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Opinión

Jesús Elorza G.

Con evidentes signos de preocupación llego el jefe del G2 cubano al despacho del camarada Maduro para informarlo de las últimas investigaciones de inteligencia realizadas.

-Óyeme tu, que hay de nuevo, fueron las palabras de Nicolas para recibirlo.

Bueno camarada, estamos siguiendo muy de cerca al Ministro de Educación.

-Que paso? no me digas que el negrito saltó la talanquera....

No, nada de eso. es que últimamente lo hemos notado muy callado y taciturno, conducta atípica en el que se caracteriza por ser un eterno jodedor aun en los momentos difíciles y por eso queríamos notificarlo para que usted camarada este pendiente y pueda ayudarlo.

-Ustedes tranquilos, dijo Nicolas, el esta así desde que los imperialistas lo emboscaron y agredieron cuando fue a mostrar la solidaridad del gobierno con las familias afectadas por la tragedia de Güiria. Los mercenarios contratados por el imperio, lo rodearon y lo sacaron a empujones cuando lo vieron llegar. Le rompieron las “canaimitas” que le había enviado a los familiares para que se distrajeran un poco y regaron los alimentos de las cajas Clap que también llevaba el negrito. Desde ese día, cayó en un mutismo y no quiere hablar con nadie. No quiere entender, que el rechazo no fue del pueblo, sino de los mercenarios contratados por el imperialismo.

¿Y cómo podemos ayudarlo? pregunto el cubano G2.

-Bueno, ya hablé con nuestro loquero Jorge Rodríguez para que lo acostara en el diván y me orientara en las acciones a tomar. Y llegamos a la conclusión de hacerle, al negrito, un acto vergatario de reconocimiento a su papel revolucionario.

Para ello, consideramos, dada su condición de docente, que la mejor fecha sería el próximo 15 de enero "Dia del Educador". Resaltaremos, mediante una nueva versión cinematográfica de la famosa película "Al maestro con cariño", todo el trabajo que ha realizado el camarada Aristóbulo en el área educativa para fortalecer la revolución socialista del Siglo XXI.

-Será recordado como el nuevo Sidney Poitier; asere esta de pinga, dijo el cubano.

Esa película la vamos a pasar ese día, simultáneamente en todas las escuelas, liceos, universidades y salas de cine del país, resaltando que:

.....Aristóbulo ha sido un factor clave en la utilización de la educación como mecanismo de cohesión ideológica en torno al nuestro proyecto político orientado hacia el socialismo del siglo XXI. Trabajo que ha sido altamente fructífero en el control político de docentes, la ideologización de estudiantes, la puesta en práctica de diseños curriculares dirigidos al fortalecimiento del Pensamiento Único, el cerco presupuestario para doblegar a la universidad contrarrevolucionaria y dejar como centro de formación de profesionales a nuestra gloriosa Universidad Bolivariana, así como la creación de misiones educativas que han servido para captar adeptos a favor de nuestro gobierno revolucionario.

.....En materia gremial, su trabajo ha sido insuperable. Nos quitó de encima el lastre sindical de estar discutiendo Contrataciones Colectivas, reduciendo los movimientos salariales de los educadores a los Bonos que otorgamos y silenció las voces de protesta con el impulso creativo de Federaciones y Sindicatos paralelos, con dirigentes identificados con la revolución. Hay que destacar, una expresión significativa de Aristóbulo en esta materia: “Los educadores que no estén conforme con los bonos, mejor que se vayan del país a dar clase en otro lado" o aquella que dijo "les suspendí el pago de los aguinaldos por los llamados a huelga y se los voy a pagar cuando me de la gana....la revolución se respeta" En materia de Seguridad Social centralizo bajo su mando el HCM de los educadores generando así grandes recursos económicos para la revolución.

....En materia deportiva, creó el viceministerio del sector para generar una política revolucionaria que hiciese posible el control de las Federaciones y el Comité Olímpico alcanzando su máximo nivel al ser nombrado Presidente del Comité Organizador de la Copa América de Futbol en el 2007. Especial reconocimiento en este punto, merece el hecho de que hoy está sometido a juicio el Presidente de la FVF de ese momento y al negrito no lo han tocado "por ahora".

El afiche que servirá de promoción a la película" Al Maestro con Cariño Revolucionario" contendrá la figura de Aristóbulo con el uniforme de miliciano, para dejar en claro que no solo se parece a Sidney Poitier sino también a Rambo, a la hora de enfrentar a los invasores imperialistas.

-Excelente camarada Nicolas, mejor ayuda al amigo imposible, exclamo al final el jefe del G2. Solo me permito hacerle una sugerencia: que el arreglo musical del filme sea el de Un Solo Pueblo " Quien ha visto negro como Yo / con tremendo yate como Yo.

 3 min


Alberto Barrera Tyszka

Esta es la imagen: en un cuidado y elegante jardín, sentados a sana distancia, están Nicolás Maduro e Ignacio Ramonet. El gobernante venezolano viste de traje y corbata, y es ostensible que no está pasando hambre. El periodista francoespañol viste de manera más informal pero con mucha elegancia. Es evidente que se tiñe el cabello y el bigote. Ambos se agradecen y celebran mutuamente la tradición de estar juntos. Todo parece una puesta en escena para un comercial esperanzador: 1 de enero de 2021. ¿Qué le ofrece Nicolás Maduro a Venezuela este año?

