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Opinión

Alejandro J. Sucre

"La viveza del venezolano es un suicidio colectivo". Así se titula el ensayo de dos investigadoras de la Universidad del Zulia (LUZ) y ofrecen explicaciones de nuestro grave problema cultural. Vanessa Casanova, investigadora del Laboratorio de Antropología Social y Cultural de la Facultad Experimental de Ciencias (FEC), dice que para entender el problema de la viveza se debe, ante todo, intentar definirlo: “Es la disposición a hacer trampa, picardía, a burlar normas, a desobedecer reglas de convivencia, pautas morales y jurídicas, siempre en beneficio propio y en detrimento del otro. El vivo busca tomar ventaja de algo en el momento o lugar que no le corresponde”.

En meses pasados oí a un amigo comentar que los ciudadanos de muchos países subdesarrollados no se dan cuenta que, si los ciudadanos se hacen trampas entre sí, ellos mismos envenenarían el pozo donde beben su agua. Y yo pensé: Venezuela. Nuestra agua no es tan potable. Cadivi fue asaltado como rapiñas por $300 mil millones. Los empresarios son secuestrados o chantajeados en cada esquina; los alimentos son adulterados al igual que las medicinas que no cumplen con los altos estándares requeridos; las carreteras e infraestructura no están bien mantenidas y la corrupción impide el desarrollo de nuevos negocios y empleos si no se ordeña la vaca antes de nacer. Si vemos la ciudad de Cúa (estado Miranda), como muchas otras en Venezuela, donde el tren no terminó de desarrollarse, o la autopista no se ejecutó, como la de Caracas Oriente, las fallas de luz e internet, si vemos a sus niños en la calle sin hacer nada, plazas abarrotadas de gente sin trabajo, apenas sobreviviendo, nos damos cuenta de los daños que ocasionan la viveza y la corrupción. Vemos que en la zona Caracas-Cumaná y el resto del país, si se hubiesen ejecutado las obras previstas y presupuestadas pudo haber sido un emporio de desarrollo agrícola y turístico. Si prosperaran esas zonas, el pueblo estaría bien alimentado, el Estado tuviera más fuentes de ingresos y los funcionarios públicos serían mejor pagados. Venezuela en el siglo XX, estaba llena de viveza, pero no tanto como la del siglo XXI, ya que prosperó una cultura musical, artes, edificaciones e infraestructura y una clase media creativa y pujante. El problema de la viveza es mucho más profundo que burlar normas y leyes, ya que hasta los que nos gobiernan y hacen las leyes también recurren a realizarlas para el beneficio propio y para oprimir derechos de los ciudadanos. E incluso la oposición a los que nos gobiernan incumple con los parámetros básicos de las reglas democráticas de hacer elecciones internas entre sus miembros.

Uslar Pietri decía, Venezuela sería conocida como un país de vivos. El que busca "colearse", el que "trampea" para conseguir su propósito, el que pone su fe en la “maraña”. Un tema que se calla, pero está arraigado en nuestra práctica cotidiana.

Desde la advertencia de Úslar hasta hoy, la viveza se ha transformado en un acto de supervivencia, a juzgar por la apreciación de esta investigadora: “Hay que ser vivo porque las instituciones –públicas o privadas– no funcionan bien. Hay que ser vivo porque una ley implícita se ha impuesto por encima de las normas de civilidad vigentes: la ley del más vivo”, refiere.
Para Casanova, es un problema fundamentalmente ético, de civilidad, de no reconocimiento del otro. “Actuar con viveza no nos hace mejores, sino que nos aísla, porque implica la negación del nosotros. Pienso de manera individualista, o pienso únicamente en mis allegados, pero me olvido de que formo parte de una sociedad”. “La viveza del venezolano ha terminado por convertirse en un suicidio colectivo”. La viveza nos desarticula.
Treinta millones de venezolanos andamos ahogados debido a las vivezas propias de cada uno de nosotros, por la de nuestros políticos (tanto de la oposición como del oficialismo) y ahora debemos sumar la “viveza” de los líderes rusos, chinos, y estadounidenses que meten sus garras para pescar en el río revuelto de una Venezuela que se volvió en una sociedad tribal y deshilachada. Lo bueno del estudio de los profesores de LUZ es que va directo a comenzar con plantear soluciones y no se queda en la queja. El estudio de la LUZ hace un diagnostico acertado y no culpa a los demás sino a nosotros mismos los ciudadanos de haber contaminado el agua de donde bebemos todos que es Venezuela. El ensayo nos indica que la solución no está en culpar a los demás sino en corregir nuestras propias conductas. Con una toma de conciencia sobre el veneno que portan nuestras propias vivezas, reduciremos el maltrato que nos hacemos entre nosotros mismos. Informando y con creatividad buscar soluciones entre todos los ciudadanos que signifiquen ganar nosotros– ganar ellos y ganar Venezuela florecerá la confianza, la cohesión social y la inversión. Felicito a los profesores de la Universidad de Zulia por articular el tema de la “Viveza” tan claramente en beneficio de una reflexión colectiva para comenzar a regenerar el tejido social.

