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Opinión

Efecto Cocuyo

¿Y por qué no dolarizan de una vez Venezuela?”. Son muchos los ciudadanos que, en las calles, se repiten la pregunta con frecuencia. Claman por la divisa estadounidense como solución inmediata para la maltrecha economía pero esa receta está, según los expertos, lejos de ser una varita mágica y viene cargada de inconvenientes.

El ejemplo de Ecuador, que adoptó el dólar y renunció al sucre en el 2000, se repite como modelo para una Venezuela asolada por la hiperinflación, la devaluación del bolívar soberano y en el que las cuentas públicas son un auténtico misterio dentro del caos institucional, pues no se hacen bajo la premisa de luz y taquígrafos.

Por supuesto, y siempre jugando a la política-ficción, si un Gobierno venezolano quisiera adoptar esa medida tendría que sortear, en primer lugar, las férreas sanciones impuestas por EEUU que impiden pensar que ningún político del país pueda tomar hoy una medida así.

No hay varita mágica

Sin embargo, el economista Ronald Balza, profesor en la Universidad Central de Venezuela (UCV), advierte: “Se le está atribuyendo al dólar la propiedad de corregir problemas institucionales que son los que causan esta inestabilidad cambiaria y monetaria que vivimos”.

“Poner la discusión en que dolarizar nos ayudaría a resolver los problemas es dejar todos los problemas vivos, es atribuir al dólar un poder mágico que no tiene, mientras el Gobierno sigue haciendo lo que quiere con los recursos públicos”, sostiene.

Balza considera que, primero, deben abordarse los problemas estructurales de la economía y la institucionalidad venezolana. Si no se hace así, el riesgo al dolarizar es apenas taparlos, pero no solventarlos.

En su opinión, es como tener “una pared que está filtrando agua”, entonces se toma la decisión de pintar y cubrir ese problema.

“Dolarizar es como pintar la pared, no es resolver el problema que es, probablemente, una tubería que está botando agua”, sostiene.

Destrucción del sistema de precios

El director de Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, coincide en buena medida y centra el problema en el contexto institucional, “la destrucción del sistema de precios, del sistema productivo y la ausencia de competencia” que termina provocando que los costos, incluso si están denominados en dólares, suban.

Esta es una de las realidades que vive hoy Venezuela, una dolarización de facto -transaccional, matiza Oliveros- por la que casi todos los precios se muestran hoy en la divisa estadounidense, incluso en las zonas más populares, aunque la inmensa mayoría de las facturas se emitan en bolívares por mandato legal.

“No porque se asuma el dólar, si no cambias el contexto institucional en el que opera la economía, necesariamente va a desaparecer el problema y vas a empezar a tener una recuperación importante del poder adquisitivo”, asegura.

Por eso, explica que las monedas “funcionan atadas a una institucionalidad” y no tienen poder por sí mismas.

“El dólar funciona en países donde tiene una institucionalidad sólida. Si te vas con dólares a Kabul o un enclave del Estado Islámico, probablemente la situación del poder de compra del dólar sea muy diferente a usarlo en Nueva York, Lima o la misma Caracas”, explica.

¿Una camisa de fuerza?

Oliveros también explica que uno de los efectos de adoptar el dólar es que somete la gestión púbica “a una situación de muchísimo control porque parte de los gastos del Estado que asume el dólar se ciñen al circulante” en esa moneda.

Al perder el Estado la capacidad de emitir moneda, “se tiene que ajustar en función de ese flujo de dólares que esté entrando en la economía”.

Todo ello se traduce en “una disciplina impuesta”, una especie de “camisa de fuerza”, ya que “el margen de maniobra se reduce” al no poder emitir moneda.

Sin embargo, advierte de que “es una camisa de fuerza rígida” y puede, por tanto, “quitar competitividad en un sector como el venezolano donde hay grandes desequilibrios en términos de competitividad”.

“Algunos sectores no serían competitivos asumiendo el dólar y estas industrias podrían ser arrasadas mucho más de lo que son ahora”, explica.

Por otra parte, subraya entre las desventajas que “ata las expectativas inflacionarias a las expectativas del país” cuya moneda asumes, en este caso EE.UU.

A merced de los vaivenes

Además, al no tener moneda propia, Venezuela quedaría “a merced de los vaivenes de la dinámica internacional y más en una economía petrolera como la venezolana”, además de terminar “atada a las prioridades de política que asuma EEUU”, que diseña su gestión monetaria para sí y no necesariamente se adapta a las necesidades venezolanas.

Es decir, al no poder tomar medidas propias no podría amortiguar los impactos de los ciclos económicos globales.

En gran parte, coincide Balza, quien asevera que quienes defienden la dolarización como una camisa de fuerza olvidan que emitir bolívares no es “la única manera que tiene el Gobierno para financiar sus gastos.

“Los Gobiernos pueden financiar sus gastos en cualquier moneda”, asegura, razón por la que considera fundamental que cese la opacidad en el gasto público para que este se pueda fiscalizar, más allá de la moneda en que se ejecute ese gasto.

“Si a un Gobierno le dices: vamos a dolarizar para poner una camisa de fuerza, lo que estás diciendo es ‘no nos fijemos en el presupuesto, en las recomposiciones que hagan, a qué dedican el gasto, qué comprometen del territorio nacional para uso de otros países'”, sostiene.

“Si el Gobierno es opaco en el manejo del gasto, no importa la moneda en la que lo haga”, explica.