En rigor, no es una entrevista. Ramonet no pregunta: acaricia. Sus interrogantes están diseñadas para que Maduro se autoelogie. Es un espectáculo inocuo, predecible. Maduro habla bien de sí mismo y Ramonet asiente. Maduro se repite y Ramonet sonríe. Maduro no dice nada y Ramonet casi aplaude. El gobernante, señalado por la Corte Penal Internacional de cometer crímenes de lesa humanidad, habla de la fortaleza de la “unión cívico-militar-policial” y dice que aspira a “la reconciliación de los venezolanos”. El periodista vuelve a asentir, sonríe de nuevo. Parece que, aun antes de que Maduro hable, Ramonet ya está de acuerdo. Más que una conversación, mantienen una complicidad.

Detrás de esta simple simulación, sin embargo, hay una historia difícil y trágica. Durante los últimos cinco años, con una gran violencia del Estado, se han ido agotando los posibles escenarios de salida de la crisis. Con la instalación de la nueva Asamblea Nacional (AN), realizada esta semana, se cierra un ciclo. El parlamento electo de manera democrática en diciembre de 2015 era el último espacio legítimo e independiente, el único ámbito institucional para el ejercicio de la democracia. Al ser invadido y tomado por el chavismo, después de unas elecciones llenas de irregularidades, en las que no participó la oposición ni el 80 por ciento del electorado y que no fueron reconocidas por buena parte de la comunidad internacional, las posibilidades de un cambio en Venezuela son todavía más complicadas.

Para la mayoría de los venezolanos, golpeados duramente por la crisis, el futuro es ahora más incierto y más pobre: se acabaron las alternativas.

El chavismo insiste, inútilmente, en tratar imponer su simulacro. No renuncia a su proyecto totalitario, pero, encima, pretende maquillarlo, venderlo como si fuera una democracia ejemplar. Su cinismo ya no es indignante sino patético. Cuando el canciller Jorge Arreaza condena “la polarización política y el espiral de violencia” en Estados Unidos, ya no resulta irritante sino ridículo, rebaja la diplomacia al nivel del absurdo.

Cuando Jorge Rodríguez, como presidente de la nueva AN, celebra la diversidad y promete impulsar un proceso de diálogo nacional no logra ya ni siquiera molestar a sus adversarios más radicales. Su sarcasmo es un monólogo tedioso que no le interesa nadie. Destruir la política también tiene consecuencias para el propio chavismo: su simulacro es ahora más frágil. Queda todavía más desnudo.

El liderazgo opositor ha cometido errores pero —hay que repetirlo— estos errores no hacen que el chavismo sea más democrático. Durante estas dos décadas y más allá de sus adversarios y de las coyunturas —incluidas las sanciones económicas—, el chavismo ha ido construyendo su escalada autoritaria. En el congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de 2009, Chávez abiertamente trazaba líneas para el desmontaje del capitalismo y la eliminación del “Estado burgués”. En ese proceso han terminado destruyendo casi todo. Han saqueado las riquezas nacionales y arrasado con el aparato productivo. La economía está dolarizada y el país está en quiebra. La corrupción es un trámite cotidiano, parte de la cultura de la supervivencia. La nación está sometida por una difícil mezcla de poderes donde conviven la fuerza militar y el crimen organizado. La oposición política ha sido aniquilada. El chavismo sigue avanzando hacia su verdadera utopía: el control absoluto, el fin de la democracia, un país sin política.

En ese camino, el próximo paso ya está en marcha: eliminar o controlar a los medios de comunicación y organizaciones sociales independientes que trabajan en el país. Esta semana, el chavismo ha incrementado desde distintos flancos la descalificación y ataques a oenegés y medios digitales que apoyan procesos de base, desarrollan reportajes de investigación, realizan denuncias y ofrecen una versión distinta de lo que ocurre, una versión del país que no aparece en las entrevistas de Nicolás Maduro. Ya neutralizado el parlamento, ahora el chavismo arremete directamente contra el espacio cívico, contra la ciudadanía. El ataque a estos medios y a estas organizaciones es la primera promesa de futuro que ofrece el Estado chavista en 2021. La comunidad internacional debe estar atenta y tratar de detener esta brutal campaña de asedio.

Mientras Nicolás Maduro e Ignacio Ramonet, en su lujoso escenario, juegan su coqueto y tierno ping pong simbólico, muy cerca de ahí agoniza Salvador Franco, un indígena de la etnia Pemón, preso político desde 2019. Franco está desnutrido y enfermo. Desde el 21 de noviembre del año pasado, un tribunal ha ordenado su traslado a un centro de salud y, sin embargo, la orden nunca se ha cumplido. Muere el 3 de enero en la cárcel El Rodeo.

Maduro habla de la fortaleza de la “unión cívico-militar-policial” y dice que aspira a “la reconciliación de los venezolanos”. Ramonet sigue asintiendo. Esta es la imagen completa.