Twitter: @alejandrojsucre

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David Bittan Obadia

Hace 30 años, Ucrania se separa de lo que era la URSS, aquel tratado, de Belazezha, consiguió poner fin a la Gerra Fría; un enfrentamiento sin sentido, que mantuvo separado al bloque comunista de oriente, con el capitalismo de occidente, fue la resaca de la Segunda Guerra Mundial.

Mijaíl Gorbachov, entendió que el colapso del país más grande del mundo debía de tener un fin, y optó por dejar atrás, la falta de libertades, el consiguió el florecimiento de una oposición política y marcó años de prosperidad, en fin, logró convertir una economía socialista en un capitalismo de Estado.
Hoy, el pasado ha vuelto y Putin tira de esa cuerda, en la mitad de una crisis económica y social . El amo y señor de la Rusia “ Moderna”, opta por culpar de su gran tragedia a la disolución de la Unión Soviética. En el caribe culpamos al “imperio” de todo, inclusive de nuestra propia corrupción, el mudo se sostiene sobre pretextos.
La “Gran Rusia”, la que persiste en la mente de Putin, es desconocida para una parte importante de la población Rusa, sin embargo, un manipuleo de las redes sociales y de la media, logran agitar sentimientos que ya se pensaban superados, entonces, se inyecta el nacionalismo, aquel que ha llevado al mundo a las tragedias más gigantescas. Señor Zuckerberg ¿por qué no le apaga las redes a Putin como lo hizo con Trump?
Ucrania ha sido un muro de contención para Rusia gracias a ese espacio, tanto Napoleón como los nazis no pudieron lograr sus objetivos.
Putin no está nada contento con las alianzas de Ucrania con occidente y se siente amenazado.
La foto de hoy, es que hay más de 100.000 tropas desplegadas en la frontera de Ucrania y un apoyo incondicional ya manifiesto de parte de China y Bielorrusia a Rusia, pronto llegarán las solidaridades de algunos países árabes quizás los menos ricos, pero definitivamente los que albergan mayor cantidad de terroristas.
En el otro lado de la historia están los europeos que si bien tienen compromisos con la OTAN. También temen por el corte del suministro de gas, por Ucrania pasa el 70% del gas que llega a Europa, el país con menos riesgos en ese sentido es España.
Estados Unidos lamentablemente muy pronto tendrá una capacidad limitada para asistir en conflictos bélicos a sus amigos y no es un secreto que la primera potencia del mundo esté perdiendo hegemonía, en principio por las malas decisiones políticas y por su visión limitada del mundo de hoy.
Putin no es un “ Niño Jesus”, y tampoco la tiene fácil en un eventual conflicto, sin embargo si de mi dependiera arreglar el mundo, siendo yo presidente de Estados Unidos, me sentaría con Putin para repartir el pastel. Prefiero negociar con el, que tiene la varita de “puyar locos” y puede detener al de Corea de Norte a chinos y a los tres chiflados del Medio Oriente.
Un mundo bipolar, donde Rusia controle su zona y los norteamericanos la suya es la mejor opción. Los gringos ya deberían de mirar mas a su América Latina descuidada, en la que también han perdido espacios, allí están las reservas de todo lo que se necesita para sobrevivir.
Ya EEUU, no puede contra el mundo, a pesar de todo, yo sigo ligando a un EEUU, fuerte, para mi es la mejor alternativa.

davidbittanobadia@gmail.com

Twiter: @davidbittan

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Carlos Raúl Hernández

Hollywood ha sido siempre cañón subversivo contra el entramado del poder: corrupción judicial, turbideces de las grandes corporaciones, del poder político, la Iglesia, la mafia, los líderes, racismo, iniquidad, miseria, daños al ambiente, narcotráfico, corrupción policial. Al tiempo es de los principales aceleradores de pautas modernas de conducta y modernización social. En los años 30 el cine fue un milagro que contribuyó a recuperar la economía mundial. Por la cantidad de ingresos y empleo que produce, es una de las cuatro mayores industrias del planeta junto a la automotriz, las altas tecnologías y la energía. Como cualquier poder social autónomo, fue blanco del odio de conservadores de todos lados. Desde la izquierda, los filósofos de la Escuela de Frankfurt confundieron el medio con el mensaje y crearon contra él un rencor que aun respira, pese a su anacronismo. Theodor Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse elaboraron la seudoteoría contra la radio, el cine y la TV, uno de los más graves errores intelectuales del siglo XX, que todavía repiten los pericos también contra internet y el metaverso.

Su confusión viene de que Joseph Goebbels descubrió la potencia política del invento, convirtió al cine en punta de lanza, a Leni Reinfestal en cineasta oficial de los nazis, y la izquierda filosófica alemana no supo distinguir la maravilla creativa, del uso que le daba Adolf Hitler. Las grandes obras de Reinfestal, Olimpia y El triunfo de la voluntad, además de cúspides del llamado séptimo arte, son esenciales para entender el nacionalsocialismo. Sociólogos norteamericanos se embarcaron en los más ridículos disparates y simplezas ideológicas para hacer ver que las producciones cinematográficas envenenaban a seres humanos que suponían vacíos de moralidad y juicio, a los que una película manipulaba fácilmente. Luego vino la derecha, y el tristemente conocido senador Joseph McCarthy descubrió entre 1947 y 1954 que paradójicamente, por el contrario, Hollywood era un nido del comunismo que minaba la sociedad.

