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Opinión

Carlos Raúl Hernández

Hollywood ha sido siempre cañón subversivo contra el entramado del poder: corrupción judicial, turbideces de las grandes corporaciones, del poder político, la Iglesia, la mafia, los líderes, racismo, iniquidad, miseria, daños al ambiente, narcotráfico, corrupción policial. Al tiempo es de los principales aceleradores de pautas modernas de conducta y modernización social. En los años 30 el cine fue un milagro que contribuyó a recuperar la economía mundial. Por la cantidad de ingresos y empleo que produce, es una de las cuatro mayores industrias del planeta junto a la automotriz, las altas tecnologías y la energía. Como cualquier poder social autónomo, fue blanco del odio de conservadores de todos lados. Desde la izquierda, los filósofos de la Escuela de Frankfurt confundieron el medio con el mensaje y crearon contra él un rencor que aun respira, pese a su anacronismo. Theodor Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse elaboraron la seudoteoría contra la radio, el cine y la TV, uno de los más graves errores intelectuales del siglo XX, que todavía repiten los pericos también contra internet y el metaverso.

Su confusión viene de que Joseph Goebbels descubrió la potencia política del invento, convirtió al cine en punta de lanza, a Leni Reinfestal en cineasta oficial de los nazis, y la izquierda filosófica alemana no supo distinguir la maravilla creativa, del uso que le daba Adolf Hitler. Las grandes obras de Reinfestal, Olimpia y El triunfo de la voluntad, además de cúspides del llamado séptimo arte, son esenciales para entender el nacionalsocialismo. Sociólogos norteamericanos se embarcaron en los más ridículos disparates y simplezas ideológicas para hacer ver que las producciones cinematográficas envenenaban a seres humanos que suponían vacíos de moralidad y juicio, a los que una película manipulaba fácilmente. Luego vino la derecha, y el tristemente conocido senador Joseph McCarthy descubrió entre 1947 y 1954 que paradójicamente, por el contrario, Hollywood era un nido del comunismo que minaba la sociedad.

Desató la persecución a productores, guionistas, actores y técnicos. El senador y su Comité Contra Actividades Antinorteamericanas citan a declarar a 41 figuras de la industria. Pero la mitad rechazó asistir y denunciaron la violación de derechos constitucionales y crearon el Comité de la Primera Enmienda, encabezado por Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gregory Peck, Katherine Hepburn, Kirk Douglas, Henry Fonda, Vincent Price, Gene Kelly y David O´Selznik. Algunos prodigiosos creadores extranjeros, Bertold Brecht, Fritz Lang, Charles Chaplin, tuvieron que irse del país; y John Huston, norteamericano, renunció a su nacionalidad y se hizo irlandés. Exactamente como la Inquisición y la política identitaria actual, el Comité invertía la carga de la prueba. El acusado debía demostrar su inocencia y para ello denunciar a comunistas o simpatizantes encubiertos y hubo reptiles que incriminaron a sus compañeros. Arthur Miller los representa en Las brujas de Salem.

Jack Warner, fundador de Warner bros y Louis Meyer, de la Metro Goldwyn Meyer delataron a sus trabajadores, y en menor medida Humphrey Bogart también se quebró. Orson Wells dijo de aquellos que “entre sus piscinas y la dignidad humana, se quedaron con sus piscinas”. Pero recordemos que hubo leones inquebrantables, Kirk Douglas, Dalton Trumbo, y Stanley Kubrick, entre otros, que resplandecen después de tantos años en la cinta Trumbo (Jay Roach: 2015) El director de la película cuenta el drama de guionistas como Trumbo obligados a trabajar en la clandestinidad, con nombres falsos, como recuerda Woody Allen en El testaferro. Al final la decencia y el valor se impusieron. Trumbo hizo con seudónimo el guion de Espartaco, (1960) dirigida por Kubrick, tal vez el director más sólido de la historia del cine, protagonizada por el legendario, inquebrantable y ya entonces intocable Kirk Douglas. Los tres se la juegan a fondo, incluso amenazan al estudio, para que el nombre de Trumbo apareciera en los créditos, y crean una gran crisis. Douglas amenaza con abandonar el rodaje.

El estreno de la película es una bofetada a los cazadores de las brujas y síntoma de la decadencia del sombrío McCarthy. Hoy vemos el retorno del oscurantismo al cine y a la cultura en general, la persecución implacable de personas por actos de su vida privada, la cancelación. Comienza con Me too y su linchamiento histérico de pecadores, una de cuyas primeras víctimas es nada menos que un titán de la actuación, Kevin Spacey, (revisar nota hoy en vertigomundial.com) quien dejó películas sin estrenar hasta el momento. Luego Johnny Deep, Woody Allen, J.K Rowling porque cuestionó a fundamentalistas ridículos que niegan la realidad del sexo, y hablan de “personas que menstrúan” y no de “mujeres”. El cómico Azíz Anzari, acusado por una mujer a la que hizo sexo oral, según ella “sin su consentimiento” (el debería patentar la fórmula de cómo logró algo tan difícil), Plácido Domingo, Blake Bailey, autor de una biografía de Philip Roth con mil páginas, hasta ahora vetada de circulación. Igual Shia LaBeuf, Armie Hammer, Liam Neeson, Janet Jackson, Brendan Fraser, Winona Ryder, Megan Fox, Hilaria Baldwin y etc. La inquisición de la derecha volvió desde la izquierda.

@CarlosRaulHer

 4 min


Ismael Pérez Vigil

El motor de la política no se detiene, aunque nosotros no le hagamos caso. Eliminado otro derecho político a los venezolanos, tras abortar el referéndum revocatorio, el régimen de Nicolás Maduro se prepara para su nuevo reto electoral: las elecciones presidenciales de 2024.

Para lograr su reelección en 2024, Nicolás Maduro irá eliminando obstáculos que se le interponen en su propio entorno; irá aumentando la intimidación hacía sus oponentes y comprando apoyo de sus socios de negocios, seguidores y cómplices. Con simuladas negociaciones internacionales, con falsas aperturas, con cierta flexibilización −siempre que no pongan en peligro su dominio y control− tratará de incrementar su credibilidad internacional, en esa afanosa búsqueda de recuperar legitimidad, que es su obsesión.