No hay garantía para los salarios

Balza destaca que la dolarización no es tampoco una garantía para el salario de los trabajadores.

“En un país que se empobrece, no importa la moneda en que lo paguen. En EE.UU., hay gente pobre. Dolarizar no protege al trabajador si no tiene algo que vender la empresa en la que está y, lamentablemente, en Venezuela parte de la discusión política se ha desviado. Poner la dolarización como la solución o la panacea es pedir algo que tiene tanto sentido como pedir un presupuesto”, dice.

Sin embargo, critica que haya quienes la reclaman como medida mágica porque es “más atractivo” que “pedir la rendición de cuentas” al Gobierno de sus gastos.

Eso sí y, de nuevo en el terreno de la ficción, Balza detalla que, en caso de solventar los problemas estructurales y adoptar el dólar, Venezuela también se enfrentaría a otro problema: el de las exportaciones.

“Si China devalúa su moneda con respecto al dólar, sus productos se abaratan”, añade.

De ese modo, a una Venezuela hipotéticamente dolarizada “le resulta más difícil venderles a los europeos, por ejemplo, porque pueden comprar a los chinos más barato”.

“Imagina un país como Venezuela, que en este momento lo que podía exportar era petróleo y ya ni siquiera, que tiene una industria muy golpeada por estos años de retraso tecnológico, esté atada al dólar y los chinos devalúen (el yuan). Entonces los venezolanos no pueden exportar ni siquiera a Colombia”, concluye.

El país caribeño quedaría sin poder devaluar su moneda, inmerso en “otro tipo de problemas de crecimiento”.

Es decir, se tapa una filtración en una pared con una mano de pintura pero sigue brotando agua.

5 de noviembre 2020

Efecto Cocuyo

https://efectococuyo.com/economia/es-la-dolarizacion-la-respuesta-a-la-c...

 5 min


Carla Nieto Martínez

“De esta vamos a acabar todos fatal de la cabeza”. Quién no soltado una expresión semejante durante las últimas semanas... Y con bastante tino; el 65% de los españoles tuvo síntomas de ansiedad o depresión durante el confinamiento, según una investigación que expertos del mismo país publicaron en la revista Journal of Affective Disorders. La mayoría fueron leves, pero no irrelevantes. Si hay una cosa que la fatiga pandémica está dejando claro es que necesitamos equiparnos con un botiquín de primeros auxilios psicológicos: técnicas, estrategias y destrezas básicas que nos que sirvan de venda, tirita y Betadine para la mente.

Probablemente no nos damos cuenta de esta circunstancia porque no sabemos discernir cuándo deberíamos correr a abrir este peculiar kit para aliviar emergencias leves. Y eso que no es tan difícil. No son tan evidentes como los cortes, los golpes y las quemaduras de los pequeños accidentes domésticos, pero hay señales que delatan que la mente está cerca de un sufrir un “requiebro”. Según la psicóloga Sara Navarrete, directora del Centro de Psicología Clínica y de Salud, de Valencia, hay tres que no hay que pasar por alto: tener una mayor dificultad para tomar decisiones, verse conquistado por la apatía y la negatividad; y sentir ansiedad, “que es la que indica de forma más evidente que algo no está funcionando bien”. Algunos de los remedios probablemente ya te suenan.

Por ejemplo, es de dominio público que para aliviar la sensación puntual de angustia, tristeza e incertidumbre no hay nada mejor que el ancestral remedio de la risa. Y parece que una risotada ayuda aunque sea impostada. “Puede resultar algo forzado cuando no tenemos motivos o ganas, pero el gesto [de reír] activa los músculos faciales, lo que a su vez favorece la segregación de hormonas y neurotransmisores que mejoran considerablemente el ánimo”, explica Laura Palomares, directora de Avance Psicólogos. A la primera señal de bajón anímico, las actividades que fomenten la risa (desde ver comedias hasta buscar juegos que puedan hacerse en grupo) pueden ayudar. Para situaciones en las que reírse sería casi una ofensa a la gravedad del asunto, hay alternativas que tienen efectos similares en la química cerebral, como el ejercicio: “Basta con hacer una tabla cortita —de 10 a 15 minutos— que no dé pereza repetir cada día”.

El deporte ofrece un beneficio extra cuando se hace en la naturaleza, teniendo en cuenta que pasear por un parque, darse un “baño de bosque” (una tradición japonesa conocida como shinrin-yoku) y practicar la jardinería tienen contrastados beneficios para la salud mental. Y llevar la “calma verde” al hogar es posible. “Conectar con la naturaleza ayuda a equilibrar la mente y alivia la angustia, ya que refuerza los sistemas encargados de activar los circuitos de la calma. Siempre hay que primar el contacto directo con la naturaleza, pero la ‘simulación casera’ es un buen método para bajar los niveles de angustia. Al crear un espacio verde doméstico, ayudamos a que nuestros circuitos se relajen”, comenta Navarrete.

Incluso quien vive en un bajo interior puede beneficiarse hasta cierto punto del efecto calmante de la naturaleza. Según algunas investigaciones, “sucedáneos” como las fotos de bosques y aplicaciones que reproduzcan sonidos de pájaros, ríos, olas... proporcionan beneficios similares a la versión “real”. La exposición a la luz solar también es importante, ya que, además de otros beneficios, tiene cierto efecto antidepresivo. O sea, que salir a pasear o abrir bien las persianas es una cuestión de salud.

