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Opinión

Américo Martín

En 1950 estalla la noticia: el coronel Delgado Chalbaud, 41 años de edad, ha sido asesinado. El magnicidio, único en la historia de Venezuela, ocurre el 13 de noviembre. Las miradas se vuelven sobre el coronel Pérez Jiménez, beneficiario directo de esa muerte. Nadie duda de su autoría intelectual ni de quienes oficiaron de ejecutores materiales: los Urbina, Rafael Simón y Domingo. Fueron ellos sin la menor duda los homicidas.

¿Pero quién o quiénes los contrataron?

El relato de los hechos habla de la serenidad de Delgado frente al secuestro de que ha sido objeto y la amenaza de muerte, a la postre, materializada. La intención no era matarlo sino obligarlo a dimitir, pero tratándose de truhanes aparentemente en estado de embriaguez, no fue raro que hablaran las armas de fuego. A uno de la banda se le va un tiro. Hace blanco en Rafael Simón. Con la pólvora y el fuego la sangre se exalta, empujan a Delgado y lo asesinan.

Por alguna razón que no se me alcanza, esta tierra de violencia, a veces espeluznante, no había sido pródiga en magnicidios, sobre todo presidenciales. De hecho no se registraba ninguno hasta ese momento. En comparación con la fecunda historia de magnicidios presidenciales o de personalidades encumbradas de México, Cuba o Colombia, en Venezuela sólo puede contabilizarse el del presidente de la junta militar, Delgado Chalbaud y más tarde la intentona contra el presidente constitucional Rómulo Betancourt. El presidente Joaquín Crespo y el gran líder federal Ezequiel Zamora murieron por obra de francotiradores en el marco de una guerra, no víctimas de un asesinato premeditado.

Si tomamos en cuenta que la muerte del presidente de la Junta Militar fue más bien accidental, queda únicamente el frustrado atentado contra el líder de AD. Por cierto, esta bárbara maquinación no fue dirigida propiamente por venezolanos, sino por el dictador Trujillo. Delgado había traicionado la profunda amistad que lo unía a Rómulo Gallegos pero algo se movería en su alma cuyo chispazo se manifestó aquel día.

El acto previo a la tragedia

Cuando empecé a estudiar mi bachillerato en el Andrés Bello, el presidente Gallegos ya había sido derrocado. AD fue ilegalizado y sus dirigentes perseguidos. Desde la clandestinidad iniciará la resistencia, a la que pronto se unirá el Partido Comunista, ilegalizado a su vez con motivo de la huelga petrolera de 1950. Delgado Chalbaud se había comunicado con Gustavo Machado para aconsejarle que no participara en esa huelga:

-No es un pronunciamiento obrero –le manda decir- sino una tapadera para el golpe de Estado planificado por Acción Democrática

Quizá Delgado sabía o sospechaba que reprimiéndola, los militares duros encabezados por Pérez Jiménez, asumirían la totalidad del poder. Cuenta Pompeyo que Gustavo y él no le dieron mayor importancia a ese mensaje. Ni siquiera lo llevamos al Buró Político.

Tampoco yo dudaba de la autoría del homicidio, pero años más tarde pude estudiar en profundidad el expediente. Había zonas ambiguas en el texto, sin embargo la culpabilidad de Pérez Jiménez no se veía con nitidez. Desde entonces no la sostengo, pero eso no mitiga en nada la mala opinión que me merece su gestión de gobierno.

La libertad de prensa se mantuvo, con oscuras manchas pero sin dejar de ser libertad de prensa. Delgado se manifestaba partidario de la vía democrática y no vaciló en convocar a dos demócratas probados como Jóvito Villalba y Rafael Caldera para que trabajaran en el proyecto de Estatuto Electoral de la Constituyente destinado finalmente a redactar una nueva Constitución. Los dos eminentes líderes civiles aceptaron el trabajo, creo que con buen sentido.

El material presentado no difería mucho del de la Constituyente de 1946 pero introducía cambios significativos como los de elevar de 18 a 21 años la edad para votar y eliminar la representación de los partidos concurrentes en los organismos electorales. Se atribuye esa cierta flexibilidad de Delgado a la incertidumbre que acompañaba a su presidencia. Estaba rodeado por uniformados ambiciosos, y afectado por la inmediata respuesta civil emprendida al principio en solitario por la derrocada AD. En todo caso sus arbitrariedades no llegaron al nivel de las de sus sucesores.Incurrió Delgado, es verdad, en una felonía atroz, no obstante quizá lo hizo en un talante en cierto modo parecido al de Rómulo Betancourt cuando encabezó el golpe que derrocó a Medina el 18 de octubre de 1945. El argumento lo resumiría de este modo: si no me pongo a la cabeza y democratizamos el país, los militares asumirán todo el poder en un retroceso histórico desquiciante.

De hecho los jefes militares de la conspiración de 1945 se acercaron con premura a Betancourt para decirle –de mala o buena fe- que habían sido descubiertos y por tanto no quedaba más remedio que precipitar las acciones. En el aire quedaba la amenaza de que con o sin AD el complot se llevaría a cabo. Bien pudo ser eso o algo parecido lo que movió a Delgado. Sin negarle habilidad e inteligencia política, Betancourt lo consideraba tímido y pusilánime. Su ambición lo induciría a unirse al golpe de noviembre, pero sus temores a frenar ciertos excesos.

El magnicidio da lugar a la suspensión de clases. Falta poco para las navidades, que ya estaban en el ambiente. Por los parlantes del liceo se escucha la grave voz del director, el venerable profesor Dionisio López Orihuela. Los alumnos, preferiblemente de primer año, deben retirarse del plantel con algún familiar o representante. Me ha ido a buscar mi primo Luis Enrique. Nos guardamos gran afecto y a pesar de llevarme cinco años tenemos una fluida y fácil relación.

Noto su excitación. Él ya milita en la juventud de Acción Democrática y tiene relación partidista con nuestros tíos Gerardo, Federico y Luis José. Pronto nos envolvemos en especulaciones. Quizá haya sido mi primera conversación propiamente política. A lo menos es la que recuerdo detalladamente. AD espera regresar pronto al poder y Luis Enrique está en esa onda. La política del “rápido retorno” no condice con resistencias diseñadas para el largo plazo, pacientes conducciones basadas en una lenta maduración, a la espera de lo que mis amigos comunistas llamarán la coincidencia de las condiciones objetivas y las subjetivas; es decir, la correspondencia entre una crisis profunda que repercute sobre la estabilidad de “los de arriba” y la fuerte preparación del partido revolucionario acompañada del deseo de cambio de “los de abajo”.

AD, ansioso de regresar, multiplica los graffitis: “AD volverá” Tiene en la secretaría general al líder más idóneo, audaz e imaginativo. Es valiente como pocos y se mueve como pez en el agua. Se habla de sus contactos militares. De alguna manera, a su sombra desfila una cadena de intentonas putchistas. En la provincia son masacradas las rebeliones de los campesinos de Tunapuy y Tunapuicito, las de Puerto Cabello y Río Caribe.

El 12 de octubre, fecha del Descubrimiento, en la celebración que se realiza en la plaza Colón un resistente arroja una bomba a los miembros de la Junta allí presentes. La Seguridad Nacional desespera. Necesita poner preso al peligroso líder de la resistencia, pero Leonardo está bien protegido y cuenta con muchos amigos y gente resuelta. Los alzamientos rebeldes se turnan en una danza indetenible. Leonardo es el enemigo público número 1. Su partido lo ama, todos lo respetan y admiran.

Betancourt comenta con sarcasmo que el dictador “ha ordenado arrestar el cadáver de Ruíz Pineda”. Hasta que, interceptado en San Agustín del Sur el 21 de octubre de 1952, el líder de la resistencia es asesinado a mansalva frente al Pasaje La Cocinera, en la avenida que hoy lleva su nombre.

El país, estupefacto, se indigna. Dos adecas resueltas, Isabel Carmona y su hermana Olga, se arrodillan al amanecer en el sitio donde cayó Leonardo. Olga es poeta y su nombre literario es Lucila Velásquez. Junto a ellas, serio y conmovido, está Jorge Dáger.

-No habrá paz en el ánimo – declara Betancourt en México- hasta que hayamos cumplido su aspiración.

Diego Rivera hace un dibujo para enaltecerlo. Es una paloma desplegada de alas que figurará juiciosamente en la parte superior de su cara en la portada de un libro escrito a su memoria. Desde la clandestinidad, Carnevali escribe que Ruíz Pineda ha ganado honrosamente la cumbre de los héroes. El dirigente comunista Guillermo García Ponce lo llamará “ruiseñor de la libertad” Al escribir sobre Leonardo, dirá Rómulo Gallegos: –el de la fina valentía y gozosa audacia.

El Nacional, La Esfera y Últimas Noticias destacan los sucesos sin divulgar, por desconocer pormenores, el nombre de los sicarios o la responsabilidad del gobierno. Con su habitual maestría, el fotógrafo Villa entrega a su diario, El Nacional, una foto macabra del líder tirado en el suelo y bañado en sangre.