Desató la persecución a productores, guionistas, actores y técnicos. El senador y su Comité Contra Actividades Antinorteamericanas citan a declarar a 41 figuras de la industria. Pero la mitad rechazó asistir y denunciaron la violación de derechos constitucionales y crearon el Comité de la Primera Enmienda, encabezado por Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gregory Peck, Katherine Hepburn, Kirk Douglas, Henry Fonda, Vincent Price, Gene Kelly y David O´Selznik. Algunos prodigiosos creadores extranjeros, Bertold Brecht, Fritz Lang, Charles Chaplin, tuvieron que irse del país; y John Huston, norteamericano, renunció a su nacionalidad y se hizo irlandés. Exactamente como la Inquisición y la política identitaria actual, el Comité invertía la carga de la prueba. El acusado debía demostrar su inocencia y para ello denunciar a comunistas o simpatizantes encubiertos y hubo reptiles que incriminaron a sus compañeros. Arthur Miller los representa en Las brujas de Salem.

Jack Warner, fundador de Warner bros y Louis Meyer, de la Metro Goldwyn Meyer delataron a sus trabajadores, y en menor medida Humphrey Bogart también se quebró. Orson Wells dijo de aquellos que “entre sus piscinas y la dignidad humana, se quedaron con sus piscinas”. Pero recordemos que hubo leones inquebrantables, Kirk Douglas, Dalton Trumbo, y Stanley Kubrick, entre otros, que resplandecen después de tantos años en la cinta Trumbo (Jay Roach: 2015) El director de la película cuenta el drama de guionistas como Trumbo obligados a trabajar en la clandestinidad, con nombres falsos, como recuerda Woody Allen en El testaferro. Al final la decencia y el valor se impusieron. Trumbo hizo con seudónimo el guion de Espartaco, (1960) dirigida por Kubrick, tal vez el director más sólido de la historia del cine, protagonizada por el legendario, inquebrantable y ya entonces intocable Kirk Douglas. Los tres se la juegan a fondo, incluso amenazan al estudio, para que el nombre de Trumbo apareciera en los créditos, y crean una gran crisis. Douglas amenaza con abandonar el rodaje.

El estreno de la película es una bofetada a los cazadores de las brujas y síntoma de la decadencia del sombrío McCarthy. Hoy vemos el retorno del oscurantismo al cine y a la cultura en general, la persecución implacable de personas por actos de su vida privada, la cancelación. Comienza con Me too y su linchamiento histérico de pecadores, una de cuyas primeras víctimas es nada menos que un titán de la actuación, Kevin Spacey, (revisar nota hoy en vertigomundial.com) quien dejó películas sin estrenar hasta el momento. Luego Johnny Deep, Woody Allen, J.K Rowling porque cuestionó a fundamentalistas ridículos que niegan la realidad del sexo, y hablan de “personas que menstrúan” y no de “mujeres”. El cómico Azíz Anzari, acusado por una mujer a la que hizo sexo oral, según ella “sin su consentimiento” (el debería patentar la fórmula de cómo logró algo tan difícil), Plácido Domingo, Blake Bailey, autor de una biografía de Philip Roth con mil páginas, hasta ahora vetada de circulación. Igual Shia LaBeuf, Armie Hammer, Liam Neeson, Janet Jackson, Brendan Fraser, Winona Ryder, Megan Fox, Hilaria Baldwin y etc. La inquisición de la derecha volvió desde la izquierda.

@CarlosRaulHer

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Ismael Pérez Vigil

El motor de la política no se detiene, aunque nosotros no le hagamos caso. Eliminado otro derecho político a los venezolanos, tras abortar el referéndum revocatorio, el régimen de Nicolás Maduro se prepara para su nuevo reto electoral: las elecciones presidenciales de 2024.

Para lograr su reelección en 2024, Nicolás Maduro irá eliminando obstáculos que se le interponen en su propio entorno; irá aumentando la intimidación hacía sus oponentes y comprando apoyo de sus socios de negocios, seguidores y cómplices. Con simuladas negociaciones internacionales, con falsas aperturas, con cierta flexibilización −siempre que no pongan en peligro su dominio y control− tratará de incrementar su credibilidad internacional, en esa afanosa búsqueda de recuperar legitimidad, que es su obsesión.

Intentará engañar al país, al pueblo, vistiendo la realidad de una falsa “normalidad”, con “bodegones” y productos importados libremente, que terminarán de destruir a la industria nacional; buscará apoderarse de una parte de esos dólares que están entrando al país producto de los ahorros de los venezolanos y de quiénes desde el exterior tratan de liberar de penurias a familiares y amigos en Venezuela. Pero no cabe duda que de alguna forma, menos libre o más simulada, el gobierno organizará unas elecciones presidenciales en 2024.

De aquí a allá, la oposición democrática tendrá que decidir qué es lo que va a hacer; esperemos que no sea continuar la absurda política de la abstención; pero, también esperemos no llegar a esa elección de la misma forma, un tanto efímera, con que hemos llegado a otros procesos electorales. Es mucho lo que tenemos que ajustar en estos dos años y medio que faltan para llegar a ese proceso y tener alguna oportunidad, que hoy luce difícil e improbable.
Sabemos que en todas las elecciones desde 1999 hubo abusos, utilización de recursos del estado en favor del candidato o las opciones del régimen, trampas, saqueo de las arcas públicas, ventajismo, etc. pero nada de eso cambia los resultados y lo que sabemos de las estrategias de ambos sectores, en materia electoral. Vistos los resultados, la discusión siempre llega al punto de si vale o no la pena continuar con la estrategia de participar en los procesos electorales; y siempre la repregunta es: Y si no es así, ¿cuál es la otra alternativa o alternativas, a nuestro alcance y que estemos dispuestos a implementar?