Intentará engañar al país, al pueblo, vistiendo la realidad de una falsa “normalidad”, con “bodegones” y productos importados libremente, que terminarán de destruir a la industria nacional; buscará apoderarse de una parte de esos dólares que están entrando al país producto de los ahorros de los venezolanos y de quiénes desde el exterior tratan de liberar de penurias a familiares y amigos en Venezuela. Pero no cabe duda que de alguna forma, menos libre o más simulada, el gobierno organizará unas elecciones presidenciales en 2024.

De aquí a allá, la oposición democrática tendrá que decidir qué es lo que va a hacer; esperemos que no sea continuar la absurda política de la abstención; pero, también esperemos no llegar a esa elección de la misma forma, un tanto efímera, con que hemos llegado a otros procesos electorales. Es mucho lo que tenemos que ajustar en estos dos años y medio que faltan para llegar a ese proceso y tener alguna oportunidad, que hoy luce difícil e improbable.
Sabemos que en todas las elecciones desde 1999 hubo abusos, utilización de recursos del estado en favor del candidato o las opciones del régimen, trampas, saqueo de las arcas públicas, ventajismo, etc. pero nada de eso cambia los resultados y lo que sabemos de las estrategias de ambos sectores, en materia electoral. Vistos los resultados, la discusión siempre llega al punto de si vale o no la pena continuar con la estrategia de participar en los procesos electorales; y siempre la repregunta es: Y si no es así, ¿cuál es la otra alternativa o alternativas, a nuestro alcance y que estemos dispuestos a implementar?

En lo que a mí respecta creo que la estrategia de participar en los procesos electorales es la que le ha rendido mejores beneficios a la oposición y más daño le ha hecho al régimen, de allí su empeño en controlar esos procesos y estimular la indiferencia de los votantes y el desmembramiento y división de la oposición.

Además sabemos, pues lo vivimos desde el paro del 2002 y 2003, lo vivimos en 2014, 2017 y en 2019, que no tiene ningún impacto en el “ánimo” del gobierno, ni le afecta en su desempeño que salgan a manifestar en su contra cientos de personas, miles de personas o millones; eso no los arredra, ni atemoriza, simplemente lo desconocen y siempre dirán que no es cierto, que es una fabricación “mediática”, que ellos pueden movilizar más; en otras palabras, la estrategia de enfrentamiento de calle no da resultado con un gobierno que controla la FFAA, la policía y el sistema de justicia, y no le importa reprimir, hasta el extremo que sea necesario, para mantenerse en el poder; es una pelea totalmente desigual y lo que produce en nuestro lado es muerte, frustración y deserción, de la que es difícil recuperarse.

Lo que no sabemos, pues nunca ha ocurrido, es qué pasaría si al régimen se le derrota en una elección importante, en una elección en la que esté en juego el poder. ¿Qué pasaría? Primero, ¿Saldrá el pueblo a defender ese triunfo? ¿Lo habremos preparado para eso? Segundo, ¿Saldrá la FFAA a jugársela y a reprimir el pueblo por defender al régimen? Estas son las interrogantes que yo me hago, ¿Cuáles son las que se hace usted?

Por lo tanto, la hora ha llegado de discutir una estrategia por parte de la oposición que nos saque del profundo hueco en el que parece que estamos.

Para eso debemos considerar algunos aspectos, −no solo el de la actuación abusiva, la demagogia y el populismo del régimen y las trampas, que bien sabemos que aplican− sino también las causas por las que la oposición democrática no ha tenido la profundidad y “penetración” suficiente y haya salido derrotada, salvo en muy contadas ocasiones y en procesos en los que no está en juego el poder.

Para este análisis tenemos que comenzar por descartar algunos mitos; por ejemplo, el de la falta de unidad. La falta de unidad nos ha perjudicado y quitado oportunidades para ganar referendos, en elecciones parlamentarias, regionales o locales; pero, al menos, el problema nunca ha sido la falta de unidad para las elecciones presidenciales. Si bien no siempre hemos tenido un candidato unitario, sólido, producto de un proceso de selección aceptado por todos, dificultando así la incorporación de algunos dirigentes y partidos en la campaña de difusión del mensaje, afortunadamente, la polarización del país entre chavismo y anti chavismo, ha corregido esa falla y el pueblo con su preferencia ha hecho que siempre hayamos tenido un “candidato único”, mayoritario, que se opuso al candidato oficial y por el cual se votó masivamente. Las pocas e insustanciales disidencias que se han presentado, la propia población se ha encargado de “liquidarlas” al no votar por esos candidatos.

Partidos y líderes han demostrado ser muy hábiles para “acordar” una figura que represente, por lo menos a ellos y sus intereses, en los procesos electorales; pero, a juzgar por los resultados, al parecer esa figura no representó lo suficientemente la aspiración de la mayoría de los venezolanos. Si bien, como mencioné, la forma en que hemos llegado a ese “candidato único” tiene mucho que ver con la polarización del país, la manera de designarlo más o menos tortuosa, los resultados han sido más o menos importantes, pero ineficaces. Ese es un punto a corregir.

Pero la forma de designar al candidato, que probablemente es una de las causas que explica esa falta de “penetración”, no es la única. Tampoco creo, como algunos dicen, que se deba a la ausencia de un “plan”, “programa”, “propuesta”.

De eso y de diagnósticos, hemos tenido bastantes, que nuestros candidatos, unos más que otros, han difundido en sus recorridos por el país, durante las campañas electorales; lo que debemos descifrar −en mi opinión− es ¿por qué no hemos dado con ese “mensaje” con el que el pueblo se pueda identificar y en el que se sienta representado?; ha faltado el mensaje de un proyecto que permita “perforar” el escudo antipolítico de los abstencionistas e indiferentes y la barrera que la demagogia y el populismo han creado en los sectores populares que aún se inclinan por el régimen, a pesar de la profunda crisis humanitaria en que han sumido al país.

Pero esto es un trípode y la tercera pata de ese trípode es la falta de identificación y la desconfianza del pueblo venezolano con los líderes y los partidos democráticos y tradicionales −y en general con todos los partidos−.