Twitter: @AmericoMartin

Américo Martín es abogado y escritor.

 6 min


Ismael Pérez Vigil

El resultado de las elecciones en Barinas disparó muchas elucubraciones e inquietudes. Es mezquino desconocer el esfuerzo del pueblo barinés, sus militantes y activistas opositores, afirmando que el triunfo se debió a un descuido o a la magnanimidad del régimen que permitió que ganara la oposición; pero es también un error tratar de extrapolar ese resultado, o el de cualquier otro Estado, más allá de las fronteras del mismo.

En ese microcosmos que es Barinas, el pueblo barinés demostró que, bajo unidad política, el voto puede ser eficaz para tomar revancha cuando le hacen trampa y para sacudirse de una tiranía familiar, feudal, que asoló los recursos del Estado durante 22 años. Barinas es un buen ejemplo del papel de la unidad, del voto, de hacer campaña política “casa por casa” y “cara a cara”, pero hasta allí, dar un salto para proyectar la cifra al país, es un buen deseo, una esperanza que todos tenemos, pero nada más.

Y sin embargo…, el “viento barinés” levantó otras polvaredas; dejó en carne viva algunos temas que son considerados tabú en la política venezolana; tabú no en el sentido de que son temas prohibidos, sino que no se enfrentan, de los que no se habla pública y abiertamente, sino en corrillos y de manera disimulada, pues nadie se quiere “rayar”. Por eso los llamo temas tabúes y son muchos: la unidad, la renovación de partidos y dirigentes, las negociaciones con el régimen y un largo etcétera; pero solo me referiré a dos: el referendo revocatorio y la elección presidencial de 2024.

Para algunos es natural pasar de las lecciones de Barinas −la unidad y el voto como instrumentos políticos eficaces− a la posibilidad de embarcarse en solicitar la revocatoria del mandato de Nicolás Maduro, posibilidad perfectamente constitucional y que se abrió justamente un día después de las elecciones de Barinas, el 10 de enero de 2022. Para mí, ese paso, tan natural para algunos después de Barinas, no es tan sencillo.

Y no me refiero a los argumentos jurídicos a favor (la falta de legitimidad de las elecciones presidenciales de 2018, el basamento constitucional, lo insoportable e injusto de mantener esta situación de miseria en el país, etc.) o los argumentos en contra (cómo revocar a quien no es presidente legítimo, lo ajustado del tiempo, la aún escasa unidad política, etc.), me refiero a la eficacia política de esa opción, la cual analicé en mi artículo de la semana pasada: ¿Barinas significa Referendo Revocatorio? (https://bit.ly/3rjNCO1) y que se puede resumir de la siguiente manera:

  • La resistencia que pondrá el régimen, que ve una amenaza real y posible de ser revocado
  • A menos que se modifiquen las normas actuales, se presentan dificultades para reunir el 20% de las firmas en algunos Estados, en los cuales las opciones no oficialistas no alcanzaron esa cifra en las elecciones del 21N
  • Las dificultades para garantizar que el 25% (aproximadamente 5 millones 290 mil) concurra a expresarse en el proceso y de reunir más de 6 millones 400 mil votos para revocar, habida cuenta además que hay unos 4 millones de votos en el exterior, de los cuales, hoy, solamente tienen derecho a votar menos de 109 mil venezolanos, que además difícilmente podrán votar en un proceso que no debe pasar de diciembre de 2022.

En favor de esta opción hay sólidos argumentos y voces muy autorizadas −entre ellas la del Padre Ugalde− que dicen que no es posible, por justicia, no hacer cualquier esfuerzo por librar al pueblo venezolano de la ignominia y miseria de este régimen. De mamera que, no me pronuncio ni rechazo el esfuerzo que algunos quieren desplegar para revocar el mandato de Nicolás Maduro, todo lo contrario, alabo ese y cualquier otro esfuerzo por salir de este régimen, simplemente señalo dificultades que no son menores y que se deben considerar en pro de la eficacia política −ya tenemos la experiencia que la oposición democrática no siempre la toma en cuenta− y para evitar un nuevo proceso de frustración de la población opositora que nos retroceda más en la desesperanza, que es lo que siempre busca este régimen.

Frente a ésta algunos le contraponen otra opción, sin que sea válido hacerlo, pues perfectamente pueden darse las dos, pero que es un tema igualmente tabú, cerrado a la discusión abierta: la elección presidencial de 2024.

Buena parte del tabú de esta otra opción, el que no se discuta franca y abiertamente, viene dado porque nadie se atreve a insinuar a vastos sectores de la oposición −sobre todo a los más radicales y las “doñas de El Cafetal” − que es necesario esperar hasta 2024, aguantar casi tres años más, para hacer cualquier intento por sacudirse de este oprobioso gobierno. Nadie, ningún político, analista, periodista, empresario, dirigente, se atreve a afirmar eso, pues quien lo haga es automáticamente execrado, tildado de traidor, colaboracionista, vendido, −o lo que es peor, pro régimen− y sin embargo esa es la alternativa que luce más plausible y probable.

Cuando alguien lo insinúa, tras los ceños fruncidos e insultos ahogados −o abiertos−, quien logra hacer de tripas corazón y disimular que la razón de fondo es que no soporta este régimen ni un día más −algo que es perfectamente comprensible− salta con el argumento o racionalización de que no es posible plantearse ir a una elección presidencial en 2024, pues implica “legitimar”, reconocer como válida la elección de Nicolás Maduro en 2018.

Este argumento de la falta de “legitimidad”, para negar la elección presidencial en 2024, me parece un argumento de retórica baladí, de supuestos principios, con que arroparse para no hacer nada o evadir una situación real. Igual argumento aplicaría para quienes proponen el referendo revocatorio este año: Si ir a las elecciones del 2024 es legitimar las del 2018, de igual manera, ¿Cómo se revoca a quien no es presidente?; si pagar impuestos e IVA o aceptar un pasaporte de una autoridad a quien se considera ilegítima no espanta a nadie, ¿por qué habría que rasgarse las vestiduras por participar en un proceso electoral contra una autoridad que se considera ilegítima o reconocer que gobierna de hecho y por la fuerza y se busca revocarlo?

A riesgo de ser calificado como “colaboracionista”, debo destacar lo que no podemos cambiar, por carecer de la fuerza para ello, al menos por el momento, es que Nicolás Maduro gobierna de hecho al país; y no se trata simplemente de que responda el teléfono desde Miraflores, sino que es reconocido por varios países muy activos en la geopolítica mundial, es apoyado por la fuerza armada y controla todas las instituciones y poderes del Estado; en consecuencia, y tal como ya ha ocurrido en el pasado, en 2024 habrá una elección presidencial −salvo que algo inesperado ocurra− con participación de la “oposición ad hoc” del oficialismo, sea que la oposición democrática participe o no. Por mucho que no nos guste y nos pese, éste es un escenario que no podemos obviar ni evitar, aunque nos rasguemos las vestiduras con algunos “principios” abstractos. Toca decidir si se participa o no y cómo −en un evento que se va a dar de todas, todas− a diferencia de un proceso revocatorio, que es algo que hay que promover y lograr.

Sin embargo, el revocatorio y la elección presidencial en 2024, no son los únicos temas difíciles que la oposición democrática tiene que enfrentar. Hay otros temas igualmente espinosos, de los cuales debemos ir hablando, como por ejemplo: la necesaria renovación de la dirigencia y de los partidos políticos; la necesidad de luchar por rescatar a los partidos que fueron secuestrados por el régimen y entregados por el TSJ a quienes no son sus legítimos representantes; la unidad y relación entre las distintas fuerzas opositoras −la democrática, la exchavista y la “alacrana”− para enfrentarse al régimen y lograr una ruta política común; la posibilidad de organizar un proceso de primarias para elegir un candidato a la presidencia, sea que se llegue a una elección por revocatorio, negociación o esperando al 2024; la necesidad de organizar la resistencia del pueblo al régimen para lograr algunas reivindicaciones inmediatas que mejoren la calidad de vida; la necesidad de luchar por libertades fundamentales, como la de expresión, la de asociación y la libertad de los presos políticos; y dejemos hasta aquí esta lista que se llena con muchos temas más, todos urgentes e importantes que han sido sistemáticamente evadidos por nuestra dirigencia política; esperamos que haya sido por estar ocupados en otros más urgentes, pero se va acortando el tiempo que obliga a confrontarlos.

En todo caso, “revocatorio ya”, o “esperar la elección presidencial en 2024”, esa dupla de temas, forman el tabú más grande que confronta actualmente la política venezolana. Lo importante es que se abra sin prejuicios la discusión de los dos temas inmediatos, el revocatorio presidencial y las elecciones presidenciales de 2024. Y lo más importante, cualquiera que sea la decisión que se adopte, ahora sí, no se puede olvidar las lecciones de Barinas: debe ser una decisión unitaria; debe procurar la movilización popular y la más amplia participación electoral; debe tener −además del objetivo común o la unidad de propósito− un candidato único, listo para después del revocatorio −que de lograrse la revocatoria del mandato, en un mes será convocada la elección− o listo para competir en la elección presidencial de 2024.