En lo que a mí respecta creo que la estrategia de participar en los procesos electorales es la que le ha rendido mejores beneficios a la oposición y más daño le ha hecho al régimen, de allí su empeño en controlar esos procesos y estimular la indiferencia de los votantes y el desmembramiento y división de la oposición.

Además sabemos, pues lo vivimos desde el paro del 2002 y 2003, lo vivimos en 2014, 2017 y en 2019, que no tiene ningún impacto en el “ánimo” del gobierno, ni le afecta en su desempeño que salgan a manifestar en su contra cientos de personas, miles de personas o millones; eso no los arredra, ni atemoriza, simplemente lo desconocen y siempre dirán que no es cierto, que es una fabricación “mediática”, que ellos pueden movilizar más; en otras palabras, la estrategia de enfrentamiento de calle no da resultado con un gobierno que controla la FFAA, la policía y el sistema de justicia, y no le importa reprimir, hasta el extremo que sea necesario, para mantenerse en el poder; es una pelea totalmente desigual y lo que produce en nuestro lado es muerte, frustración y deserción, de la que es difícil recuperarse.

Lo que no sabemos, pues nunca ha ocurrido, es qué pasaría si al régimen se le derrota en una elección importante, en una elección en la que esté en juego el poder. ¿Qué pasaría? Primero, ¿Saldrá el pueblo a defender ese triunfo? ¿Lo habremos preparado para eso? Segundo, ¿Saldrá la FFAA a jugársela y a reprimir el pueblo por defender al régimen? Estas son las interrogantes que yo me hago, ¿Cuáles son las que se hace usted?

Por lo tanto, la hora ha llegado de discutir una estrategia por parte de la oposición que nos saque del profundo hueco en el que parece que estamos.

Para eso debemos considerar algunos aspectos, −no solo el de la actuación abusiva, la demagogia y el populismo del régimen y las trampas, que bien sabemos que aplican− sino también las causas por las que la oposición democrática no ha tenido la profundidad y “penetración” suficiente y haya salido derrotada, salvo en muy contadas ocasiones y en procesos en los que no está en juego el poder.

Para este análisis tenemos que comenzar por descartar algunos mitos; por ejemplo, el de la falta de unidad. La falta de unidad nos ha perjudicado y quitado oportunidades para ganar referendos, en elecciones parlamentarias, regionales o locales; pero, al menos, el problema nunca ha sido la falta de unidad para las elecciones presidenciales. Si bien no siempre hemos tenido un candidato unitario, sólido, producto de un proceso de selección aceptado por todos, dificultando así la incorporación de algunos dirigentes y partidos en la campaña de difusión del mensaje, afortunadamente, la polarización del país entre chavismo y anti chavismo, ha corregido esa falla y el pueblo con su preferencia ha hecho que siempre hayamos tenido un “candidato único”, mayoritario, que se opuso al candidato oficial y por el cual se votó masivamente. Las pocas e insustanciales disidencias que se han presentado, la propia población se ha encargado de “liquidarlas” al no votar por esos candidatos.

Partidos y líderes han demostrado ser muy hábiles para “acordar” una figura que represente, por lo menos a ellos y sus intereses, en los procesos electorales; pero, a juzgar por los resultados, al parecer esa figura no representó lo suficientemente la aspiración de la mayoría de los venezolanos. Si bien, como mencioné, la forma en que hemos llegado a ese “candidato único” tiene mucho que ver con la polarización del país, la manera de designarlo más o menos tortuosa, los resultados han sido más o menos importantes, pero ineficaces. Ese es un punto a corregir.

Pero la forma de designar al candidato, que probablemente es una de las causas que explica esa falta de “penetración”, no es la única. Tampoco creo, como algunos dicen, que se deba a la ausencia de un “plan”, “programa”, “propuesta”.

De eso y de diagnósticos, hemos tenido bastantes, que nuestros candidatos, unos más que otros, han difundido en sus recorridos por el país, durante las campañas electorales; lo que debemos descifrar −en mi opinión− es ¿por qué no hemos dado con ese “mensaje” con el que el pueblo se pueda identificar y en el que se sienta representado?; ha faltado el mensaje de un proyecto que permita “perforar” el escudo antipolítico de los abstencionistas e indiferentes y la barrera que la demagogia y el populismo han creado en los sectores populares que aún se inclinan por el régimen, a pesar de la profunda crisis humanitaria en que han sumido al país.

Pero esto es un trípode y la tercera pata de ese trípode es la falta de identificación y la desconfianza del pueblo venezolano con los líderes y los partidos democráticos y tradicionales −y en general con todos los partidos−.