Los resultados electorales, las encuestas, periodistas, analistas políticos, y toda la pléyade que habla sobre política en el país, repiten hasta el cansancio lo del agotamiento del liderazgo opositor, el rechazo que parece suscitar en el ánimo popular y que impide superar las barreras para que ese proyecto opositor, ese plan, ese mensaje, por parte de candidatos y partidos opositores tenga calado suficiente para emocionar al país y sacarlo del marasmo en el que se encuentra. Este tema, que algunos identifican como “antipolítica”, se exacerbó en los 23 años de este régimen, pero su origen esta más atrás y está pendiente de revisar desde hace ya más de cincuenta años y que ya se hace ineludible que lo hagamos.

Con votos, simplemente, no se va a resolver esta situación, eso está claro. Un candidato único, con un “programa”, son importantes, pero no suficientes para derrotar este régimen; lo importante es todo lo que está detrás de esos votos, la organización política de los más de 100 mil activistas y militantes repartidos en más de 30 mil mesas, dispuestos a cuidar ese proceso y defender el resultado; y eso no es posible desarrollarlo sin una renovación, reorganización, legitimación −o como lo queramos llamar− a fondo, del liderazgo opositor, su organización y sus partidos es imprescindible; candidato, mensaje y partidos, son un trio virtuoso sin el cual no lograremos superar la crisis.

Eso supone un profundo e impostergable proceso de discusión, para la reconstrucción del tejido político, opositor, del país, que todos reclamamos como necesario, aunque sea una tela larga y difícil de cortar. Tema espinoso, éste de la legitimación y selección del liderazgo opositor, que abordaremos próximamente.

Politólog

 7 min


Werner Corrales

Asumir que la crisis de Venezuela nació en 2015 o con la llegada de Chávez al poder en 1999 puede llevarnos a cometer errores muy serios y a poner nuevamente en grave riesgo a la democracia, casi inmediatamente después de que logremos liberarnos del presente régimen.

Las lecciones a aprender hoy, en febrero de 2022 para la recuperación de la libertad y el progreso y para lograr que ellos se mantengan irreversibles en el futuro, incluyen fundamentalmente tres cosas: la necesidad de que acordarnos para que la nueva democracia que construyamos sea una democracia plena, que asegure para todos justicia, oportunidades para el progreso y el bienestar, y no se limite a asegurar elecciones limpias; en segundo lugar que los liderazgos se comprometan realmente con objetivos y estrategias para el desarrollo del país y no abandonen en ningún momento esos compromisos; y por último que hoy y no en 2024 se construya una unidad de los liderazgos en función de los principales objetivos de desarrollo, incluyendo los económicos, los de protección de la naturaleza y el ambiente, los de equidad social en las oportunidades y los de gobernanza democrática, trascendiendo unidades tácticas para participar en comicios.

El Proyecto de País de la Democracia del Siglo XX y la ruptura del compromiso de los liderazgos

El progreso continuo habido en todos los niveles sociales hasta 1978 había hecho realidad muchos de los objetivos del Proyecto de País de la Democracia alrededor del cual se habían comprometido de manera explícita sus líderes en 1958, cuyos resultados ya se expresaban para los primeros años 70, antes del boom de precios del petróleo, en una clase media en continuo progreso y expansión, educada y políticamente activa. El retroceso iniciado en 1979 y agravado hasta los años 90 resultaba del funcionamiento de una democracia que se apartaba progresivamente de los compromisos con el cambio social y el desarrollo con los que se había iniciado, y se reducía gradualmente a garantizar la alternabilidad en el poder; es decir una democracia electoral y no plena;[1]

El intento de revertir el deterioro del desarrollo venezolano en la última década del Siglo XX

En un intento de revertir el deterioro comentado, a partir de 1989 el segundo gobierno del presidente Pérez inició reformas y nuevas políticas dirigidas a corregir deformaciones del estilo de desarrollo, entre ellas una reforma institucional orientada a desaparecer vicios de excesivo centralismo político y administrativo, y reformas económicas que incluían un programa de ajustes instantáneos dirigido a detener el deterioro económico progresivo de la población que se había iniciado diez años antes. No habiéndose construido una plataforma suficiente de apoyo político a las reformas, liderazgos fundamentales del partido de gobierno adversaron partes importantes de ambas líneas de transformación, mientras líderes empresariales y laborales adversaron buena parte de las reformas económicas y muchas figuras de las élites intelectuales, económicas y políticas se abstuvieron de ofrecerles el apoyo que necesitaban;

La “antipolítica” en personalidades y medios: último eslabón de la cadena, no la causa inicial

El Caracazo de Febrero de 1989 y su represión por las Fuerzas Armadas, el primer golpe militar de 1992 y el debate habido sobre el mismo en el Congreso Nacional, así como las disidencias existentes en el seno de los liderazgos de AD y Copei, fueron empleadas por importantes medios de comunicación para lanzar campañas muy negativas para la imagen del sistema democrático, como fueron algunas novelas de gran audiencia en TV y coberturas tendenciosas en diarios de gran circulación. También fueron amplificados por iniciativas de personalidades prestigiosas como fue la de “Los Notables”, que criticaron de manera abierta deterioros que eran graves y reales en la democracia en medio de una gran debilidad de sus instituciones.

Pero no perdimos la democracia por la “antipolítica” practicada por algunos medios y personalidades, esos hechos eran el último eslabón de una cadena que comenzó con el deterioro en el desarrollo del país iniciado al final de la década de los años 70.

La degradación de la democracia de Venezuela y el debilitamiento de sus partidos que ya observábamos en la última década del Siglo XX eran dos expresiones de ese deterioro, que se fue haciendo importante en lo social en los años 80, hasta expresarse fuertemente en la esfera política con el Caracazo, los golpes militares de 1992, la interrupción del mandato del Presidente Pérez en 1993 y las campañas mediáticas que terminaron de minar la credibilidad del sistema democrático.

Toda esta secuencia erosionó el apoyo popular del que habían disfrutado los dos partidos mayoritarios[2] y deslegitimó a sus liderazgos en las bases de la sociedad, lo cual abrió las puertas por las que entró el chavismo para instalar y consolidar el actual Régimen Populista Autoritario cuyas ejecutorias llevaron al clímax actual de la crisis.

