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Opinión

Elías Pino Iturrieta

Desconcertado por la aparición de un cesarismo que no había existido hasta entonces, el pueblo venezolano contempló en silencio el establecimiento de la dictadura de Cipriano Castro. El terror de las décadas siguientes lo condujo a un silencio sepulcral, mientras los viejos guerreros que quedaban del siglo XIX y un puñado de estudiantes de la UCV trataban de levantarse frente al oprobio gomecista. La ruta de la transición hacia formas democráticas, llevada a cabo después de la muerte del tirano, no fue obra de las masas, sino de una élite comprometida con cambios que no se podían postergar. Las masas hacen su aparición durante el Trienio Adeco para conmover a la sociedad con su presencia, y para animar los pasos de una democracia que esperaba turno desde el comienzo del estado nacional; pero enmudecen cuando el presidente Gallegos, aclamado en la víspera y electo en forma arrolladora, es derrocado por una militarada. En la lucha contra la dictadura de Pérez Jiménez solo se jugaron el pellejo los activistas de la resistencia, una estadística reducida de valientes, mientras el pueblo los contemplaba desde una vergonzosa lejanía.

Antes, en el siglo XIX, las muchedumbres harapientas se consumieron en el campo de las guerras civiles y en el seguimiento de caudillos apenas capaces de ofrecer remiendos pasajeros de la vida, es decir, en procesos alejados de la edificación de una república como la propuesta cuando nos separamos de Colombia para ser venezolanos. Después, cuando se estableció la democracia representativa a partir de 1958, lo más destacado de la participación de la sociedad en el apuntalamiento de la democracia se limita a votar cada cinco años para fortalecer la alternabilidad en el control de los asuntos públicos. Los partidos de masas hacen que una cómoda clientela se acostumbre a la obediencia, a una deseable mansedumbre, o la manejan para alejarla de pugnas que pueden conducir a la inestabilidad. Este vistazo necesita más pausa, debe aterrizar en la pesca de evidencias que lo sostengan, debido a que pretende revisar el mito del “bravo pueblo” con el cual se han querido distinguir las obras de la sociedad. Tal revisión puede tener importancia porque no busca el derrumbe de una patraña patriotera, sino encontrarle fecha; porque quiere afirmar que solo en nuestros días, en las proezas colectivas contra la dictadura chavista, se ha materializado esa masa combativa con la cual comienza el Himno Nacional sin que se pueda saber de dónde diablos la sacaron sus autores.

Pero, como el Himno Nacional es un símbolo patrio y ese tipo de manifestaciones no está sujeto a la crítica, no está en la boca de los colegiales ni en el inicio de las ceremonias públicas para que le busquemos las goteras, digamos entonces que cuando se ufanó del “bravo pueblo” no hizo una constatación, sino una profecía. La clarividencia del escritor de su letra lo trasportó hacia el porvenir, hacia el tramo temporal que corre entre 2000 y 2020, época en la cual, después de una exasperante pereza cívica, la sociedad venezolana se estrena en el heroico oficio de jugarse la vida y la libertad en un alzamiento masivo contra la antirepública. Sobre el paso de la mansedumbre a la bravura se detiene un excepcional reportaje publicado la pasada semana aquí, en La Gran Aldea, “Dos décadas de protestas en Venezuela”, acucioso aporte en torno a la bravura que se concretó después de bíblica hibernación. Leída sin prisas, la investigación ofrece motivos fundamentales para pensar en cómo se está ante un suceso susceptible de dar un vuelco a nuestra historia. Las primeras protestas, según señala, se realizaron en defensa de la educación de la niñez amenazada por una pedagogía autoritaria, para salvaguardar la propiedad privada frente a las agallas del “socialismo”, y también por la libertad de expresión que se impedía a un canal de televisión, en cuya preparación no tuvieron preponderancia los partidos políticos. Fueron productos de organizaciones de cuño republicano que parecían desaparecidas, pero que, de pronto, se manifestaban en la defensa de sus intereses; criaturas adormecidas de antaño que ofrecían testimonios de dinamismo ogaño, o búsquedas colectivas que dieron señales de vida hasta llegar a cifras gigantescas de participación y a inimaginables cuotas de sacrificio sin esperar el llamado de las banderías que hasta entonces solo habían actuado en forma espasmódica. Hechos de esta naturaleza conducen a pensar en cómo se está labrando una historia inédita, sin cuya valoración no se llegará a un desenlace vinculado a sus propósitos de substancial transformación.