10 de enero 2021

New York Times

https://www.nytimes.com/es/2021/01/10/espanol/opinion/venezuela-2021.html?s=09#click=https://t.co/FLMV9BtLAa

 4 min


Fernando Mires

Ni el edificio devastado, ni los heridos, ni los muertos, son simbólicos. Pero sí lo es el asalto al Capitolio perpetrado por las turbas enardecidas de un presidente electoralmente derrotado, quien intenta ahora ocupar otro sitial: el del máximo caudillo populista de la nación.

Sería un error interpretar el asalto como el aullido postrero de un presidente enloquecido por el poder. Menos errado es verlo como parte de una estrategia que ha tomado formas en diversas partes del mundo y que ahora ha hecho acto de presencia en los propios EE. UU.

Estamos hablando del avance del populismo-nacional cuyo objetivo claro y preciso es demoler los fundamentos sobre los cuales reposa la democracia liberal.

El asalto al Capitolio tiene, repetimos, un enorme poder simbólico. Sobre todo si se toma en cuenta que la diferencia de la democracia liberal con otras formas de gobierno reside en la existencia de un parlamento que actúa como representación delegada y no directa del pueblo. En ese contexto, Trump, visto desde una perspectiva mundial, es un líder del populismo-nacional, uno más de una larga galería que, a veces en nombre de la derecha, otras veces en nombre de la izquierda, levantan, como objetivo estratégico, la transformación de la democracia liberal en una democracia personalista y autoritaria.

Trump no es un fenómeno aislado, por el contrario, él es miembro de una familia política formada por autócratas como Putin, Lukashenko, Kaczyński, Orban, Erdogan, Bolsonaro, Bukele, Ortega, Maduro y otros. Casi ninguno de esos autócratas puede ser catalogado como un dictador tradicional pero sí, todos, como exponentes de un tipo de posdemocracia que incorpora elementos dictatoriales (¿democraturas?) entre ellos, la renuncia a la representación delegativa y su sustitución por lo que ellos llaman democracia directa.

Como ya ocurrió en el periodo fascista del siglo pasado, los trumpistas intentan imponer una relación sin mediaciones entre el mandatario y el pueblo que sigue al mandatario. Ese punto es el que conecta al populismo-nacionalista del siglo XXl con el fascismo del siglo XX.

Baste recordar que el jurista Carl Schmitt, quien fuera por un breve periodo coautor de una constitución nunca aprobada por el nazismo, no se pronunció en contra del orden democrático sino a favor de una democracia directa que en nombre del Führerprinzip (principio del caudillo) estableciera la comunicación sin dilaciones entre el pueblo representado por un líder y el Estado. Vladimir Ilich Lenin por su cuenta —no por casualidad admirado por Schmitt— imaginaba representar un nuevo tipo de formación democrática cuyo organismo no era el parlamento sino los consejos del pueblo, los soviets. Comunistas y fascistas no imaginaban que defendían a una dictadura sino, como acostumbraban a repetirlo, “una forma superior de democracia”: el directo gobierno del pueblo representado en el líder colectivo (partido) o en un líder personal.

La marca de fábrica del populismo-nacional del siglo XXl es el antiparlamentarismo. No hay dictadura moderna que no haya sido antiparlamentaria. Por eso, el asalto trumpista al Capitolio no lo vemos como un hecho aislado. No es necesario remontarse muy lejos en la historia para comprobarlo.

Hace pocos meses, el 31.08 del 2020, turbas alemanas, tan enardecidas como los trumpistas norteamericanos del Capitolio, asaltaron el Reichstag, dirigidos por neofascistas articulados al populismo nacionalista de AfD. El pretexto fue la lucha en contra de las restricciones impuestas por el gobierno en contra del Covid-19. Y, al igual que las turbas trumpistas, lo hicieron en nombre de un “poder popular” antiélites, antipartido y, por supuesto, antiparlamentario.

Como sus recientes antecesoras alemanas, las turbas trumpistas entraron gritando al Capitolio: “El Parlamento es nuestro”. Efectivamente, es de ellos, siempre y cuando sus partidos los representen en su interior. El parlamentarismo directo no existe.

¿Por qué el Parlamento? Primero, porque es el lugar de la representación popular por medio de sus partidos organizados. Segundo, porque es el lugar donde, después de debatidas, son promulgadas las leyes. Tercero, porque es el lugar donde la nación debate consigo a través de sus representantes. En virtud de esa triada, puede afirmarse que el Parlamento, en sus más diversas formas y estructuras, es el organismo que una nación se da para pensarse a sí misma. El Parlamento es el corazón de la democracia moderna.

Hay autores que afirman —entre ellos, uno de los más lúcidos politólogos actuales, Yascha Mounk— que una de las contradicciones históricas contemporáneas es la que se da entre las democracias liberales y las democracias iliberales (o autocracias). Conclusión que, si la aceptamos completamente, nos llevaría a un callejón sin salida, pues una democracia, para ser liberal, debe otorgar a sus enemigos la misma libertad que a sus seguidores y, por lo mismo, autoprivarse de los medios necesarios para defenderse a sí misma. Para salir de ese callejón sin salida parece ser necesario, entonces, llevar esa contradicción a un plano más político que ideológico.

