusaba preguntando qué diablos era lo que le habían hecho a él los vietnamitas. En fin, nadie pudo ignorar, compartiéndolos o no, los argumentos que lo convirtieron en musulmán y, a su estilo, en un predicador muy visible de los derechos civiles.
III.
Creo haberle visto todas sus peleas, desde cuando llevaba a cuestas el nombre de Cassius Clay, heredado de sus antepasados esclavos. Más que verlas, las vivía como si yo mismo estuviese montado sobre el ring, asustado frente a las manazas Sonny Liston, adolorido como si a mí también me hubiesen fracturado la mandíbula cuando la pelea con Norton o tirado a la lona en la de Frazier o en la del británico Brian London. Llegué, pues, a sentir pavor por los boxeadores que, como esos tres, tenían buen gancho de izquierda. Me dolió, no sabe usted cuánto, esa mandarria de Foreman golpeando sus costillas y riñones, durante el combate de Zaire, que terminó con su victoria, sufrida y angustiosa, en el octavo round. Volvió a ser campeón mundial.
``El Príncipe del Cielo'', solía llamarlo Norman Mailer, quien fue capaz de escribir un libro de más de trescientas páginas únicamente sobre su refriega con Foreman. ¿O más bien fue Alí, me pregunto, el que fue capaz de dar una exhibición que sólo pudo caber en tantas páginas?
IV.
Lamenté verle disminuido por el mal de Parkinson. Verlo durante sus tres últimas décadas de vida con el rostro abotagado por las medicinas, la mirada que no miraba nada, sus movimientos torpes, las manos condenadas a temblar y, sobre todo, su balbuceo frente a los periodistas, él que fue conocido como el Bocazas de Louisville.
Murió Muhammad Alí, el gran boxeador, uno de los mejores de todos los tiempos. Pero también, el reflejo incómodo del país en el que le toco vivir, bastante distinto al que ahora cuenta con un afroamericano en la Casa Blanca. Su nombre quedará guardado en la historia. Pero no sólo por lo que hizo el ring.
El Nacional, jueves 8 de junio de 2016

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Una de las preguntas más acuciantes que se hacen los norteamericanos en estos días es: de llegar a la presidencia del país, ¿sería Trump un peligro real para el sistema democrático de Estados Unidos?
No es fácil contestar esa pregunta con certeza porque podría suceder que, una vez elegido, Trump asuma la enorme carga que ha recibido con una responsabilidad y una seriedad que lo lleve a olvidar sus desplantes, insultos, juicios apresurados y declaraciones comprometedoras.
Sin embargo, de acuerdo a lo que he podido leer y oír aquí en los últimos días, parece que hay razones más que valederas para preocuparse por el destino de esta nación, que es el centro del mundo, y por las posibles consecuencias en sus relaciones internacionales.
Esta preocupación que señalo aquí no es propia solamente de los demócratas y de los enemigos del magnate del "real estate". Por ejemplo, el prestigioso Washington Post ha publicado varias veces la opinión de su consejo editorial sobre la candidatura de Trump. En todas las ocasiones ha sido una opinión totalmente contraria a la conveniencia de la candidatura y del posible triunfo de Trump. Por ejemplo, el 22 de abril de 2016 publica una editorial cuyo título es muy sugerente: "Softening on Trump? Remember this", y a continuación recuerda 20 ocasiones en las que Trump mintió, insultó, emitió amenazas, hizo promesas incumplibles o muy peligrosas, se burló de varias figuras prominentes, etc.
Hay algunas muy conocidas como las amenazas de no permitir la entrada de musulmanes a Estados Unidos y de deportar a los 11 millones de inmigrantes ilegales, la ofensa a una reportera de Fox News diciendo que ella le hizo preguntas difíciles porque estaba menstruando. Son bien conocidas también sus declaraciones diciendo que los mexicanos que entran al país son violadores o narcotraficantes, afirmando que sería aceptable que los soldados americanos torturaran a los posibles terroristas y que mataran a la familia de ellos. Su posición contra la OTAN también ha sido motivo de preocupación entre los asesores políticos internacionales.
El 2 de junio de este año, el mismo consejo editorial del Washington Post publicó una nota con el título siguiente: "El apoyo de Mr. Ryan a Trump. Un día triste para el partido republicano y para América". Paul Ryan es uno de los más importantes republicanos, Speaker (Presidente) de la cámara de diputados. El Washington Post sostiene allí que Ryan he dado un paso lamentable con ese apoyo a Trump, traicionando los principios republicanos que siempre ha defendido.