La risa, el ejercicio y la naturaleza son ingredientes básicos en el botiquín psicológico, de esos que están respaldados por una importante base de investigaciones científicas. Otros no tienen evidencia pero son, cuanto menos, llamativos. Es el caso de un consejo de una organización denominada Instituto Americano del Estrés, según el cual hacer gárgaras con agua puede ayudar a calmar a una persona rápidamente. La explicación está en que el gesto activa el nervio vago, lo que a su vez facilita la relajación del sistema nervioso parasimpático, responsable de inducir fisiológicamente un estado de calma.

Según Lorenzo Armenteros, portavoz covid de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, aunque esta recomendación no tiene evidencia científica sí puede relacionarse con la circunstancia de que, al hacer gárgaras, cerramos la glotis y retenemos la respiración. “De hecho, estas dos acciones forman parte de una maniobra usada en el tratamiento de las taquicardias (maniobra de Valsava) que posiblemente pueda estimular moderadamente el nervio vago y tener efectos beneficiosos, al reducir la frecuencia cardiaca y la frecuencia respiratoria”.

Entre las técnicas que sí han demostrado cierta eficacia (aparte de las del mindfulness y otras más clásicas como escribir los sentimientos, miedos y emociones, preferiblemente a mano) hay varias relacionadas con la respiración. Para los momentos de mayor tensión, Alba Valle propone “poner los dos pies en el suelo, con la espalda recta, los hombros hacia atrás ligeramente, y la cabeza alineada con el cuello y el tronco. En esta postura, hacer una inhalación normal y, al exhalar, pronunciar ‘shhh’, soltando suavemente el aire mientras contamos pausadamente 1,2,3. Podemos hacer este ejercicio varias veces seguidas y en distintos momentos del día o cada vez que nos estemos agobiando”. Quien las disfrute, puede acompañar estos ratos con infusiones, aunque estos productos no son caramelos.

Para aliviar las alteraciones emocionales leves o moderadas hay alternativas a los fármacos que no tienen sus efectos secundarios. Lorenzo Armenteros, de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, cita la valeriana, que relaja y favorece el sueño; la amapola de California, con propiedades hipnóticas, relajantes y un leve efecto ansiolítico; la pasiflora, que relaja y reduce la ansiedad; y la tila, un relajante muscular. Para controlar la ansiedad y los pensamientos negativos, también aconseja técnicas como Pilates, yoga y tai-chi.

La idea de disponer de este botiquín mental ni es absurda ni podía ser más oportuna. Si desarrollar habilidades y aprender técnicas de primeros auxilios psicológicos es actualmente importante, todo apunta que va a serlo aún más en el futuro. Cada vez más voces alertan de que tras la de la covid-19 habrá que hacer frente a otra pandemia, la de la salud mental. Algunos efectos están notándose ya, y precisan un botiquín metafórico algo distinto. Sin llegar a los niveles del síndrome de la cabaña, que se caracteriza por una negativa continua a salir a la calle, muchas personas confiesan que se les han quitado las ganas de participar en encuentros colectivos, y que interactuar con los demás ya no les motiva como antes. En estos casos, Laura Palomares aconseja exponerse a salir de forma progresiva, volver a retomar rutinas fuera de casa y propiciar el contacto con la gente para equilibrar la balanza interior-exterior.

Los casos de hipocondría, ese miedo extremo a contagiarse o contagiar la enfermedad, también son más comunes ahora que el otoño pasado. “Una señal típica es que, a pesar de haberse hecho la prueba y tener la confirmación que todo está bien, no es suficiente para sentirse tranquilo. También puede ser indicativo el sobrepasar las recomendaciones médicas de forma compulsiva, por ejemplo, lavándose excesivamente las manos”, explica Alba Valle. Las obsesiones están a la orden del día. Para esta experta, la solución pasa por intentar aprender a convivir con la incertidumbre, normalizándola en la medida de lo posible y no actuar por miedo. “Por ejemplo, ante el deseo de buscar información en internet sobre la enfermedad puede ser útil evitar ponerse frente al ordenador, ir a otro lugar de la casa y hacer unas respiraciones”.

La dificultad de concentrarse es uno de los efectos colaterales de la crisis del coronavirus más generalizados, y está directamente relacionada con el exceso de información, la incertidumbre y la nueva realidad que ha traído la pandemia. Se trata de un desajuste de fácil solución: según la psicóloga, basta con dedicar cinco minutos cada mañana a diseñar el día, poniendo el foco en las cosas que tenemos que hacer y definiendo qué es lo más importante de la jornada. “Hay que evitar ir haciendo las cosas según van surgiendo o nos va apeteciendo, porque eso genera dispersión y, derivada de esto, una sensación de frustración que, mantenida un día tras otro, puede terminar afectando al bienestar emocional”. Hace falta un plan; el botiquín es solo para leves emergencias.

4 de noviembre 2020

El País

https://elpais.com/buenavida/psicologia/2020-11-06/la-fatiga-pandemica-n...

 6 min


Américo Martín

Escribo semanalmente en dos medios emergentes, TalCual quien lleva nítidamente en la piel la marca de Teodoro, su lamentablemente fallecido fundador –ahora dirigido en forma proba y digna por Xabier Coscojuela– y casi simultáneamente en la Agencia de Noticias Punto de Corte, dirigida por Nicmer Evans, político y periodista de admirable tenacidad. También envío columnas a dos importantes medios internacionales, Firmas, coordinado por Carlos Alberto Montaner y Letras Libres, del notable historiador mexicano Enrique Kraus.