Por último, lo ocurrido en Barinas dejó sobre la mesa otra importante lección, poco comentada −apenas vi un artículo de Julio Castillo al respecto (La lección de Barinas que no se nombra, https://bit.ly/3nuI4PC) − que, además la fuerza que da la unidad y el valor del voto, se refiere al “arte de la política”, al “hacer política”, el rescate del trabajo político, que entre otras cosas, es trajinar casa por casa, cara a cara, de lo cual hablaré en una próxima entrega.

P.S. Al momento de publicar esta nota ya se conocen las “condiciones” fijadas por el CNE para el proceso de recolección de firmas del RR, que como ya dijimos presentaban enormes dificultades para hacerlo; con las normas establecidas, el proceso del RR fue definitivamente abortado; hasta puede ser un favor el que nos hicieron, ahora nos podemos olvidar del RR y concentrarnos en el otro tema tabú: la elección presidencial del 2024 y emprender tarea de reconstruir los partidos políticos, la dirigencia opositora y la resistencia ciudadana al régimen de oprobio.

Https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

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Julio Dávila Cárdenas

Los Gobiernos se han constituido para la felicidad común, para la protección y seguridad de los Pueblos que los componen y no para beneficio, honor o privado interés de algún hombre, de alguna familia, o de alguna clase de hombres en particular que sólo son una parte de la comunidad. El mejor de todos los Gobiernos será el que fuere más propio para producir la mayor suma de bien y felicidad y estuviere más a cubierto del peligro de una mala administración, y cuantas veces se reconociere que un Gobierno es incapaz de llenar estos objetos o que fuere contrario a ellos, la mayoría de la nación tiene indubitablemente el derecho inajenable e imprescriptible de abolirlo, cambiarlo o reformarlo, del modo que juzgue más propio para procurar el bien público”. (Art. 191 de la Constitución Federal de 1811)

“Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o fuere derogada por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone. En tal eventualidad todo ciudadano investido o no de autoridad tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia.

Serán juzgados según esta misma Constitución y las Leyes expedidas en conformidad con ella los culpables de los hechos arriba señalados y así mismo los funcionarios de los Gobiernos que se organicen subsecuentemente si no han contribuido a restablecer el imperio de esta Constitución.” (Art. 250 de la Constitución de 1961)

La Constitución vigente establece: “Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella.

En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia.” (Art. 333 de la Constitución de 1999)

A la Constitución de la República Bolivariana - no se sabe por qué razón- se le eliminó la parte final que contenía el artículo 250 de la Constitución de 1961, que expresaba: “El Congreso podrá decretar mediante Acuerdo aprobado por la mayoría absoluta de sus Miembros, la incautación de todos o parte de los bienes de esas mismas personas y quienes se hayan enriquecido ilícitamente al amparo de la usurpación, para resarcir a la República de los perjuicios que se le hayan causado”.

Hermann Escarrá Malavé –a quien muchos venezolanos conocemos- opina que “el 250 constitucional consagra un Derecho de Resistencia que comprende: El Derecho a la Revolución; el Derecho a la Restauración Democrática; el Derecho a la Desobediencia Legitimada y el Derecho a la Disensión ante la actuación del Poder Estatal. Y en su Conclusión señala que: la hora aciaga que vive Venezuela no puede ser comprendida sólo a través de la crisis constitucional –como llaman algunos- o del modo de activar los mecanismos de defensa que la Constitución establece para restaurar la ordenación jurídica democrática, como preferimos decir otros.” (Hermann Escarrá Malavé. La inviolabilidad de la Constitución y el Derecho de Resistencia, págs. 38 y 39- Temas Constitucionales-Editorial Biblioteca Jurídica- Caracas, 1994). Son citas al menos comprometedoras.

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Andrea Vial Herrera

A punto de cumplir 36 años, edad que lo habilita para sentarse en el Palacio de La Moneda a partir del 11 de marzo, Gabriel Boric Font fuma un cigarrillo tras otro a pocas horas de dar a conocer su gabinete.

En su departamento ubicado en el centro de la capital chilena, el nuevo presidente sabía que daría un golpe a la cátedra.

El equipo que lo va a acompañar para el gobierno que promete transformaciones sociales profundas es probablemente el más diverso que se ha visto en el país: más mujeres que hombres, la mitad formados en la educación pública, miembros de partidos que salen de su coalición política; son un símbolo de un Chile que se aleja de las élites sociales que han gobernado el país desde la vuelta a la democracia.

"En un momento en que el mundo cambia vertiginosamente Chile también tiene que cambiar y adaptarse. Representamos la fuerza de una época", le dice contundente a BBC Mundo en la primera entrevista que concede a un medio extranjero tras ganar las elecciones.

Fueron casi dos horas de conversación en las que no solo habló de un "nuevo orden" para Chile, sino también de su relación con la izquierda latinoamericana, sus referentes políticos a nivel mundial o la violencia que se vio durante el estallido social.

Acá lo resumimos.

¿Qué piensa que representa usted y que finalmente le permite llegar a La Moneda?

Creo que representamos una energía generacional de transformación que ha aprendido en el camino a valorar la historia que nos constituye. Representamos aire fresco, juventud, novedad, pero con conciencia del encadenamiento histórico de los procesos. Representamos también que el statu quo o el conservadurismo es lo que peor le puede venir a Chile en estos momentos.

En un momento en que el mundo cambia vertiginosamente, Chile también tiene que cambiar y adaptarse. Representamos la fuerza de una época.

Acaba de anunciar un gabinete desequilibrado en cuanto a género, 10 hombres y 14 mujeres…

Qué alegría que se pueda decir eso en estos días. El que hayamos logrado esto es la lucha de miles de mujeres que han empujado las barreras de lo que se entendía posible durante mucho tiempo y ahora con la última ola feminista más aún. Pero no somos los primeros que lo intentamos, la presidenta Bachelet en su primer mandato hizo un esfuerzo por tener un gabinete paritario y las fuerzas del conservadurismo se lo aserrucharon rápidamente.

¿Por qué dice eso?

Porque tuvo que cambiar. El primer gabinete que presentó era paritario y nadie se repite el plato, dijo; y al primer cambio de gabinete tuvo que hacer cambios por presiones que iban más allá de lo que era su genuino deseo. Y hoy día nosotros recogemos esa experiencia también. No quiero presentarnos como pioneros, sino como que estamos recogiendo un legado que va mucho más allá de nosotros.

Y con ministros y ministras que provienen de distintas realidades educacionales… ¿Cuál es la señal que quiere dar?

Que Chile es diverso, y esa diversidad también tiene que expresarse en sus instituciones y en su política. Durante demasiado tiempo la élite chilena era excesivamente endogámica y no lograba ver más allá de sus propias narices y yo siendo parte de una élite creo que tenemos el deber y la responsabilidad de salir de nuestros círculos de confort y pensar un Chile más integral.

Y entre sus ministros tiene un profesor para la cartera de Educación que se formó en la educación pública…

Así es, en San Miguel, en el mismo colegio que Los Prisioneros. Y nos parecía que ese era un gesto importante, además de las competencias profesionales y la vocación de Marco Ávila yo creo que para el sector era un gesto necesario.

Durante demasiado tiempo tuvimos académicos sin aula, ingenieros comerciales dirigiendo la educación en nuestro país y creo que hacía falta un remezón desde el aula que es donde se expresan de manera más clara las desigualdades y los desafíos de la experiencia educativa. Esto no puede ser reforma sin sala, sin los niños y las niñas, no puede ser reforma sin profesores.

Y una mujer de 35 años, la expresidenta del Colegio Médico, Izkia Siches -independiente- en el Ministerio del Interior…

Qué agallas tiene Izkia Siches, pero eso lo ha demostrado con creces durante mucho rato. Es un liderazgo reconocido por la sociedad chilena del rol que jugó en los momentos más difíciles que nos ha tocado con la pandemia.

De opiniones firmes pero a la vez abierta a escuchar y convocar transversalmente para un bien común por sobre los intereses personales; creo que logró darle un sentido de propósito a un colegio médico que durante mucho tiempo solo había defendido intereses de un sector muy reducido y desde ahí le habló a la sociedad y no me cabe ninguna duda que va a cumplir un excelente rol a cargo del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, que es un desafío tremendo, porque es un ministerio que tradicionalmente ha sido ardiente.

¿Qué criterios utilizó para elegir a su equipo?

Los criterios que tuvimos a la vista fueron, por un lado, que tenía que ser un gabinete paritario o más mujeres que hombres; que incorporara diversidad de realidades donde también tuviera presencia la educación publica, tanto a nivel de formación escolar como universitaria; un gabinete que lograra ser una síntesis de generaciones en donde por un lado está nuestra generación que emerge en la vida pública el 2006 y que se ha fogueado a partir de luchas sociales pero también otra que ha administrado el Estado durante mucho tiempo y que tiene experiencias valiosas de las cuales queremos aprender.