El otro diario de gran prestigio en Estados Unidos, el New York Times, también ha criticado con dureza las declaraciones irresponsables de Trump.
Hace muy pocos días sucedió un episodio que tiene muy alarmados a la mayoría de los juristas de prestigio de Estados Unidos. Un juez de California, de apellido Curiel, está llevando adelante dos juicios contra la Trump University, incoados por personas que se sintieron engañadas por esa universidad.
Trump ha dicho que ese juez, que debe ser mexicano, es un odiador, que lo odia a él por lo que ha dicho de los mexicanos, que es muy duro contra su universidad. Y añadió: ¿qué pasaría si en noviembre llego a ser presidente y abro una causa civil contra ese juez? Resulta que el juez no es mexicano, es nacido en Indiana, pero lo más importante es que Trump ha emitido una amenaza que va contra un principio sagrado de la constitución de Estados Unidos: la separación de los poderes y el debido respeto entre ellos. Algunos juristas han dicho que Trump es una amenaza a esa constitución.
Pareciera entonces que, según muchas opiniones prestigiosas, Trump puede ser un peligro real para la democracia americana si llega a ser presidente. Sin embargo, la mayoría de los dirigentes republicanos importantes ya han dado su respaldo a Trump y, de hecho, Trump es el candidato oficial y el que dirige en estos momentos los destinos de ese partido.
Algunos dirigentes republicanos, como la familia Bush y Mitt Romney, se han negado hasta ahora a darle su apoyo, pero todos los otros lo han hecho, algunos con muchas dudas y reticencias, pero al final han cedido ante el hecho cumplido de su candidatura.
No nos queda otra alternativa que esperar a noviembre para poder dar una respuesta definitiva a nuestra pregunta inicial.

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¿Estamos viendo un nuevo amanecer del fascismo? Mucha gente empieza a pensar que sí. Se ha comparado a Donald Trump con un fascista. También a Vladimir Putin y a una variedad de demagogos y charlatanes de derecha. La reciente ola de bravata autoritaria ha llegado hasta las Filipinas, cuyo presidente electo, Rodrigo “el castigador” Duterte, ha prometido arrojar a los criminales sospechosos a la Bahía de Manila.
El problema con términos como “fascismo” o “nazi” es que tanta gente ignorante los ha utilizado con tanta frecuencia, en tantas situaciones, que hace mucho tiempo que han perdido todo significado real. Son pocos los que saben de primera mano qué significó realmente el fascismo. Se ha convertido en una frase genérica para referirse a aquellas personas o ideas que no nos gustan.
La retórica imprecisa no sólo ha tornado chabacano el debate político, sino también la memoria histórica. Cuando un político republicano compara los impuestos a la propiedad en Estados Unidos con el Holocausto, como lo hizo un candidato al Senado en 2014, los asesinatos masivos de judíos se trivializan al punto de perder todo sentido. Lo mismo es más o menos válido cuando se compara a Trump con Hitler o Mussolini.
Como resultado de ello, nos distraemos con demasiada facilidad de los peligros reales de la demagogia moderna. Después de todo, a Trump -o a Geert Wilders en Holanda o a Putin o a Duterte- no le resulta difícil refutar las acusaciones de fascista o nazi. Pueden ser repulsivos, pero no están organizando guardias de asalto uniformados, construyendo campos de concentración o exigiendo el estado corporativo. Putin es el que más cerca está, pero ni siquiera él es Hitler.
Por supuesto, la falta de memoria o la ignorancia sobre el pasado se da en ambas direcciones. Cuando un joven escritor holandés, empático con la nueva ola populista, expresó antipatía por la “elite cultural” de su país, por promover la “música atonal” y otras formas arrogantes de fealdad, en lugar de la belleza saludable que abraza el hombre común, me pregunto si estaba al tanto del ataque de los nazis al “arte degenerado”. La música atonal, que difícilmente sea la música de vanguardia hoy, era precisamente el tipo de cosa que los subalternos de Hitler detestaban -y en definitiva prohibieron.