De modo que el oficio me impone elaborar doce artículos mensuales procurando no repetirme ni descuidar la calidad. Es una pesada carga intelectual a la que debo añadir una intensa correspondencia por las redes y las exigencias afectivas de mi vasta y “Sagrada Familia”, para valerme del nombre de una de las grandes obras de Antonio Gaudí.

El punto es que –no obstante mi progresivo alejamiento de la noble ciencia y arte de la Política– la vida me obliga a seguir trabajando en Mis Memorias y llevar adelante mi auto prometida revisión crítica de la Literatura Hispanoamericana, actualización muy importante que de ociosa no tiene nada.

¡Claro que tal vez no pueda cumplir en su totalidad semejantes deberes, pero cada promesa que he de sacrificar será como amputarme un dedo!

En lo que llevo escrito he aludido a ese importante caudal de palabras vertidas en medios gráficos e importantes con el fin de hacer notar que en ninguna de ellas encontrarán ustedes alusión alguna a la furiosa –y más bien peligrosa– confrontación presidencial entre Donald Trump y Joe Biden que ha venido arrastrando a sectores de la política venezolana y continental, plagándola de obsesiones absurdas cada vez más alejadas de la realidad y más cercanas a la locura. Y en esa posición seguiré, salvo la mención que hago líneas infra y que, sin pensarlo, se han convertido en la nuez de esta columna.

Consideración que hago de seguidas, la que por cierto me condujo a cambiarle el título a la presente columna. La danza de cifras y mapas saltando unos sobre otros me había conducido, sin pruebas, a la sensación, que no a la convicción, de que para el presidente norteamericano, Biden podría estar acercándose al triunfo, por lo visto parece inaceptable para el duro temperamento de Trump.

Pura conjetura de mi parte, pero en mis recuerdos se agitaba lo ocurrido en las elecciones venezolanas de 1968. Se batían severamente Rafael Caldera por Copei y Gonzalo Barrios por AD. El partido de Rómulo y Barrios acababa de sufrir la división más profunda de su historia. Luis Beltrán Prieto se declaró víctima de un fraude interno, que –en su opinión– le arrebató la candidatura del partido blanco y se la entregó a Gonzalo. La división de AD fue incontenible, factor que multiplicó las posibilidades de victoria de Caldera.

Aun así, la campaña fue intensa y el resultado extremadamente cerrado. Los adecos, con su estupendo liderazgo en todo el país, pelearon en dos frentes de guerra: en la esquina izquierda el Movimiento Electoral del Pueblo, con su abanderado de lujo y el notable aporte de Paz Galarraga, caudillo en Zulia, la más grande de las circunscripciones electorales de Venezuela; y en la esquina derecha Copei, cuyo candidato, el batallador e ilustre Rafael Caldera, figuraba en la cima de sus posibilidades electorales. Fue una batalla de colosos. Pese a las duras heridas soportadas, el partido de Betancourt peleó como los buenos, mientras que los copeyanos lo dieron todo para no desaprovechar aquella oportunidad única.

A diferencia de la forma de responder en 2020 de los abanderados de la más poderosa de las naciones del planeta, el del partido de una nación pequeña en proceso de levantarse del subdesarrollo, había resuelto en 1968 una crisis institucional muy parecida a la que se acaba de presentar en EEUU, con la más oportuna, civilizada y pedagógica declaración que al menos yo pueda recordar: ‘Al gobierno (el suyo, por cierto) más le vale una derrota cuestionada que una victoria discutida’.

La admisión de Barrios, favorable a Caldera, aunque él compartiera que AD había ganado, sacó al partido blanco del mando pero con la moral por el cielo, que le permitió su merecido “We will come back” con Carlos Andrés Pérez al frente. En algo debió influir la estupenda declaración de Barrios para hacer posible el impresionante regreso de su partido al poder, bajo la dirección de Carlos Andrés Pérez, auténtico McArthur venezolano de aquella sorprendente recuperación de un movimiento tres veces dividido y expulsado del mando en una derrota cuestionable que resultó más moralizadora y estimulante que una victoria discutida.

Twitter:@AmericoMartin

 3 min


Carlos Raúl Hernández

Según García Bacca, todos sabemos lo-que-es el vino, lo distinguimos del agua, tenemos noción, aunque no sepamos qué-es el vino, su composición química, peso molecular (150), definición científica (ácido dihidroxibutanodioico), ni podamos escribir su fórmula (C4H606) sin Wikipedia. Hablamos con nociones, pero la teoría está obligada a conceptos, que chocan con lo que la gente piensa.

Es muy difícil que un taxista quiera enseñar al médico como se hace cirugía del cerebro, pero Churchill cuenta que uno le explicó qué hacer para ganar la guerra. Todos asumen que saben de política y odian a quien difiere de sus criterios. Entendemos la noción pueblo, pero usada por Hitler y Perón designaban entes muy distintos, aunque ambos la usaban para excluir. Igual Chávez lo distinguía de “los escuálidos”, la oligarquía.

Para Agustín, el pueblo eran “los más”, “los simples”, un indeterminado, y según Rousseau, “la voluntad general”, un criterio cualitativo abstracto, distinto de la mayoría. El marxismo tomó esa idea y los intereses de la sociedad los representa el proletariado, un grupo cualitativamente superior más allá de su número. En Grecia antigua las mujeres, los esclavos y los pobres no eran parte del pueblo.