Y también un gabinete que represente la amplitud social que logramos convocar en la victoria del 19 de diciembre que es Apruebo Dignidad como su base, pero va más allá de Apruebo Dignidad, con los partidos políticos que nos dieron su apoyo en la segunda vuelta y que tienen representación parlamentaria y también, por cierto, de organizaciones sociales y personas independientes que son las que más se movilizaron y marcaron la diferencia junto con las mujeres.

La señal de elegir al actual presidente del Banco Central para manejar el Ministerio de Hacienda es aplaudida por los empresarios e inversionistas. ¿Cuánto le costó convencer al Partido Comunista (PC) de este nombramiento?

Los nombramientos, de ningún cargo, fueron discutidos en términos de personas con los partidos. Ellos me entregaron plena libertad para designar el gabinete, confiando en el criterio que yo tuviera para conformar nuestro equipo de trabajo. Y en eso agradezco la altura de miras que tuvieron todos los partidos.

¿Fue una decisión colectiva?

Fue una decisión colectiva, yo lo conversé al comienzo del proceso con Apruebo Dignidad, la posibilidad de incorporar a gente independiente y a militantes de partidos políticos que no fueron parte de la coalición y me dieron plena libertad para hacerlo y yo la ejercí como corresponde.

Además, creo que en el caso de Mario Marcel en particular, tiene una trayectoria y una experiencia en el Estado, en la dirección de presupuesto, en el Banco Central y también afuera, en el Banco Mundial, en la OCDE, y esa trayectoria es incuestionable, y que además es una garantía de seriedad para las reformas que tenemos que empujar y que van a ser difíciles y que van a requerir de amplios consensos y que necesitaban, creo yo, esta garantía que una persona como Mario Marcel le puede dar, además de sus firmes convicciones progresistas, como él se define socialdemócrata.

Usted siempre responde en plural, en circunstancias que todas las preguntas se las he hecho a usted, probablemente porque usted toma sus decisiones parlamentando con el resto de su equipo. Me refiero a esa lógica de asamblea que utiliza su conglomerado para tomar las decisiones, que puede que sea muy democrática, pero ¿le parece eficiente a la hora de tomar decisiones?

Hay harto mito en esto de las asambleas. Toda organización requiere de algún tipo de orden. Y el desafío que nosotros tenemos como gobierno es generar un nuevo orden.

Yo diría que el problema de Chile hoy día es que ese orden no existe. El contrato social ha sido roto. Y desde mi punto de vista por las élites. Y, por lo tanto, para poder recuperar el orden, se requieren nuevas formas y no repetir lo mismo del pasado.

¿En qué sentido dice que se ha roto el contrato social?

Cuando vemos que, durante la pandemia, por ejemplo, las principales riquezas de Chile aumentaron de manera sustantiva su capital, mientras que la pobreza y la extrema pobreza por primera vez en décadas crecieron.

Cuando vemos el nivel de precariedad y de vulnerabilidad que tiene la clase media mientras para las personas más ricas de este país el lugar donde se nace sigue determinando de manera muy sustantiva o predictiva el lugar donde se morirá. Y por tanto la promesa de igualdad, más allá de que haya habido sin lugar a dudas un mayor acceso a bienes básicos, ampliación de matrícula, disminución de la pobreza; creo que la promesa de igualdad y de inclusión no ha sido cumplida, y por lo tanto, ese pacto social está roto y necesitamos construir uno nuevo.

¿Puede definir ese "nuevo orden"?

A lo que nosotros aspiramos es a poder construir una sociedad colaborativa, en donde parte de sus integrantes no queden abandonados ni discriminados por las condiciones de vida que les haya tocado vivir, y en donde además el Estado sea capaz de garantizar derechos sociales de manera universal sin importar el lugar donde se nace, la etnia de la que se proviene o el color de la piel. Y eso requiere reformas estructurales.

Sabemos que estas cosas no se logran de la noche a la mañana, sabemos que seguramente nuestro gobierno va a construir sobre lo que se ha construido en Chile en los últimos 30 años, pero además vamos a tener un giro de timón respecto a la lógica neoliberal del sálvese quien pueda en la sociedad, que es algo con lo que tenemos que terminar.

No podemos pasar del "no lo vimos venir" al "aquí no ha pasado nada". En Chile sigue existiendo un profundo malestar que no ha sido resuelto en términos sociales todavía. Hay mucha precariedad.

¿Usted es un hombre de dudas o de certezas?

Yo soy un hombre más de dudas que de certezas. Es importante acompañar a las convicciones que tengo de la posibilidad de dudar sobre ellas, para ir mejorando. Las personas que son demasiado seguras de sí mismas me provocan más bien lejanía y distancia.

No serán pocas las veces en que tendrá que tomar decisiones duras y en soledad, ¿qué tanto le estresan esas circunstancias?

Es súper difícil, no va a ser la primera vez, uno tiene que tener muy claras sus convicciones y principios y actuar siempre en coherencia con ellos y a veces eso implica ir en contra de lo que puede ser más popular en un momento o de lo que te digan tus más cercanos y ahí hay algo que es imposible de medir que es la intuición en política, cuando uno tiene convicciones firmes no anda zigzagueando por la vida y eso te permite tener una trayectoria que sea predecible en ese sentido.

¿Cuáles son las habilidades y competencias que debe tener hoy un presidente?

Yo me he ido formando la convicción de que un buen presidente no es el que está más ocupado, no es el que tiene más papeles a su alrededor. Un buen presidente es el que tiene la capacidad de escuchar, de abrirse a nuevas ideas aunque no provengan de su círculo más intimo, un presidente que tenga la capacidad de reflexionar y de convocar.

Siempre he dicho que la radicalidad de nuestra propuesta no está dada por cuán fuerte uno las diga, por cuántas esdrújulas ocupe en sus intervenciones, sino en la capacidad de convocatoria y por el sentido que le hagan a la gente.

Uno es primero clase dominante antes que clase dirigente. Primero uno hace cambios culturales antes de tener la oportunidad de dirigirlos. Y yo creo que nuestra generación ha sido justamente eso.

Usted ha practicado una nueva forma de relación con las personas, muy horizontal, cercano, cariñoso, la gente le cuenta sus problemas, usted los escucha y anota, ¿no teme generar expectativas imposibles de cumplir?

Es una preocupación, pero yo también siempre le digo a la gente en esas conversaciones que yo no voy a poder cumplir todo. Y hay una sabiduría popular que es mayor de la que se presume en las élites.

La gente sabe que esto va a ser difícil, sabe que los cambios no van a venir de la noche a la mañana, pero quiere que lo intentemos, que seamos honestos en intentarlo. Y una de las cosas que me importa es ir contándoles cuáles son los obstáculos que vamos enfrentando y por qué hay ciertas cosas que hacemos y otras que no podemos hacer.

Y también ir involucrándolos en el proceso de gobierno, que se sientan parte, y ahí vamos a ir en conjunto, moldeando las expectativas en función de la realidad. La realidad es más porfiada que cualquier ideología.

¿Y cuáles son sus expectativas?

Mi expectativa es que al final de nuestro mandato tengamos un Chile que se encuentre, donde colaboremos más que compitamos; un Chile que se escuche, y por sobre todo un Chile más justo en el sentido de que las tremendas desigualdades que hoy marcan a fuego el lugar de origen y el lugar de muerte vayan diluyéndose en función de la trayectoria vital y las posibilidades que tenga cada persona. Y que esas posibilidades sean cada vez más igualitarias.

No es fácil echarse al hombro este país… ¿qué está dispuesto a perder?

Es buena esa pregunta porque en política siempre te preguntan qué es lo que quieres hacer pero no a lo que estás dispuesto a renunciar. Y a mí lo que me importa es mejorar las condiciones de vida de manera sustentable y sostenible en el tiempo de quienes habitan nuestra patria y por lo tanto en eso uno tiene que tener lindes más que fronteras rígidas.

Yo estoy dispuesto a conversar mucho y me importa más llegar a puerto que solamente seguir el camino que me he trazado en un comienzo. Nosotros tenemos una hoja de ruta, pero si nos encontramos con que hay un precipicio en el camino, vamos a buscar la forma de vadearlo, aunque eso haga que el camino sea un poco más largo.

Ha dicho en muchas oportunidades que quiere ser un presidente que al terminar su período tenga menos poder que cuando comenzó. ¿A qué se refiere en concreto?

Eso tiene que ver con el lugar de donde vengo. Yo soy magallánico, nacido y criado a orillas del Estrecho y desde que tengo uso de razón vengo escuchando la palabra descentralización sin que haya tenido mayores efectos en la vida cotidiana de las personas. Y en donde las decisiones se terminan tomando por una élite santiaguina, de clase alta, por sobre las realidades que se viven en las comunas, en los barrios. Y ahí la figura presidencial está al tope de eso.

De hecho, la cantidad de expectativas que hay, tienen que ver con la idealización de la figura presidencial que va mucho más allá de mis características. Es algo que ha pasado muchas veces en la historia de Chile. Por lo tanto, espero, y esto va a estar al alero del proceso constituyente, que podamos construir un país en que seamos democráticos, donde una persona no ostente tanto poder y donde el poder también sea más transparente, no solamente en términos de la presidencia de la república sino también de los famosos poderes fácticos que lo ejercen sin mediar ningún tipo de decisión ni deliberación democrática.