El problema consiste en saber si los partidos políticos de oposición han apreciado la trascendencia de la novedad. Las manifestaciones masivas que ahora señalamos como insólitas se han convertido en retraimiento y mudez debido a la represión de la dictadura, que se ha enfrentado a conductas inéditas de repulsa con los métodos antiguos del terror y la sangre, pero también a la desacertada interpretación que han hecho de ellas los líderes que supuestamente están ahora en su vanguardia. No han entendido esos líderes que en nuestros memorables días la carreta ha marchado delante del caballo, o sin caballo en la cabeza de la competencia, o pensando en fabricar un transporte que no dependa del combustible de antes. O, más cuesta arriba, que ellos también deben debutar en un teatro que no se han atrevido a conocer en profundidad porque no han participado en su creación, porque se extravían en sus laberintos. Da la impresión de que el “bravo pueblo” nuevo en esta plaza les llevó una morena hasta cuando resolvió tomarse un receso, pero tienen la necesidad de agarrar el paso. ¿Por qué no reflexionan y enmiendan durante ese receso que les cae como lluvia celestial? Si no, se irán con su “hoja de ruta” al rincón en el cual pasarán el resto de sus días.

30 de agosto 2020

La Gran Aldea

https://lagranaldea.com/2020/08/30/el-debut-del-bravo-pueblo/

 4 min


Sigmar Gabriel

En menos de tres meses, Estados Unidos tendrá su 59.° elección presidencial cuatrienal. Debido a que Estados Unidos aún es más poderoso económica y militarmente que sus dos principales competidores (Rusia y China) juntos, sus elecciones siempre tienen impacto a nivel mundial, pero nunca antes hubo una que implicara una amenaza tan importante para el resto del mundo.

No hay dudas de que la reelección del presidente Donald Trump pondría en peligro tanto a EE. UU. como al mundo. Además, hay muchos motivos para temer que una elección reñida podría sumergir a EE. UU. en una profunda y prolongada crisis constitucional, y tal vez en la violencia civil.

De manera similar, si Trump solo consigue una victoria en el colegio electoral y pierde con el voto popular —como ocurrió en 2016— no es muy probable que su contrincante, Joe Biden, ni la mayor parte del país que se opone a él acepten el resultado tan fácilmente como Hillary Clinton en 2016 y Al Gore en 2000. Y si la Corte Suprema vuelve a intervenir para elegir al ganador, como ocurrió cuando escogió a George W. Bush en vez de a Gore, es casi seguro que habrá masivas protestas en todo el país. En respuesta, Trump casi seguramente enviaría a las tropas de las fuerzas del orden federales, como ya lo hizo en Portland y otras ciudades.

Otra opción, ya que Biden sistemáticamente obtiene mejores resultados que Trump en las encuestas de opinión, es que Trump podría intentar usar la pandemia de la COVID-19 como pretexto para posponer o corromper de algún otro modo las elecciones. Ya dedicó el verano a denigrar la validez de los sufragios por correo para deslegitimar por anticipado las votaciones del 3 de noviembre. Aunque estas acciones encontraron una fuerte resistencia, Trump está preparando el terreno para movilizar a sus partidarios y aferrarse a la Casa Blanca independientemente del resultado de las elecciones.

Los disturbios y saqueos como los que vimos recientemente en Portland y Chicago ayudarán inevitablemente a Trump en términos políticos mientras adopta esa estrategia. Ya estuvo dispuesto a desplegar las fuerzas del Departamento de Seguridad Nacional en el centro de Portland para intimidar a grupos relativamente pequeños (y, en su mayoría, pacíficos) de manifestantes. El resultado predecible (y probablemente buscado) fue la expansión de las protestas y la escalada de la violencia. El mensaje de Trump a los blancos de clase media que habitan en los suburbios es claro: aquí hay un presidente que mantiene la ley y el orden.

El uso de recursos federales para intimidar a la población también alimenta la narrativa trumpista de que no puede haber elecciones justas y en calma sin que sus opositores las manipulen a través del fraude electoral. Las imágenes de las milicias de extrema derecha fuertemente armadas que asistieron a las protestas pacíficas presagian lo que le espera al país este otoño.