La contradicción de nuestro tiempo —digámoslo así— sería la que se da entre los que defienden una democracia con parlamento y los que defienden una democracia sin parlamento o, lo que es casi igual: con un parlamento convertido por el ejecutivo en una caricatura de sí mismo.

El asalto al Capitolio fue una declaración de guerra del trumpismo a la razón parlamentaria, ahí no hay cómo perderse. No es la primera ni será la última. Ha llegado, por lo tanto, la hora en la que los verdaderos demócratas, aún a riesgo de abandonar algunos principios liberales, acepten el desafío y libren, de modo decidido, e incluso militante, la lucha por la defensa del parlamento.

El populismo-nacional —escuchando las arengas de Trump queda muy claro— es el fascismo de nuestro tiempo.

Sobre ese tema continuaremos insistiendo en próximos artículos. Este es solo un enunciado.

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Américo Martín

La siguiente es una reflexión que me suscitaron varios extraños personajes cuyo único punto de referencia fue alguna deformación física.

Se trata de “impedidos”, pero recordemos ante todo la oportuna diferencia que, por razones de alta dignidad, subrayó Unamuno entre “impedidos”, dirigiéndose al “ágrafo” general franquista Millán-Astray durante la ocupación militar de la Universidad de Salamanca.

Unamuno, como su rector, concibió este iridiscente discurso:

Siendo este el templo del intelecto y yo su supremo sacerdote, vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho.

El general Millán-Astray es un impedido pero eso no es razón para desconocer a nadie, el manco de Lepanto es la expresión más pura de la lengua.

No tengo la menor duda de que al padre de El Quijote, ser llamado el manco de Lepanto le causara alguna preocupación emocional, tal como en su momento lo manifestó. Por el contrario, fue un honor haber adquirido aquella lesión en lucha personal, en la gran batalla que destruyó al omnipotente imperio turco. Y, de modo especial, por la decisiva presencia de Juan de Austria al frente de la flota cristiana integrada por galeras españolas, genovesas y del papado que, tras difíciles conversaciones, nombraron para el mando supremo a quien todos sabrían que reunía más que nadie las cualidades para ejercerlo. El consenso se complicó por celos y demás humanas mezquindades y, quizá sobre todo, el temor de que una personalidad tan atractiva, pero de nobleza vulnerable, alcanzara poder como el de su abuelo “natural” o, cuando menos, el su hermanastro, Felipe II. En casos como estos el miedo proviene de no saber o de no querer saber.

La historia de nuestro país está inundada de figuras si no similares a las que he mencionado, al menos tienen una índole de análoga procedencia. De nuestros “mancos” autóctonos quisiera evocar dos “impedidos”, uno bien reconocido y otro merecidamente ignorado. Todos, llamados mochos, que no mancos.

La parte simpática del mocho Hernández fue en realidad su parte amarga. El general José Manuel Hernández era un hombre de legítima aspiración de poder, pero por las vías naturales de asumirlo, la guerra o las elecciones, esta cual fuente original y la otra en tanto que medio de legitimación.

En mis estudios de bachillerato lo mencionaba el profesor Siso Martínez: se alzó el mocho contra el presidente general Andrade, sin aclarar la justa causa de aquella tentativa.

El problema estaba a tono con la época. El poderoso Partido Liberal, a la sazón conducido por el general Crespo, había dispuesto darle la magistratura a Andrade. Pero el mocho, munido de una popularidad inalcanzable y decidido a aplicar los métodos de campaña estadounidenses, recorrió el país y construyó una mayoría imbatible.

Con seguridad en ese contacto directo se habrá inspirado Rómulo Betancourt para alcanzar la modernización de la política venezolana: “Estado por estado, municipio por municipio. Parroquia por parroquia”.

Le sirvió al Mocho para permanecer en la historia y le sirvió a Rómulo para eso mismo. Sin embargo, el Mocho no pudo acceder en 1897 porque se le atravesó la fuerza bruta del general Joaquín Crespo, ni los dos Rómulos pudieron sostener a AD en 1948 porque se tropezaron con la fuerza bruta de los militares modernizadores.

Lo del Mocho Hernández pudo parecer obsesivo al alzarse en contra de Cipriano Castro, pero tampoco lo fue.

Castro lo puso en libertad y le ofreció el ministerio de Comercio. Al principio pareció aceptar hasta que optó por proclamar la revolución. Debió meditar en profundidad. Desde la cárcel había apoyado el alzamiento de Cipriano Castro porque el elocuente general andino pasaba al Táchira al frente de sus 60 bravos seguidores, alegando razones excelentes, entre las cuales el fraude que desconoció al Mocho e impuso a Andrade. Esperaba sin duda, con su lógica vertical, que don Cipriano le devolviera la presidencia.

¿Qué pensar entonces de tanta firmeza principista? Era justificada. Era valiente y conceptual. Era una forma de jugarse el pellejo por una noble causa democrática. Y, en ese sentido, no se le vio retacear con sus derechos y sus principios.

El otro mocho, al que considero impresentable, fue un espía dado a la tortura bajo la dictadura de Pérez Jiménez. Lo llamaban el Mocho Delgado.

Me basta con recordar la mirada de mis tíos Luis José, Federico y Gerardo Estaba; quienes lo conocieron por sus actos. Era una mirada de horror, desprecio y náusea.