En concreto, espero que al final de nuestro mandato tengamos un Chile descentralizado, que en los barrios, en las comunas, en las regiones, puedan decidir su futuro más que desde la Moneda o el barrio alto de Santiago.

¿Prefiere que le digan presidente o Gabriel a secas?

Es un desafío difícil, pero he ido entendiendo que es importante asimilar la institución presidencial. Porque yo hoy estoy sentándome en una institución que ya existe. Y, por lo tanto, sin perder mi esencia, creo que es importante lo que se construye y lo que se lega a posteriori. Y, en ese sentido, pienso que lo que corresponde en este momento es que se me trate como la institución que represento.

Da la sensación que para usted es muy importante demostrar afecto.

Es que en un país que ha estado tan golpeado últimamente y tan divido, es importante que volvamos a querernos. Y para mí la preocupación por la salud mental ha sido clave en mi desarrollo en los últimos años y el entender que como chilenos y chilenas nos falta afecto, nos falta cariño, y si uno puede contribuir un poquito a darlo, y si además es algo que me nace, en buena hora.

Ahora, el escuchar tiene mucho de reparación. Cuando uno escucha a una persona, aunque no pueda solucionarle su problema, va generando un vínculo distinto consciente, insisto, en que probablemente no se van a resolver todos los problemas. Pero uno va teniendo un termómetro diferente. Si uno se rodea solo de la misma gente que es igual a uno, de la misma clase social que uno, o que piensa igual que uno, finalmente terminas en una burbuja que te distorsiona la realidad. Y eso es un problema endémico de la política que tenemos que tratar de cambiar.

No digo que seamos más virtuosos, ni moralmente impolutos, sino que, aprendiendo, y voy a insistir mucho en esta idea, de los errores y aciertos del pasado, debemos cambiar y mejorar.

Hay una frase que cité hace poquito en un discurso y que me gusta mucho, es del compositor Gustav Mahler, que dice "la tradición no consiste en la adoración de las cenizas sino en la preservación del fuego" y eso, de alguna manera, también es un leitmotiv.

También hay muchos que le temen, o más bien que no confían en su discurso convocante… "lobito disfrazado de cordero", comentan. ¿Qué representa usted que puede generar miedo en parte de la élite?

Parte de la élite está muy ensimismada, sigue siendo muy endogámica. Como han vivido tanto tiempo en una posición de privilegio, cualquier cambio les genera la incertidumbre que la mayoría de los chilenos vive en el día a día. Y eso genera rechazo. Un rechazo un poco atávico.

Espero por un lado que las élites dejen de tenernos miedo. No espero que estén de acuerdo conmigo, pero sí que dejen de tenernos miedo.

Pero esa desconfianza no es una crítica sin sustento porque de alguna forma usted ha pasado de ser un político de frases y acciones a ratos impetuosas a uno acogedor, moderado...

En el camino de la política, que está cruzado con el de la vida, siempre se tienen aprendizajes y en mi construcción política prefiero ser arcilla más que piedra. Y las experiencias o las acciones en las cuales algunos se basan para hacer esos juicios son también las que me han formado. Porque me he equivocado es que he logrado aprender. Entonces yo no lo vería como un problema sino como parte de un proceso de aprendizaje.

Otra de las dudas es la capacidad de su sector -demasiado millennials para algunos- para asegurar la gobernabilidad del país…

Esa crítica de que somos demasiado millennials es como si alguna vez hubiésemos dicho que los baby boomers jamás podrían haber asumido el poder cuando son los que gobernaron Chile durante los últimos 30 años.

Esa crítica se queda corta de perspectiva histórica cuando uno ve lo que han sido las generaciones anteriores. En el "Balance Patriótico" (Vicente) Huidobro en 1920 lo decía muy claro a propósito de los primeros años de la República, todo lo grande en Chile lo han hecho los jóvenes: Carrera a los 26 años, O'Higgins a los 36, Manuel Rodríguez a los 24… hay que mirar la historia y ver que no es un fenómeno nuevo y al que no hay que tenerle tanto miedo.

Su victoria en las elecciones: ¿es el triunfo de una idea de sociedad o de la mirada de una nueva generación?

Como todo en estas cosas es multicausal. Tiene que ver con la emergencia de una nueva generación, con la necesidad de renovación, con la idea de una sociedad que claramente es opuesta a lo que presentaba el actual gobierno en ejercicio y la candidatura con la cual nos enfrentamos en segunda vuelta de la elección. Es opuesta al gerente 24/7, el self-made man que estudió solo en universidades gringas, sino también tiene que ver con conocer bien la trayectoria de Chile.

Pareciera que su triunfo tiene más de capital político personal, un poco menos de identidad frenteamplista y casi nada de identidad comunista… ¿Qué le aporta el Partido Comunista a su gobierno?

Mucho. Nuestra alianza es Apruebo Dignidad pero hemos convocado al gabinete a partidos que forman parte de otra tradición. Hay que lograr desmitificar los temores frente al PC chileno. Hemos tenido diferencias tácticas y otras en determinados momentos.

El 15 de noviembre (fecha de la firma del acuerdo que convoca a una Convención Constitucional y que el PC no firmó) es el más visible, pero el PC hoy está comprometido con la implementación de nuestro programa. Además, ha sido un partido que en Chile ha sido profundamente democrático y que ha estado al lado de las luchas sociales y los oprimidos, y eso es algo que a mí también me inspira.

Pasados 2 años del estallido social, ¿cómo lee hoy lo que ocurrió allí?

Creo que el estallido social fue un momento de encuentro en la frustración de que las promesas de meritocracia no se estaban cumpliendo. Y hubo una conciencia colectiva que esto no solo ocurría al interior de mi casa, sino que pasaba en distintos lugares del país.

Y ese encuentro llevó a una movilización por fuera de las vías institucionales que congregó a su vez rabia y esperanza. Yo espero que en esto lo que predomine sea la esperanza y por eso el encausamiento en la Convención Constitucional es algo muy importante. Pero, paralelo a eso, mientras discutimos las normas del futuro, tenemos que ser capaces de solucionarle los problemas concretos a la gente, que en pandemia se vio particularmente afectada.

¿Existe una posibilidad de un gobierno de izquierda mesurado y reformista?

Discrepo de la obsesión de parte de la élite de moderarnos en el discurso para encasillarnos con lo del Boric de primera vuelta o el Boric de segunda vuelta. Es más un complejo de ellos que de nosotros. Tenemos una dirección y vamos a avanzar en esa dirección y estamos dispuestos a elegir el mejor camino. Y esa dirección es crear un Estado de Derecho que consagre derechos sociales universales, con pleno respeto a los derechos humanos, que descentralice el poder, que se haga cargo de los desafíos medioambientales, de la crisis climática, y eso no es una fiebre roja, en Chile eso tiene más que ver con el sentido común.

No hablamos de moderación entonces...

Me hace más sentido la idea de ser ponderado que moderado. Hay algunos fanáticos de la moderación que terminan no moviéndose nada y esos fanáticos le han hecho un daño profundo al país. Porque en su miedo atávico de cambio, terminaron haciendo reventar la olla a presión.

¿Usted se ubica más cerca de la socialdemocracia o del comunismo?

Yo provengo de la tradición socialista libertaria americanista chilena. Ese es mi espacio ideológico de referencia. Soy un demócrata, y creo que la democracia tiene que ir cambiando y adaptándose y no petrificándose. Creo que a la democracia en Chile le falta mayor densidad.

Y dentro del concierto latinoamericano, ¿se reconoce en alguno de los gobernantes de izquierda?

Me da mucha esperanza y espero tener un trabajo codo a codo con Lucho Arce en Bolivia, si Lula gana las elecciones en Brasil con Lula, la experiencia de Gustavo Petro si se consolida en Colombia. Creo que ahí se puede armar un eje tremendamente interesante.

Yo entiendo que la pregunta va muy relacionada con Venezuela y Nicaragua. En el caso de Nicaragua no logro encontrarle nada ahí, y en el caso de Venezuela es una experiencia que más bien ha fracasado y la principal demostración de su fracaso son los seis millones de venezolanos en diáspora.

¿Se siente parte de la generación de Jacinda Ardern, Sanna Marin, Emmanuel Macron, incluso Alexandria Ocasio-Cortez? ¿Hay algo más grande, distinto, a que todos sean menores de 45 años?

No conozco en detalle cuáles son las convicciones de cada uno de ellos y el tener la misma edad no necesariamente indica algo.

Yo puedo decir que tengo una cercanía ideológica con García Linera, independiente de la edad que tenga, o una complicidad clara con Podemos en España, que no tiene que ver con un tema de edad, tiene que ver con las convicciones que tenemos. Y valoro mucho la experiencia de Lula pero también trato de leer la de Cardoso. Uno no puede fijarse referentes estáticos.