Los censitaristas y capacitaristas, dicen que solo los propietarios o ilustrados deben elegir y son el pueblo. Pese a tal enredijo mayéutico, “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” es el referente del gobierno democrático, una categoría ético-filosófica que basa su legitimidad (obligación de acatar) e indica que su origen es consensual y no de facto.

Trick o treath
Es falso que “el pueblo” gobierne o que pueda gobernar la nación. Lo hacen los cuerpos representativos del Estado y las comunidades pueden ejercerlo localmente. Los demagogos falsean la realidad cuando pretenden que cinco o diez mil personas en asamblea o turba, son “el pueblo”. Medio millón en la Av. Bolívar de Caracas o en la Alameda de Santiago pueden decretar la pena de muerte y eso no tiene valor si la ley no la establece. La soberanía se materializa en la constitución.

Esos quinientos mil ni nadie están por encima de ella. En el siglo XVIII los filósofos dieron al pueblo la condición de soberano, la nación de los franceses, constituyente de todo, madre del destino político. Pero como no hay por donde agarrar un ente tan inmenso y abstracto y lo que se materializa en el mundo son partes del pueblo, la teoría democrática lo transforma en la ciudadanía, personas con derechos y deberes, cuyo rostro político es el electorado.

No es la omnipotente soberanía, el huracán de la Historia, ni la materialización del espíritu absoluto hegeliano, ni el crimen que ahogaba a Robespierre con la sangre de Dantón. No. El electorado es un cuerpo político sometido a las leyes, gente que se inscribe en un registro, debe hacer cola para votar, ser mayor de edad, presentar su cédula de identidad, portarse ordenadamente en el proceso y no alterar la tranquilidad del recinto. Si no está en lista, no vota.

Reciente fraude revolucionario es un parapeto llamado “constituyente originaria”, para liquidar las bases del Estado Derecho y rehacerlas a volonté, como lo estableció aquí la Dra. Supraconstitucionalidad. Trick o treath, los 160 sujetos se convierten en el inaprehensible pueblo para cambiar el poder, la vida, la propiedad, el pensamiento, la educación, las relaciones familiares.

El suplente de Dios
Esos 160 señores declararon una vez en Venezuela, en un delirio robespiereano, que “por encima de ellos solo el pueblo y Dios”, dos personas que no asisten a sus curules, pero que ellos suplirían diligentemente. Chile es, sin discusión racional, el país que logró victorias más brillantes contra la pobreza en Latinoamérica, que lo emparentan con los desarrollados, mientras los socialismos fueron un degredo. Y decidieron desacreditar a Chile.

El año pasado hubo motines de niños malcriados, pirómanos destructores, insatisfechos sexuales, con reclamos surrealistas y excentricidades, consabidas consignas “anticapitalistas”, contra el “neoliberalismo”, y los ideólogos vieron entre las llamas, no turbas ni grupúsculos, sino el rostro del pueblo. Convocan una “constituyente”, engendro incapaz de resolver ningún problema, pero sí de crearlos todos. Como un pique urbano en Rápido y furioso: inútil y temerario.

Operación de alto riesgo si el vandalismo del año pasado decide en la “constituyente” y un paso incierto porque anuncian plebiscitar el proyecto luego de aprobarlo la futura asamblea. En primer lugar, porque el conocimiento y la experiencia indican que si se somete a votación los derechos fundamentales, podrían desaprobarlos (en varios países la sodomía es delito penal). Las constituciones estables deben ser de consenso, aprobadas por minorías y mayorías, y no por mayoría.


Dos grandes, la norteamericana y la venezolana de 1961, se sancionaron por un complejo mecanismo del Congreso, las legislaturas regionales y los concejos municipales, que imponía dos tercios de cada cuerpo para la aprobación. Luego vino el populismo. Solo me tranquiliza sobre Chile que un par de amigos inteligentes confían que habrá sensatez.

@CarlosRaulHer

 3 min


Jesús Elorza G.

El funcionario a cargo de la operación llamó a su jefe para decirle que habían capturado al sujeto.

-Dime los detalles, solicitó el alto funcionario.

Bueno, logramos interceptar el vehículo en que se desplazaba el solicitado personaje, que se entregó sin oponer resistencia alguna. Luego, procedimos a revisar exhaustivamente el vehículo y solo conseguimos, en la maletera, un paquete de revistas "HOLA". Al requisar al sujeto, solo encontramos en su cartera, su cedula, licencia de conducir, el carnet de periodista y 50 dólares, que nos señaló que eran para echarle gasolina a su carro.

-Los felicito, dijo muy emocionado su jefe. De inmediato ordeno que llevaran al detenido a la sede de la Policía Nacional Bolivariana. Manténgalo secuestrado allí entre 24 y 48 horas, hasta que nuestra Unidad de Contrainteligencia elabore el expediente respectivo.

A primeras horas de la mañana, llegó el documento solicitado. En el mismo, se destacaban los siguientes elementos:

EXPEDIENTE OLL: Luego de una intensa persecución por las avenidas de la capital, fue capturado el sujeto identificado como Roland Carreño, quien enfrentó a la comisión policial con un arma de fuego tipo AR-15, de fabricación imperialista norteamericana, logrando herir de gravedad a dos de nuestros funcionarios. La balacera duró 15 minutos aproximadamente. Al final logramos someter al atacante al quedarse sin municiones.