Esta versión de EE. UU., cuyas divisiones internas se han derramado cada vez más hacia la política exterior tal vez sea la mayor amenaza a la seguridad que enfrenta el resto del mundo en la actualidad. En una época de crecientes riesgos en el planeta —desde pandemias y cambio climático hasta la proliferación de armas nucleares y la reafirmación china y rusa— la implosión política de EE. UU. multiplicaría al máximo las amenazas. Estados Unidos es sencillamente demasiado importante en términos económicos, políticos y militares como para tomarse un descanso o, peor aún, convertirse en un saboteador impredecible en los conflictos mundiales porque su gobierno necesita presumir ante un electorado local limitado.

Solo nos queda esperar que la elección tenga un ganador claro tanto en el colegio electoral como a través del voto popular. Sin embargo, incluso en ese caso, el recuento para obtener el resultado final puede llevar tiempo debido al enorme aumento de los votos por correo que se espera. Se considerarán válidas todas las boletas con timbres postales del 2 o el 3 de noviembre (según el estado), por lo que no se conocerá el resultado final hasta después del día de las elecciones. Durante esa lapso de incertidumbre, cualquiera de los rivales, o ambos, pueden tratar de reclamar la victoria según el recuento de votos a la fecha.

En todo caso, no hay ninguna probabilidad de que Trump espere cortésmente en el Despacho Oval durante días o semanas hasta que esté el recuento final. Ya insinuó vagamente durante algunas entrevistas que no abandonará la Casa Blanca si pierde; de hecho, parece estar preparándose activamente para ese escenario. Si sigue ese camino, la principal superpotencia del mundo se encontrará frente a una prolongada —y tal vez inextricable— crisis constitucional.

La antigua alianza de los países occidentales democráticos e industrializados ha cometido muchos errores en los últimos años y eso ha afectado su reputación internacional, pero ninguna institución es más fundamental para mantener el atractivo general de Occidente que las elecciones libres y justas. Si el anterior líder de facto de Occidente no es capaz de defender siquiera este principio, el resto del mundo bien puede optar por otros sistemas políticos.

Agsoto 26, 2020

Traducción al español por www.Ant-Translation.com

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/us-election-risk-to-the-wor...

 4 min


Jesús Elorza G.

Muchos de los militantes pertenecientes a las organizaciones que conforman el "Gran Polo Patriótico, se manifestaban sorprendidos e indignados por las recientes decisiones judiciales en contra de dirigentes comprometidos con el proceso revolucionario. No lograban entender como hasta ayer, el camarada Nicolas les pidió que se disfrazaran de alacranes para dar la impresión de ser militantes de los oligarcas y golpistas partidos AD, PJ, COPEI, Voluntad Popular y Proyecto Venezuela y ahora nos sale ordenándole al Camarada Mikel, que desde el TSJ se intervengan organizaciones revolucionarias.

El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) siguiendo las ordenes de Nicolás suspendió este 18 de agosto a las actuales direcciones nacionales de las organizaciones Partido Tendencias Unificadas Para Alcanzar Movimiento de Acción Revolucionaria Organizada (Tupamaro) y Patria para Todos (PPT). Además, nombró una junta directiva ad-hoc de las referidas organizaciones políticas “para llevar adelante el proceso de reestructuración necesario”, según se lee en la sentencia número 0119. Dicha junta directiva ad hoc-podrá utilizar la tarjeta electoral, el logo, símbolos, emblemas, colores y cualquier otro concepto propio de las referidas organizaciones.

No se limitaron solo a intervenir descaradamente a las organizaciones nombradas, sino que también amenazan constantemente, con los organismos represivos del régimen, al histórico Partido Comunista de Venezuela (PCV).

¿Quién puede explicar esta situación? reclamaban constantemente los milicianos a sus jefes políticos.

Cuando la situación se hizo pública y se les iba de las manos a las autoridades del PSUV, uno de esos dirigentes dio la cara e intento dar una explicación: camaradas, todo este peo, se inicia luego del anuncio de la conformación de la Alternativa Popular Revolucionaria, después de varios años de arduas y acaloradas discusiones, reordenamientos tácticos y ajustes en el accionar político de varias organizaciones.

Esta es una alianza de partidos y movimientos de izquierda que se muestran decididos a marcar un decisivo deslinde de las políticas anti-populares del gobierno nacional y ofrecer un nuevo referente obrero, campesino y popular al país, por una salida revolucionaria a la crisis del capitalismo.

Promovida por el Partido Comunista de Venezuela (PCV), Patria Para Todos (PPT), Izquierda Unida (IU) y Lucha de Clases -sección venezolana de la Corriente Marxista Internacional, 4 de las 6 organizaciones que forman parte del Frente Popular Anti-fascista y Anti-imperialista (FPAA. En principio, a esta coalición se han sumado la Red Nacional de Comuneras y Comuneros, el MB200, Somos Lina, Movimiento LGTI, MPA, COMPA y el PRT.

