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Opinión

Edgar Benarroch

ESCRIBIR

Escribir es representar ideas mediante letras que conforman palabras u otros signos gráficos, es plasmar pensamientos en un papel u otro soporte material a través de la utilización de letras o signos, por ello el pensamiento precede a la escritura que es una manera de ordenar las ideas que nos llegan.

En los últimos tiempos me he dedicado a escribir notas donde expreso opinión y consideraciones sobre variados aspectos, situaciones y pocas veces sobre personas. Confieso que me revolotea en la mente como un torbellino un cúmulo de ideas que trato de organizar, comprimir y resumir de la mejor manera en una nota, aunque en muchas ocasiones me excedo y algunos amigos me lo han dicho.

Escribir notas es organizar ideas que nos vienen del pensamiento, llevarlas al papel y resumirlas tratando que al menos la idea central quede señalada. Escribo mucho sobre política, responde a mi pasión, y sobre la situación que confrontamos en el país y algunas veces afuera. Cuando trato de abordar otros temas, muy aparte del quehacer público nuestro y de lo que ocurre con este régimen que desgraciadamente tenemos y el pueblo, confieso que me parece estarle quitando tiempo y dedicación a lo fundamental, que es nuestra Patria y nuestro pueblo.

Como todos saben soy diametral y empecinadamente opuesto al régimen que tenemos y ansío cuanto antes un cambio radical en la conducción nacional y por ello mis escritos son críticos, negativos, quisiera y deseo hacer críticas positivas y de reconocimiento, pero este régimen no da una sola razón para ello.

No me he dedicado a averiguar el nivel de aceptación que tienen mis notas, en términos generales, presumo que motivo cansancio por lo repetitivo, escribiendo siempre sobre las mismas cosas y muchas veces repitiendo la misma argumentación, lo hago ex profeso porque la redundancia y repetición ayudan a fijar los conceptos y es muy bueno no olvidarnos de lo que tenemos encima que tanto daño causa al país y a nosotros.

He escrito que este régimen es MALO Y MALUCO, así con mayúsculas sostenidas, porque lo es y para que no se nos olvide es bueno repetirlo a diario con la esperanza que ello sirva de aliciente y estimulo para profundizar la lucha que adelantamos por un cambio radical ya e inicio de la construcción nacional.

Otra de las cosas que no he medido es la frecuencia de estas notas, hace algún tiempo lo hacía semanal, después fueron dos a la semana y ahora son interdiarias, quisiera para no cansar, saber cual es la frecuencia adecuada que contribuya y no fastidie .

Al final agradezco muchísimo a ustedes me ayuden en cuanto a los temas que se deben tratar, lo extenso de las notas y la frecuencia de su publicación, para ubicarnos o ubicarme en el sitio exacto, donde todos estemos a gusto.

5 de julio 2022

¿QUÉ LOS CAMBIÓ?

Conozco amigos y algunos de ellos ocuparon importantes cargos de gobierno en mi estado Aragua y en el país, que eran auténticos antichavistas (en pleno auge de Chávez ) y estaban en franco desacuerdo con el rumbo que el país llevaba, me hablaron de políticas contrarias al interés nacional y al Bien Común. Los sentía, porque me lo expresaban, sumamente preocupados por la suerte del país. Uno de ellos cuando hablábamos que estábamos en presencia de un régimen cívico-militar, corrigió y dijo militar-cívico.

Algunos de estos amigos tuvieron que salir del país huyendo de la persecución y amenaza de cárcel, luego regresaron y para mi asombro y alarma hoy están respaldando a este régimen, ya no militar cívico, sino militar totalitario, y algunos tienen cargo de representación popular.

¿Qué los cambió, qué los indujo a ello?, es una pregunta que me hago y mi pensamiento vuela, no deseo expresar la respuesta que me doy porque todo está en conjetura y especulación y aunque sean bien fundamentadas, son solo esos, pero si de alguna cosa estoy seguro es que no son anormales y creo deben saber perfectamente bien lo que ocurre en el país y el inmenso sentimiento de repudio popular a este catastrófico régimen.

También creo que no fue por rectificación que es salir de lo malo para ir a lo bueno y no de lo bueno o regular a lo malo o peor. Ellos son gente informada e inteligente ( que ahora dudo) y deben tener conciencia del espantoso desmoronamiento de los índices que miden el grado de desarrollo de los países y de lo mal que el pueblo, mucho más pobre ahora que antes, lo está pasando desde hace por lo menos quince años.

Ellos saben que si ayer teníamos problemas y vicisitudes, hoy los afrontamos con mayor profundidad, todo lo bueno lo transformaron en malo y todo lo malo lo llevaron a peor. Lo menos que la población tiene derecho a esperar es que exista seguridad pública, personal y de bienes y que existan eficientes servicios públicos que el Estado está en la obligación de garantizar.

Ninguna de esas dos cosas tenemos. La inseguridad campea en todo el territorio nacional y estamos permanentemente expuestos a que en cualquier lugar y hora nos encuentre la delincuencia o el hamponato, civil o uniformado; y los servicios públicos (agua, luz, gas doméstico) no funcionan y cuando lo hacen es de manera intermitente que pone a todos a correr para almacenar agua, aprovechar la electricidad o comprar el gas doméstico cuando aparece.

No hablemos de PDVSA, del complejo siderúrgico de Guayana, de los centros hospitalarios públicos, de las instalaciones educacionales, especialmente las universitarias, donde todo está en el verdadero suelo a punto del colapso total. No hablemos de nuestras tierras fértiles y fecundas que hoy son monte y culebras por la expropiación o invasión instigada y respaldada por el régimen, de que el 70% de nuestra planta industrial cerró por quiebra o por fuerza oficial, de que el comercio en un 50% también cerró. No nos extendemos en nada de ello porque lo vemos, sentimos y soportamos a diario y salta a la vista, máxime cuando se está ocupando una posición de representación popular donde se tiene acceso a la información que se desee.

¿Qué llevó a estos amigos a ese extraño y muy raro cambio?, a ese inesperado brinco de talanquera, repito, no lo se. Ellos en su conciencia revisarán su cambio de parecer, de conducta y de parámetros para juzgar lo que tenemos, solo les digo que rectificar siempre es bueno en cualquier momento y lugar. Traten que sean los valores y el sagrado y gran interés nacional que los guíe en las posiciones que asumen y en sus comportamientos. Más allá de lo que ustedes piensen o hagan, está la observación pública que a diario nos escruta y emitirá, creo que oportunamente, su juicio.

4 de julio 2022

IGUALES PERO DISTINTOS

Los seres humanos somos iguales por ser creación del mismo Padre Eterno, por nuestra misma condición y ante la ley, pero somos distintos por nuestra formación, ideales, principios y valores los que nos lleva a consideraciones y opiniones coincidentes pero también diferentes, a comportamientos y acciones distintas.