En el vehículo del sujeto, encontramos el siguiente material de guerra: una pistola Glock 9mm, una ametralladora UZI, una caja de granadas y explosivos C4. Además, se incautaron una serie de mapas, fotografías de la Embajada de España y un bolso con 12.000 dólares.

El material decomisado y las declaraciones del sujeto en los tortuosos interrogatorios, indican sin lugar a dudas que el detenido coordinaba la Operación Liberen a Leopoldo (OPLL).

-Este informe sobre la verdad revolucionaria de lo acontecido está del carajo, dijo emocionado el jefe. Así fue como ocurrieron los hechos. Ahora le toca al camarada Fiscal del Ministerio Publico Revolucionario y Socialista hacer las acusaciones respectivas ante el tribunal.

Mostrando los efectos anabolizantes en su cuerpo, el musculoso camarada fiscal procedió a señalar que el reo incurrió en acciones conspirativas contra la Paz Revolucionaria de la Patria Socialista, al ser responsable de los delitos de tráfico ilegal de armas y municiones y financiamiento al terrorismo, con el objetivo de lograr la huida del país del oligarca imperialista y contrarrevolucionario Leopoldo López. Por ello solicito de este tribunal la aplicación de la pena máxima de 30 años de cárcel para el acusado.

El juez, al terminar la exposición del musculoso fiscal, declaró, sin otorgar el derecho a la defensa, culpable al reo y se retiró del estrado gritando Patria o Muerte ... ¡Venceremos!

 2 min


Ángel Oropeza

La hermosa lucha por la liberación democrática de Venezuela está –como es de esperarse–plagada de obstáculos. Identificarlos es un paso necesario para poder diseñar estrategias efectivas que, lejos de los planteamientos ingenuamente idealistas o caracterizados por un infantil voluntarismo, partan del reconocimiento e impacto de su existencia.

El primero es, por supuesto, el hecho de que cualquier actividad política, distinta a la de adular a la actual clase política gobernante y arrodillarse ante ella, es considerada por la tiranía como un delito. En los regímenes democráticos, la lucha política y el trabajo por la alternancia en el poder son actividades no sólo legítimas, sino que todo el mundo sabe qué hacer al respecto. En las dictaduras, por el contrario, aspirar al cambio político es criminalizado por quienes detentan el poder –ante el riesgo de perder sus privilegios– y todos los que trabajan por la transformación del país son considerados y tratados como delincuentes. Ello convierte a la lucha por la liberación popular en la actividad de mayor riesgo y peligrosidad en nuestro país.

A esa primera y principal limitación se suman otros serios obstáculos como la severa represión de los cuerpos de seguridad del Estado a cualquiera que piense distinto al régimen, la ilegalización de los partidos políticos democráticos, el apoyo a la dictadura por parte de la alianza internacional Cuba-China-Rusia-Turquía-Irán, la migración forzosa de venezolanos huyendo de la hambruna y de la crónica precariedad de sus condiciones de vida, y la aguda crisis humanitaria compleja que golpea a la inmensa mayoría de la población y que atenta contra las posibilidades efectivas de organización social y de movilización popular.

Sin embargo, y a pesar del duro fardo que los obstáculos anteriores representan para el trabajo de liberación democrática del país, es posible identificar también algunas oportunidades en la coyuntura que pudieran ser utilizadas para alimentar la estrategia del cambio político. Dadas las limitaciones de espacio, mencionemos aquí solo tres.

En primer lugar, existe un consenso incuestionable en la opinión pública alrededor de la prioridad de combatir y mantenimiento, y achacando su causa a factores externos. En segundo lugar, presenciamos en Venezuela una constante y diaria manifestación de reclamo e indignación popular, expresada en protestas y pobladas desagregadas por todo el país, lo cual constituye un indicador innegable de alta conflictividad social. Y por último, las contradicciones de la cúpula gobernante con lo que creen sus bases sociales de apoyo han comenzado a hacer metástasis y están provocando graves fracturas no solo dentro de la alianza de partidos que históricamente les han acompañado sino, lo que es más importante, en las bases estructurantes del chavismo.

Con respecto a esto último, ya no son solo la evidente incapacidad para gobernar, la inocultable corrupción de los jerarcas del régimen, su opulento estilo de vida que contrasta con las penurias de la generalidad de la población y su insensibilidad para con el sufrimiento de la mayoría lo que ha venido alejando al madurismo de sus otrora fieles bases sociales. La gota que parece haber derramado el vaso es la constatación de que la violación de los derechos humanos, con su secuela de tortura, desapariciones forzadas, encarcelamientos sin juicio, ejecuciones extrajudiciales y asesinatos, forma parte de una política sistemática y deliberada de la oligarquía madurista. Y ello ha resultado demasiado para muchos de los sectores, organizaciones y personas que hasta ayer los respaldaban, porque la defensa de los derechos humanos es universal, no tiene ideología ni bandería política, y quienes los violen deben ser condenados y repudiados trátese de quien se trate, sin justificación ni atenuante alguno.