Los resultados electorales, las encuestas, periodistas, analistas políticos, y toda la pléyade que habla sobre política en el país, repiten hasta el cansancio lo del agotamiento del liderazgo opositor, el rechazo que parece suscitar en el ánimo popular y que impide superar las barreras para que ese proyecto opositor, ese plan, ese mensaje, por parte de candidatos y partidos opositores tenga calado suficiente para emocionar al país y sacarlo del marasmo en el que se encuentra. Este tema, que algunos identifican como “antipolítica”, se exacerbó en los 23 años de este régimen, pero su origen esta más atrás y está pendiente de revisar desde hace ya más de cincuenta años y que ya se hace ineludible que lo hagamos.

Con votos, simplemente, no se va a resolver esta situación, eso está claro. Un candidato único, con un “programa”, son importantes, pero no suficientes para derrotar este régimen; lo importante es todo lo que está detrás de esos votos, la organización política de los más de 100 mil activistas y militantes repartidos en más de 30 mil mesas, dispuestos a cuidar ese proceso y defender el resultado; y eso no es posible desarrollarlo sin una renovación, reorganización, legitimación −o como lo queramos llamar− a fondo, del liderazgo opositor, su organización y sus partidos es imprescindible; candidato, mensaje y partidos, son un trio virtuoso sin el cual no lograremos superar la crisis.

Eso supone un profundo e impostergable proceso de discusión, para la reconstrucción del tejido político, opositor, del país, que todos reclamamos como necesario, aunque sea una tela larga y difícil de cortar. Tema espinoso, éste de la legitimación y selección del liderazgo opositor, que abordaremos próximamente.

Politólog

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Werner Corrales

Asumir que la crisis de Venezuela nació en 2015 o con la llegada de Chávez al poder en 1999 puede llevarnos a cometer errores muy serios y a poner nuevamente en grave riesgo a la democracia, casi inmediatamente después de que logremos liberarnos del presente régimen.

Las lecciones a aprender hoy, en febrero de 2022 para la recuperación de la libertad y el progreso y para lograr que ellos se mantengan irreversibles en el futuro, incluyen fundamentalmente tres cosas: la necesidad de que acordarnos para que la nueva democracia que construyamos sea una democracia plena, que asegure para todos justicia, oportunidades para el progreso y el bienestar, y no se limite a asegurar elecciones limpias; en segundo lugar que los liderazgos se comprometan realmente con objetivos y estrategias para el desarrollo del país y no abandonen en ningún momento esos compromisos; y por último que hoy y no en 2024 se construya una unidad de los liderazgos en función de los principales objetivos de desarrollo, incluyendo los económicos, los de protección de la naturaleza y el ambiente, los de equidad social en las oportunidades y los de gobernanza democrática, trascendiendo unidades tácticas para participar en comicios.

El Proyecto de País de la Democracia del Siglo XX y la ruptura del compromiso de los liderazgos

El progreso continuo habido en todos los niveles sociales hasta 1978 había hecho realidad muchos de los objetivos del Proyecto de País de la Democracia alrededor del cual se habían comprometido de manera explícita sus líderes en 1958, cuyos resultados ya se expresaban para los primeros años 70, antes del boom de precios del petróleo, en una clase media en continuo progreso y expansión, educada y políticamente activa. El retroceso iniciado en 1979 y agravado hasta los años 90 resultaba del funcionamiento de una democracia que se apartaba progresivamente de los compromisos con el cambio social y el desarrollo con los que se había iniciado, y se reducía gradualmente a garantizar la alternabilidad en el poder; es decir una democracia electoral y no plena;[1]

El intento de revertir el deterioro del desarrollo venezolano en la última década del Siglo XX

En un intento de revertir el deterioro comentado, a partir de 1989 el segundo gobierno del presidente Pérez inició reformas y nuevas políticas dirigidas a corregir deformaciones del estilo de desarrollo, entre ellas una reforma institucional orientada a desaparecer vicios de excesivo centralismo político y administrativo, y reformas económicas que incluían un programa de ajustes instantáneos dirigido a detener el deterioro económico progresivo de la población que se había iniciado diez años antes. No habiéndose construido una plataforma suficiente de apoyo político a las reformas, liderazgos fundamentales del partido de gobierno adversaron partes importantes de ambas líneas de transformación, mientras líderes empresariales y laborales adversaron buena parte de las reformas económicas y muchas figuras de las élites intelectuales, económicas y políticas se abstuvieron de ofrecerles el apoyo que necesitaban;

La “antipolítica” en personalidades y medios: último eslabón de la cadena, no la causa inicial

El Caracazo de Febrero de 1989 y su represión por las Fuerzas Armadas, el primer golpe militar de 1992 y el debate habido sobre el mismo en el Congreso Nacional, así como las disidencias existentes en el seno de los liderazgos de AD y Copei, fueron empleadas por importantes medios de comunicación para lanzar campañas muy negativas para la imagen del sistema democrático, como fueron algunas novelas de gran audiencia en TV y coberturas tendenciosas en diarios de gran circulación. También fueron amplificados por iniciativas de personalidades prestigiosas como fue la de “Los Notables”, que criticaron de manera abierta deterioros que eran graves y reales en la democracia en medio de una gran debilidad de sus instituciones.

Pero no perdimos la democracia por la “antipolítica” practicada por algunos medios y personalidades, esos hechos eran el último eslabón de una cadena que comenzó con el deterioro en el desarrollo del país iniciado al final de la década de los años 70.