La Alternativa Popular Revolucionaria es el fruto de la presión de las bases sociales de la izquierda en general por orientar un desmarque de la política gubernamental, que ha destruido las conquistas de la Revolución Bolivariana de forma sistemática, ha traicionado las aspiraciones de los trabajadores y el pueblo, ha asfixiado de manera burocrática todas las instancias de participación popular, combinando el ajuste económico anti-obrero con innumerables concesiones a la burguesía tradicional, toda vez que favorece el surgimiento de la llamada «burguesía revolucionaria» mediante la corrupción desmedida.

-Camarada, interrumpió uno de los milicianos a su jefe. Eso no tiene nada de malo en el marco del respeto a la disidencia y la autonomía de las organizaciones.

Tienes razón, dijo el expositor, pero la arrechera del Camarada Nicolás, se produjo cuando estas organizaciones promovieron entre si una alianza electoral para el 6 de diciembre "sin la participación del PSUV" y a partir de ese momento ordenó, al mejor estilo de Stalin con "La Gran Purga", Polt Pot con el genocidio de los "Jemeres Rojos" o Mao con su "Revolucion Cultural", la purga de los promotores de esas organizaciones.

-Camarada, ripostó otro de los milicianos, ¿dónde quedan los principios democráticos de Libertad de Expresión o el de la Crítica y la Autocritica?

A esa pregunta el expositor respondió rápidamente, señalando que la democracia participativa revolucionaria se limita a "Yo participo y tu o ustedes obedecen". No nos vamos a calar una alianza electoral fuera del PSUV; para eso elevamos a 270 el número de diputados con la finalidad de darle una tética parlamentaria a esos pequeños grupúsculos que forman parte de nuestra revolución. En el PSUV todo, fuera de el ...purga y/o cárcel.

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Lenys Martínez

La cuarentena es tan solo “uno de nuestros males, con una economía bajo un proceso de dolarización caótica, precarios servicios públicos, escasez de combustible y solo el confinamiento vino a complicar más la situación”, señaló el analista y director de la firma consultora Econométrica, Henkel García, el martes 25 de agosto en la conferencia virtual “Desafíos Económicos Venezuela 2020-2021”.

Por otro lado, García señala que es imposible decir qué pasará en Venezuela en dos o tres semanas. “Hay retos inesperados e inestables, incertidumbre. Para cualquier persona es súper complejo lo que ocurra en algún determinado momento”, apunta.

Ciclo de empobrecimiento

El analista destaca que actualmente en el país hay un ciclo de empobrecimiento constante y que no existen consejos, ni respuestas que puedan servir para salir de la crisis económica actual. “No somos viables financieramente”, sentencia. Ante ello, puso de ejemplo que Estados Unidos ha tenido una breve recuperación en el consumo de acuerdo a lo que tenían antes de la pandemia. Caso contrario al de Venezuela, donde la cuarentena ha sido “un lujo para muchos”, agregó.

Faltan recursos

García señala que para la recuperación económica del país es necesaria:

La inversión extranjera

Los créditos multilaterales

La inversión de venezolanos en el exterior.

“Esto hace falta para poder recuperarnos de manera robusta y sacar a millones de venezolanos de la pobreza”, dijo.

Sin créditos

Asimismo, indicó también que la administración gubernamental actual eliminó la cartera crediticia en todos los aspectos, y se ha encargado de devaluar cada día más la moneda nacional. “Hay poca capacidad de financiamiento propio”, expresó.

Recuperar la industria petrolera

Por otro lado, García señala que es imperativa la recuperación de la industria petrolera, que aunque el mundo demanda petróleo cada vez menos, es necesaria recuperar la industria “aunque sea de manera lenta”. A su juicio, en Venezuela existe una situación agobiante, extenuante y hay que vivir el presente sin tanto enfoque en el pasado o futuro. “Quedan días difíciles por delante”, culminó.

26 agosto, 20200

Analítica

https://www.analitica.com/economia/las-claves-de-henkel-garcia-para-la-r...