Somos sociales por instinto gregario y nos podemos desenvolver en comunidad por la consideración, respeto y tolerancia que todos debemos tenernos y la capacidad de aceptar nuestras deficiencias y errores, conversándolas para superarlas. Gracias a Dios somos distintos en ese aspecto, sino la humanidad sería muy aburrida y además en las diferencias nacen los mejores caminos y logramos los mejores productos. Bien se ha dicho que “Cada cabeza es un mundo” por lo distinto que somos. Lo lógico, natural y sensato es que todos, en nuestras diferencias, nos encontremos cuando se trata de luchar para alcanzar el Bien Común y la Justicia Social.

Como queremos el bienestar propio lo deseamos al prójimo y para ello debemos colaborar con toda nuestra voluntad, privilegiando siempre la lucha por reivindicar a los más débiles, pobres y vulnerables. Mientras exista pobreza no podemos, no debemos estar conformes ni tranquilos, por ello, la vida es una constante lucha y entrega de servicio privilegiando a la colectividad y al pobre y desamparado.

Nos encontramos en una situación muy severa y difícil que nos causa inmenso malestar a todos por la desastrosa obra de este régimen. Nuestro ineludible e impostergable deber es parar la caída que tenemos como país y personas y recuperar la Nación para colocarla en vías de desarrollo integral y ello sólo es posible saliendo de lo que tenemos.

Por la desastrosa gestión de este régimen, quienes antes le dieron su confianza hoy se la retiraron y están en franca línea de oposición deseando un cambio radical cuanto antes. Ese cambio urgido por el pueblo, que lo clama a diario y a gritos, debe promoverlo y líderizarlo la dirección de la oposición conjuntamente con el país nacional organizado y adelantar una estrategia inteligente, eficaz y útil para salir de lo que tenemos e iniciar la inmensa tarea de la reconstrucción nacional.

Esa estrategia debe ser compartida por todos quienes queremos cambio, entonces ella debe elaborarse en UNIÓN de todos. Unión para elaborar la hoja de ruta que nos lleve a la salida cuanto antes de este régimen totalitario y maligno y para configurar una propuesta al país que contenga las soluciones a la honda crisis que soportamos, esas soluciones deben ser entendibles, creíbles y sobre todo realizables para no caer en nuevos desengaños. Sería nuestro programa de gobierno para la recuperación nacional y bienestar de todos quienes acá vivimos.

Se ha dicho, por voceros autorizados de la oposición, que el próximo año 2023, seleccionaremos nuestro candidato a la Presidencia de la Republica y que será por consenso -que es lo deseable- o por elecciones primarias donde todos los venezolanos mayores de 18 años puedan expresarse. A ese candidato, seguro próximo Presidente, le entregaremos ese programa de gobierno que será el camino que debe seguir. Menos mal que ahora falta menos.

2 de julio 2022

 7 min


Fernando Mires

Si hay un término en boga en la política internacional, este es: punto de inflexión. Quiere decir, cambio de paradigma, cambio de estrategia, cambio de orientación, en cualquier caso, cambio radical. Ese punto de inflexión se ha hecho presente en las dos grandes conferencias internacionales de junio del 2022: la de la UE y, sobre todo, la de la OTAN. No es casualidad.

El punto de inflexión puede ser visto como una adecuación a un cambio en la estructura militar y política que ha experimentado el mundo en los dos últimos decenios del siglo XXl. En términos escuetos, las líneas estratégicas aprobadas en la cumbre de la OTAN tienen que ver con ordenamientos generados a nivel global.

En efecto, hay tres grandes potencias pero esas potencias no son equivalentes. China, Rusia y Occidente. La primera se define en términos económicos y militares. La segunda en términos territoriales y militares. Y la tercera en términos económicos, políticos y militares. En el único punto donde hay equivalencia entonces –y es lo decisivo- es en el militar. De ahí la importancia de la OTAN y su cambio de orientación. Se trata de crear, de acuerdo a las palabras de su presidente Jens Stoltenberg, lineamientos para limitar a las otras dos potencias en el único espacio común a las tres: el militar. Así se explican los objetivos principales del nuevo paradigma de la OTAN.

Por un lado, Rusia, sobre todo a partir de la invasión a Ucrania, es visto desde la OTAN como el peligro inmediato y por lo tanto, como el principal. Por otro lado, China será considerada como enemigo, solo si logra establecerse una alianza chino-rusa. Ahora, para que esa alianza no tenga lugar, será preciso debilitar al máximo a uno de sus eslabones y el más débil es, por ahora, la Rusia de Putin. Esas son las razones que llevaron a la OTAN no solo a ampliar su magnitud con la incorporación de Finlandia y Suecia sino, además, a fortalecer militarmente su flanco oriental, al mismo tiempo que mantendrá su esfuerzo en el apoyo militar a Ucrania. ¿Significan estos cambios un debilitamiento para Putin como ha sostenido la mayoría de las interpretaciones relativas al cambio estratégico de la OTAN? Aparentemente, sí. Pero también hay motivos para pensar en sentido contrario.

La tesis que sostiene en tono triunfalista que el punto de inflexión de la OTAN conlleva un duro revés para Putin, parte de la base de que las acciones de Putin en Ucrania, como ha sostenido la “escuela realista norteamericana”, después usada por Putin como medio de propaganda, se debe a la ampliación de la OTAN. No obstante ha sido el mismo Putin quien la ha contradicho. Putin ha declarado, y no solo una vez, que para él no es ningún problema que Finlandia y Suecia sean miembros de la OTAN. No hay ningún motivo para contradecirlo.

Como hemos advertido en otros textos, las intenciones geopolíticas de Putin no se ven resentidas por el hecho de que la OTAN sea más o menos grande. Su objetivo, al menos el inmediato, es reconstituir el espacio originario de la antigua RUS, vale decir, el imperio ruso pre-soviético. Incluso Putin parece haber renunciado, por lo menos durante la primera etapa de su avance, a la reconquista de los países bálticos, pues esta acción demandaría una reacción de Occidente muy superior a la que ha mostrado frente a Ucrania. Putin –lo demostró en en el caso de Ucrania donde en meses de guerra ofensiva solo ha logrado hacerse de algunas ciudades en el Donbás– no está en condiciones de hacer la guerra en dos o más frentes a la vez. Su propósito por ahora solo se puede limitar a asegurar la fase de reconsolidación del imperio en la zona por él considerada “natural”, a la que, según su mitología, pertenece Ucrania. Después, de acuerdo a las condiciones -parece pensar Putin- verá lo que hace. Por el momento lo decisivo para él es reintegrar a Ucrania, y si eso no es posible, destruirla por completo (evidentemente, lo está haciendo). No obstante, hasta ahora su balance es magro: ha anexado a Bielorrusia vía Lukazensko, destruyendo a la sociedad civil de ese país y la guerra en Ucrania está lejos de ser ganada. Moldavia también podría ser anexada aunque para él parece ser una pieza menor. En breve, Putin está atascado en el primer escalón de su proyecto imperial. El segundo escalón, ya lo anunció Putin en San Perterburgo, es derrotar a Occidente, entendiendo por ello su debilitamiento político y económico.