Lo que sí es cierto es que hoy hay una crisis global en términos de crisis climática de la cual creo que nuestra generación tiene más conciencia que las anteriores. Y eso yo espero sea algo que nos una. Tuve la oportunidad de conversarlo con Justin Trudeau, recibir una carta de Emmanuel Macron, también, en ese sentido, sé que Jacinda Ardern ha tenido esa preocupación, así es que espero que ahí tengamos un punto de encuentro donde forcemos a las generaciones anteriores y a los gobernantes de todos los países, como lo ha dicho Greta, de tomar acción ya.

¿Cuáles son sus prioridades en términos económicos?

Hay que distinguir en materia de plazos. Que podamos tener una consolidación de la reactivación económica que sea justa. Que no reproduzca de manera calcada las desigualdades anteriores. Y eso implica darle mayores herramientas a las pequeñas empresas para que haya una desconcentración del mercado. El 87% de las ventas en Chile están concentradas en las grandes empresas y solo el 13% en la pequeña y mediana empresa. Esa es piedra fundante de la desigualdad en nuestro país.

Tenemos que lograr la combinación entre crecimiento y redistribución. Una distribución más justa de la riqueza. Ninguna es sostenible sin la otra. Todos han crecido, eso es cierto, pero algunos mucho más y eso ha acrecentado la división y la fractura de la sociedad chilena.

Usted habla de un pacto tributario y no de una reforma, una diferencia semántica de fondo, lo primero significa un acuerdo con todos los sectores políticos.

Qué bueno que lo notes porque es a lo que tratamos de aspirar.

Esto no es algo de buenos contra malos sino que queremos que todas las fuerzas productivas del país se pongan de acuerdo en que es necesaria una mejor redistribución de la riqueza para poder crecer. Y que además sea sustentable y sostenible con el medioambiente y a eso esperamos convocar a los trabajadores organizados, las pymes y los grandes empresarios.

Recibirá un país con una de las tasas de inflación más alta en las últimas décadas, con un déficit estructural relevante, ¿en qué minuto piensa comunicarle a la ciudadanía que no será fácil cumplir las promesas de su programa?

Lo estamos haciendo permanentemente. Nos hemos comprometido a respetar el presupuesto aprobado por el congreso que tiene una reducción del gasto fiscal de un 22% y también de avanzar en nuestras reformas en la medida de que vamos asegurando ingresos permanentes aquello que considera gasto permanente. Y esa es una línea de la que no nos podemos desviar. No puede haber atajos irresponsables. Tengo confianza en que la ciudadanía lo vaya entendiendo.

¿Qué tan complejo es instalar un Estado de Bienestar en un país que no tiene los estándares económicos ni sociales que tienen los modelos socialdemócratas más exitosos?

En eso hay que ver el estado en que estaban los países que hoy día tienen estados de bienestar desarrollados, en el momento que eligieron tomar ese camino.

Los desafíos son distintos. En el caso de los países europeos, no solo los nórdicos, tomaron la decisión de crear estados de bienestar que garanticen derechos sociales universales cuando tenían un PIB per cápita parecido o inferior al que tiene Chile hoy. Y ahí yo espero que nos pongamos de acuerdo como sociedad, en el sentido de que hay metas de largo plazo que no van a ver resultados antes de las próximas elecciones y que por lo tanto, muchas de las decisiones que tomemos, no pueden estar mediadas por la ansiedad electoral y que hay frutos que no me va a tocar cortar la cinta a mí.

¿Cuál diría que es nuestro talón de Aquiles?

Hoy, la desigualdad.

¿Y el suyo?

Hay hartas cosas que uno podría decir ahí, pero si tuviera que elegir uno, más que mío personal, el gran riesgo de nuestro gobierno es no poder afirmar nuestra base social de apoyo más allá de nuestras fronteras actuales.

Si nos quedamos solamente con quienes estamos hoy, no vamos a lograr hacer las transformaciones que queremos. Por lo tanto, si no nos movemos todos juntos en eso, y no empezamos con el clásico y permanente fraccionamiento de la izquierda, será un desafío muy difícil.

Como dirigente estudiantil usted estuvo muchas veces en la calle. Viene de la protesta por una educación gratuita y de calidad. Muchas de esas manifestaciones terminaron en actos de violencia. Y ustedes mismos hablaban de personas que ensuciaban esas marchas, pero eran pocos… Hoy parecen ser la norma, ¿qué pasó?

No son la norma respecto de la mayoría, lo que sucede es que hay varias explicaciones, pero antes quiero dejar claro que sigo creyendo que la vía no es la violencia, en eso quiero ser muy claro. Yo creo que hay una frustración acumulada al ver que por los caminos institucionales no se podía hacer cambios.

La violencia es un fenómeno que debemos tratar de entender para tratar de erradicar.

Ahora, si quieres asegurarte de que siga habiendo violencia, entonces hay que dejar las cosas tal como están.

Hay un sector de la izquierda que probablemente no le va a conceder espacio para una radicalidad ponderada…y la respuesta puede ser más violencia en las calles. ¿Cómo piensa enfrentar esa violencia?

Tenemos el deber de hacer respetar el orden público, eso no es una opción para el gobierno. Y hacer cumplir la ley. Lo que nosotros esperamos es que mediante el proceso de transformaciones que vamos a iniciar, la convocatoria y la manera en que le hablemos al pueblo de Chile, esos sectores van a ser cada vez más minoritarios.

¿Qué tipo de constitución le atrae más, una bien reglamentada o una más orientadora?

Me gusta más la idea de una constitución orientadora pero no aséptica. Una constitución que consagre derechos sociales universales, que defienda la libertad y la igualdad, una constitución que descentralice pero una constitución no abarcadora de todos los temas y todas las problemáticas.

La constitución no puede estar pensada solo desde el 2021 y el 2022. Tiene que permitir que incluso preguntas que todavía no tenemos, quepan en la constitución.

En lo personal, ¿qué ha tenido que transar además de su pelo largo, poleras rockeras y sus guayaberas?

Ahora último la posibilidad de salir a un bar, de ir a una librería, es cada vez más difícil.

¿Bajo qué circunstancias sí usaría una corbata?

Lo de la corbata tiene dos sentidos. Uno estético medio absurdo, pero yo también me di cuenta que cuando pasó lo del reclamo en el Congreso, había un ánimo de disciplinamiento y homogenización de parte de una élite muy cerrada y muy parecida entre sí y por eso me mandaron a la comisión de ética, por andar sin corbata. Ahora se naturalizó completamente y es totalmente normal andar sin corbata en el Parlamento.

Y a propósito de eso, una vez tuve la suerte de conocer a Joan Baez y bailamos y me preguntó (después de haberla escuchado cantar a capella) sobre el tema, porque le contaron la anécdota de la corbata y meses después me llegó una corbata hecha por aborígenes australianos, enviada por Joan Baez. Si algún día tuviera que ocupar una seguramente sería esa.

¿Y podría ocuparla luego?

No lo tengo pensado. Quizás en el matrimonio de algún amigo.

¿Y no en el cambio de mando?

No, hay límites. Sería simbólicamente renunciar a la esencia.

Viene de una familia creyente, una madre católica, que reza y tiene un altar a la virgen en su casa. ¿Nada de eso le hace sentido en momentos de angustia?

Respeto mucho la fe de mi madre y a veces extraño el don de la fe pero no es algo que tenga en este momento y no creo que sea algo a lo que se puede recurrir solo en estado de necesidad. Tengo un tema pendiente de cómo trabajar la espiritualidad. Es algo que siempre me ha interesado y nunca me he dado el tiempo de hacerlo.

¿Cómo controla su ansiedad?

A veces comiendo, que no es el mejor método. Leyendo, la lectura me tranquiliza, cuando tengo tiempo de hacer deporte, me gusta jugar fútbol.

¿Y siente que a veces se le escapa de las manos?

He aprendido, acompañado de tratamientos, a ir controlándola. Yo tengo un trastorno obsesivo compulsivo y tomo medicamentos por eso. También es algo que he logrado domesticar gracias la ciencia, esto no solo es voluntad.

Se habló bastante de su salud y también del TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) que padece y que usted hizo público. ¿Cree que hubo otras intenciones al relevar este tema durante la campaña electoral?

Sin lugar a dudas. Hay un estigma respecto de la salud mental.

¿Qué situaciones le incomodan?

Me incomoda mucho la mentira intencionada, no el error, me carga la gente que habla en off en el periodismo, me molestan los cahuines.

Usted ha demostrado ser un político bien tolerante al juicio opositor, ¿pero qué ocurre cuando ello apunta a la gente que usted más quiere, como su compañera Irina Karamanos, quien asumirá el rol de primera dama y quien ha sido criticada por ello, principalmente por su sector?

Hay que distinguir entre la crítica constructiva y el debate político que se da al interior del feminismo y que es totalmente legítimo de la crítica oportunista y artera y me parece que ha habido harto de lo primero y poco de lo segundo. Los debates del feminismo son deseables. Tenemos que acostumbrarnos a que el tener divergencias de opinión no significa una tragedia. Pero cuando los ataques son personales, y particularmente contra mis seres queridos, hermanos, padres, amigos o la Irina, es algo que efectivamente me molesta mucho.