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Arturo Pérez-Reverte

Patente de corso

Una de las lecciones que aprendí en los veintiún años que pasé pateando la geografía de las catástrofes, es que donde no hay foto, donde no hay imagen que mostrar, no hay reacción. Si no enseñas, no conmueves; y además, la gente cree que el drama no va con ella, o que ocurre demasiado lejos como para preocuparse, o que eludir la realidad la pone a salvo. Sobre eso y otras cosas relacionadas escribí hace tiempo una novela titulada El pintor de batallas, quizá la más personal y descarnada de cuantas he escrito en estos treinta años, pues tiene poco de ficción y mucho de realidad. Recuerdos, remordimientos y fantasmas personales.

Ocurrió muchas veces cuando era reportero: la lucha diaria, crónica a crónica, telediario a telediario, entre los que estábamos allí, donde fuera, queriendo mostrar el horror para sacudir conciencias y provocar reacciones, y la censura de ciertos jefes empeñados en que no fuésemos demasiado explícitos en lo que mostrábamos. Sangre, pero no demasiada. Muertos, pero pocos y de lejos. No hiramos sensibilidades, decían. No seamos morbosos, etcétera. No le estropeemos la negociación a Javier Solana, el pacificador de Europa, porque hoy le toca besarse en la boca con Radovan Karadžić. Y aquellas maneras de hace tres o cuatro décadas condujeron a hoy, cuando sale un presentador o presentadora de telediario con cara muy seria, dice gravemente «les advertimos de que van a ver imágenes muy duras», y acto seguido, en una información sobre el zambombazo de Beirut, te enseñan una manchita de sangre en el suelo, una señora llorando y un par de féretros a lo lejos. Los muy imbéciles.

Ha vuelto a ocurrir, y seguirá ocurriendo. Durante los meses de pandemia que llevamos en el currículum, el horror ha galopado a lo largo y ancho del mundo, España incluida, y supongo que seguirá haciéndolo durante un tiempo más –el día que me alcance a mí se darán cuenta, porque escribiré en Twitter Váyanse todos a la mierda–. Sin embargo, las imágenes cercanas de ese horror nos han sido cuidadosamente ahorradas por las autoridades encargadas de que durmamos bien por las noches, no nos angustiemos demasiado, no nos turben imágenes demasiado duras en los periódicos ni los telediarios, hasta el punto de que una fotografía de prensa que mostraba ataúdes fue muy criticada en las redes sociales, por desconsiderada y morbosa. Y eso ya no fue el gobierno, sino el público soberano. O sea, que no es sólo que el presidente Sánchez, el ministro de Sanidad y su fiable portavoz Simón nos hayan estado vendiendo por dosis una normalidad y una seguridad que no eran tales, sino que tenían mucha razón al hacerlo, pues lo que la peña deseaba oír era precisamente eso. Que todo estaba bajo control y que era cosa de cuatro días.

Todo lo demás se quedó fuera: fotos que no hemos visto de los ancianos que morían solos en residencias, dolor de familias enterrando a familiares de los que no podían despedirse, rostros enfermos y agonizantes, lágrimas de esa vecina mía que en dos semanas perdió a su marido, a sus padres y se vio ella misma con su hija en un hospital. Los cuerpos amontonados en las morgues, la desesperación, la angustia, la muerte de cerca y en directo. Los resultados de la vida, en fin, cuando la naturaleza, que no tiene sentimientos, se muestra despiadada y mortal. Todo eso nos lo han escamoteado, ocultado a petición propia; y en su lugar hemos tenido a docenas de políticos contándonos su puta vida en lugar de la verdad, empresarios perjudicados, médicos y enfermeras ensalzados como héroes pero al mismo tiempo amordazados para que no gritasen su horror y desesperación, viudas y huérfanos filmados de lejos para que las lágrimas no salpicasen la lente de la cámara ni se oyeran sus gritos de dolor o cólera. Hemos aplicado a todo eso los filtros sociales de rigor, con el resultado de que cientos de miles de personas han creído que esto era un pequeño inconveniente que les ocurría a otros, pasajero y relativo. Hemos olvidado, sobre todo, que el ser humano es un animal tan estúpido que ni mostrándole de cerca el horror, ni restregándole la cara por la sangre, es capaz de sentirse personalmente afectado. Hasta que le toca a él, claro. Hasta que llaman a la puerta y aparece el cobrador del frac y uno pone cara de gilipollas mientras su mundo, sus seres queridos, su vida entera, se van a tomar por saco.

No nos han enseñado suficientes muertos. Por eso todos estos meses de tragedia y dolor no han servido para un carajo. Y aquí estamos. Acabando agosto puestos de coronavirus hasta las trancas. Protestando porque no nos dejan bailar en las discotecas.

https://www.zendalibros.com/perez-reverte-no-vimos-bastantes-muertos/___...