Se perciben otros ecos de nuestra historia más oscura en la grandilocuencia política contemporánea, que hace apenas unas décadas habría marginado a cualquier político que hiciera uso de ella. Avivar el odio a las minorías, arremeter contra la prensa, agitar a las masas en contra de los intelectuales, los financistas o cualquiera que hable más de un idioma, no era parte de la política tradicional, porque suficientes personas todavía entendían los peligros de ese tipo de discurso.
Es evidente que a los demagogos de hoy no les importa mucho lo que definen burlonamente como “corrección política”. Es menos claro si tienen suficiente conciencia histórica como para saber que están reavivando a un monstruo que las generaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial creían muerto pero que ahora sabemos que sólo estaba dormido, hasta que la ignorancia del pasado le permita volver a despertarse.
Esto no quiere decir que todo lo que dicen los populistas no sea verdad. Hitler también tenía razón al creer que el desempleo masivo era un problema en Alemania. Muchas de las pesadillas de los agitadores merecen, sin duda, una crítica: la opacidad de la Unión Europea, la duplicidad y la codicia de los banqueros de Wall Street, la reticencia a enfrentar los problemas causados por la inmigración masiva, la falta de preocupación por aquellos afectados por la globalización económica.
Todos estos son problemas que los partidos políticos convencionales no han querido o no han podido resolver. Pero cuando los populistas de hoy empiezan a culpar de estas dificultades a “las elites”, quienes quieran que sean, y a las minorías étnicas o religiosas impopulares, suenan próximos, inquietantemente, a los enemigos de la democracia liberal de los años 1930.
La verdadera marca del demagogo intolerante es la mención de la “traición”. Las elites cosmopolitas “nos” han apuñalado por la espalda; estamos enfrentando un abismo; los extranjeros están socavando nuestra cultura; nuestra nación puede volver a ser grande si eliminamos a los traidores, acallamos sus voces en los medios y unimos a la “mayoría silenciosa” para revivir el organismo nacional saludable. Los políticos y sus seguidores que se expresan de esta manera pueden no ser fascistas; pero ciertamente hablan como ellos.
Los fascistas y nazis de los años 1930 no surgieron de la nada. Sus ideas no eran originales. Durante muchos años, intelectuales, activistas, periodistas y clérigos habían articulado ideas llenas de odio que sentaron las bases para Mussolini, Hitler y sus imitadores en otros países. Algunos eran reaccionarios católicos que detestaban el secularismo y los derechos individuales. Otros estaban obsesionados con la supuesta dominación global de los judíos. Y otros eran románticos en busca de un espíritu racial o nacional esencial.
La mayoría de los demagogos modernos tal vez tengan una conciencia vaga de estos precedentes, si es que los conocen. En países de Europa central como Hungría, o de hecho en Francia, pueden en verdad entender los vínculos muy bien, y algunos de los políticos de extrema derecha de hoy no le temen a ser abiertamente antisemitas. En la mayoría de los países occidentales, en cambio, estos agitadores utilizan su admiración declarada por Israel como una suerte de excusa y dirigen su racismo a los musulmanes.
Las palabras y las ideas tienen consecuencias. No se debería comparar a los líderes populistas de hoy con los dictadores asesinos del pasado bastante reciente. Pero, al explotar los mismos sentimientos populares, contribuyen a un clima venenoso, que podría volver a introducir la violencia política en la corriente dominante una vez más.
Ian Buruma is Professor of Democracy, Human Rights, and Journalism at Bard College. He is the author of numerous books, including Murder in Amsterdam: The Death of Theo Van Gogh and the Limits of Tolerance and Year Zero: A History of 1945.
Project Syndicate ________________________________________
POLIS, 8 de junio 2016
http://polisfmires.blogspot.com/2016/06/ian-buruma-primavera-del-fascismo.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+blogspot%2FxSpmE+%28POLIS%29

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Tanto los dirigentes políticos como el resto de los electores debemos entender que la relación entre ambos ha cambiado, lo cual obliga a ser más prudentes y a escuchar antes de emitir opiniones. En los tiempos actuales es evidente que los dirigentes políticos en todas las latitudes ya no tienen el poder de antaño. No es asunto de que sean menos capaces que antes sino que, como dice Moisés Naim en su libro ¨La pérdida de Poder¨, hoy este se ha diluido y ni las grandes corporaciones disfrutan de muchos grados de libertad.