La guerra a Ucrania es vista por Putin como un factor decisivo para debilitar militar, política e incluso moralmente, si no a Occidente, por lo menos a su parte europea. Cuenta para ello, así como también contó Stalin, con potenciales aliados inter-europeos, entre ellos la Hungría de Orban, la Turquía de Erdogan, la Serbia de Vučic. Cuenta con las ultraderechas neo-fascistas que emergen en todos los países de Europa. Cuenta con la posibilidad de una crisis económica inducida por la guerra que, según sus cálculos podría derrumbar a las economías europeas, desatando descontentos sociales y debilitando gobiernos. Cuenta con los efectos del hambre mundial provocada por sus bloqueos militares y por la crisis energética la que multiplicará a las masas migratorias, sobre todo a las provenientes de Africa. Y, no hay que olvidar, cuenta con la posibilidad de que en el 2024 triunfe en los EE UU la alternativa nacional-populista de Trump, quien en aras de la recuperación económica de su nación podría ofrecer a Putin todo el espacio euroasiático para que haga allí lo que más le convenga. En pocas palabras, Putin cuenta con un tiempo cuyos vientos, según sus meteorólogos políticos, soplan a favor.

Putin ya declaró en el congreso internacional de dictaduras que tuvo lugar en San Petersburgo que la guerra en Ucrania es solo el comienzo de una cruzada en contra de Occidente. En el marco de esa guerra Putin intentaría –de hecho lo está intentando– convertirse en la vanguardia político-militar de todas las naciones autocráticas, dictatoriales y por lo mismo, antioccidentales de la tierra. El antiguo sueño de Stalin, la capitulación de la Europa democrática, quiere convertirlo en realidad, pero bajo otras formas y mediante otros métodos.

Reconstituir a la antigua Rusia significaría en su afiebrada pero no imposible utopía, convertir a Rusia en el eje central de un nuevo continente llamado Eurasia. Y bien, para cumplir ese objetivo, ya ha dado los primeros pasos. Justamente en los días en que tenían lugar las conferencias de la UE y de la OTAN, Putin emprendió un viaje hacia naciones en vías de ser dominadas por Rusia. A algunos observadores pareció solo un intento para demostrar a Occidente la extensión y solidez de su zona de influencia territorial. Pero a Putin no interesan los espectáculos mediales. Todo lo que hace, lo hace de acuerdo a un fin, muchas veces oculto. Y en este caso, más que una demostración de fuerza lo que más interesaba al dictador era asegurar su frente interior en aras de una expansión que escapa al área de competencia militar occidental: hacia la región caucásica y en Asia Central.

Veamos los países que Putin visitó: en primer lugar Tayikistán, donde posee fuertes conexiones económicas y diversas bases militares. Tayikistán además mantiene relaciones económicas y religiosas con los talibanes de Afganistán quienes, necesitados de asistencia material no dudarían en vincularse al imperio ruso bajo la condición de que le sean respetadas su soberanía, sus tradiciones y su orden religioso. No deja de ser sintomático que después del terremoto, Afganistán pidiera ayuda a Occidente, y luego del viaje de Putin, la rechazara sin dar explicaciones.

La segunda estación del periplo de Putin fue su visita a los gobiernos de Kazajstán, Kirguistán,Turkmenistán, Uzbekistán, la mayoría de ellos de orientación islamista. Acercamiento interesante: en la histórica asamblea de la ONU donde Rusia fuera condenado por 141 votos, ninguno de esos gobiernos votó a favor de Rusia. La mayoría se abstuvo. Fue un aviso a Putin de que ninguno de esos países quiere correr la suerte de Chechenia y Ucrania. Pero a Putin tampoco interesa por el momento anexar a esas naciones. Lo importante para él es incorporarlas a una línea estratégica común: la lucha en contra de ese Occidente poblado por infieles anti-islámicos. Su objetivo ya declarado es ir formando un frente de naciones anti-occidentales, sean ortodoxas o musulmanas. Ya ejerce control sobre Siria, a la que ha convertido en colonia, del mismo modo como busca con denuedo una alianza más estrecha con Irán, vale decir una alianza de la civilización ortodoxa con la civilización islámica en contra de la “obscena” civilización occidental, algo que ni siquiera pasó por la cabeza de Samuel Hungtinton. Ahora bien, en el cumplimiento de ese proyecto, la OTAN quedaría totalmente fuera del juego. Al fin, no es su espacio de guerra. La divisa de la OTAN, en términos elementales, parece ser la siguiente: "A Rusia no pertenece ningún país europeo. Si quiere aumentar su territorio, que vaya a otras partes".

Por cierto, conformar esa enorme alianza anti-occidental exigiría un alto precio: la incorporación de China como potencia económica. Rusia pondría a disposición del proyecto chino de dominación económica mundial, sus fuentes energéticas, gas, petróleo y sus ejércitos. China, su capital y sus mercados. En esa proyección, el mundo, según Putin, quedaría sometido a la dominación económica de China y a la militar de Rusia. ¿Un nuevo orden mundial? Si es que queremos, usemos ese nombre.

Pero todo ese, para Occidente tenebroso proyecto, puede ser realizado solo bajo una condición, y es la siguiente: que Occidente permaneciera impávido e inmóvil. No obstante, ese tampoco será el caso.

Es cierto que la nueva estrategia de la OTAN tiene por el momento un objetivo estrictamente defensivo. Mediante la incorporación de Finlandia y Suecia, más otras naciones que vendrán, se trata de tender una línea demarcatoria vedada a la expansión rusa. Un “no pasarán” teritorial y militar.

Probablemente el Kremlin computa que en Occidente habrá deserciones, vacilaciones y caída de gobiernos democráticos. Y claro, seguramente habrá un poco de todo eso. No hay nada más inestable que una democracia en tiempos de crisis económica o guerra, y más todavía si estas dos catástrofes aparecen al unísono. Pero, a la vez, Occidente también confía en que las alianzas internacionales de Putin, sobre todo con una Rusia empobrecida por la guerra, no sean tan estables como a primera vista aparecen. Mientras la gran mayoría de los habitantes sometidos al imperio ruso o chino anhelan vivir como en Occidente, muy pocos en Occidente, aunque se declaren anti-norteamericanos, quieren vivir como rusos o como chinos.

Competir económicamente con China en los mercados mundiales y a la vez guerrear con Rusia en espacios territoriales sería por cierto una tarea titánica. No obstante, la democracia política tiene una ventaja que no poseen los ordenes autocráticos anti-occidentales. La democracia no solo es una forma de gobierno ni solo un modo de vida, es también, aunque a muchos parezca extraño, una fuerza económica.