En resumen, he realizado una especie de cotejo desde las alturas inalcanzables del autor de Don Quijote hasta las aguas pestilentes de dos homicidas, el general Millán-Astray y el Mocho Delgado. Pasando sin embargo por las cristalinas virtudes en tiempos de profusa bellaquería del noble Mocho Hernández a quien alguna vez tendremos que tomar tan en serio como lo estoy haciendo aquí.

Twitter: @AmericoMartin

 3 min


Carlos Raúl Hernández

El gobierno se volvió a equivocar con la contrahecha aplanadora en la directiva de la A.N, aquelarre hacia dentro y fuera del país. En la fenecida democracia, los partidos mayoritarios dejaban un espacio para las minorías, y así muchos regentaron una posición, entre ellos Isturiz y el hoy trumpista Pablo Medina, para no hacer una reláfica de micropartidos. Responden así, de manera lineal e infantil, a lo que hizo la oposición lineal e infantil en 2016.

Ojo por ojo se gobierna el país de ciegos y tuertos, en que la revolución convirtió a Venezuela. Pese a eso, en tiempo real, hoy, “no está la Magdalena para tafetanes” ni “el horno para pasteles” ni “el cxñx… para apretones”, como sentenciaba un viejo libro de proverbios españoles que conocí por Antonio Gala. La abrumadora mayoría requiere como hemos dicho hasta los límites, que quienes gobiernan, los responsables, la saquen del vertedero de miseria a donde la llevaron el ideologismo y la simpleza.

Estamos obligados a hacerlo entre todos, con el entendimiento entre Estado y sociedad, empresarios, trabajadores y gobierno, con apoyo financiero global. Un entorno bastante aneuronal se empeña en no olvidar ni aprender y otros se la dan de muertos para agarrar zamuros vivos, e insisten en continuidad administrativa.

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40 billions boy
Mientras Washington Post anuncia que el departamento de Estado investiga manejos opacos de “$40 billions” para “liberar a Venezuela”, o para liberarse los liberadores de estrecheces materiales. El proyecto colectivista y anacrónico de estatizar la economía que comenzó hace 22 años, una vía ya muerta desde la debacle del Muro de Berlín, resucitó por el vodú de sus teóricos y prácticos locales y vuelve a morir con el socialismo XXI.

@MercedesMalavé escribió sobre la tragicomedia en la instalación de la A.N: “Hoy #5Ene reinicia la vieja forma de hacer política, la de la confrontación agónica, la de la fantasía de que un grupo se impondrá sobre otro. Con ánimo de laboriosa hormiga, la sociedad civil debe volver a tejer un país de oportunidades y convivencia democrática…”.

Pero tampoco hay dudas de que la permanencia de este fiasco revolucionario es culpa directa, eterna e indelegable de que otro fiasco revolucionario del lado contrario llamó a la abstención desde 2005 y a toda suerte de memeses como las “salidas”, los calle-calle y el decretó el cierre de la vía electoral. Mercedes también dice que el primitivismo de las respuestas en las redes demuestran que el llamado a la abstención fue un lavado de cerebro en la gente, víctima principal.

Palangre por hambre
Hay posibilidades de recuperar la democracia hoy, como en 2016-17-18-19 y 20, pero si seguimos dirigidos por mentes mermadas, se perderán. El bloquecito social que instaló Trump como oposición, hundió a las fuerzas democráticas en la sentina, dirigido por prepolíticos, asesores mermados, y sicarios morales, algunos de ellos palangristas de tradición y otros nuevos, desempleados que tuvieron que hacerlo para sobrevivir, especie de lumpen periodístico

Hace tiempo y particularmente desde el #5Ene2019, la comedia degeneró en el negocio pantanoso que hoy investigan en EEUU. Los responsables de que el gobierno haya ganado 90% de las curules con 20% del padrón electoral, hacen graciosas exhortaciones a “la lucha”, cuyo único motivo es el manejo a discreción de bienes nacionales para uso privado.

Varias declaraciones de prensa de comienzos de año merecen referirse. Leopoldo López, entre conocidas citas de Mandela y de autoayuda, nos informa que “hoy es un día de firmeza y compromiso. Mi reconocimiento al presidente legítimo de Venezuela, Guaidó y los diputados electos el 6Dic2015 … (la situación) se va depurando… de un lado los que se arrodillan y de otro…etc”.

¿Habla Ud, indostaní?
Idea curiosa en quienes disfrutaron en enero de 2019 de casi 60% de apoyo febril y hoy “depuran” por debajo de 10%, aunque tantas veces se les advirtió. Un tanto más churrigueresca, la dramática exhortación de Guaidó a sus antiguos fratelli de aquel G4, sin ahorrarles el enchave de llamarlos por sus nombres, a cerrar filas en “la línea de defensa de la república”. Gracias a la pandemia me dediqué a ver películas clásicas que, según diría una querida amiga, “son como los novios nuevos. Es difícil verles defectos”.