05-02-2022

[1] Una selección de ocho indicadores relevantes de desarrollo muestra la variación de la calidad de vida de la sociedad venezolana entre los años 1958-1978 y los que van de 1978 a 1998 en términos económicos, sociales e institucionales: i) el salario real del trabajador se multiplicó por más de 2 entre 1958 y 1978 (año más alto) para llegar en 1998 a ser una tercera parte del máximo y ser 25% más baja que la inicial de 1958; ii) el índice de precariedad laboral (suma del desempleo abierto y el empleo informal como % de la Población Económicamente Activa PEA) era de 59% en 1958, cayó a 43,6% en 1978 y llegó a 60,1% en 1998; iii) los homicidios al año por cada 100.000 habitantes pasaron de 13 en 1963 a 11 en 1978 a 17 en 1993 y a 20 en 1998; iv) la población en situación de pobreza de ingresos pasó de representar el 27% de la población total en 1971 a 35,2 % en 1989, 38,6% en 1993 y 64.3% en 1998. En términos absolutos, se pasó de 4.7 millones de pobres en 1978 a 10.9 millones en 1989 y a 14.9 millones en 1998, se triplicó el número de pobres en los últimos 20 años de la democracia; v) El índice de calidad del régimen de gobierno (Polity IV, de -10 para la autocracia absoluta a +10 para la mejor democracia) pasa de -3 en 1957 a +9 en 1975 para caer a +8 a partir de 1992; vi) el índice mundial de libertad (Freedom House, de 0 a 10) pasa de mantenerse en 9.2 entre 1976 y 1987 a mantenerse en 6,7 después de 1993; vii) en libertad económica (Fraser Institute) Venezuela es percibida en 1980 por encima del percentil 90 de todos los países del mundo, para caer al percentil 67 en 1990 y por debajo del percentil 25 en 1995; y viii) el número de protestas ciudadanas (Base de Datos El Bravo Pueblo, López Maya), crece desde 1980 y las protestas violentas pasan de ser el 40% del total en 1984 a representar el 80% del total a fines del siglo.

[2] La suma de los votos recibidos por AD y Copei en las elecciones generales habían pasado de ser un 50% del total de electores inscritos en 1963 a superar el 80% a partir de 1973, coincidiendo con la rama ascendente del progreso y caen a 32% en 1993 y a 6,6% en 1998, coincidiendo con el descrédito de los partidos y liderazgos y el máximo del retroceso social de los años finales de la democracia.

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Maxim Ross

Poco se ha escrito sobre este componente de la teoría del mercado en Adam Smith siendo que, en mi juicio, es quizás uno de las más importantes de todo el cuerpo teórico que expuso en la “Riqueza de las Naciones” y, como defiendo ahora, tanto como su tesis de la “mano invisible”, de todas la más difundida y controvertida. Digo esto porque, en realidad, su tesis sobre las ventajas comparativas es verdaderamente el meollo de su crítica al mercantilismo, cual fue el propósito central de su libro.[1]

En efecto, el punto de partida de Smith no es, como se cree, la defensa a ultranza de una teoría del mercado, aun cuando esta resulta como consecuencia de su confrontación con aquel sistema económico en la que expone la conveniencia de que cada país, en su caso como ejemplos Francia e Inglaterra, se especialicen en aquellas actividades productivas en las que posean ventajas comparativas en lugar, como creían los mercantilistas, de que cada país produjera de todo, De allí el famoso ejemplo de que Francia produjera y vendiera los vinos e Inglaterra las telas, como resultado de las ventajas que la una tenía en la agricultura del viñedo y la otra en la manufactura de lana de sus ovejas.

Decía: si ambos países se especializaran en ellas cada uno ganaría más que en elaborarlo todo, dado a Inglaterra le costarían menos los vinos franceses, por mas ser más eficiente su producción y a Francia menos las telas por la misma razón. Ambos ganarían por igual en el intercambio, pero para que esa ecuación funcionaria era indispensable y necesario que desaparecieran todas las intervenciones y coaliciones que eran propias del mercantilismo y se dejase que el mercado funcionara libremente, de allí que esta tesis es consecuencia de la anterior y no lo contrario,

Precisamente, para que el mercado pudiera contribuir con aquel postulado y cada quien (o cada país o región).pudiera desarrollar sus ventajas era imprescindible que el Estado abandonara sus funciones económicas, elevadamente distorsionantes de este principio. No olvidemos que la exposición contraria de Smith al mercantilismo no era solo por su postulado de “producir de todo”, sino que este sistema se fundamentó en una coalición monopolista entre el Estado y las grandes compañías mercantiles de su época, tratase de la de las Indias Orientales u Occidentales. De allí que el alcance de su tesis va mucho más allá que la simple defensa de la “mano invisible del mercado”.

De aquel punto de partida suena lógico que llegara a la conclusión de que cada quien debería especializarse en elaborar aquellos bienes o servicios en las que mayor ventaja tuviese y mayor utilidad o rentabilidad generase, esto es el conocido principio del “profit sake”, donde esa división del trabajo se manifestara libremente, siendo que este seria “el mejor de los mundos”, ya que allí ganarían todos, productores y consumidores, en el supuesto de que que todos fueran iguales[2]. Cuando eso sucediera, la economía de un país o región se orientaría como en una especie de “mano invisible” que fue la frase y la tesis que más se difundió. Nótese que, aun cuando repitamos, esta es consecuencia de la otra.

Sucede, entonces, que Smith es más conocido por ser el “padre de la economía de libre mercado”, lo cual es cierto por aquello de la “mano invisible”, pero poco más que menos, por su tesis fundacional de la división del trabajo, de la especialización y de las ventajas comparativas, cuan fue su controversia fundamental contra el mercantilismo.