Publicado el 23 de agosto de 2020 en XL Semanal.

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Transparencia Venezuela
El país se debate entre dos eventualidades, decisivas para su futuro. No es la pregonada disyuntiva entre un proyecto socialista y otro capitalista, entre una alardeada “revolución” o un supuesto desarrollo neoliberal.

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Mauro Bafile

En el norte y en el sur del continente americano. En un extremo Donald Trump, en el otro Jair Bolsonaro y, en el medio, Nicolás Maduro. Todas caras de una misma moneda. Decimos, líderes populistas con vocación autoritaria quienes, desde el comienzo de sus mandatos, se tomaron la tarea de desacreditar las instituciones democráticas, las mismas que juraron defender.

El camino de Donald Trump ha sido errático. Un vaivén de declaraciones contradictorias y posturas discrepantes. A pesar de todo, su mensaje ha logrado calar en la “América profunda”. Es decir, en la más nacionalista; en la menos satisfecha y la más golpeada por el desempleo que deja la transición hacia la robótica. Gracias a esta América conservadora, rural, tradicionalista ha logrado alcanzar la presidencia del país otrora adalid de la democracia y las libertades.

Más coherente ha sido el camino recorrido por Bolsonaro. Respaldado por las corrientes evangélicas más recalcitrantes, su discurso ha hecho mella en los sectores violentos de Brasil. Nunca ha negado su simpatía hacia las dictaduras militares que gobernaron con mano dura el país en los años 60, 70 y 80.

Nicolás Maduro, por su parte, heredó un país cuyas instituciones democráticas ya habían sido sometidas por el extinto presidente Chávez. Su tarea ha sido profundizar su sumisión. Su retórica populista, cargada de demagogia, no logra esconder su vocación autoritaria. Detrás de la falsa apariencia de paladín del pluralismo y defensor de la Constitución, esconde su desprecio por los valores y principios democráticos en los cuales probablemente nunca creyó.

Trump, Bolsonaro y Maduro hicieron de la defensa de la Ley y el orden el “leit motive” de sus campañas electorales. Ahora se encargan, cuando no con hecho con palabras, de desacreditar las instituciones. Bolsonaro, quien despidió al jefe de la Policía Federal por defender este la autonomía investigativa del cuerpo policial, mantiene una campaña constante de desprestigio contra el Poder Judicial. Trump, quien alejó a 5 funcionarios encargados de vigilar y resguardar el Estado de Derecho al interior de su gobierno, continúa ofendiendo y exponiendo al escarnio público a periodistas y mass-media. Se burla de las instituciones, incita al odio y humilla a los más débiles. “In primis”, a los emigrantes. Y Maduro, quien denuncia a diario un supuesto plan de invasión promovido por los Estados Unidos, no pierde ocasión para desacreditar al Parlamento, que no domina; a las Ong, que denuncian sus excesos; a los organismos internacionales que condenan sus abusos; a los diplomáticos de aquellos países que sancionan a exponentes de su gobierno culpables de crímenes contra la humanidad.

Bolsonaro asegura que el voto no es suficiente para cambiar al país, recordando la retórica fascista. Trump arroja sombras sobre las próximas elecciones presidenciales de noviembre. Y, sin que haya prueba alguna de ello, argumenta que, por la expansión del voto por correo ante la difusión de la covid-19, “serán las más erróneas y fraudulentas de la historia” y “una gran vergüenza para los Estados Unidos”. Maduro va más allá. A través de un Consejo Nacional Electoral a su medida, cambia las reglas de juego. Modifica la Ley Electoral para asegurarse el triunfo en las parlamentarias de diciembre y así consolidar su poder. El Parlamento es el único reducto de la Oposición.

Socavar la credibilidad de las instituciones democráticas desde adentro hasta que capitulen ha sido siempre la estrategia del fascismo. Lo fue en el pasado y lo es hoy. El fascismo nace en democracia; aprovecha de las instituciones democráticas para fortalecerse; se nutre de ellas para finalmente imponerse. Trump, Bolsonaro y Maduro no son los únicos con vocación autoritaria. Todos deberíamos releer nuestra historia, para evitar los errores del pasado. Ignorancia y olvido son caldo de cultivo de gobiernos autocráticos y déspotas.

@bafilemauro

Agosto 24, 2020

ViceVersa

https://www.viceversa-mag.com/evitar-los-errores-del-pasado/?goal=0_fd01...

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