Esos pronunciamientos redentores me recordaron La fiesta inolvidable de Blake Edwars protagonizada por Peter Sellers la mejor comedia existente, que casi lo mata a uno de risa. No sé por qué la asocio con las mencionadas declaraciones. Peters Sellers recién llegado de India, consigue ser extra en un rodaje de Hollywood, soldado portaestandarte que caería heroicamente en la escena final.

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Pero se le olvida el guión y por mucho que lo ametrallan, da tras pies sin derrumbarse, hasta que el director grita desesperadamente “¡corten, corten, corten, por favor, corten y sáquenlo!”. Esperemos que el Presidente Provisional hasta dos mil siempre recuerde que si lo ametrallaron sus compañeros, mejor dejarse caer. Igual podrá disfrutar de su inolvidable fiesta, como muchos de sus partners desde hace rato, que dirigen sanciones e invasiones para que el gobierno renuncie.

@CarlosRaulHer

 3 min


Ismael Pérez Vigil

El 2020 nos dejó varias secuelas con que lidiar en el año que se inicia. La pandemia de la Covid-19 no es el único mal que nos acecha. Otros dos «virus», muy perjudiciales nos afectarán gravemente en 2021: el autoritarismo y la antipolítica.

El «virus» del populismo, que está presente en nuestra historia desde hace muchos años ante la falta de recursos económicos con los que hacer demagogia y clientelismo, se trasmutó en un virus meramente autoritario que utiliza la fuerza sin disimulo, y ya como único recurso.

El régimen de facto ilegítimamente constituido ya controlaba el poder ejecutivo, tras unas elecciones presidenciales no reconocidas por la mayoría del país ni por la comunidad internacional. El régimen controlaba igualmente el poder judicial, encabezado por un Tribunal Supremo, de igual manera ilegalmente designado por una Asamblea Nacional moribunda – la electa en 2010 –, que finalizado su periodo legislativo, sin cumplir los requisitos formales y legales de convocatoria, designó magistrados varios de los cuales ni siquiera reúnen los requisitos constitucionales para ejercer esa función.

Finalmente, ahora, con menos del 20% del padrón electoral, logra hacerse con más del 90% de la Asamblea Nacional y controlar el poder legislativo, tras la elección de esa Asamblea en un proceso electoral espurio y viciado, con partidos inhabilitados y secuestrados por el régimen y que no reunió requisitos mínimos de equidad, justicia, democracia, razones por las cuales la oposición democrática se negó a participar y los países democráticos han desconocido sus resultados.

Pero el régimen, ahora desembozadamente autoritario y represivo, gobierna de hecho solamente apoyado por la fuerza de las armas, pues su apoyo popular es apenas un efímero porcentaje de la población, buena parte de la cual fue arrastrada a votar bajo chantaje o amenaza.

Pero, como dijimos, el 2020 cerró también, y esto es lo particularmente grave, con otro “virus”: un creciente sentimiento antipolítico cada vez más extendido en la población.

La antipolítica no es un fenómeno nuevo, tiene siglos en Venezuela, pero ha sido especialmente notorio desde los años 70 del pasado siglo y se ha visto exacerbada en años recientes por el fenómeno de los “indignados” de Europa y el movimiento “trumpista” en los Estados Unidos, en estos últimos cuatro años.

Algunos analistas del diario quehacer político, como Fernando Rodríguez ven a la antipolítica como una “rabiosa y dañina enfermedad” y la define tan certeramente que vale la pena repetir sus palabras:

“La practican mucho los muy acomodados burgueses que al fin y al cabo no tienen tiempo sino para gerenciar sus haberes. Los radicales fascistoides o nihilistas anárquicos. Los jóvenes que creen que la vida es suya. Profundos que tienen un destino creador que los exime de toda otra tarea. Columnistas que viven del mordisco y la patada. Culebras de las redes cloacales. Y así, así. Solo un líder iluminado, un político no político, que coincida con sus intereses y su desprecio de la omnipresencia y la diversidad del otro puede ocasionalmente despertarlos de su sueño perverso”. (El Nacional, 20 de diciembre de 2020)

Y al político, en el mejor de los casos se le ve como un mal menor, probablemente necesario, pero siempre censurable, criticable e “insultable”, valga la expresión; siempre allí, siempre presente, siempre a disposición para desahogarse contra él o como tema de burla y conversación.

Pero cada vez que tocamos este tema se nos dice que criticar las posiciones antipolíticas, antipartidos, es negarse a reconocer las fallas, los errores y las críticas. No. No se trata de negar la crítica, absolutamente necesaria y útil. De hecho, la política y las organizaciones políticas no crecen ni se desarrollan sin la crítica, sin el debate político, sin la discusión abierta. No se trata, tampoco, de negar los errores cometidos por un liderazgo opositor que obviamente no ha sido afortunado o no ha dado con las “claves” para conducir el descontento popular contra el régimen de oprobio que nos mal gobierna desde hace más de veinte años.

La dirigencia opositora ha tenido aciertos que se le deben reconocer y celebrar, pero ha cometido errores –seguramente más que los aciertos, pues de lo contrario no estaríamos aún bajo este régimen– que se le deben señalar y que deben ser motivo de análisis profundo. Pero la crítica, necesaria, indispensable, no puede servir de excusa para una predica disolutiva, corrosiva, que no busca superar situaciones sino hundirnos más en los desaciertos y errores. O bien para asumir posiciones “populares”, con las cuales estar sobre la ola y en el candelero político, sin méritos propios, sino a partir de los errores de los demás y las matrices de opinión creadas por otros.