Presentamos este punto de vista porque si examinamos todas las críticas que se ha hecho a este último principio lo dan como el fundante, como si precediera al anterior, lo que lo coloca más en terreno ideológico que en el teórico y lo estrictamente correcto esa la secuencia que siguió Smith, pero a ninguno de los adversarios se les ocurre abrir las críticas a los principios realmente fundantes. Pareciera, por decir algo, que es posible un mundo de ventajas comparativas, de especialización internacional y de división del trabajo sin un mercado libre que funcione. Extraña ecuación que no logro comprender.

[1] Véase “Adam Smith y los Mercantilistas” Ross, M.(1990)

[2] En otro momento discutiremos esta versión de Smith.

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Julio Castillo Sagarzazu

En el imaginario colectivo está anclada la idea de acuerdo con la cual, las revoluciones y los cambios de régimen han sido el resultado de actos extraordinarios que, han resuelto en un día, contradicciones de siglos anteriores. Todo esto tiene que ver con la épica que, normalmente y a posteriori, los vencedores y sus propagandistas han desparramado sobre la opinión publica.
Así las cosas, pensamos que la Revolución Francesa comenzó con la Toma de La Bastilla y la rusa con la Toma del Palacio de Invierno.
Nada más lejano de la verdad. Cuando esos dos acontecimientos tuvieron lugar ya habían ocurrido profundas transformaciones económicas, sociales y culturales en esas sociedades. La Francia de Luis XVI estaba dominada culturalmente, en sus clases intelectuales, por las ideas de la Ilustración. El poder económico ya no estaba en manos de la monarquía y la aristocracia. La corte de Versalles era un sindicato de manganzones y parásitos que no producían nada. Las posesiones feudales habían sido vaciadas por los siervos de la gleba que se fueron a las ciudades, aprendieron oficios y, con la platica ganada, devinieron en burguesía de comerciantes y banqueros que terminaron prestándole dinero al propio rey y empeñando las joyas de los aristócratas arruinados. Esta clase insurgente no fue la que asalto la Bastilla, pero fue la que creo y patrocino universidades; creo asociaciones de oficios; se juntó con sus pares de toda Europa y crearon Ligas de comerciantes y finanzas globalizando la economía de la época. Con todo este proceso, ganaron la batalla cultural de aquella sociedad y aquel momento histórico (Todo ocurrió cientos de años antes de que Gramsci postulara esta estrategia para que los comunistas tomaran el poder)
En Rusia ocurrió otro tanto. Sus elites instruidas (la mayoría de ella desde el exilio) fueron postulando las ideas y creando los partidos que provocaron en 1905 la primera irrupción contra el régimen de los zares. Luego, desarticulada por la guerra, aquella sociedad gobernada por una dinastía de siglos de pericia y acumulación de poder, termino cayendo en un proceso gradual desde aquel “domingo sangriento” en 1905 hasta 1917, cuando un regimiento de cosacos apostados frente al Palacio de Invierno resolvieron, sin autorización del Soviet de Petrogrado, entrar sin conseguir resistencia alguna. El palacio, por cierto, estaba resguardado por un regimiento femenino de la guardia zaristas con quienes terminaron confraternizando y bebiendo te, alrededor de un humeante samovar.
En la historia ciertamente ocurre irrupciones y cambios radicales de régimen, como los que resultaron de los acontecimientos que acabamos de citar, pero lo relevante es que estas transformaciones son el resultado de procesos de acumulación de fuerzas de los grupos insurgentes que suelen pasar por momentos de flujo y reflujo y de desarrollos irregulares y a veces imprevistos.
Lo cierto del caso es que las sociedades siempre combinan estos picos de insurgencia con tiempos de “normalización”. Todo esto es el reflejo lejano de lo que ocurre en la naturaleza y en el propio cuerpo humano. En la naturaleza, los procesos de irrupción (los volcanes, por ejemplo) los choques de grandes cuerpos celestes y los mega cataclismos son seguidos por largos periodos de relativa calma. Los cambios geológicos documentados, así lo demuestran.
En la fisiología humana ocurre otro tanto. La vida está asociada al proceso de división celular y de desencadenamiento de tormentas bioquímicas. No obstante, esta frenética actividad, consigue el momento para que las células colaboren entre sí para formar los tejidos y los tejidos a los órganos para que se cumplan las funciones vitales.
Si estas ideas las aplicamos (con cierta dosis de arbitrariedad, obviamente) a lo que ocurre hoy en Venezuela, podríamos afirmar que luego de la irrupción social de los años del 2013 al 2019, el país que no logro su Toma de la Bastilla o su alto al Palacio de Invierno, ha entrado, sin duda en un periodo de relativa “normalización” (comillas exprofeso para evitar la lapidación de quienes van a decir que Venezuela no se ha arreglado. Afirmación con la que estoy de acuerdo. Aprovecho, incluso, para declarar que bajo la aparente quietud, duerme el monstruo de una espantosa realidad social)
En realidad para lo que nos interesa esta temeraria afirmación es para poner en evidencia lo que pensamos es el modelo por el que está apostando el régimen y sobre como podríamos (con las reglas del Jiu Jitsu) aprovechar lo que ocurre para hacer avanzar el cambio y el rescate de la democracia y la libertad.
Veamos: En notas anteriores hemos manifestado que la burbuja (con sus dosis de dolarización y expansión del consumo para ciertos grupos) al contrario de sea un desencadenante de adormecimiento social, puede ser aprovechado precisamente para lo contrario. Dicho en otras palabras, deshacerse de la esclavitud de la bolsa CLAP, del bono de la patria y las limosnas organizadas, ha representado la conquista de parcelas de libertad individual que pueden tener su correlato político si se hace lo adecuado para que esto ocurra.
Otro elemento importante a considerar, en esta línea, es que el régimen chavista y el madurista no han tenido éxito en crear lo que los clásicos llamaban “una clase dominante”. El enraizamiento de la boliburguesia con la estructura económica del país es endeble y frágil. Los negocios a los que están vinculados estos sectores, aparte de opacos, son de efímera existencia: Importaciones desenfrenadas; explotación ilegal de minerales; tráfico de gasolina; contrabando de extracción etc. Su formación como elite social está muy lejos también de lo que ha sido la conducta universal de quienes se preparan para dominar a largo plazo. Las elites suelen formar a sus hijos, estimulan la academia, se hacen rodear de artistas e intelectuales que les ayuden a crear una cultura de largo aliento. En Venezuela, el nuevoriquismo ha producido una casta de gente cuyo fin cultural más importante es demostrar cómo le sobra el dinero. El mal gusto de los barrigones con guayas de oro en las cubiertas de los yates; las filas de Ferraris en los lugares de lujo; la estética “kitsch” de los Guaicaipuros de latón, así lo atestiguan. Sus hijos no están en las mejores universidades de Europa y los Estados Unidos formándose para dirigir el país, sino gastando la plata mal habida de los padres.
Con todo, esta burbuja de relativa “normalización” no ha conducido a un afianzamiento popular de Maduro. Todo lo contrario, incluso las encuestas que revelan un crecimiento sostenido de gente que opina que su situación económica ha mejorado, no revela un correlato de popularidad hacia el régimen.
Esto último no es un dato menor. Es la prueba elocuente de que es necesario aprovechar este momento para cumplir las tareas importantes en las que las fuerzas democráticas venezolanas deberían estar ocupadas.
En ese sentido hoy se debería estar trabajando en poner orden en la casa: 1) En rescatar la credibilidad de la dirección política opositora para que vuelva a entusiasmar. Para ello es imprescindible que se opera un profundo balance crítico de la actuación (hasta que duela); una reorganización de las estructuras y un remozamiento del pensamiento; 2) Prepararse para el próximo desafío político visible y previsible (los imprevisibles suelen agarrar a a todas las vanguardias sin pañuelo para el catarro) que son unas eventuales elecciones en 2024. Para ello, las estructuras remozadas deberán ponerse a trabajar para lograr una plataforma y un candidato unitario; 3) Ir preparando la narrativa del país que se sueña (el Proyecto País es un capital semilla); 4) Trabajar como aconseja Gramsci, en el liderazgo cultural del país. No entendido como el intelectual o artístico, que también, sino en el que representan millones de compatriotas que desarrollan iniciativas concretas y tienen contacto concreto con gente de carne y hueso. Una profunda tarea de “Scouting” es necesaria para ubicar las iniciativas, las dotes de líder de miles de esos venezolanos que andan en la búsqueda de una dirección unitaria y de una suerte de “estado mayor” que indique hacia dónde y cómo llegamos a la Tierra Prometida del fin de esta pesadilla.
Eso es lo que voluntariamente podemos decidir. La historia, caprichosa siempre, puede tenernos deparadas otras sorpresas. Si estas llegan, es mejor tener partidos fuertes y fuertes lazos con la gente para no equivocarse en la coyuntura, pero si esos acontecimientos no ocurren hay que ponerse a trabajar en lo previsible y en lo que tiene fecha fija.
Dos años en Venezuela no son mucho tiempo. ¡Manos a la obra!