La degradación de la democracia de Venezuela y el debilitamiento de sus partidos que ya observábamos en la última década del Siglo XX eran dos expresiones de ese deterioro, que se fue haciendo importante en lo social en los años 80, hasta expresarse fuertemente en la esfera política con el Caracazo, los golpes militares de 1992, la interrupción del mandato del Presidente Pérez en 1993 y las campañas mediáticas que terminaron de minar la credibilidad del sistema democrático.

Toda esta secuencia erosionó el apoyo popular del que habían disfrutado los dos partidos mayoritarios[2] y deslegitimó a sus liderazgos en las bases de la sociedad, lo cual abrió las puertas por las que entró el chavismo para instalar y consolidar el actual Régimen Populista Autoritario cuyas ejecutorias llevaron al clímax actual de la crisis.

05-02-2022

[1] Una selección de ocho indicadores relevantes de desarrollo muestra la variación de la calidad de vida de la sociedad venezolana entre los años 1958-1978 y los que van de 1978 a 1998 en términos económicos, sociales e institucionales: i) el salario real del trabajador se multiplicó por más de 2 entre 1958 y 1978 (año más alto) para llegar en 1998 a ser una tercera parte del máximo y ser 25% más baja que la inicial de 1958; ii) el índice de precariedad laboral (suma del desempleo abierto y el empleo informal como % de la Población Económicamente Activa PEA) era de 59% en 1958, cayó a 43,6% en 1978 y llegó a 60,1% en 1998; iii) los homicidios al año por cada 100.000 habitantes pasaron de 13 en 1963 a 11 en 1978 a 17 en 1993 y a 20 en 1998; iv) la población en situación de pobreza de ingresos pasó de representar el 27% de la población total en 1971 a 35,2 % en 1989, 38,6% en 1993 y 64.3% en 1998. En términos absolutos, se pasó de 4.7 millones de pobres en 1978 a 10.9 millones en 1989 y a 14.9 millones en 1998, se triplicó el número de pobres en los últimos 20 años de la democracia; v) El índice de calidad del régimen de gobierno (Polity IV, de -10 para la autocracia absoluta a +10 para la mejor democracia) pasa de -3 en 1957 a +9 en 1975 para caer a +8 a partir de 1992; vi) el índice mundial de libertad (Freedom House, de 0 a 10) pasa de mantenerse en 9.2 entre 1976 y 1987 a mantenerse en 6,7 después de 1993; vii) en libertad económica (Fraser Institute) Venezuela es percibida en 1980 por encima del percentil 90 de todos los países del mundo, para caer al percentil 67 en 1990 y por debajo del percentil 25 en 1995; y viii) el número de protestas ciudadanas (Base de Datos El Bravo Pueblo, López Maya), crece desde 1980 y las protestas violentas pasan de ser el 40% del total en 1984 a representar el 80% del total a fines del siglo.

[2] La suma de los votos recibidos por AD y Copei en las elecciones generales habían pasado de ser un 50% del total de electores inscritos en 1963 a superar el 80% a partir de 1973, coincidiendo con la rama ascendente del progreso y caen a 32% en 1993 y a 6,6% en 1998, coincidiendo con el descrédito de los partidos y liderazgos y el máximo del retroceso social de los años finales de la democracia.

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Maxim Ross

Poco se ha escrito sobre este componente de la teoría del mercado en Adam Smith siendo que, en mi juicio, es quizás uno de las más importantes de todo el cuerpo teórico que expuso en la “Riqueza de las Naciones” y, como defiendo ahora, tanto como su tesis de la “mano invisible”, de todas la más difundida y controvertida. Digo esto porque, en realidad, su tesis sobre las ventajas comparativas es verdaderamente el meollo de su crítica al mercantilismo, cual fue el propósito central de su libro.[1]

En efecto, el punto de partida de Smith no es, como se cree, la defensa a ultranza de una teoría del mercado, aun cuando esta resulta como consecuencia de su confrontación con aquel sistema económico en la que expone la conveniencia de que cada país, en su caso como ejemplos Francia e Inglaterra, se especialicen en aquellas actividades productivas en las que posean ventajas comparativas en lugar, como creían los mercantilistas, de que cada país produjera de todo, De allí el famoso ejemplo de que Francia produjera y vendiera los vinos e Inglaterra las telas, como resultado de las ventajas que la una tenía en la agricultura del viñedo y la otra en la manufactura de lana de sus ovejas.

Decía: si ambos países se especializaran en ellas cada uno ganaría más que en elaborarlo todo, dado a Inglaterra le costarían menos los vinos franceses, por mas ser más eficiente su producción y a Francia menos las telas por la misma razón. Ambos ganarían por igual en el intercambio, pero para que esa ecuación funcionaria era indispensable y necesario que desaparecieran todas las intervenciones y coaliciones que eran propias del mercantilismo y se dejase que el mercado funcionara libremente, de allí que esta tesis es consecuencia de la anterior y no lo contrario,

Precisamente, para que el mercado pudiera contribuir con aquel postulado y cada quien (o cada país o región).pudiera desarrollar sus ventajas era imprescindible que el Estado abandonara sus funciones económicas, elevadamente distorsionantes de este principio. No olvidemos que la exposición contraria de Smith al mercantilismo no era solo por su postulado de “producir de todo”, sino que este sistema se fundamentó en una coalición monopolista entre el Estado y las grandes compañías mercantiles de su época, tratase de la de las Indias Orientales u Occidentales. De allí que el alcance de su tesis va mucho más allá que la simple defensa de la “mano invisible del mercado”.