En el campo de la vieja antipolítica –cuyos nocivos efectos hemos conocido y vivido como procesos de abstención, sin sacarle ningún provecho y sin otra expresión política de rebeldía– hay hoy en día una “variante” sutil, que puede ser muy nociva, ante la cual debemos estar alertas. Se trata de algunos “analistas” políticos, consultores, asesores, periodistas, generadores de opinión y ciudadanos “comunes” que, por redes sociales y grupos de WhatsApp, con el pretexto de la “critica” de la actividad política, aprovechan para descabezar a cuanto títere con cabeza y líder aparece en el escenario político. Culpan al liderazgo opositor no por sus errores y faltas, sino por todos los males del país, como si los males que padecemos millones de venezolanos no se debieran a un mal gobierno que tiene 21 años destruyendo al país.

Algunos, de estos “críticos” solapadamente promueven alguna opción sustitutiva, pero la mayoría se limitan simplemente al señalamiento de los errores, a resaltar las carencias, a la crítica demoledora del líder de turno, esté o no en “desgracia” ese líder, en una especie de molino de líderes o “liderofagia”, como lo llamara Tulio Hernandez (Liderofagia, Frontera Viva, 19 junio, 2020).

Resumiendo, el régimen en su fase tiránica y la antipolítica, que le hace el juego, son dos poderosos “virus” con los que la oposición y la sociedad venezolana tendrán que lidiar en 2021. Sobre esas tareas hablaremos la próxima semana.

Politólogo

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

 4 min


Eugenio G. Martínez

Venezuela comenzó el año 2021 en medio de un vacío institucional, en el que ya no existe un Parlamento legítimo, ni legal en el país. La Asamblea Nacional (AN) electa en diciembre de 2015 era el único poder reconocido internacionalmente, a partir del cese de su periodo constitucional el 4 de enero de 2021 queda claro que en el país solo existe un gobierno que tiene control territorial y aunque la comunidad internacional occidental no reconoce su legitimidad, admite su poder fáctico.

La decisión de los parlamentarios electos en el año 2015 de prolongar -al menos durante un año- su mandato no está exenta de dudas legales y políticas, especialmente en todo lo que rodea a la aprobación (en diciembre de 2020) de la Ley de Reforma parcial de la Ley del Estatuto que rige la Transición a la Democracia y la reforma parcial a la Ley del Fondo para la Liberación de Venezuela y Atención de Casos de Riesgo Vital.

En una sesión virtual vía Zoom, con cámaras apagadas, con 28 diputados suplentes incorporados irregularmente porque los principales de estos curules también se encontraban en la sesión y sin votación nominal se aprobó la reforma de ambas leyes. En el caso de la reforma a la Ley del Estatuto que rige la Transición a la Democracia, los diputados que integran la bancada de Acción Democrática (28 diputados) decidieron salvar su voto argumentando que no era necesaria la reforma. No obstante, sí acordaron la reforma de la Ley del Fondo para la Liberación de Venezuela.

Como ya se sabe, el funcionamiento del Parlamento a partir del 4 de enero de 2021 -momento en que culminó su periodo constitucional de 5 años- es asumido permanentemente por la Comisión Delegada que tiene su sustento en los Artículos 195 y 196 de la Constitución de la República y en el Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional. No obstante, en estos artículos se especifica que la Comisión Delegada se encarga de las tareas correspondientes de la Asamblea Nacional cuando esta se encuentra en receso.

Sin embargo, no existe en la Constitución, ni en el Reglamento Interior y de Debates norma alguna que permita que esta Comisión, que por mandado del Artículo 195 de la Constitución, debe quedarse de guardia durante el receso parlamentario, pueda sustituir al Poder Legislativo Nacional con vocación de permanencia indefinida pues su temporalidad breve deriva del Artículo 196 de la Carta Magna.

La carta de la consulta popular celebrada entre el 7 y 12 de diciembre de 2020 tampoco aporta solidez a la decisión tomada; especialmente por la ausencia de auditorías creíbles que avalen los resultados presentados y porque la Consulta no ha funcionado ante los ojos de la comunidad internacional como sustituto imperfecto de la ausencia de validación electoral para la continuidad del Parlamento -ahora Comisión Delegada- y por ende de la figura de la Presidencia encargada.

No debe olvidarse que la Presidencia encargada de Juan Guaidó no es inherente a la persona, sino que deriva del cargo de Presidente de la Asamblea Nacional.

Adicionalmente, la creación del Centro Político -conformado por los partidos Acción Democrática (AD), Primero Justicia (PJ), Voluntad Popular (VP) y Un Nuevo Tiempo (UNT)- para sustituir al llamado Centro de Gobierno del Gobierno interino, plantea otras interrogantes. Más allá de intentar disminuir en la práctica el rol y poder de Leopoldo López en torno a las decisiones que toma la encargaduría de Juan Guaidó, no queda claro si esta instancia está prevista para funcionar realmente como órgano de control y consulta sobre el uso que tendrá el Fondo para la Liberación; o se comienza a configurar una nueva estructura política que pueda asumir la conducción de la oposición en 2021.