La democracia, para serlo, supone la valoración del ser humano, y esa valoración supone a su vez aumentar el capital de todos los capitales habidos y por haber: la inteligencia de la inventiva. Inteligencia que no solo lleva a pensar filosóficamente sino también a recorrer el mundo de las ciencias. En otras palabras, Occidente dispone de una capacidad de creación que no puede desarrollarse plenamente bajo el peso de los estados dictatoriales.

La gran capacidad económica china tiene como fundamento los bajos precios salariales y una tecnología imitativa de la originaria, que es predominantemente occidental. Rusia, bajo Putin ha llegado a convertirse en un gigante militar, pero económicamente está condenado a subordinarse a China o a Occidente. Tanto China como Rusia podrían tener, sin duda, las mismas o mejores capacidades creadoras. Pero para que eso ocurra deberían ser liberadas fuerzas productivas de las que el capital humano es su fuente originaria. Eso supondría liberar al ser humano de yugos estatales, autocráticos y dictatoriales. En otras palabras, ambas naciones deberían negarse a sí mismas como dictaduras o autocracias. Algo que por el momento está muy lejos de ser posible.

Quizás pensando así fue que, en un día de rara inspiración, Joe Biden declaró que la gran contradicción de nuestro tiempo es la que se da entre democracias y autocracias. No sabemos si Biden se dio cuenta de la tremenda verdad que dijo. Pues esa verdad implica, entre otras cosas, situar a la guerra y a la economía bajo la hegemonía de la política (autocracias y democracias son ordenes políticos, no económicos ni militares) Una verdad en fin que no solo deberá realizarse al exterior sino al interior de cada nación.

Occidente saldrá lesionado de la guerra de Ucrania, no hay dudas. Pero también podría suceder que Rusia tampoco salga fortalecida y su alianza con China sea dificultada, entre otras razones, por la decisión de la OTAN de no solo invertir esfuerzos en el espacio Atlántico Norte, sino también en dirección del Pacífico Sur. Por eso fue muy importante que por primera vez hubieran asistido a la cumbre de la OTAN países cooperantes que no forman parte del tratado originario cono son Corea del Sur, Japón, Nueva Zelandia y Australia. De esa nueva orientación tiene que haber tomado nota Xi Jinping y su comité central.

La OTAN ha entrado definitivamente en la tercera fase de su historia. En la primera sirvió de protección en contra del avance de la URSS. En la segunda fue embarcada en una guerra difusa y sórdida en contra de un terrorismo internacional que no conoce patrias. En la tercera, la que recién comienza, ya ha decidido a servir de muro de contención en contra de la Rusia imperial de Putin para luego convertirse en la organización militar de todas las democracias occidentales.

Si Occidente lograra convencer a China que una guerra comercial y financiera pero no militar puede ser más rentable que una guerra militar a la que sería arrastrada por Rusia, sería un gran éxito político. Naturalmente, en ese caso Occidente, particularmente los EE UU, deberán hacer concesiones económicas a China. Pero así y todo ese sería un precio módico a pagar si se trata de evitar una maligna alianza anti-occidental de carácter militar entre Rusia y China. Si esa alianza fracasó entre la URSS y la China de Mao, no hay motivos para que esta vez tenga éxito. La tarea de Occidente no debe ser en ningún caso provocar a, sino negociar con China. Rusia, sin China, sería solo un gigante militar subdesarrollado, destinado a sucumbir por tercera vez bajo el peso de su propia historia.

En fin, el tan cacareado nuevo orden mundial no esta todavía constituido. Como todo en esta vida, será configurado en el cada día, allí donde las contingencias suelen primar más que pronósticos basados en lógicas deterministas. Hay que prever y priorizar, claro está. Pero más no se puede. Por el momento solo sabemos que Rusia es el enemigo principal y China el enemigo posible. De ahí que el próximo encuentro que tendrá lugar entre Xi Jinping y Biden será de importancia fundamental para el curso de la historia del siglo XXl.

El mundo no depende solo de los misiles sino también de las palabras. Eso lo supieron en su tiempo Churchill y Stalin (podríamos decir también Kissinger y Mao Zedong) cuando, amenazados por un mismo peligro, abandonaron por un instante sus miedos y sus odios, y se dispusieron a conversar.

3 de julio 2022

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2022/07/fernando-mires-el-nuevo-orden-m...

 12 min


Benjamín Tripier

Las dos ofertas estratégicas de energía que Latinoamérica puede ofrecerle a los aliados son Vaca Muerta en Argentina con gas y Venezuela con petróleo pesado. En ambos casos hay que hacer inversiones muy importantes que tomarían no menos de 3 años para comenzar a entregar algo. En Argentina tienen, además, el tema mapuche; y en Venezuela, las sanciones al gobierno.

Y los horizontes de evaluación son: uno, mientras dura la guerra; y dos, para después de la guerra. Si esto se da así, la geografía del suministro habrá cambiado radicalmente para cuando, dentro de diez años (por decir una fecha), la guerra haya terminado y se hayan consolidado los nuevos polos económicos.

La otra oferta estratégica de la región es la de los alimentos, para la cual tanto Brasil como Paraguay y Uruguay están preparados, mientras que Argentina, principal opción en otros tiempos, no solo no está preparada, sino que los tributos internos funcionan como un lastre que inhibe las posibilidades.

Es más probable (y posible) que los productos argentinos salgan de contrabando hacia Paraguay y Uruguay, para ser exportados al mundo, que la posibilidad de que Argentina los exporte directamente. Eso además de la falta de gobernabilidad y la anarquía interna en el gobierno kirchnerista.

A Venezuela la percibirán como una opción energética, pero solo si se logra consolidar y asegurar la fuente de suministro, cosa que es difícil que ocurra en las condiciones actuales. Por lo que las opciones de participar se ven bastante reducidas; porque el aporte que pudiera hacer una Venezuela sancionada, es marginal, y en la relación de bdp por problemas políticos internos, la relación, definitivamente, es negativa para el gobierno de Biden: en Estados Unidos son más los que presionan para profundizar sanciones, que los que presionan para flexibilizarlas o levantarlas.

La situación muy incómoda en la que se ha puesto Venezuela a sí misma, no cambiará de un momento para otro; y hasta es posible que, aun habiendo un cambio de gobierno (poco probable), la desconfianza continúe, porque, así como el chavismo no vino del espacio, tampoco se irá al espacio ni desaparecerá con un cambio de gobierno.

Debemos comprender que, a futuro, la inercia nos está llevando a una distribución política de tres cuartos distribuidos entre PSUV, VP y Primero Justicia; y el resto, entre partidos que, habiendo sido mayores y hegemónicos en otros tiempos, hoy son menores y sin fuerza, ni propuestas. Claro, siempre y cuando no aparezca un outsider que nos cambie la vida, y que en diez años seamos un poco más que la inercia positiva de una realidad calamitosa. La esperanza está puesta en el outsider.