De aquel punto de partida suena lógico que llegara a la conclusión de que cada quien debería especializarse en elaborar aquellos bienes o servicios en las que mayor ventaja tuviese y mayor utilidad o rentabilidad generase, esto es el conocido principio del “profit sake”, donde esa división del trabajo se manifestara libremente, siendo que este seria “el mejor de los mundos”, ya que allí ganarían todos, productores y consumidores, en el supuesto de que que todos fueran iguales[2]. Cuando eso sucediera, la economía de un país o región se orientaría como en una especie de “mano invisible” que fue la frase y la tesis que más se difundió. Nótese que, aun cuando repitamos, esta es consecuencia de la otra.

Sucede, entonces, que Smith es más conocido por ser el “padre de la economía de libre mercado”, lo cual es cierto por aquello de la “mano invisible”, pero poco más que menos, por su tesis fundacional de la división del trabajo, de la especialización y de las ventajas comparativas, cuan fue su controversia fundamental contra el mercantilismo.

Presentamos este punto de vista porque si examinamos todas las críticas que se ha hecho a este último principio lo dan como el fundante, como si precediera al anterior, lo que lo coloca más en terreno ideológico que en el teórico y lo estrictamente correcto esa la secuencia que siguió Smith, pero a ninguno de los adversarios se les ocurre abrir las críticas a los principios realmente fundantes. Pareciera, por decir algo, que es posible un mundo de ventajas comparativas, de especialización internacional y de división del trabajo sin un mercado libre que funcione. Extraña ecuación que no logro comprender.

[1] Véase “Adam Smith y los Mercantilistas” Ross, M.(1990)

[2] En otro momento discutiremos esta versión de Smith.