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Jesús Elorza G.

El día anterior a la celebración del XXX Aniversario del 4F, Nicolás no podía conciliar el sueño buscando como presentar un show distinto en esa fecha. Luego, de buscar y rebuscar en experiencias de actos celebrados en otros países, como el 26 de julio en Cuba, la revolución rusa y el 9 de septiembre en Corea del Norte, decidió darle un giro de renovación a los actos conmemorativos del golpe fallido en febrero de 1992.

Treinta años han pasado y no podemos seguir repitiendo la misma cantaleta, se decía a si mismo Nicolás. Ya está bueno del “Por ahora”, si quiero pasar a la historia debo darle un viraje a la narrativa de esos hechos y dirigirla a mi persona. En ese sentido, he preparado mi discurso con el siguiente contenido:

Apreciados camaradas, en esta gloriosa fecha, que marcó el inicio de nuestra “revolución” bolivariana quiero manifestarles que he sembrado un nuevo “Árbol de tres raíces” puesto que el pensamiento de Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez y Bolívar ya no le trasmiten nada a la población. En consecuencia, los hermanos Castro (Fidel y Raúl), Vladímir Putin y Xi Jinping serán a partir de ahora las nuevas raíces de nuestro socialismo del siglo XXI. Este nuevo árbol, será abonado permanentemente con tierra y fertilizantes iraníes, turcos, sirios, nicaragüenses y bolivianos. Además, será regado con aguas especiales del Hezbollah.

Especial atención merece, en este marco renovador de un nuevo 4F, la defensa armada de nuestra “revolución” en este sentido el concepto de Fuerzas Armadas (FFAA) será sustituido por el “PUEBLO EN ARMAS” integrado en su totalidad por nuestros milicianos, los grupos paramilitares, las bandas armadas de delincuentes que nos apoyan, los disidentes de las FARC y el ELN. Y con el apoyo de las raíces del nuevo árbol, daremos paso a un viejo sueño del Che Guevara en la construcción de bases misilísticas en nuestro suelo patrio para asegurar nuestras defensas frente al imperio agresor.

En materia económica, apreciados camaradas, me lleno de orgullo al señalar que en mi gobierno hemos avanzado y consolidado la etapa superior del socialismo bolivariano al instaurar “La revolución neo-liberal capitalista salvaje del siglo XXI” con la dolarización de la economía y el pago de salarios y pensiones en bolívares devaluados. Producto de la aplicación de este modelo económico hemos visto como el incremento de los precios de la gasolina no generaron protesta alguna, los supermercados con anaqueles llenos de variedad de productos y el nuevo esquema de bodegones tiene a todas las personas con los ojos desorbitados y boquiabiertos por la calidad de productos generados por mi gobierno… que más queréis diría mi abuela.

La primera combatiente, que logró escuchar esta última parte, le dijo muy sonriente “Mi amor que grande eres, Marx y Lenin quedaron como niños de pecho frente a tus teorías económicas”. Sigue así, y tendrás asegurada "Por ahora" y por siempre una nueva reelección.