Las redes sociales han permitido que el ciudadano común que no tiene acceso a entrevistas o a escribir en los medios tradicionales de comunicación y que antes se limitaba a votar y asistir a concentraciones, hoy pueda expresar su opinión sin ninguna traba, llegarle a mucha gente y tener cierto grado de influencia. Esta democratización de la influencia es positiva y obliga a una mayor interacción entre las partes. Hasta hace poco, la relación entre los dirigentes políticos y los electores era casi como en el ejército en donde ¨superior manda y subalterno obedece¨. Ya no más.
Los dirigentes deben entender que no tienen el monopolio de opinar sobre política, más cuando no es un secreto que muchos no tienen la formación de sus antecesores. A veces, por falta de argumentos para defender sus puntos de vista apelan a descalificaciones y tildan de antipolíticos a quienes piensan diferente y no militan en un partido. Como bien dice José Antonio Gil Yépes, ¨los líderes tradicionales asumen que pueden y deben tomar decisiones por los liderados. El líder moderno no conoce de antemano las soluciones, es un servidor expectante de una solución integradora que surgirá del diálogo que facilite y no del monólogo que imponga¨.
Por ello los dirigentes deben asumir una posición prudente y no disparar desde la cintura. Tenemos la impresión de que el twitter debería ser más para periodistas, artistas y ciudadanos comunes y menos para los dirigentes que a las primeras de cambio expresan opiniones inmaduras. Hoy no es políticamente correcto decir ¨hago esto aunque algunos se pongan bravos¨, sino tratar de convencer de que es la mejor decisión dadas las circunstancias. Tampoco pueden estar amenazando con declaraciones como ¨ yo pienso así y si quieren que me expulsen de la Unidad¨.
Por otra parte, quienes no somos militantes y utilizamos las redes sociales no podemos caer en descalificaciones gratuitas a nuestros dirigentes. Debemos tener un poco de paciencia hasta que se aclaren determinadas posiciones. Un caso típico es el referente al diálogo. Se puede estar o no de acuerdo con el mismo, pero no satanizar a los dirigentes que han aceptado una primera aproximación y dejado clara las condiciones para iniciar conversaciones, aclarando que hay puntos que no son negociables. Un caso aún más censurable es caer en insultos personales en lugar de argumentar las críticas.
Dirigentes políticos y electores deberíamos leer e internalizar el reciente artículo del distinguido galeno Rafael Muci-Mendoza titulado ¨Elogio del callar¨, ya que si queremos salir de estos pranes que gobiernan y han destrozado al país, es necesario un acercamiento entre los dirigentes políticos y la sociedad civil. Los dirigentes deben aprender a respetar a esos ciudadanos que, como dice Manuel Barreto, son los imprescindibles que ¨se niegan a tirar la toalla, que no pierden las esperanzas, que se oponen y se opondrán rotundamente a que les confisquen el porvenir y que tienen muy definidos sus valores y principios¨. Y, a su vez, estos luchadores deben respetar a una dirigencia con la cual algunas veces no estamos de acuerdo, pero que se juega la vida y prestigio todos los días.
Como (había) en botica:
La crisis por la escasez y costo de alimentos, medicinas y repuestos es la queja principal de los ciudadanos. Esta situación no la puede resolver Maduro y su entorno, por lo que el diálogo debe enfatizar el cambio de las autoridades. Un articulista que escribe en El Universal sostiene que hay que ¨educar a grupos de la clase media que promovieron la hora loca entre 1999 y el 2006¨. Extrañamente no percibe que quienes lucharon en ese período, con los elementos de que disponían, lo hicieron por defender la democracia y prevenir el desastre económico que se visualizaba. Haber permanecido pasivos esperando ¨condiciones apropiadas¨ hubiese sido cobardía y complicidad. Hoy somos clara mayoría por el descontento con la escasez, costo de la vida e inseguridad y no por una mejor estrategia desde el 2006 para captar votos. Merecido homenaje de la UCV al distinguido venezolano Héctor Silva Michelena. El general Padrino debe informar por qué hay una foto de soldados quitándose el uniforme para ponerse una camisa roja para asistir a concentración oficialista. Los paramilitares rojos siguen agrediendo a periodistas y opositores. Bravo por Garbiñe Muguruza, por la Vino Tinto y por el ¨ Renuncia Maduro¨ del cartel exhibido en Chicago ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
eddiearamirez@hotmail.com

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