Estos elementos de la actual coyuntura deben ser inteligentemente considerados dentro del diseño estratégico de la oposición democrática. Cualquier propuesta que exponga claramente y sin ambigüedades ante el país tres prioridades, la opción preferencial por reducir el sufrimiento de la gente antes de cualquier otra consideración, la defensa de los derechos humanos de todos sin excepción (lo cual pasa por el amparo de sus derechos sociales, políticos y económicos), y la prefiguración clara del país por el cual se lucha, un país plural, amplio, heterogéneo,

donde todos tengan cabida e importancia, donde todos sientan que son necesarios para el difícil pero hermoso reto de su reconstrucción, y que enamore a todos en la lucha por su consecución, será una propuesta que comenzará a calar hondo en la mayoría de los venezolanos, y a despertar simpatías y entusiasmo más allá de que se trate de partidarios opositores, indecisos, desanimados, desencantados del madurismo o simplemente incrédulos.

Por supuesto, un elemento central e insoslayable de una estrategia de cambio político basado en esa propuesta, es otorgar prioridad al trabajo –difícil pero necesario– de convertir la actual conflictividad social en un auténtico movimiento democrático de presión cívica interna, sostenida, organizada y con direccionalidad política, que genere las condiciones sociales que hagan inevitable una salida negociada a la crisis. Sin ello, cualquier propuesta de liberación y transformación del país quedará solo como un hermoso proyecto.

El teólogo inglés William George Ward decía que las oportunidades son como los amaneceres. Si uno espera demasiado se los pierde. Por el bien del país, y a pesar de los múltiples obstáculos, la conjunción de oportunidades que presenta el actual momento venezolano, en lo político y en lo social, tiene que ser inteligentemente abordada y aprovechada por la oposición democrática. Antes que sean otras las circunstancias.

@angeloropeza182

5 de noviembre 2020

El Nacional

 4 min


Ismael Pérez Vigil

Aunque aún –al viernes 6 de noviembre– no tenemos los resultados definitivos de las elecciones de los EEUU del pasado martes 3, según todos los indicadores que se tienen a este momento, el candidato demócrata, Joe Biden, sería el ganador; pero, para que se concrete ese triunfo hacen falta algo más que votos populares y “colegios electorales”, pues probablemente deberá sortear una aguda batalla judicial, incierta en sus resultados y en su duración.

Donald Trump y su equipo de campaña habían anunciado de diversas maneras que se preparaban para “denunciar”” y combatir judicialmente un fraude electoral que seguramente los demócratas estaban preparando; la estrategia de Trump y su equipo –no me atrevo a decir que es una estrategia republicana– se basa en algo que para nosotros resulta tan extraño como lo es eso del “voto anticipado” y del “voto por correo”, con unas boletas que serían forjadas por millones e introducidas en el conteo de votos. Sin entrar a juzgar al respecto, debo decir que resulta extraña esa “anticipación” del tema por parte del equipo de Trump; y más extraño aún que el supuesto fraude solo afecta los votos presidenciales, no a los votos para representantes y senadores, que se emiten en la misma boleta. Pero en fin, de prosperar esa intención de demanda del fraude –todavía es posible que no se concrete– habrá que esperar la decisión judicial, sin ponerse a especular al respecto.

La esperanza, al menos la que yo tengo, es que esa denuncia del fraude no sea una mera estrategia electoral pues de ser así, se estaría sembrando la desconfianza y jugando con la solidez de una institución fundamental, el voto, que es el instrumento de la democracia para formar gobierno, dirimir las diferencias e impedir que la barbarie y la fuerza sea lo que se imponga. Los venezolanos sabemos bien, por haberlo vivido, el daño que se hace a la democracia, a la libertad, a la convivencia, sembrando dudas y desconfianza en el voto y en los procesos electorales, que ha sido una estrategia fundamental reiterada del régimen que sufrimos desde hace más de 20 años.

Este proceso electoral que concluyó esta semana en los EEUU, su fogosidad y dureza, según los entendidos, no es muy diferente a otros procesos que han tenido a lo largo de su historia republicana y democrática; solo que, en particular éste, sin duda generó grandes expectativas a nivel mundial por la polarización que se ha agudizado en ese país y especialmente por la posibilidad de la reelección o no del actual presidente, Donald Trump, tras su polémico y controversial mandato presidencial.

Particularmente en Venezuela seguimos muy de cerca lo ocurrido, como si por una ironía e inversión del destino fueran los EEUU, lo que ellos siempre nos han considerado a nosotros: nuestro “patio trasero”. Aquí nos batimos, en redes sociales, de manera muy ácida y violenta, como ya es nuestra costumbre cada vez que hay cualquier disputa política. Nuestra propia polarización –hablo de la interna de la oposición– nos lleva rápidamente a las descalificaciones e insultos; basta con que alguien tenga alguna idea distinta a la nuestra, o alguna de las partes sospeche un atisbo de “progresismo”, izquierdismo o socialismo para que se irrite el otro bando, y entramos entonces con falso y pretendido espíritu “cosmopolita y mundano”, ese sentirnos “ciudadanos del mundo” que no se detiene en fronteras, a mostrar nuestro escaso “talante democrático” y baja tolerancia, y la disposición a sacarnos las entrañas y los ojos, por la causa que sea, aunque el tema no nos afecte directamente.

No estoy diciendo que el que acaba de pasar, las elecciones en los EEUU, no nos afecta; solo digo que no era necesario que nos despedazáramos amargamente por él. Como bien dice un amigo: “Ya casi no se puede intercambiar o discutir con muchas personas por la grave inhibición de su raciocinio.”