Espérate que no he terminado, ripostó Nicolás. Camaradas, mi modelo económico, no está terminado. Debemos avanzar en el establecimiento del partido único para consolidar la economía. En tal sentido, el desarrollo del poder popular es una obligación de nuestra “revolución” en los próximos años. Las Comunas y los Consejos Comunales deben pasar a ser la nueva estructura de gobierno para el país, deben sustituir a los Concejos Municipales, Alcaldías y Gobernaciones. De allí, surgirán los delegados a la Asamblea del Pueblo que serán los encargados de escoger a las autoridades del partido único cuyo presidente será el presidente del país. Nota especial, que debo decirla en este acto aniversario es la inclusión en la nueva constitución de la obligación que tendrán todos los ciudadanos de estar inscritos en el Partido Único, quien no lo haga se jodió, perdonen el lapsus, quien no lo haga tendrá que irse del país.

Al oír, aquella perorata, los milicianos traídos para el acto central comenzaron a aullar:

…..Maduro seguro / al imperio dale duro.

Mientras, en los bodegones y supermercados las ventas bajaban notablemente, muchos miraban pocos compraban. Los salarios no alcanzaban para adquirir la cesta básica de alimentos. La desnutrición alcanzaba a más del 85% de la población. La pobreza crítica se extendía por todo el país. Las enfermedades causaban estragos en la población por la crisis hospitalaria y los costos de las medicinas. Daba la impresión, que la consigna Patria o Muerte, también había sido renovada por Nicolás:

…..Patria para los enchufaos / muerte para el pueblo

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Fernando Mires

Es difícil hablar de la condición humana, entre otras cosas porque no sabemos muy bien como es. Más bien parece que en vez de ser un “es”, es un “hacerse”. No lo digo solo porque estamos sometidos a las leyes de la evolución, como todas las especies animadas lo están. Lo digo porque estamos obligados a cambiar nuestros modos de ser en el curso del tiempo, so pena de vivir bajo una tradición perpetua.

No estamos regulados por nuestros instintos. La filosofía lacaniana (sí, filosofía) diría: lo estamos por nuestros deseos. Pero no es lo mismo. Nuestros deseos no siempre están determinados por instintos. Hay deseos que vienen de la razón. Desear leer a Quevedo o Neruda no es instintivo, es un deseo adquirido desde la razón comunicativa (Habermas). Lo que sabemos, porque así lo hemos constatado, es que a diferencia de la gran mayoría de los seres animados, la condición humana carece, para bien o para mal -más bien creo que para mal- de ese atributo que los biólogos llaman “solidaridad de especie”.

Los humanos matan a humanos. Luego, el hombre no es el lobo del hombre -como dictaminó Hobbes- pues los lobos no matan lobos. En cambio nosotros, desde Caín hasta nuestros días, no hemos dejado de matarnos unos a otros. Nunca han faltado razones: ya sea por el honor, por el amor, por la familia, por la patria, por la revolución, por dios o los dioses, por la libertad y la democracia, matamos.

Creo que fue Hannah Arendt quien dijo que siempre hacemos la guerra para alcanzar la paz pero nunca hacemos la paz para alcanzar la guerra. La paz, en efecto, no requiere de ninguna fundamentación. En cambio la guerra siempre debe ser fundamentada. Y aquí topamos con una segunda característica de la supuesta condición humana. Me refiero a nuestra capacidad de fundamentar. ¿Por qué fundamentamos a las guerras? La respuesta es sencilla: porque no hay guerras sin muertos, y no matar es la primera ley de la civilización humana.

Las guerras son asesinatos colectivos y para cometerlos debemos buscar muchas razones pues esas muertes colisionan con los mandamientos de todas las religiones y con la letra de todas las constituciones. Matar es un acto pre-religioso y pre-constitucional. Podríamos agregar también, pre-político. La guerra es una regresión a los orígenes de nuestra especie. Por lo mismo, la guerra, para ser fundamentada, requiere ser presentada como acto “civilizado”.

No faltan incluso quienes han escrito sobre el “arte de la guerra” (Sun Tzu es considerado un clásico). Otros, como Clausewitz, la han convertido en ciencia. Está claro: el arte y la ciencia son disciplinas post-civilizatorias. ¿Qué mejor entonces que una guerra artística o una guerra científica? Solo los que viven las guerras (¿habrá que leer de nuevo Sin Novedad en el Frente de Erich María Remarque?) saben que destripar a un ser humano es el acto menos artístico y menos científico que podemos imaginar. La hipocresía –una característica muy propia a la condición humana– parece no tener límites.

¿Por qué estoy escribiendo estas líneas? Puede que alguien se pregunte eso, pues yo mismo me lo estoy peguntando. La razón es la siguiente: Ella está conectada con un artículo del ex ministro de relaciones exteriores de Alemania, Joschka Fischer (a mi juicio, el más brillante que ha tenido Alemania en toda su historia) donde nos dice sin anestesia una verdad que no queremos ver ni oír, la de que, independientemente a que haya guerra o no, estamos al borde de una guerra de connotaciones continentales y tal vez mundiales.

Cito a Fischer: “Todavía no lo sabΩemos, pero los hechos apuntan de manera abrumadora a una guerra inminente. Si eso llegara a ocurrir, las consecuencias para Europa serían profundas, cuestionando el orden y los principios europeos - renuncia a la violencia, a la autodeterminación, la inviolabilidad de las fronteras y la integridad territorial- sobre los que se ha basado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”. Y agrega, más adelante: “El centro de la crisis actual se encuentra en el hecho de que la Rusia de Putin se ha convertido en una potencia revisionista. No solo ya no le interesa mantener el statu quo, sino que está dispuesta a amenazar e incluso usar la fuerza milita para cambiarlo a su favor”.

Joschka Fischer no vacila en personalizar: la causa y el origen de la agresión que se cierne sobre Europa, tiene un nombre: Vladimir Putin. “Putin quiere que la OTAN abandone su política de puertas abiertas, no solo en Europa del Este sino también en Escandinavia”. Europa, en síntesis, está amenazada por Putin. Se trata, dice Fischer, de una “amenaza existencial”. Según el ex ministro, lo que hoy está en juego es el destino de un estado soberano, Ucrania, miembro de las Naciones Unidas y del Consejo de Europa. Si Rusia anexa a Ucrania, mañana lo hará con los estados post-soviéticos (cuando escribo estas líneas el autócrata húngaro, Viktor Orban, se encuentra junto a Putin en Moscú) ¿“Qué más tiene que pasar para que los europeos despierten ante los hechos”? - pregunta Fischer angustiado.