La presión de los aliados sobre Venezuela puede ser un factor que repita las experiencias de invasión de la época Trump, más que nada porque es posible que, ya avanzada la guerra y siendo Rusia y Putin (o quien lo suceda) el enemigo indiscutible, Trump recupere la presidencia y sigamos postergados.

Esta oportunidad de volver a ser proveedores confiables de las fuerzas aliadas en contra de un jerarca que se cree que puede conquistar al mundo, pues parece que la perderemos.

Tenemos dos Guaidó, el percibido por el gobierno de Venezuela, por grupos opositores y por el resto del mundo, como el líder de la oposición venezolana; y el percibido por algunos de sus “compañeros” dirigentes y parte de las bases opositoras, como alguien que debe ser reemplazado. Al gobierno no le interesa que se reemplace a Guaidó porque toda su estrategia está alrededor de él y de lo que representa de cara a Estados Unidos; y seguramente no apoyará a quienes quieran reemplazarlo porque le costaría encontrar a alguien con tantos atributos “anti”.

Lo anterior tiene que ver con una especie de ebullición silenciosa que hay en las filas opositoras, y que no han logrado despertar entusiasmo en las bases, así ahora las visiten buscando votos para las primarias. Una vez más se trata de algo entre las cúpulas, donde el pueblo y sus necesidades parecen ser lo de menos.

No se ha escuchado a ningún líder opositor hablar de problemas concretos, proponer alguna línea conceptual, o alguna solución. Creen que con decir “cambio de gobierno” ya está todo dicho. Y no es así, aún hay dudas importantes sobre el desempeño que tendrían gobernando, y si no sería más de lo mismo, pero con signo diferente.

Aún hace falta que alguien proponga ideas que no pasen solo por rescatar Pdvsa o Sidor, que no signifique paternalismo o rentismo, en definitiva, hace falta alguien que genere una esperanza y ese alguien aun no apareció…y si apareció, pues lo disimula muy bien.

La reunión del G7, como últimamente ocurre con casi todas las reuniones que involucran a la geopolítica, tendrá el foco puesto en la guerra Rusia-Ucrania. Ese es el tema que dominará al mundo en los próximos años, y todo lo que se haga o deje de hacer tendrá algo que ver la guerra. La cual, lejos de mantenerse focalizada o de terminar, todo indica que se ampliará, profundizará y nos arrastrará a una nueva geopolítica que hará que las proyecciones que había hasta febrero pasado, queden obsoletas; y que países que parecían “ganadores” se vuelvan “perdedores” y también al revés.

Nuestra región latinoamericana no quedará ajena al conflicto, porque será vista como el repositorio de reservas de alimentos y energía, para cuando el mundo consumidor que es el que está en guerra, nos necesite. No ahora, no pronto, pero nos necesitará.

Y ya no importa mucho lo que nosotros en Latinoamérica pensemos, sino que todo será desplegado desde el punto de vista de Estados Unidos y de la UE. Porque ellos saben, mejor que nosotros, qué es lo que podemos y qué no podemos; no es necesario que el presidente de Argentina, en representación de la Celac diga u ofrezca, porque ellos están claros con qué pueden contar, y apretando qué clavijas pueden lograrlo. Lo que sí es seguro es que no se prestarán al juego político interno de cada país, no debemos menospreciar su capacidad de análisis.

Por el momento, lo más seguro es que vayamos a una guerra más amplia y que nuestra región sea alineada con las necesidades de los aliados. Y esa alineación será voluntaria, o forzada, pero no permitirán un juego ambiguo de ningún gobierno de la región. En tiempos de guerra, la soberanía queda sujeta al peso de las armas y al poder de los ejércitos. Hay que comenzar a “poner las barbas -o bardas- en remojo”.

El caso de Petro como vecino es un hecho ya consumado –solo falta que tome posesión– y solo tenemos que anticipar escenarios para minimizar el factor sorpresa. En ese sentido, lo primero es considerar que lo más probable es que el comercio se reactive, y que si el gobierno de Venezuela sigue actuando con pragmatismo, evitará politizar el tema, ni a favor ni en contra de la revolución; replegarse y dejar que el mercado actúe. No olvidar que mientras estuvo “cerrado” se creó una red informal, en negro, que no desaparecerá con la apertura; por lo que el pragmatismo deberá extenderse a no interferir con el nuevo rumbo.

En lo político ideológico, no hay manera de que Petro pueda desligarse de su pasado y del impacto que significa en los capitales que mantienen en buena forma económica a Colombia. Ese miedo que genera no podrá ser disipado con palabras (aunque las palabras mal utilizadas pudieran desencadenar consecuencias), si no con acciones concretas, con lo que haga, y con lo que no haga: debe cuidar muy bien sus decisiones. En los siguientes meses veremos cómo se desarrolla la relación entre Petro y el capital.

Recomendación

Al gobierno

  • Que evite politizar la nueva relación con Colombia, porque no le aportará nada bueno; todo lo contrario. No hay que obligar a Petro a opinar sobre Maduro; hay que dejar que el comercio fluya y que el Estado cumpla su rol fiscal y de control de calidad.

A la dirigencia de la oposición

  • Que revisen las relaciones internas, y eviten el “show” de las peleas acusatorias; porque una vez que terminen las primarias deberán estar todos del mismo lado. Y si no cuidan las agresiones, habrá heridas que no sanarán.

A los dirigentes empresarios

  • Que reactiven las relaciones de negocios con Colombia, pues pudiera ser el buffer zone por donde tengamos acceso a productos originales; y además los puertos colombianos pudieran ser las entradas de productos, y que aquí nos lleguen por tierra. Hay que trabajar sobre eso y contribuir para que todo salga bien. Y hacerle propuestas al gobierno para facilitar el cruce de frontera de transportes colombianos

Mail: btripier@ntn-consultores.com

Instagram: @benjamintripier

Twitter: @btripier

 6 min


Ismael Pérez Vigil

La semana pasada, al comentar el triunfo de Gustavo Petro en Colombia, analicé los argumentos de quienes explican el resurgimiento del populismo en América Latina como una consecuencia de la “muerte de las ideologías” −que puede ser cierta o no− y, sobre todo, agregué yo, por la “muerte de los partidos políticos tradicionales”, algo a lo que todos hemos venido contribuyendo en los últimos 40 años; veamos ahora un poco más a fondo que es lo que denomino la muerte de los partidos políticos y las críticas que se hacen a los partidos políticos tradicionales, que es el punto que quiero destacar.

Los partidos tradicionales

Por partidos tradicionales voy a entender esos partidos que se desarrollaron desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, identificados con las grandes ideas, doctrinas políticas e ideologías clásicas (socialistas, comunistas, fascistas, liberales, etc.) y que hoy −sin duda alguna y casi en todas partes− están en grave crisis, abandonados por un pueblo, que ya no los sigue, y huérfanos de liderazgo.