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Julio Castillo Sagarzazu

En el imaginario colectivo está anclada la idea de acuerdo con la cual, las revoluciones y los cambios de régimen han sido el resultado de actos extraordinarios que, han resuelto en un día, contradicciones de siglos anteriores. Todo esto tiene que ver con la épica que, normalmente y a posteriori, los vencedores y sus propagandistas han desparramado sobre la opinión publica.
Así las cosas, pensamos que la Revolución Francesa comenzó con la Toma de La Bastilla y la rusa con la Toma del Palacio de Invierno.
Nada más lejano de la verdad. Cuando esos dos acontecimientos tuvieron lugar ya habían ocurrido profundas transformaciones económicas, sociales y culturales en esas sociedades. La Francia de Luis XVI estaba dominada culturalmente, en sus clases intelectuales, por las ideas de la Ilustración. El poder económico ya no estaba en manos de la monarquía y la aristocracia. La corte de Versalles era un sindicato de manganzones y parásitos que no producían nada. Las posesiones feudales habían sido vaciadas por los siervos de la gleba que se fueron a las ciudades, aprendieron oficios y, con la platica ganada, devinieron en burguesía de comerciantes y banqueros que terminaron prestándole dinero al propio rey y empeñando las joyas de los aristócratas arruinados. Esta clase insurgente no fue la que asalto la Bastilla, pero fue la que creo y patrocino universidades; creo asociaciones de oficios; se juntó con sus pares de toda Europa y crearon Ligas de comerciantes y finanzas globalizando la economía de la época. Con todo este proceso, ganaron la batalla cultural de aquella sociedad y aquel momento histórico (Todo ocurrió cientos de años antes de que Gramsci postulara esta estrategia para que los comunistas tomaran el poder)
En Rusia ocurrió otro tanto. Sus elites instruidas (la mayoría de ella desde el exilio) fueron postulando las ideas y creando los partidos que provocaron en 1905 la primera irrupción contra el régimen de los zares. Luego, desarticulada por la guerra, aquella sociedad gobernada por una dinastía de siglos de pericia y acumulación de poder, termino cayendo en un proceso gradual desde aquel “domingo sangriento” en 1905 hasta 1917, cuando un regimiento de cosacos apostados frente al Palacio de Invierno resolvieron, sin autorización del Soviet de Petrogrado, entrar sin conseguir resistencia alguna. El palacio, por cierto, estaba resguardado por un regimiento femenino de la guardia zaristas con quienes terminaron confraternizando y bebiendo te, alrededor de un humeante samovar.
En la historia ciertamente ocurre irrupciones y cambios radicales de régimen, como los que resultaron de los acontecimientos que acabamos de citar, pero lo relevante es que estas transformaciones son el resultado de procesos de acumulación de fuerzas de los grupos insurgentes que suelen pasar por momentos de flujo y reflujo y de desarrollos irregulares y a veces imprevistos.
Lo cierto del caso es que las sociedades siempre combinan estos picos de insurgencia con tiempos de “normalización”. Todo esto es el reflejo lejano de lo que ocurre en la naturaleza y en el propio cuerpo humano. En la naturaleza, los procesos de irrupción (los volcanes, por ejemplo) los choques de grandes cuerpos celestes y los mega cataclismos son seguidos por largos periodos de relativa calma. Los cambios geológicos documentados, así lo demuestran.
En la fisiología humana ocurre otro tanto. La vida está asociada al proceso de división celular y de desencadenamiento de tormentas bioquímicas. No obstante, esta frenética actividad, consigue el momento para que las células colaboren entre sí para formar los tejidos y los tejidos a los órganos para que se cumplan las funciones vitales.
Si estas ideas las aplicamos (con cierta dosis de arbitrariedad, obviamente) a lo que ocurre hoy en Venezuela, podríamos afirmar que luego de la irrupción social de los años del 2013 al 2019, el país que no logro su Toma de la Bastilla o su alto al Palacio de Invierno, ha entrado, sin duda en un periodo de relativa “normalización” (comillas exprofeso para evitar la lapidación de quienes van a decir que Venezuela no se ha arreglado. Afirmación con la que estoy de acuerdo. Aprovecho, incluso, para declarar que bajo la aparente quietud, duerme el monstruo de una espantosa realidad social)
En realidad para lo que nos interesa esta temeraria afirmación es para poner en evidencia lo que pensamos es el modelo por el que está apostando el régimen y sobre como podríamos (con las reglas del Jiu Jitsu) aprovechar lo que ocurre para hacer avanzar el cambio y el rescate de la democracia y la libertad.
Veamos: En notas anteriores hemos manifestado que la burbuja (con sus dosis de dolarización y expansión del consumo para ciertos grupos) al contrario de sea un desencadenante de adormecimiento social, puede ser aprovechado precisamente para lo contrario. Dicho en otras palabras, deshacerse de la esclavitud de la bolsa CLAP, del bono de la patria y las limosnas organizadas, ha representado la conquista de parcelas de libertad individual que pueden tener su correlato político si se hace lo adecuado para que esto ocurra.
Otro elemento importante a considerar, en esta línea, es que el régimen chavista y el madurista no han tenido éxito en crear lo que los clásicos llamaban “una clase dominante”. El enraizamiento de la boliburguesia con la estructura económica del país es endeble y frágil. Los negocios a los que están vinculados estos sectores, aparte de opacos, son de efímera existencia: Importaciones desenfrenadas; explotación ilegal de minerales; tráfico de gasolina; contrabando de extracción etc. Su formación como elite social está muy lejos también de lo que ha sido la conducta universal de quienes se preparan para dominar a largo plazo. Las elites suelen formar a sus hijos, estimulan la academia, se hacen rodear de artistas e intelectuales que les ayuden a crear una cultura de largo aliento. En Venezuela, el nuevoriquismo ha producido una casta de gente cuyo fin cultural más importante es demostrar cómo le sobra el dinero. El mal gusto de los barrigones con guayas de oro en las cubiertas de los yates; las filas de Ferraris en los lugares de lujo; la estética “kitsch” de los Guaicaipuros de latón, así lo atestiguan. Sus hijos no están en las mejores universidades de Europa y los Estados Unidos formándose para dirigir el país, sino gastando la plata mal habida de los padres.
Con todo, esta burbuja de relativa “normalización” no ha conducido a un afianzamiento popular de Maduro. Todo lo contrario, incluso las encuestas que revelan un crecimiento sostenido de gente que opina que su situación económica ha mejorado, no revela un correlato de popularidad hacia el régimen.
Esto último no es un dato menor. Es la prueba elocuente de que es necesario aprovechar este momento para cumplir las tareas importantes en las que las fuerzas democráticas venezolanas deberían estar ocupadas.
En ese sentido hoy se debería estar trabajando en poner orden en la casa: 1) En rescatar la credibilidad de la dirección política opositora para que vuelva a entusiasmar. Para ello es imprescindible que se opera un profundo balance crítico de la actuación (hasta que duela); una reorganización de las estructuras y un remozamiento del pensamiento; 2) Prepararse para el próximo desafío político visible y previsible (los imprevisibles suelen agarrar a a todas las vanguardias sin pañuelo para el catarro) que son unas eventuales elecciones en 2024. Para ello, las estructuras remozadas deberán ponerse a trabajar para lograr una plataforma y un candidato unitario; 3) Ir preparando la narrativa del país que se sueña (el Proyecto País es un capital semilla); 4) Trabajar como aconseja Gramsci, en el liderazgo cultural del país. No entendido como el intelectual o artístico, que también, sino en el que representan millones de compatriotas que desarrollan iniciativas concretas y tienen contacto concreto con gente de carne y hueso. Una profunda tarea de “Scouting” es necesaria para ubicar las iniciativas, las dotes de líder de miles de esos venezolanos que andan en la búsqueda de una dirección unitaria y de una suerte de “estado mayor” que indique hacia dónde y cómo llegamos a la Tierra Prometida del fin de esta pesadilla.
Eso es lo que voluntariamente podemos decidir. La historia, caprichosa siempre, puede tenernos deparadas otras sorpresas. Si estas llegan, es mejor tener partidos fuertes y fuertes lazos con la gente para no equivocarse en la coyuntura, pero si esos acontecimientos no ocurren hay que ponerse a trabajar en lo previsible y en lo que tiene fecha fija.
Dos años en Venezuela no son mucho tiempo. ¡Manos a la obra!

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