El análisis preliminar de estas decisiones es negativo. La oposición no solo se aísla cada vez más de los factores de poder real en el país (el sector militar), sino también del factor social. Adicionalmente, sin la validación electoral no existe forma de establecer mecanismos de toma de decisión dentro de la oposición; mecanismos que hicieron efectiva a la extinta Mesa de la Unidad Democrática y su éxito político y electoral en los comicios parlamentarios del año 2015.

La principal apuesta de la oposición institucional -agrupada ahora en torno a la Comisión Delegada- sigue siendo que la Emergencia Humanitaria Compleja que afronta el país provoque un alzamiento civil, que llevará a los militares a retirar su apoyo a Maduro. En los dos últimos años la precarización del país solo ha servido para afianzar al statu quo en el poder.

No obstante, existen factores dentro de la oposición que comienzan a valorar la posibilidad que las sanciones se usen para obtener concesiones sustantivas que hagan un proceso de cambio de política irreversible, pero menos incierto y gradual. Para que esta estrategia sea efectiva se necesita el aval de la nueva administración de Estados Unidos.

La UE ajusta su postura

La posición de la Unión Europea (UE) no es sorpresiva. El calificativo de “Asamblea Nacional saliente” otorgado al Parlamento electo en 2015 describe las discrepancias entre los países miembros del bloque hemisférico para encontrar consenso en torno a la situación de Venezuela. Sin embargo, aceptar la tesis de continuidad permanente e indefinida y sin garantías concretas de cambio no es posible para el bloque hemisférico.

Debe recordarse que solo el Reino Unido permitió gestiones de los representantes del Gobierno interino sobre los activos de Venezuela, el resto de los 26 países del bloque hemisférico -incluidos Italia, España y Portugal– no lo aceptaron e incluso solo recibieron a los enviados de Guaidó como representantes especiales, pero no avalaron -como ocurrió en EE.UU.- que tomarán el control de las sedes diplomáticas.

Por ahora se desconoce la posición británica sobre este tema una vez que se concretó su salida de la Unión Europea, y aún no es clara la estrategia que seguirá la administración de Joe Biden para Venezuela.

La declaración del 6 de enero sugiere que la UE (como bloque) ha decidido dejar atrás el debate sobre la legalidad de la Presidencia interina e incluso parece abrir las puertas a reconocer eventualmente en temas muy específicos al nuevo Parlamento cuando en su comunicado indica: “La UE lamenta profundamente que la Asamblea Nacional asumiera su mandato el 5 de enero sobre la base de estas elecciones no democráticas”.

En este momento se puede inferir que el Alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell intentará buscar una nueva negociación política en torno a Venezuela y a los comicios regionales previstos para final de año; y que la UE ha decidido tratar con Maduro aunque no lo considere presidente legítimo, sino de facto. Esta es la principal pérdida de espacio para la oposición institucional agrupada en torno a la Comisión Delegada. La duda en este caso es quiénes representarán a la oposición venezolana en una negociación o si el Centro Político participará en este proceso.

Jorge Rodríguez y el reconocimiento indirecto a la AN

La figura del presidente de la Asamblea Nacional que entró en funciones el 5 de enero de 2021 será clave en lograr el reconocimiento -indirecto- de esta instancia en la comunidad internacional. La presencia de Jorge Rodríguez en cualquier proceso de negociación promovido por la comunidad internacional no será solo a título de representante de Maduro, será también como Presidente del Parlamento venezolano; una jugada que intentará usar el chavismo para ir logrando paulatinamente que se reconozca como Poder Legislativo a las personas electas en los cuestionados comicios del 6 de diciembre de 2020.

Sin respaldo de los ciudadanos

Como se indicó en anteriores textos los electores dudan de la legitimidad de la continuidad del Parlamento electo en 2015, así como de la legitimidad del Parlamento electo el 6 de diciembre de 2020 y que se instaló el 5 de enero de 2021.

Según un estudio de la firma Datanálisis 45,6% de los venezolanos afirmaron -en noviembre pasado- que era ilegítimo la realización de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Apenas 35% (la amplia mayoría de estos quienes se definen como chavistas) consideraban al evento como legítimo.

Por otra parte, para 43% de los ciudadanos la Asamblea Nacional que resultara del proceso del 6 de diciembre no se podía considerar legítima.

Esta opinión es extensiva a la continuidad de la Asamblea Nacional electa en el año 2015. Según los resultados de Datanálisis 55,6% de los venezolanos creían que no se debe considerar legítimo al Parlamento electo en 2015 más allá del límite constitucional del 5 de enero, si esta continuidad no se define en un proceso electoral.

Si el aval a la continuidad del Parlamento electo en 2015 se analiza por autodefinición política, destaca que apenas 35% de quienes se dicen opositores sostienen que sería una instancia legítima, al igual que 12% de los independientes.

@puzkas

*Datanálisis. El estudio se realizó entre el 2 y 10 de noviembre de 2020. Consistió en 500 entrevistas en hogares, para un error muestral de +/-4,38%.

La Gran Aldea

https://lagranaldea.com/2021/01/07/venezuel

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