Este es un tema delicado. Siempre he defendido a los partidos de la aguda e inmisericorde campaña antipolítica, descerrajada contra ellos desde mediados de los años 70 del pasado siglo; pero cuando defiendo a los partidos y señalo que son el elemento esencial para el desarrollo de la democracia, no necesariamente me refiero a los partidos que hoy en día tenemos.

Sin saber a ciencia cierta qué es lo que están haciendo internamente por renovarse y aun dándoles el beneficio de la duda, no puedo dejar de reconocer las críticas que se les hacen, y debo lamentar que la mayoría de ellos no han dado muestras de haber llevado a fondo sus procesos internos de renovación para superarlas, algo que nos vienen ofreciendo desde principios de la década de los 90 del siglo pasado, cuando ya era evidente su declive y la pérdida de su influencia sobre el país.

La crítica a los partidos

Es lamentable que muchos de los partidos se han ido convirtiendo en un cascaron vacío de ideología; son hoy expresiones decadentes de lo que fueron en su pasado glorioso, hoy de escaso arrastre social, con muy poca participación popular en sus filas y que se activan tan solo en momentos de procesos electorales, en los que desarrollan costosas campañas publicitarias, para las que necesitan cuantiosos recursos económicos, ahora escasos en Venezuela para esta actividad, desde que fueron despojados por la Constitución de 1999, cuando se los privó de los recursos del Estado y se les hizo más dependientes del financiamiento privado.

Al acudir a esas fuentes privadas de financiamiento, los que triunfan en comicios regionales y locales, suelen quedar tan comprometidos financieramente con los grupos que los financiaron, que tienen poca o ninguna independencia para llevar adelante sus programas e ideales propios; queda comprometida su independencia y se convierten fácilmente en rehenes e instrumentos de quienes los financiaron.

Muchos de sus líderes, antes asiduos a micrófonos de radio y cámaras de televisión, se han convertido ahora en “líderes de redes sociales”, que pululan alrededor de las mismas, a la caza de seguidores y “likes” y en casi todos ellos, al parecer, su inspiración programática son las encuestas de opinión y sus dueños o asesores, a los que siguen como si tratara de verdaderos oráculos.

Ante ese vacío u orfandad política que se ha creado, el pueblo ha iniciado una búsqueda que no siempre lo ha llevado a las mejores opciones. No es nada extraño que en toda América Latina, los sectores populares, masivamente, hayan dejado de seguir las opciones políticas tradicionales y los que no se marginan de la política y los procesos electorales, se inclinan por esas “figuras mesiánicas”, salidas de la nada, que cabalgan la ola de la antipolítica y el “neo populismo” y que van triunfando país tras país, en donde las instituciones se van derrumbando a su paso, como castillos de barajitas, y las que no lo hacen espontáneamente, son demolidas en cuanto llegan al poder esos nuevos demiurgos de la destrucción política.

Nuevos caudillos y populismo

El pueblo ha descartado, por toda América Latina −probablemente con la única excepción de Argentina, donde el peronismo sigue rampante e inmutable después de 80 años− a los partidos tradicionales y se han inclinado por llevar al poder a los “nuevos” caudillos que se le ofrecen; en algunos casos son líderes que rompieron con sus orígenes y se lanzaron a buscar el apoyo electoral en opciones fuera de sus partidos tradicionales, como el caso de Rafael Caldera en Venezuela en 1993; en otros casos, hartos de la falta de respuestas, viendo pasar a su lado la riqueza sin que nada o muy poco les toque, van buscando opciones de izquierda o populistas de derecha, entre quienes no han ejercido el poder con anterioridad, sin preocuparles las tendencias políticas, ni los viejos parámetros de izquierda o derecha, les basta con que tenga para ellos un mensaje y representen una ruptura con el orden tradicional y sus partidos más representativos, que no resolvieron sus problemas. En el fondo, piensan, tiene poco que perder el que nada tiene.

La búsqueda no ha sido fácil ni lineal, hay desvíos, avances y retrocesos, pero de esa manera llegaron al poder, para hablar de los más recientes, los Jair Bolsonaro, Gabriel Boric, Nayib Bukele, Pedro Castillo, Xiomara Castro, Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, Lopez Obrador, Luis Arce, Lula da Silva, Nicolás Maduro, Pepe Mujica, Daniel Ortega, Dilma Rousseff, hasta Álvaro Uribe pertenece a esa estirpe y ahora la última novedad, Gustavo Petro en Colombia.

Explicaciones al populismo

En ninguno de los casos donde han triunfado las opciones “extremas”, producto de la “búsqueda”, muchas veces “pendular”, esos gobiernos han funcionado; al principio, algunos indicadores de pobreza mejoran, temporalmente, al igual que algunos indicadores de crecimiento económico, mejoría social, mejoría en materia educativa, en algunos casos de salud y en menor medida de distribución de la riqueza, usualmente mediante dádivas, pero los problemas no se han resuelto, por el contrario, al final han empeorado y el país se sume en un período de inestabilidad y caos que empeora aún más la situación.

En los sectores democráticos, que no son capaces de generar una respuesta estable, comienzan las auto recriminaciones y justificaciones, toda esa monserga de: “nadie aprende en cabeza ajena”, “es falta de educación”, “es ignorancia” y demás lamentaciones que no conducen a nada, en vez de evaluar y reconocer porque no son capaces de dar una respuesta creíble para el pueblo; solo se polariza más la situación y hace que se aleje o postergue la salida al problema.

Vienen entonces las soluciones y explicaciones mágicas, como esa de los nuevos “libertarios/as”: “el problema es que no se lucha por la libertad”, “no se combate el autoritarismo”, conceptos totalmente abstractos, para élites intelectuales, pero que poco le deben decir a la gente sumida en su miseria cotidiana, por más que sea cierto que los líderes que el pueblo selecciona en su “búsqueda” lo primero que hacen es acabar con el sistema de libertades públicas y devienen en gobiernos autoritarios, cuando no en dictaduras abiertas.

Conclusión

La salida es, sin duda, la tan postergada renovación profunda del liderazgo y de los partidos, que nos están debiendo desde principios de los años 90 del pasado siglo; renovación interna que los lleve a identificarse con los problemas cotidianos de la gente y ofrecerles alternativas, dentro de una economía abierta, de mercado, para resolver los problemas de miseria e inequidad, para acabar con la exclusión. ¿No hay capacidad de construir una opción que demuestre a la gente que se conocen sus problemas y se tiene una alternativa para solucionarlos? ¿Es que no hay propuestas para eso desde la perspectiva de la democracia y la economía de mercado? ¿O es que lo que no hay es liderazgo capaz para articular esa propuesta y plantearla sin demagogia? Acuciantes preguntas que están en la base de la solución.

Politólogo

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Alejandro J. Sucre

Según la Organización Mundial Nuclear, entre China y Rusia dominan más del 40 % de las reservas de más de19 metales claves para el desarrollo económicos el mundo. La realidad de la distribución de los minerales en el mundo tiene un impacto gigante en los acontecimientos geopolíticos actuales. Por ejemplo, el aluminio, está concentrado en China y Rusia en 70 %. Carbón, Galium, Germanio, en casi 90 %. Grafito, plomo, magnesio en porcentajes superiores at 70 %, fosfatos, petróleo, níquel, gas en más del 25 %.