¿Cuál es la épica que le gustaría imprimir a su gobierno?

Que a través de la política es posible cambiar el mundo. Que la política no es un espacio de corrupción, mentiras y acomodos. La política puede ser un oficio honesto para las transformaciones sociales, inclusivo, no solo de profesionales.

21 de enero 2022

BBC

https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-60083855

 27 min


Acceso a la Justicia

«El poder no corrompe: desenmascara». El chavismo ha comprobado la veracidad de esta frase del cantautor panameño Rubén Blades, pues con la reforma a la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia (LOTSJ), que aprobó en menos de un mes, dejó en claro que eran falsas las ofertas de una «reinstitucionalización a fondo» del sistema judicial, pues desechó los tibios cambios para mejorar la independencia del máximo juzgado y optó por retener el control político que ejerce desde hace dos décadas para la designación de los magistrados.

En el texto aprobado de manera unánime en segunda discusión el martes 18 de enero, la Asamblea Nacional (AN) electa en diciembre de 2020 dio marcha atrás con la propuesta inicial de dejar que la mayoría de los miembros del Comité de Postulaciones Judiciales fueran miembros de la sociedad civil y, por el contrario, estableció que la mayoría de los integrantes del órgano evaluador fueran diputados.

Así, en el artículo 65 modificado se determinó lo siguiente:

«El Comité de Postulaciones Judiciales está integrado por veintiún miembros designados por la plenaria de la Asamblea Nacional con las dos terceras partes de sus miembros, de los cuales once son diputadas o diputados y diez serán postuladas o postulados por los otros sectores de la sociedad».

Lo que sí mantuvo intacta fue la polémica figura del Comité Preliminar, prevista en el proyecto de ley, el cual estará conformado por los once legisladores y tendrá la labor de escoger a los miembros de las universidades, colegios de abogados u otras organizaciones civiles que lo integrarán. Este comité no está previsto en la Constitución.

A la luz de lo aprobado, la propuesta que inicialmente presentó el oficialismo luce «menos mala», pues aunque incluía a parlamentarios, establecía que solamente serían cinco y que la mayoría de la instancia evaluadora (diez) la conformarían miembros de la sociedad civil. Sin embargo, tampoco era lo ideal, porque como advirtió Acceso a la Justicia no se ajustaba a lo previsto en el artículo 270 del texto fundamental, el cual señala claramente que «El Comité de Postulaciones Judiciales estará integrado por representantes de los diferentes sectores de la sociedad». La carta magna solo establece que los diputados intervendrán en el proceso al momento de realizar la elección definitiva de los magistrados, de entre los candidatos escogidos por los evaluadores.

Con este giro queda en claro que el chavismo nunca tuvo intenciones reales de avanzar en la recuperación de la autonomía del TSJ y que desea seguir ejerciendo control político sobre las designaciones de los miembros del máximo juzgado.

No podemos olvidar que la cooptación de este organismo por parte del partido en el Gobierno ha permitido a su vez la colonización del sistema de justicia.

Más gatopardiano imposible

La reforma de la LOTSJ es un claro ejemplo de que el oficialismo ha hecho suya la máxima del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa: «hay que cambiar todo para que nada cambie». Pese a que la modificación reduce los magistrados de los treinta y dos actuales a veinte, también abre la puerta para que los actuales integrantes del organismo rector del Poder Judicial puedan continuar en sus puestos, lo que es inconstitucional.

Al respecto, la Disposición Transitoria Segunda, incluida en la versión final de la ley estipula que:

«La Asamblea Nacional procederá a la designación de los veinte magistrados y sus suplentes, de conformidad a lo establecido en esta Ley. Los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia que para la fecha de entrada en vigencia de esta Ley no hayan culminado el período para el cual fueron designados, podrán volver a postularse para ejercer estos cargos».

Este año vence el período de los magistrados principales Juan José Mendoza, Arcadio Delgado Rosales y Carmen Zuleta de Merchán (Sala Constitucional), así como de Jhanett Madriz y Malaquías Gil (Sala Electoral), quienes fueron nombrados por la AN en 2010. A la luz de lo dispuesto en la norma antes señalada, ellos podrían postularse nuevamente, burlando así la disposición constitucional que establece que solamente pueden optar a un período de doce años (artículo 264).

Adicionalmente, la nueva ley mantiene lo establecido en el artículo 38 de la LOTSJ anterior, aunque supuestamente lo reforma, ya que a diferencia de lo que establecía el proyecto de ley, que sí mostraba un cambio positivo al respecto, sigue previendo que después de una tercera sesión de la AN, si no se ha logrado la elección por la mayoría calificada de sus miembros se hará por mayoría simple con los diputados presentes, lo que ha sido la práctica del chavismo cuando no ha tenido la mayoría necesaria en el parlamento.

Finalmente, la nueva ley amplía el ámbito de competencias del Comité de Postulaciones Judiciales, que ahora también puede nombrar al inspector general de tribunales y al director de la Escuela Nacional de la Magistratura, lo que hasta ahora ha sido parte de las facultades del TSJ; de hecho, le corresponde según la Constitución como órgano de gobierno y administración del Poder Judicial y por su autonomía funcional y administrativa (artículos 254 y 267). Con esto tendrá un control más directo de los jueces por parte del poder político, cuyos tribunales inspecciona la Inspectoría General de Tribunales y cuya capacitación depende de la Escuela Nacional de la Magistratura.

Lo positivo

El texto aprobado por la AN contiene algunas disposiciones positivas. Una de ellas es la prohibición de que la Sala Constitucional legisle mediante sus sentencias.

El nuevo parágrafo incorporado al artículo 25 del instrumento prevé lo siguiente:

«La facultad de la Sala Constitucional en su actividad de conocer y decidir los asuntos de su competencia, no abarca la modificación del contenido de las leyes. En todo caso, en resguardo de la seguridad jurídica, si la interpretación judicial da lugar a una modificación legislativa, la Sala deberá así referirlo para que la Asamblea Nacional, en uso de sus facultades constitucionales realice las modificaciones o reformas a que hubiere lugar».

Durante los últimos tres lustros la Sala se ha aprovechado de las amplias potestades que le confiere la Constitución, en su rol de intérprete y garante de esta, y ha usurpado en no pocas ocasiones las competencias del Legislativo. Una de las más recientes ha ocurrido hace solo unas semanas, cuando modificó el régimen de capitulaciones matrimoniales previsto en el Código Civil.

Otro cambio novedoso de la nueva LOTSJ es el contenido de los artículos 81 y 83, en los cuales, cómo ya se dijo, la AN asume las funciones de designar a los titulares de la Inspectoría General de Tribunales y de la Escuela Nacional de la Magistratura, pero además, prohíbe que dichos cargos sean ocupados por magistrados. Esta última modificación parece ir en la dirección de evitar que los miembros del TSJ se distraigan de sus funciones jurisdiccionales para ocupar puestos administrativos o desempeñar otras funciones. Asimismo, las normas mencionadas establecen que deben cumplir con los mismos requisitos que los magistrados del TSJ y que deben ser removidos bajo el mismo procedimiento aplicable a estos últimos. Esto les garantiza cierta estabilidad, lo que puede ser positivo para un ejercicio más adecuado de sus funciones.

Por último, el Parlamento modificó el numeral 6 del artículo 36, aunque en él ratifica que los jueces que nombre el TSJ con base en el artículo 255 constitucional aprueben concursos de oposición, lo cual de todas formas no se ha cumplido desde la entrada en vigencia de la primera LOTSJ.

Desde el año 2004 el máximo juzgado no ha convocado un solo concurso de oposición para designar a los jueces, y la Comisión Judicial ha asumido la tarea de nombrar a estos funcionarios de manera temporal, accidental o provisional y, por lo tanto, el máximo juzgado los puede destituir de un momento a otro sin procedimiento alguno que les garantice su derecho a la defensa; esto los hace vulnerables a interferencias y presiones externas, como lo ha señalado reiteradamente la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y, más recientemente, la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas y la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos. En materia penal, por ejemplo, aproximadamente el 80% de los jueces no son titulares, según los datos de la propia página web del TSJ, que no están completamente actualizados pero son los oficiales.

Y a ti venezolano, ¿cómo te afecta?

La reforma a la Ley Orgánica del TSJ que la AN electa en 2020 aprobó de manera exprés en menos de un mes no contiene ninguna disposición que realmente contribuya a la construcción de un Poder Judicial independiente del Gobierno. Los pocos cambios previstos en el proyecto de ley que tenían algo de positivo fueron eliminados, y esta nueva ley es hasta peor que la de octubre de 2010, pues le da al poder político mayor control sobre el nombramiento de los miembros del Poder Judicial, no solo los del TSJ.

Esta modificación parece estar destinada a hacer creer a los organismos internacionales que se están dando pasos para reinstitucionalizar al Estado, al tomar medidas efectistas como reducir el número de magistrados desde los treinta y dos actuales hasta veinte. Sin embargo, una revisión a fondo de la reforma deja en claro que no es más que puro maquillaje, e incluso un retroceso mayor.