Pero, antes de abordar el tema del posible impacto del resultado electoral en los EEUU, también hay que decir, si somos justos y objetivos –dos elementos que cada vez están más ausentes en las discusiones políticas en Venezuela– que esa expectativa que se generó en nuestro país es probable que no vaya más allá de la clase media alta, profesional, intelectual y académica, los que nos desenvolvemos en redes sociales, en las cuales desarrollamos una amarga “gimnasia” y nos demolimos en disputas verbales por uno u otro candidato.

Aunque no sepamos aún el ganador definitivo, se puede decir que está encendida la expectativa en cuanto a dos temas: su impacto sobre la situación política interna en los EEUU y su impacto sobre la situación política venezolana.

Sobre el impacto en la política interna de los EEUU, en la que no soy especialista, me voy a permitir “plagiar” a un buen amigo, que me hizo llegar sus reflexiones al respecto:

“El panorama de hoy aquí apunta a que vamos a tener problemas de varias clases con los conteos...Pero viendo los números que se están asentando percibo que tanto el radicalismo de derecha como el de izquierda están perdiendo las elecciones... afortunadamente...Y ayer (jueves 5) Wall Street lo reflejó...Simplemente la gente está cansada y al votar reaccionó...Eso se ve primero en las dos cámaras del congreso donde los demócratas en neto están perdiendo representación...Aunque retienen la mayoría en la cámara baja, la brecha que había se redujo considerablemente...Ya a lo interno hay discusiones en el partido (demócrata) en cuanto a que la posición agresiva “progresista” asumida por muchos candidatos convirtió lo que pudo ser una victoria que los llevara a una “blue wave” genuina, en una derrota...Este hecho tranquilizó e inclusive entusiasmó a Wall Street ayer (jueves 5)...En el senado los republicanos aún retienen el control...Pero también el radicalismo de derecha que acompaña a Trump perdió muchísimo terreno y eso se refleja en lo que parece ser la derrota del presidente...La gente no le compró el discurso a las mujeres del “squad” lideradas por Alejandra Ocasio-Cortes... pero tampoco se lo compró a Trump...Cosa que alivia enormemente a Wall Street...La gente está harta de los dos discursos...El radicalismo de la gente de Trump está manifestándose algo peligroso al tratar de hacer lo que haya que hacer para no perder una elección presidencial que está ya perdida...”

No creo que los comentarios de mi amigo necesiten añadidos y mayores explicaciones, son una buena interpretación del clima político que deja esta refriega en ambos partidos.

Con respecto a la situación en Venezuela, algunos temen que la derrota de Donald Trump signifique un retroceso en cuanto a la presión de los EEUU sobre el país, que sin duda fue uno de los temas de la campaña de Trump para atraer los votos latinos, sobre todo de La Florida, que se consideraba un estado clave. Para los que así piensan, un triunfo de Joe Biden significaría entonces un “regreso” a la política menos proactiva de Barak Obama.

Ya he dicho en otra ocasión (https://ismaelperezvigil.wordpress.com/2020/10/09/biden-o-trump-falso-dilema/) que no creo que vaya a haber diferencias de fondo en cuanto a la política hacia Venezuela, cualquiera que sea el resultado final de las elecciones en los EEUU. Ciertamente son de agradecer algunos gestos de Trump hacia Venezuela y especialmente hacia Juan Guaidó con ocasión de su discurso ante el Congreso y que profundizara algunas de las sanciones –tema polémico, que no voy a tratar– pero también hay que recordar que las primeras sanciones contra el régimen venezolano las tomó la administración Obama, donde Joe Biden era vicepresidente y activo en política internacional; y las primeras medidas que tomó Trump estuvieron basadas en una orden ejecutiva que dejó Barak Obama a su salida de la presidencia.

Las cosas han variado algo desde Obama para acá; por ejemplo, cuando Obama era presidente no existía Juan Guaidó al frente de un Gobierno Interino, no había el apoyo a ese gobierno de la Unión Europea, ni existía el Grupo de Lima, ni el Grupo Internacional de Contacto. No había sido elegido Maduro presidente en una elección ilegítima, no reconocida por una buena cantidad de países occidentales democráticos. No habían fracasado varios intentos de diálogo y negociación en República Dominicana y Barbados. Ya no hay duda tampoco sobre el tema de los crímenes de lesa humanidad y la violación de DDHH en Venezuela, y ahora reforzados con el pronunciamiento de esta semana de la Fiscal Fatou Bensouda de la Corte Penal Internacional, acerca de que en Venezuela se habrían cometido delitos que son competencia de dicha Corte. ¿Qué hubiera hecho Barak Obama ante todos esos hechos?, es algo que nunca lo vamos a saber, solo nos queda especular, pero al menos ahora podremos saber qué actitud tomará el que fue su vicepresidente. Son cambios importantes los que se han producido que un gobierno norteamericano, de cualquier signo, no puede continuar ignorando.

En buena parte lo que pase para resolver la crisis política de nuestro país se deberá sin duda a la presión internacional, pero sobre todo a lo que logremos hacer internamente en cuanto a movilización popular. Debemos estar conscientes que en la comunidad internacional cercana a Venezuela, cada país está más concentrado en sus propios problemas con la COVID-19 y las secuelas que dejará sobre sus propios países.

E internamente, ahora mismo, las cosas no pintan bien en Venezuela; hay mucho desánimo, la crisis es muy fuerte y la represión cada día más intensa; pero esa es la realidad con la que nos toca lidiar. Las condiciones no son las mejores, pero al menos ahora que contamos con mejor reconocimiento de la comunidad internacional, nos toca jugar bien el partido.

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