Con la invasión de Rusia a Ucrania y la amenaza de hacer lo mismo desde China a Taiwán, se destapa una conflictividad geopolítica, innecesaria, pero que es un juego de poder que va a impactar el crecimiento económico y la transición energética. Sabiendo que Rusia y China son los principales depositarios en sus territorios de ciertos minerales claves, y que además son suplidores tanto de energía como de bienes manufacturados y que sus clientes son los países del occidente, uno se pregunta cómo esa posición de ventajas comparativas en minerales y en mano de obra los hace impulsa a transformarse de suplidores y participantes en el comercio mundial a escalar como poder político dominante y tomar control del mundo y hasta agredir o amenazar a sus clientes.

Para entender las consecuencias geopolíticas de la actitud de dominio de Rusia y China sobre sus países occidentales clientes, usando sus ventajas minerales y de mano de obra barata como base de dominio, y el resto del mundo tomemos el ejemplo del Litio como mineral. Para los países de occidente sustituir los carros de combustión por carros eléctricos, la producción de litio debe subir 10 veces de aquí al 2040. Para eso se necesitan 60 depósitos gigantes de litio que no existen en el mundo. Los depósitos de litio en el mundo son pequeños. Pero no los hay en el mundo. Hay que buscar el litio en miles de pequeños depósitos como los hay en el Congo, en Siberia, en Suramérica, etc... China probablemente se va a salir del escenario mundial y no va a suplir materias primas al mundo sino productos terminados. Entonces la clave es cuál es el camino para desarrollar los pequeños depósitos. Ahora hay que trabajar modelos geológicos mucho más complejos y detallados para la minería. Ahora los países democráticos van a concentrase en desarrollar sus minerías entre ellos lo cual implica mayores precios de commodities ya que las depósitos minerales con los que cuentan son mas pequeños y complejos. Se abre una gran oportunidad para las pequeñas y medianas empresas de minería. Debemos recordar que Venezuela es una de las mayores potencias minerales del mundo y esperemos se alinee con los países de occidente.

La Administración Maduro ha dado pasos muy positivos para mejorar las perspectivas de desarrollar el potencial minero y energético de Venezuela en los próximos años. Ofertar acciones de empresas del Estado en la Bolsa de Caracas y negociar la reducción de sanciones para el petróleo venezolano son pasos firmes y claros de que Venezuela está abierta a ser parte de los suplidores que necesita el occidente para continuar su desarrollo económico.
La oposición debe también trabajar en reducir las sanciones económicas y no hacerlas dependientes de las negociaciones en México. Así sus luchas serán en un país que prospera económicamente y no en el pauperismo.

Según el Atlas de Recursos Naturales (https://www.worldatlas.com/articles/countries-with-the-most-natural-reso...), Venezuela es el octavo país en el mundo con mayores recursos naturales comercializables y el octavo en términos per cápita. Venezuela tiene un inventario de USD 14,3 trillones en recursos naturales comercializables productor y exportador líder de numerosos minerales, incluidos petróleo, mineral de hierro, oro, carbón y bauxita, sin considerar su capacidad gasífera, agrícola, turística, manufacturera, logística, financiera y tecnológica.

Venezuela necesita líderes políticos nacionales e internacionales que permitan a Venezuela atraer de los mercados nacionales e internacionales $3 trillones en inversiones en los próximos 10 años para desarrollar su potencial económico y expandir su PIB anual a USD 1 Trillón por año, basado en recursos naturales, agrarios y demás sectores de la economía. El beneficio para EEUU y Europa, seria importante si la oposición deja de oponerse a la reducción de sanciones petroleras para Venezuela y permite el aumento de producción de petróleo, gas y minerales. Ayudaría a bajar el costo de los combustibles en esos países y habría más capacidad de aguante del occidente para enfrentar la guerra de Rusia contra Ucrania y la que viene de China. Francia y Centro América y los países del Caribe le piden a EEUU que permita a Venezuela exportar petróleo. Es fundamental .

Twitter: alejandrojsucre

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Carlos Raúl Hernández

La democracia contemporánea surge de la asociación de dos principios contradictorios: la democracia clásica, basada en la voluntad autoritaria de la mayoría, y la libertad de los modernos de Benjamín Constant, que preserva a las personas individuales, las minorías y sus derechos, frente al poder de los muchos. Esa fusión es la democracia representativa, liberal, o constitucional, conquista del siglo XIX, que rechazaron marxistas, anarquistas, comunistas y parte de los socialistas en los últimos dos siglos, y los difusores de ideas de segunda mano, que ven en la fuerza el mecanismo expedito de gobierno. El autoritarismo “participativo” es la ficción de una dictadura del proletariado, consejista, “a nombre del pueblo”, pero ejercida por los jefes revolucionarios, y finalmente por el jefe, como bolcheviques, nacionalsocialistas, fascistas. Estas ideológicas utópicas, finalísticas, seudo “plebeyas”, fueron las más terribles porque se proponen cambiar la naturaleza humana y sociedad para crear hombres nuevos por la vía del poder total. Otros ejercen la autocracia pura y simple del déspota normal o ilustrado, sin adornos ideológicos.

Es exactamente lo mismo proclamarse comunista que nacionalsocialista. Es abrazar ideológicamente la violencia, la persecución, el poder total y la muerte como sistema de vida. Ambos coinciden en acabar de raíz con la sociedad abierta, y la primera tarea es destruir sus valores, hacer que la ciudadanía los repudie y se proponga hacer una nueva sociedad, con el castigo a los “culpables”. Desde la reacción antidemocrática “de derecha”, F. Nietzsche escribe que el cristianismo corrompió las bases de la civilización al reivindicar a los pobres, débiles, enfermos, impidiendo así que la ley natural los exterminara para que reinara el super hombre, el revolucionario. Habló de “la transvaloración de los valores”, demoler los fundamentos morales del orden, invertir los contenidos del bien y el mal, lo legal y lo ilegal, lo moral e inmoral, justo e injusto, generoso y egoísta. El nacional-socialismo aplica a su gusto los planteamientos. Nietzsche no era antisemita y para él los débiles eran una categoría mucho más amplia que los judíos, y por ello se distancia de su maestro Wagner.

Hitler convenció a los alemanes de que la sociedad estaba podrida y con el pueblo haría la transvaloración de los valores. La misma idea pero desde la izquierda revolucionaria, es lo que llama Antonio Gramsci la revolución intelectual y moral, pre requisito para el triunfo del socialismo. Consiste en que, la revolución se impondrá cuando una masa crítica de la ciudadanía desprecie la “vieja sociedad”, sus principios políticos, sociales y morales, y se convenza de la necesidad de una nueva. Ambos autores entienden que la estabilidad del orden político no depende de variables económicas (riqueza o miseria, progreso o estancamiento) o sociales (bienestar, distribución de la riqueza, satisfacción de necesidades) sino de qué los revolucionarios logren poner en cuestión esos valores y romper el “consenso” que sostiene la sociedad. El pensamiento último de Gramsci conduce prácticamente a la socialdemocracia, pero esta tesis ayuda a entender acontecimientos actuales de otra manera inextricables.