21 de enero 2022

https://accesoalajusticia.org/nueva-ley-organica-del-tsj-confirma-la-fal...

 7 min


Jesús Elorza G.

Se fue, se fue, se fue…era el coro de voces que despertaron al amigo Juan en horas de la madrugada​.

¿Quien se fue? le preguntó agitado a su esposa, que estaba pagada a la radio y al televisor tratando de escuchar alguna noticia al respecto...pero, solo se escuchaba música clásica.

Ya en la calle, a medida que transcurría el tiempo, las manifestaciones eran cada vez más grandes. A eso de las 6 am se supo la noticia "Se fue el presidente" al igual que el dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958, se montó en un avión dejando el pelero.

Su destino final, de inmediato se transformó en un tema de discusión: Algunas personas opinaban que era Rusia, otros que era China, ¿porque no Corea del Norte? señalaban algunos. Pero, la gran mayoría pensaban que definitivamente sería Cuba.

En todos los medios de comunicación (redes, televisión y radio) se veía y escuchaba que las manifestaciones en todo el país eran sin lugar a dudas una Huelga General. Trabajadores, estudiantes, enfermeras, jubilados, pensionados, educadores, médicos, empleados etc. etc. marchaban bajo una sola consigna:

"Todas las luchas una sola lucha"

"Fuera el régimen hambreador"

"Abajo la dictadura"

"El pueblo unido jamás será vencido"

El sátrapa dictador, antes de abordar el avión, activó su radio transmisor para ordenar la activación del Plan Republica:

Tiburón 1, llama a todas sus pirañas de las FF.AA. milicianos, paramilitares y afines para ordenarles que salgan a reprimir a sangre y fuego a los manifestantes terroristas-oligarcas que pretenden acabar con nuestra "revolución".

Como respuesta, solo recibió un silencio absoluto. Nadie respondió. El cardumen de pirañas, dejó solo al Tiburón y en las unidades de transporte disponibles, buscaban como salir del país.

Juan con una bandera nacional de siete estrellas en la mano y agarrando a su esposa con la otra se incorporó a la manifestación en su recorrido de Libertad. Marcharon unidos hacia las cárceles del régimen para liberar a los presos políticos. En la Tumba y Ramo Verde no encontraron resistencia alguna; los esbirros habían abandonado los centros de tortura. El Palacio de Miraflores y Fuerte Tiuna parecían un pueblo fantasma.

Al mediodía, una Junta Patriótica, integrada por representantes de la Sociedad Civil, Conferencia Episcopal, sector empresarial, universidades, estudiantes, trabajadores y gremios se dirigen al país en cadena nacional para anunciar oficialmente la caída de la dictadura y los pasos a seguir para el restablecimiento de la democracia en el país.

El padre Luis, autorizado por la Junta, fue el encargado de dar la información:

...."al mundo entero queremos anunciarle que el camino democrático que hoy 23 comenzamos a recorrer será presidido por....."

El sueño de Juan, fue interrumpido por la alarma de su reloj despertador. Sin embargo, la visión libertaria que había tenido, a pesar de no haberla culminado, sembró en él una esperanza de "Un Nuevo 23 de enero". Seguidamente, abrazó a su esposa diciéndole "la lucha continúa”.

 2 min


Javier Solana

Ninguna región del mundo posee un sistema de seguridad como el europeo, dotado de un complejo entramado de tratados, reglas e instituciones. Sin embargo, la sofisticación del sistema de seguridad europeo no puede llevarnos a concluir que se trate de una obra finalizada, sino una en constante revisión.

La seguridad en Europa se ha construido a lo largo de varias décadas de forma gradual. Las bases del sistema de seguridad europeo se asentaron con la Conferencia de Yalta de 1945, donde el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, el primer ministro británico Winston Churchill y el líder soviético Iósif Stalin dividieron Europa en esferas de influencia, garantizando al concierto europeo una cierta estabilidad y previsibilidad.

Tres décadas más tarde, en 1975, la Conferencia de Helsinki sentó las bases de un periodo de distensión en la Guerra Fría. En los años 90, la Conferencia dio paso a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Estos acuerdos fueron de gran trascendencia para la seguridad en Europa, pero no la eximirían de retos futuros.

Con la caída del bloque soviético a finales del siglo pasado, la seguridad europea se tambaleó. El último presidente de la Unión Soviética (URSS) Mijaíl Gorbachov era consciente de los cambios a los que se enfrentaba Rusia: ‘Vivimos en un mundo nuevo’, declaró en el discurso que disolvía la URSS de forma oficial la noche del 25 de diciembre de 1991. Entre 1989 y 1991, Moscú perdería el control sobre una extensión de territorio mayor que la Unión Europea.

En ese mundo nuevo del que hablaba Gorbachov, Ucrania seguiría siendo, para muchos líderes rusos, parte fundamental de la identidad nacional rusa. El entonces Ministro de Asuntos Exteriores ruso Yevgueni Primakov, con quien negocié, como secretario general de la OTAN, el acuerdo que permitió la primera ampliación de la Alianza Atlántica tras el final de la Guerra Fría, y cuya mujer era ucraniana, me decía con frecuencia: ‘Ukraine is in my heart’.

Tras la firma del Acta Fundacional entre Rusia y la Alianza Atlántica en 1997, tuvo lugar la Cumbre de la OTAN en Madrid. En esta misma cumbre, en la que se invitó a formar parte de la Alianza a tres países (Hungría, Polonia y la República Checa), tendría lugar la primera reunión OTAN-Ucrania, que formalizó la relación diferenciada con Ucrania a través de la firma de la Carta de Relación Especial. La ex república soviética no pasaría a formar parte de la OTAN, pero se posicionaba como un interlocutor de privilegio con Occidente.

Ucrania es clave también para la seguridad en Europa. El día del atentado del 11 de septiembre de 2001, me encontraba en Crimea en una cumbre de la Unión Europea con el entonces presidente ucraniano Leonid Kuchma. Con esa trágica noticia, Europa y el mundo se volcaron en solidaridad con Nueva York, pero seguiríamos mirando hacia Ucrania.

A principios de siglo surgían nuevas amenazas, Estados Unidos lideraba un nuevo orden mundial, y Rusia no se sentía cómoda en ese nuevo orden. En la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2007, Putin expresaba este descontento con claridad: ‘El mundo unipolar no solo es inaceptable, sino insostenible’.

El reajuste del espacio postsoviético fue especialmente traumático para la política exterior rusa, por su concepción del poder basada en la territorialidad. Rusia se siente arrinconada por la reducción progresiva de su espacio de seguridad, y Ucrania es su línea roja, como hemos visto con el reciente envío masivo de tropas rusas a la frontera ucraniana. Sin embargo, el objetivo no es anexionar Ucrania, sino evitar su salida de la esfera de influencia del Kremlin.

El orden de seguridad europeo se fundamenta en unos principios básicos, entre ellos la integridad territorial de los Estados, que se viola de forma clara con el referéndum ilegal de 2014 en Crimea y su posterior anexión por parte de Rusia. Desgraciadamente, la actual situación de tensión a lo largo de la frontera con Ucrania pone en riesgo la estabilidad en este país y, por lo tanto, la seguridad en Europa.

En este sentido, las diversas iniciativas que se han puesto en marcha para resolver la situación en Ucrania son de una gran urgencia. En las últimas semanas han tenido lugar reuniones bilaterales entre Estados Unidos y Rusia, la reunión OTAN-Rusia, y las reuniones en el marco de la OSCE, pero la situación sigue estancada.

Por su parte, la Unión Europea tiene que seguir apoyando todos aquellos formatos diplomáticos para la resolución del conflicto en Ucrania, como el Cuarteto de Normandía, que junta en un grupo de contacto informal a Francia, Alemania, Rusia y Ucrania. Además de apoyar estos formatos, la Unión Europea debe hacerse oír.

Para llegar a una solución negociada, la Unión Europea debe estar representada de forma efectiva en las negociaciones. Como ha recordado el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Josep Borrell, la Unión Europea no puede ser un ‘espectador neutro’ en aquellos asuntos que afectan directamente a su propia seguridad. Además, esta posición no es exclusivamente europea, sino que es parte de un consenso transatlántico. En palabras del presidente de EE.UU. Joe Biden, ‘nothing about you, without you’.

La inclusión de la Unión Europea en la arquitectura de la seguridad del continente es también una cuestión práctica, dado que ya no es la comunidad de países que existía al final de la Guerra Fría. En los últimos treinta años, la Unión Europea ha pasado de tener doce miembros a veintisiete, que conforman el mayor bloque comercial del mundo. Además, la Política Exterior y de Seguridad Común europea no tiene relación alguna con los instrumentos de los que disponía hace treinta años, que ya tiene todos los elementos de una política exterior eficaz. Lo que tiene que conseguir ahora es ejecutarla.

Gorbachov advirtió a los rusos en 1991 que el mundo había cambiado. Europa también ha cambiado, y en virtud del rechazo a la guerra y la voluntad de construir la paz como base esencial de su proyecto político, la arquitectura de la seguridad europea deberá reflejar esta nueva realidad.

21 de enero 2022

Project Syndicate

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