¿Joschka Fischer desea una guerra? De ningún modo. Todo lo contrario. Lo que está exigiendo a Europa es la disposición de oponerse al proyecto bélico de Putin sin dilaciones, arriesgando, si fuera necesario, un conflicto armado.

Fischer conoce a Putin. Lo conoce personalmente. Sabe lo que Putin también sabe: que Rusia no puede jamás ocupar un lugar hegemónico sin recurrir a la violencia. El poder que quiere alcanzar Putin no es el de la hegemonía cultural, o el del convencimiento, sobre los gobiernos europeos. Tampoco es el poder de los argumentos. El de Putin es un poder asociado al uso de la violencia. Por ese motivo, Fischer está convencido de que Putin nunca va abandonar sus proyectos de dominación mediante la vía diplomática, como no se cansa de repetir la, a todas luces inexperta, ministro de relaciones exteriores de Alemania, Annalena Baerbock.

Putin no entiende la fuerza de la razón. Solo entiende la razón de la fuerza. Por eso, piensa Fischer, Alemania debe revisar todos los proyectos energéticos que le permitan a Putin ejercer chantaje sobre ese país. Alemania debe armarse, lo dice sin dilaciones. “Considerando la magnitud de las amenazas actuales ¿de verdad sigue siendo un problema la promesa del gobierno alemán saliente de destinar al menos un 2% del PIB a la defensa? ¿O es ahora más importante que el gobierno alemán haga un anuncio claro y preciso acerca de su compromiso con el apoyo a Ucrania y la defensa de los propios europeos? Eso enviaría un mensaje del que el Kemlim no se podría desentender. Pero el tiempo se acaba”

Sobre el defätismus (derrotismo) de la política exterior alemana puede ser que escriba otro artículo. Por el momento solo cabe consignar que las palabras de Joschka Fischer no se prestan a muchas interpretaciones. Para que no ocurra una guerra hay que hacer retroceder a Putin, punto. En ese tema el ex ministro es consciente de que no pocas veces la historia está decidida por una o muy pocas personas. Desde mi visión de los procesos históricos, pienso que tiene razón. ¿Habría estallado la segunda guerra mundial si no hubiera existido Adolf Hitler? Esa es una pregunta hecha en tiempo condicional y por lo mismo no puede ser respondida por nadie. Pero no por eso es menos pertinente.

La Segunda Guerra Mundial no fue el producto de una “necesidad histórica”. Si ocurrió, con todas sus funestas consecuencias, fue porque un grupo de hombres, con Hitler a la cabeza, decidió que ocurriera. Entiéndase bien: no estamos comparando a Putin con Hitler. No queremos hacer tampoco ninguna analogía histórica -todas son falsas-. El tiempo, las circunstancias, las personas del ayer, son realidades muy distintas a las de nuestros días. Sin embargo, para volver al comienzo del presente artículo, tampoco podemos dejar de pensar sobre una situación inquietante; y ella nos dice: Putin no está sometido a ninguna ley. Solo conoce el poder de la fuerza. Todo lo demás, frente a ese poder, es subalterno.Sin leyes que rijan nuestra conducta, los humanos podemos ser el más salvaje animal de la naturaleza, decía Kant. Las leyes, ordenadas en una constitución, constituyen (en sentido literal) a las disposiciones de la moral natural, pensaba el gran filósofo. Las necesitamos para vivir con los unos y con los otros. Basta observar que los maleantes, aún viviendo fuera de la ley, se ven obligados a inventar códigos de honor para reglamentar y ordenar su oprobiosa vida. Fuera de la ley está la locura, la que por ser locura, siempre será transgresora. La posibilidad inquietante, y es la que observa Fischer en Putin, es que un dictador o un autócrata, al estar situado por encima de las leyes, puede alcanzar el punto en que su palabra se convierta en ley como sucedió en el pasado con Hitler y con Stalin. ¿Pertenece Putin a ese siniestro linaje? Al menos, en el interior de su país, sí. La larga lista de asesinados por “razones de estado”, es una prueba entre tantas. Que la ausencia de ley la haga extensiva Putin fuera de sus fronteras, dependerá de la resistencia de las naciones democráticas, sobre todo las representadas en la NATO. Esa es la opinión terminante de Joschka Fischer.

Debemos tener en cuenta, además, que Putin no es un gobernante aislado. En la práctica no hay dictador o autócrata en el mundo que no le dé su apoyo. Eso lleva a pensar que luchar en contra de gobernantes anti-democráticos también es luchar en contra de Putin. Por lo mismo, luchar en contra de Putin es luchar en contra de esos gobernantes. Los límites que separan a la política internacional de la nacional son mucho más traspasables de lo que generalmente se piensa.

Las naciones democráticas de Europa han vivido mucho tiempo sin guerras. Tanto, que ya muchos europeos no conciben un mundo con guerras. Europa, por lo menos a nivel continental, creía haber realizado el ideal kantiano de “la paz perpetua”. Pero mantener ese ideal, he aquí la enorme paradoja, hay que mostrar una abierta disposición a defender esa paz. No vivimos todavía -es la cruel deducción– en una era post- bélica. Los fantasmas del sangriento pasado continúan vivos. Putin es uno de ellos. Su visión de la historia y de la vida, es arcaica, pero a la vez muy actual.

Para decirlo con las palabras de un gran revolucionario ruso, Leo Trotzki, “el desarrollo histórico es desigual y combinado”. Desigual, porque no se da en todas las naciones a la vez. Combinado, porque hasta las naciones tecnológicamente más desarrolladas –Rusia es una de ellas– arrastran consigo rémoras de un pasado histórico que no quiera ser pasado.

Putin viene del más oscuro pasado de Rusia, pero a la vez, de un pasado que es presente. A ese pasado, nos alerta Joschka Fischer, no hay que dejarlo avanzar para que no se convierta en futuro. A Putin hay que frenarlo. Ha llegado el momento.

Para leer el artículo de Joschka Fischer: https://polisfmires.blogspot.com/2022/02/joschka-fischer-ucrania-y-el-fu...

3 de febrero 2022

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2022/02/fernando-mires-un-articulo-sobr...

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