Por ejemplo, que el factor determinante de los procesos de cambio no es la economía sino la política, que el partido de la revolución logre convencer a la gente de que vive en el infierno. La desestabilización de la democracia venezolana se produjo durante su primavera, entre 1989-93, cuando corregía errores y florecía en lo político, económico y social. Todavía hay gente ilustrada y de buena intención que cree recordar a la Venezuela democrática como un país aberrante y corrupto y piensa que su fin de alguna manera se explica por los vicios, sin captar que la desestabilización no fue contra éstos, sino contra el programa rectificaciones que rechazó parte de las élites. Crecimiento económico más alto del mundo, un gabinete éticamente impecable y altamente calificado, reformas democratizadoras esenciales, elección de gobernadores y alcaldes, reforma del régimen municipal, apertura económica, reconversión industrial ocupación masiva de la mano de obra.

Pero un grupo de bachilleres semi ilustrados dirigido por notables doctores, empresarios, políticos realengos y gerentes de medios, convencieron a los factores de poder de que el país era un burdel y decapitaron la democracia. La carencia de liderazgo medianamente apto hizo que parte del sistema político de partidos se incorporara a la prédica antisistema, pretendiera hacerse “amiga” de la desestabilización y la promovieron ampliamente desde los mismos partidos del sistema. Creyeron que serían premiados por los desestabilizadores y asistirían al reparto de caramelos. Lograron la “revolución intelectual y moral”, “trasvalorar los valores”, crear un espejismo ideológico sobre parte de las clases medias y las élites, pero no sobre la mayoría que se mantuvo por un tiempo fiel al sistema, pese a su suicidio. Ha ocurrido en muchos países que se juegan lo que han conquistado, aunque el “progresismo” parce estar aterrizando en la realidad.

@CarlosRaulHer

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Moises Naim

Colombia acaba de elegir a su próximo presidente, Gustavo Petro, quien a pesar de su larga trayectoria política se presenta como un outsider que va a desalojar del poder a las élites que siempre han gobernado a su país. Eso mismo han prometido Andrés Manuel López Obrador en México, Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú, Alberto Fernández en la Argentina y varios otros presidentes latinoamericanos. El 2 de octubre habrá elecciones en Brasil y es casi seguro que compitan el actual presidente Jair Bolsonaro y el expresidente Lula da Silva.

Además de enfrentar agresivamente a sus opositores, todos estos líderes prometen radicales cambios institucionales y reformas económicas. Todos ellos también se han comprometido a disminuir fuertemente la pobreza y la desigualdad. ¿Tendrán éxito? No. Desde hace varias décadas, ninguno de la larga lista de predecesores que intentó hacer permanentes e indispensables cambios en su país lo lograron. La excepción a esta tendencia fueron Hugo Chávez y, su sucesor, Nicolas Maduro, quienes sí transformaron drásticamente a Venezuela. La destruyeron.

El nuevo presidente colombiano es el más reciente miembro de este club de líderes políticos que llegan al poder con promesas populistas que no podrán cumplir o las impondrán como sea, sin importarles los costos y otros efectos nefastos. Además, deberán gobernar sociedades con niveles de polarización política y social que con frecuencia hacen imposible lograr acuerdos y compromisos entre grupos políticos o segmentos de la sociedad que rivalizan y no se toleran. Al igual que en muchas otras partes del mundo, en América Latina la toma de importantes decisiones gubernamentales se ve bloqueada por la polarización que se nutre de las identidades grupales: religión, raza, género, región, edad, intereses económicos, ideologías y más. Esta polarización, que siempre ha existido, ahora se ha potenciado por la posverdad: el auge de la desinformación, las noticias falsas y la manipulación y la diseminación de mensajes que crean desconfianza.

Estas son las tres “P” que definen las realidades políticas en estos tiempos: el populismo (divide y vencerás, promete y ganarás), la polarización (el uso y abuso de la discordia) y la posverdad (¿a quién creer?). Gobernar con éxito en este contexto se hace aún más difícil al tomar en cuenta la situación económica de América Latina. La salud de las economías de la región depende críticamente de los precios internacionales de las materias primas que constituyen sus principales rubros de exportación. Cuando la demanda y los precios de estos productos en el mercado mundial suben, los gobiernos latinoamericanos obtienen recursos que alimentan el gasto público y así alivian las fricciones políticas y sociales. Si los precios internacionales caen, la conflictividad política y social arrecia. Es un patrón recurrente.

Todo parece indicar que la economía global va a pasar por una fuerte contracción y que América Latina no podrá evitar el impacto de los shocks externos. La inflación, un fenómeno hasta ahora desconocido por la gran mayoría de los jóvenes de la región, volverá a aparecer después de décadas en las cuales el aumento de precios no era parte de la vida cotidiana. La inflación será una perniciosa fuente de hambre, empobrecimiento, desigualdad, estancamiento económico y conflicto social.

Los efectos políticos de la inflación se combinan ahora con una terrible condición preexistente: la desilusión con la democracia. Millones de latinoamericanos fuertemente afectados por la pandemia, el desempleo, la pésima calidad de los servicios públicos, la inseguridad alimentaria, la corrupción y la criminalidad han perdido la esperanza de que las elecciones y la democracia les darán las oportunidades que los políticos les han largamente prometido.

Este es el contexto en el cual deberá gobernar a Colombia el presidente Gustavo Petro. Tiene tres alternativas. La primera es darle viabilidad política a su ambiciosa agenda de cambios a través de transacciones oportunistas con algunos líderes, partidos de oposición y grupos sociales que lo adversan lo cual, inevitablemente, requerirá que el presidente haga concesiones. Aumentar ese margen de apoyo será indispensable y requerirá tomar muchas decisiones poco virtuosas. La segunda alternativa es que Petro proponga al país un vasto e incluyente acuerdo nacional. Una amplia alianza que permita la toma de importantes decisiones y que sea sincera y creíble, le puede dar el sustento que necesita. De nuevo, esto implica hacer concesiones que pueden ser duras de tragar para el presidente y quienes lo apoyaron en su conquista de la presidencia. La tercera opción que le queda es la de comportarse como lo han hecho en otras partes del mundo los presidentes de las tres “P”: ir furtivamente debilitando las instituciones, normas, pesos y contrapesos que definen la democracia. Ojalá que la democracia colombiana sobreviva las tres “P”.

@moisesnaim

La Nación

27 de junio 2022

https://www.lanacion.com.ar/opinion/america-latina-quo-vadis-nid27062022/

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